Enviado por Peter Amsterdam
junio 7, 2022
[Jesus—His Life and Message: The Resurrection (Part 1)]
Después de la crucifixión de Jesús, Su cuerpo fue bajado de la cruz y puesto en el sepulcro de José de Arimatea. Para tapar la entrada, se hizo rodar una gran piedra. Según la ley judía, el trabajo de dar sepultura a un cuerpo no podía realizarse en un día de reposo, ni podía dejarse el cuerpo insepulto durante el día de reposo, por lo que era esencial sepultar a Jesús aquella misma tarde.
A lo largo de Su ministerio, Jesús aludió a Su muerte y resurrección. El Evangelio de Marcos dice que Jesús «comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del hombre padecer mucho, ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, ser muerto y resucitar después de tres días»[1]. Aunque las palabras de Jesús nos parecen ahora bastante claras, ciertos hechos dan a entender que los discípulos no captaron del todo a qué se refería.
Por las exigencias del día de reposo, Jesús fue sepultado en algún momento entre la hora novena (alrededor de las 3 de la tarde) del viernes y la puesta del sol, que habría sido hacia las 8 de la noche en esa época del año en Palestina. Su cuerpo estuvo entre 4 y 6 horas sepultado el primer día. A la puesta del sol comenzó un nuevo día (sábado). El cuerpo de Jesús estuvo sepultado toda la noche del viernes y todo el día siguiente (sábado). Luego Jesús estuvo sepultado toda esa noche (que para los judíos era la primera mitad del domingo, aproximadamente 12 horas) y resucitó en la mañana del domingo. Por tanto, los tres días que el cuerpo de Jesús estuvo en el sepulcro no suman 72 horas (3 × 24), sino que corresponden a la forma judía de medir el tiempo, que contaba como días completos cualquier parte del primer día, todo el segundo día y cualquier parte del tercero. De modo que el cuerpo de Jesús estuvo tres días sepultado.
Los cuatro evangelios hablan de las mujeres que fueron al sepulcro de Jesús el domingo por la mañana temprano. El de Lucas explica que, tras haber visto el sepulcro donde habían puesto el cuerpo de Jesús, «al regresar, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el sábado, conforme al mandamiento»[2]. El de Marcos cuenta que, «cuando pasó el sábado, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirlo»[3]. Al terminar el día de reposo (al anochecer del sábado), se entiende que las tiendas volvieron a abrir, y las mujeres pudieron adquirir las especias necesarias para ungir el cuerpo de Jesús.
El Evangelio de Lucas narra que «el primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando las especias aromáticas que habían preparado»[4]. El Evangelio de Mateo y el de Marcos coinciden en que fue más o menos al amanecer cuando las mujeres fueron al sepulcro «para […] ungirlo»[5]. El Evangelio de Juan solo menciona a María Magdalena, mientras que Marcos nombra a «María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé», y Lucas habla de «María Magdalena, Juana y María, madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles»[6].
Los cuatro Evangelios mencionan que la gran piedra que tapaba la entrada del sepulcro en el que habían puesto a Jesús el viernes fue movida. El libro de Mateo explica:
De pronto hubo un gran terremoto, porque un ángel del Señor descendió del cielo y, acercándose, removió la piedra y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. De miedo de él, los guardas temblaron y se quedaron como muertos[7].
Solo el Evangelio de Mateo señala que en ese momento hubo un terremoto. Dice que se produjo porque un ángel del Señor vino del Cielo y movió la piedra.
El Evangelio de Marcos narra que, al dirigirse al sepulcro, las mujeres «decían entre sí: “¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?” Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, aunque era muy grande»[8]. El Evangelio de Lucas dice que las mujeres «fueron al sepulcro llevando las especias aromáticas que habían preparado […]. Hallaron removida la piedra del sepulcro»[9]. El Evangelio de Juan lo describe así:
El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro, y vio quitada la piedra del sepulcro[10].
Aparte de que la piedra había sido retirada, todos los Evangelios mencionan la presencia de seres celestiales dentro o cerca del sepulcro. Ya hemos visto que el Evangelio de Mateo habla de «un ángel del Señor»[11]. El de Marcos dice que, cuando las mujeres entraron en el sepulcro, «vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca, y se asustaron»[12]. El de Lucas dice:
Entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Aconteció que estando ellas perplejas por esto, se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes[13].
En el Evangelio de Juan, la aparición de dos ángeles ocurre en un momento posterior, después de que Pedro y «el otro discípulo» han comprobado que Jesús no está en el sepulcro y han vuelto a su casa.
María estaba fuera llorando junto al sepulcro; mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro, y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto[14].
Sobre el número de ángeles, cierto autor comenta:
Está claro que en todos los casos son referencias a ángeles. Las pequeñas discrepancias no deberían desconcertarnos más de la cuenta. Cada evangelista relata, a su manera, que cuando las mujeres llegaron al sepulcro se encontraron con una visita angélica. No es de extrañar que describan lo sucedido de formas ligeramente diferentes, pues es muy fácil que cada persona lo percibiera de un modo distinto. Lo importante es el hecho de que hubo visitas angélicas inusuales y lo que los ángeles dijeron sobre la resurrección de Jesús[15].
El Evangelio de Mateo dice que los que custodiaban el sepulcro vieron al «ángel del Señor».
De miedo de él, los guardas temblaron y se quedaron como muertos[16].
Los guardas que estaban allí para custodiar al muerto (Jesús) cayeron desmayados como muertos en presencia del ángel. En cambio, el muerto había resucitado.
Los tres evangelios sinópticos[17] refieren que el ángel o los ángeles hablaron con las mujeres y les dijeron que no tuvieran miedo. Luego les comunicaron la buena noticia de que Jesús había resucitado.
El ángel dijo a las mujeres: «No temáis vosotras, porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor» (Mateo)[18].
Cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca, y se asustaron. Pero él les dijo: «No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado. Ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde lo pusieron» (Marcos)[19].
Como tuvieron temor y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló cuando aún estaba en Galilea, diciendo: “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado y resucite al tercer día”. Entonces ellas se acordaron de Sus palabras (Lucas)[20].
El Evangelio de Juan presenta los mismos hechos en un orden ligeramente diferente, como veremos más adelante.
En el Evangelio de Marcos, el ángel dice a las mujeres:
Id, decid a Sus discípulos, y a Pedro, que Él va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis, como os dijo[21].
El Evangelio de Lucas refiere que las mujeres recordaron las palabras de Jesús sobre Su crucifixión y Su resurrección al tercer día.
Entonces ellas se acordaron de Sus palabras, y volviendo del sepulcro dieron nuevas de todas estas cosas a los once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María, madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles. Pero a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creyeron[22].
En el Evangelio de Juan, el descubrimiento de que Jesús ya no está en el sepulcro y la aparición de los ángeles se narran en un orden diferente.
El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro, y vio quitada la piedra del sepulcro. Entonces corrió y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel a quien amaba Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto»[23].
Al ver que habían retirado la piedra de la entrada del sepulcro, lo primero que hizo María Magdalena fue correr a la ciudad y contarle a Pedro y al otro discípulo (probablemente Juan) que alguien se había llevado del sepulcro el cuerpo de Jesús. Al ver la piedra movida y constatar que Jesús no estaba, dio por sentado que se habían llevado Su cuerpo. Tal vez pensó que alguien lo había robado o que lo habían vuelvo a sepultar en otro lugar.
Salieron Pedro y el otro discípulo y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro. Y, asomándose, vio los lienzos puestos allí, pero no entró. Luego llegó Simón Pedro tras él, entró en el sepulcro y vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó, pues aún no habían entendido la Escritura: que era necesario que Él resucitara de los muertos. Y volvieron los discípulos a los suyos[24].
Cuando ellos se fueron, María miró dentro del sepulcro.
María estaba fuera llorando junto al sepulcro; mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro, y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?» Les dijo: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto»[25].
(Continuará.)
Todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995 © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.
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[1] Marcos 8:31. V. también Marcos 9:30,31, 10:32–34, Juan 2:19–21.
[2] Lucas 23:56.
[3] Marcos 16:1.
[4] Lucas 24:1.
[5] Marcos 16:1,2; Mateo 28:1.
[6] Lucas 24:10.
[7] Mateo 28:2–4.
[8] Marcos 16:3,4.
[9] Lucas 24:1,2.
[10] Juan 20:1.
[11] Mateo 28:2.
[12] Marcos 16:5.
[13] Lucas 24:3,4.
[14] Juan 20:11,12.
[15] Morris, The Gospel According to Matthew, 735.
[16] Mateo 28:4.
[17] Mateo, Marcos y Lucas.
[18] Mateo 28:5,6.
[19] Marcos 16:5,6.
[20] Lucas 24:5–8.
[21] Marcos 16:7.
[22] Lucas 24:8–11.
[23] Juan 20:1,2.
[24] Juan 20:3–10.
[25] Juan 20:11–13.
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