Enviado por Peter Amsterdam
julio 19, 2022
[Jesus—His Life and Message: The Resurrection (Part 4)]
En el artículo anterior vimos que dos discípulos, Cleofas y un compañero suyo cuyo nombre no se indica, fueron caminando hacia Emaús con Jesús (a quien no reconocieron). Ellos le expresaron la decepción que les había causado la crucifixión de Jesús, diciendo: «Nosotros esperábamos que Él fuera el que había de redimir a Israel»[1]. Hablaron de que los principales sacerdotes y los gobernantes lo habían entregado para ser condenado a muerte y de que había sido crucificado. Entonces Jesús comenzó a explicarles el significado de todo lo sucedido. «Comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de Él decían»[2].
Llegaron a la aldea adonde iban, y [Jesús] hizo como que iba más lejos. Pero ellos lo obligaron a quedarse, diciendo: «Quédate con nosotros, porque se hace tarde y el día ya ha declinado». Entró, pues, a quedarse con ellos[3].
Cuando Jesús y los dos discípulos llegaron a la aldea de Emaús, Jesús hizo como si fuera a seguir caminando, quizás hasta el siguiente pueblo. Como ya era tarde y pronto oscurecería, y tal vez no era prudente viajar de noche, los discípulos le instaron a quedarse con ellos. Jesús accedió y «entró a quedarse con ellos». Es probable que se hospedaran en una posada que ofrecía alojamiento y comida.
Y aconteció que, estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos y lo reconocieron; pero Él desapareció de su vista[4].
Cuando los dos discípulos se sentaron a la mesa con Jesús, todavía no sabían quién era. Jesús tomó el pan, lo bendijo y les dio. Es lo mismo que hizo cuando alimentó a los cinco mil[5] y en la última cena[6]. Jesús actuó como anfitrión, ya que bendijo el pan y se lo pasó a los demás.
Cuando Jesús partió el pan y se lo pasó, «les fueron abiertos los ojos y lo reconocieron». Una vez que lo reconocieron, Jesús desapareció. Los Evangelios hablan de que, después de Su resurrección, Jesús se apareció en varias ocasiones a los creyentes y luego desapareció[7]. En la 1ª Epístola a los Corintios también se menciona que Jesús se apareció a los discípulos. El apóstol Pablo escribió:
Primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún y otros ya han muerto. Después apareció a Jacobo y después a todos los apóstoles. Por último, como a un abortivo, se me apareció a mí. Yo soy el más pequeño de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios[8].
Con referencia a la desaparición de Jesús, cierto autor explica: «Tras la revelación de que Jesús vive, Su presencia visible deja de ser necesaria. […] La aparición muestra la continuidad entre el Jesús del ministerio terrenal y el Jesús resucitado que preside la iglesia. Después de Su muerte y resurrección, Jesús está en condiciones de ministrar personalmente a cualquiera»[9].
Y se decían el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino y cuando nos abría las Escrituras?»[10]
Cuando los dos discípulos se dieron cuenta de que era Jesús quien había estado con ellos y luego había desaparecido, expresaron la impresión que Su presencia y Sus palabras habían causado en ellos. Las explicaciones de Jesús los emocionaron y entusiasmaron en gran manera.
Levantándose en esa misma hora, volvieron a Jerusalén; y hallaron a los once reunidos y a los que estaban con ellos, que decían: «Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón». Entonces ellos contaron las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo lo habían reconocido al partir el pan[11].
Los dos discípulos, que en un principio se dirigían a la aldea de Emaús, quisieron comunicar la noticia de que habían visto a Jesús, así que dieron marcha atrás y emprendieron el regreso a Jerusalén.
Al llegar a Jerusalén, encontraron a los once (los apóstoles) reunidos con otros. El Evangelio de Juan señala que el apóstol Tomás no estaba presente cuando Jesús se apareció a los apóstoles; eso significaría que solo diez, no once, estaban allí cuando Jesús se apareció. Cierto autor explica que «Lucas usa la expresión “los once” como una forma de referirse de un modo general al grupo de apóstoles sin Judas, y que no hace hincapié en que todos los que quedaban estuvieran presentes»[12]. Además de «los once», había un número indeterminado de discípulos que se habían quedado en Jerusalén. Los que habían vuelto de Emaús se disponían a contar lo que les había sucedido; pero antes de que tuvieran oportunidad de hacerlo, se supo otra noticia.
Cuando los dos discípulos hallaron a los once y a los demás que estaban reunidos con ellos, los otros les dijeron: «Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón».«Entonces ellos contaron las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo lo habían reconocido al partir el pan». La noticia de que Jesús se había aparecido a Simón (Pedro), más la experiencia que tuvieron los dos discípulos, son dos testimonios separados de personas que vieron resucitado a Cristo.
Mientras aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos y les dijo: «¡Paz a vosotros!» Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu[13].
Justo cuando los discípulos estaban hablando de que Jesús se había aparecido a Pedro y a los dos discípulos que se dirigían a Emaús, Jesús se les apareció. Los apóstoles y los demás que estaban con ellos se sorprendieron y asustaron, pensando que veían un fantasma.
Para calmarlos, Jesús les hizo dos preguntas.
Pero Él les dijo: «¿Por qué estáis turbados y vienen a vuestro corazón estos pensamientos?»[14]
La primera pregunta es en respuesta al hecho de que estuvieran impresionados y alarmados. Creyeron ver un «espíritu». La presencia de un espíritu incorpóreo era desde luego algo fuera de lo común y seguramente resultaría bastante chocante. La segunda pregunta tiene que ver con su falta de percepción. ¿Por qué tenían dudas en su corazón, en su interior? Probablemente porque no se esperaban que Jesús resucitara, ni que siguiera apareciéndose.
«Mirad Mis manos y Mis pies, que Yo mismo soy. Palpad y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que Yo tengo». Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies[15].
Jesús les dijo a los discípulos que le miraran las manos y los pies, para que vieran las heridas que le habían quedado tras Su crucifixión. Este pasaje, al igual que uno del libro de Juan[16], demuestra que Jesús fue clavado a la cruz, no solo atado a ella. Jesús no solo los animó a mirar Sus heridas, sino también a tocarlo, pues quería que comprobaran que tenía un cuerpo de carne y hueso y no era un espíritu incorpóreo. Cierto autor explica: «Es Jesús resucitado, cuyo cuerpo ha vuelto a la vida. Este tiene características de un cuerpo físico, aunque las presenta de una manera que al antiguo cuerpo le resultaría imposible (p. ej., este nuevo cuerpo no está destinado a morir, y puede aparecer y desvanecerse) y de un modo que hace que las apariciones iniciales de Jesús causen asombro, a diferencia de como sería la aparición de un simple discípulo más»[17].
Pero como todavía ellos, de gozo, no lo creían y estaban maravillados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?» Entonces le dieron un trozo de pescado asado y un panal de miel. Él lo tomó y comió delante de ellos[18].
La frase «como todavía ellos no lo creían»puede interpretarse de dos maneras. Puede significar que, a pesar de las apariciones y las palabras de Jesús, los discípulos dudaban, porque les parecía totalmente increíble. Otra opción es entenderlo como una expresión de asombro. Los discípulos sintieron una combinación de alegría y pasmo.
Cuando les pidió algo de comer, Jesús probablemente despejó sus dudas y cualquier temor que pudieran tener. El hecho de que se sentara a la mesa y comiera con ellos les demostró que no era un fantasma ni un espectro. Al compartir con ellos en torno a la mesa puso de manifiesto que era uno con ellos. Es también prueba de que Jesús realmente resucitó. Se les apareció, habló con ellos y comió con ellos. No quedó duda alguna sobre Su resurrección.
Luego les dijo: «Estas son las palabras que os hablé estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito de Mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos»[19].
Al decir «las palabras que os hablé»,Jesúsno se refería a Sus enseñanzas en general, sino a aquellas sobre Su muerte y resurrección.
Es necesario que el Hijo del hombre padezca muchas cosas y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto y resucite al tercer día[20].
Tomando Jesús a los doce, les dijo: «Cuando lleguemos a Jerusalén se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del hombre, pues será entregado a los gentiles, se burlarán de Él, lo insultarán y le escupirán. Y después que lo hayan azotado, lo matarán; pero al tercer día resucitará»[21].
El hecho de que dijera «las palabras que os hablé estando aún con vosotros» indica también que Cristo resucitado es la misma persona que el Jesús que estuvo con los discípulos a lo largo de Su ministerio. También da a entender que ha comenzado un nuevo período en el que ya no estará físicamente con ellos.
Jesús se refirió a «la Ley de Moisés», en alusión a la primera de las grandes secciones en que se divide el Antiguo Testamento, compuesta por los cinco primeros libros. «Los Profetas» es la segunda de las partes que conforman el Antiguo Testamento; se divide en los primeros libros de los profetas (de Josué a 2 Reyes) y los últimos libros de los profetas (los profetas mayores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel; y los profetas menores: de Oseas a Malaquías). «Los Salmos» es probablemente una alusión a la tercera división importante del Antiguo Testamento, denominada los escritos, en la que se incluye el resto de los libros del Antiguo Testamento.
Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras; y les dijo: «Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer día; y que se predicara en Su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén»[22].
Gracias a las explicaciones de Jesús, los discípulos entendieron mejor las enseñanzas de las Escrituras sobre Su muerte y resurrección, mientras que antes les costaba asimilarlas por el hecho de que algunas cosas les estaban veladas o encubiertas.
Ellos no entendían estas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendieran; y temían preguntarle sobre esas palabras[23].
Ellos nada comprendieron de estas cosas, porque esta palabra les era encubierta y no entendían lo que se les decía[24].
La primera de las tres enseñanzas derivadas de las Escrituras es que era «necesario que el Cristo padeciera». No es una referencia a ningún versículo en particular del Antiguo Testamento sobre el sufrimiento del Mesías, sino a todas las enseñanzas veterotestamentarias sobre el tema. La iglesia primitiva mencionaba con frecuencia el Salmo 22 e Isaías 53 como pruebas de que Cristo había de sufrir.
La segunda enseñanza es que era necesario que «resucitara de los muertos al tercer día». Este evangelio deja bien claro que la promesa se refería a una resurrección rápida, bastante distinta de la esperanza judía tradicional de una resurrección en el día final. Esta esperanza está plasmada en el siguiente versículo del Antiguo Testamento: «No dejarás mi alma en el seol, ni permitirás que Tu santo vea corrupción»[25].
El tercer punto es «que se predicara en Su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén». Aquí se presenta cuál será el plan de Dios en el futuro. El mensaje de arrepentimiento y perdón debe proclamarse en todas partes. Como dice el Evangelio de Marcos: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura»[26]. Jesús les indicó que comenzaran su misión en Jerusalén y luego la fueran ampliando, con el fin de llevar el evangelio al mundo entero.
Vosotros sois testigos de estas cosas[27].
Los discípulos fueron testigos de la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesús. Se les encargó que divulgaran su experiencia personal con Cristo resucitado. Su misión era proclamar el mensaje en todas las naciones.
Ciertamente, Yo enviaré la promesa de Mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos de poder desde lo alto[28].
Jesús anunció la llegada de la promesa del Padre. Al llamar a Dios «Mi Padre», hizo hincapié en la profunda e íntima relación que hay entre el Padre y el Hijo. La promesa del Padre es el Espíritu, pero Jesús dice: «Yo [lo] enviaré». Jesús es el canal a través del cual se cumplen las promesas divinas de salvación y de la venida del Espíritu.
Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra[29].
A los discípulos se les mandó que se quedaran en Jerusalén hasta que fueran «investidos de poder desde lo alto». La misma orden de permanecer en Jerusalén se repite en el libro de los Hechos.
Estando juntos, les ordenó: «No salgáis de Jerusalén, sino esperad la promesa del Padre, la cual oísteis de Mí, porque Juan ciertamente bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días»[30].
El libro de los Hechos subraya la importancia de que los discípulos se quedaran de momento en Jerusalén, ya que era imprescindible que los seguidores de Jesús fueran bautizados con el Espíritu Santo.
Todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995 © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.
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[1] Lucas 24:21.
[2] Lucas 24:27.
[3] Lucas 24:28,29.
[4] Lucas 24:30,31.
[5] Lucas 9:16.
[6] Lucas 22:19.
[7] Juan 20:19,26; Lucas 24:36.
[8] 1 Corintios 15:3–9.
[9] Bock, Luke 9:51–24:53, 1920.
[10] Lucas 24:32.
[11] Lucas 24:33–35.
[12] William F. Arndt, Commentary on Luke (Concordia Publishing House, 1956), 491.
[13] Lucas 24:36,37.
[14] Lucas 24:38.
[15] Lucas 24:39,40.
[16] Juan 20:25.
[17] Bock, Luke 9:51–24:53, 1933.
[18] Lucas 24:41–43.
[19] Lucas 24:44.
[20] Lucas 9:22.
[21] Lucas 18:31–33. V. también Lucas 9:44, 17:25, 22:37.
[22] Lucas 24:45–47.
[23] Lucas 9:45.
[24] Lucas 18:34.
[25] Salmo 16:10.
[26] Marcos 16:15.
[27] Lucas 24:48.
[28] Lucas 24:49.
[29] Hechos 1:8.
[30] Hechos 1:4,5.
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