Enviado por Peter Amsterdam
enero 17, 2023
[1 Thessalonians: Chapter 2 (Part 1)]
Después que el apóstol Pablo, Silas —también llamado Silvano— y Timoteo partieron de Tesalónica apremiados por la persecución, se dirigieron a Acaya, provincia romana al sur de Macedonía[1]. Tras residir cierto tiempo en Acaya, Pablo se mudó a Corinto, ciudad situada un poco más al sur. Fue desde Corinto que escribió su primera epístola a los tesalonicenses.
Pablo dio comienzo a su carta expresando a los creyentes de Tesalónica en el capítulo primero que él y sus compañeros los tenían siempre presentes en sus oraciones[2]. Les manifestó que habían llegado a ser un ejemplo para todos los creyentes de las zonas aledañas de Macedonia y Acaya[3]. Su epístola continúa en el capítulo 2.
Ustedes mismos saben, hermanos, en cuanto a nuestra visita a ustedes, que no fue en vano. Al contrario, a pesar de que habíamos padecido antes y habíamos sido maltratados en Filipos, como saben, tuvimos valentía en nuestro Dios para anunciarles el evangelio de Dios en medio de grande conflicto[4].
Pablo les recuerda a los creyentes de la ciudad que ellos mismos sabían que la visita que les hizo tuvo buenos resultados y no fue un chasco. Los tesalonicenses conocían el tipo de personas que eran Pablo y sus compañeros[5]. Los primeros 12 versículos de este capítulo se centran en el carácter irreprochable que aquellos tres mensajeros exhibieron durante su estadía en Tesalónica. Su cometido era anunciar libremente el evangelio, lo que contrastaba con los filósofos itinerantes de la época que llegaban a una ciudad y disertaban por lucro y no para el beneficio de los oyentes. Un autor escribió acerca de tales filósofos: En consecuencia, dado que carecían de sustancia y no rendían nada positivo, se los calificaba de vanos o vacuos[6].
Pablo recordó a los creyentes tesalonicenses que previamente él y sus compañeros habían sido maltratados en Filipos. Filipos queda a 160 kilómetros al oriente de Tesalónica. Fue allí donde aprehendieron a Pablo y Silas sin posibilidad de defenderse, los despojaron de sus ropas, los azotaron con varas, los echaron a la cárcel y les sujetaron los pies en el cepo[7]. Pese a haber sufrido por predicar el evangelio en Filipos, aun así anunciaron el mensaje a los Tesalonicenses en medio de grande conflicto.
Nuestra exhortación no procedía de error ni de motivos impuros ni fue con engaño. Más bien, según fuimos aprobados por Dios para ser encomendados con el evangelio, así hablamos; no como quienes buscan agradar a los hombres sino a Dios quien examina nuestro corazón[8].
Los tesalonicenses se daban cuenta de que Pablo y sus acompañantes no predicaban con motivos impuros o con el propósito de engañar. Pablo no pretendía ganar dinero a costa de los que aceptaban su mensaje. Su intención no era llevar a la gente a creer por medio de embustes. Un autor escribió:
Pablo declara que no atrajo a ingenuos que se tragaron como tontos todo el anzuelo de su mensaje ficticio[9].
Otro autor afirma:
En el llamado a los tesalonicenses para que acogieran el evangelio, el mensaje no era falso, los móviles no eran impuros ni los métodos tramposos. Los heraldos tampoco eran charlatanes que apremiaban a la gente[10].
Pablo prosigue señalando que él y sus compañeros fueron aprobados por Dios para ser encomendados con el evangelio. Eso implica que hubo un tiempo de prueba, tras el cual se los aprobó para la tarea que se les encomendaría. No tenemos certeza de cuándo o bajo qué circunstancias tuvo lugar la referida prueba. Un autor dice:
No podemos hacer otra cosa que especular acerca de cuándo y cómo ocurrió eso en la vida de Pablo y sus socios. En el caso de él, ¿será que ese tiempo de prueba se produjo durante su estancia en Arabia (Gálatas 1:16-18)? Pese al hecho de que Dios lo eligió para ser apóstol aun antes de nacer (Gálatas 1:1,15), hubo un periodo en que fue sometido a prueba, tras el cual Dios le estampó Su sello de aprobación para el ministerio[11].
No sabemos qué les exigió el tiempo de prueba al que fueron sometidos Pablo y sus compañeros, pero fuera lo que fuera, aprobaron. Y ya que fueron aprobados por Dios, los tesalonicenses debían reconocer que lo que Pablo les había dicho cuando estaba con ellos y lo que les había escrito desde entonces tenía la aprobación divina.
Habiendo sido encomendados por Dios, su deseo era agradarle y servirle. Así hablamos; no como quienes buscan agradar a los hombres sino a Dios quien examina nuestro corazón[12]. Al aludir que no hablaban para agradar a la gente, Pablo se refiere al palabreo que tienden a usar los embaucadores, los que tienen motivos impuros o los interesados que buscan, más que nada, ganarse el favor de otras personas. En contraste con los que gustan agradar a la gente, Pablo afirma que él no habla con esa intención; su objetivo es complacer a Dios. En otros pasajes de sus escritos, el apóstol también hace alusión a la importancia de agradar a Dios.
¿Acaso busco ahora la aprobación de los hombres o la de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo[13].
Por lo demás, hermanos, les rogamos y exhortamos en el Señor Jesús que conforme aprendieron de nosotros acerca de cómo les conviene andar y agradar a Dios, tal como están andando, así sigan progresando cada vez más[14].
Refiriéndose a Dios, a quien quiere agradar, Pablo dice que «prueba —examina o escudriña, según algunas traducciones— el corazón». El concepto de Dios como quien prueba los corazones aparece a lo largo del Antiguo Testamento.
Yo sé, Dios mío, que Tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te agrada[15].
Termine ahora la maldad de los malvados, mas establece Tú al justo, porque el Dios justo prueba la mente y el corazón[16].
El crisol prueba la plata, y la hornaza el oro; pero el que prueba los corazones es el Señor[17].
Yo, el Señor, escudriño el corazón y examino la conciencia, para dar a cada hombre según su camino y según el fruto de sus obras[18].
Pablo recurre a esa noción que enseña el Antiguo Testamento para demostrar que Dios, que lo ha examinado, lo ha encontrado a él digno de confiarle el evangelio.
Como saben, nunca usamos palabras lisonjeras ni tampoco palabras como pretexto para la avaricia; Dios es testigo. Tampoco buscamos gloria de parte de los hombres, ni de ustedes ni de otros; aunque podríamos haberles sido carga como apóstoles de Cristo. Más bien, entre ustedes fuimos tiernos, como la nodriza que cría y cuida a sus propios hijos[19].
Pablo continúa aclarando la integridad manifestada por él y sus compañeros. Para ello hace tres desmentidos. El primero es que él y sus colegas no llegaron con «palabras lisonjeras». Los escritores del mundo antiguo censuraban la lisonja. Uno de ellos, Teofrasto, calificó la lisonja de «asunto vergonzoso, pero provechoso para el lisonjero». En su escrito prosigue: «Verás al lisonjero decir y hacer todo lo que a su entender lo congraciará». Aristóteles expuso que la persona cuyo objetivo es hacer feliz a la gente a fin de sacar provecho en metálico o en bienes que se pueden adquirir con dinero es un lisonjero. Filón (filósofo judío helenístico) puso la lisonja codo a codo con la artimaña, el engaño y la falsedad.
El segundo desmentido de Pablo consistió en que él no había ido con pretexto para la avaricia. Un traductor de la Biblia dice que no había en él avaricia encubierta (RVC) y otro que no habían recurrido a adulaciones y excusas para obtener dinero (NVI). Pablo no fue a Tesalónica movido por codicia ni con el objeto de ganar plata, y lo recalcó declarando que Dios es testigo.
En su tercer desmentido Pablo manifiesta que, además de no hacerlo por dinero, él y sus compañeros no buscaban gloria de parte de los hombres. La gloria a la que se refiere él aquí no es la que entendemos en sentido religioso, sino la acepción secular del término: fama, prestigio, honor y reconocimiento. Muchos oradores buscaban fama y fortuna. Un autor explica:
En el mundo de Pablo, en que la oratoria era un deporte competitivo de gran relevancia y en que los cultores de la retórica y los sofistas recibían el trato de atletas superestrellas o celebridades de Hollywood, la gloria (doxa), desligada incluso del beneficio económico, era de por sí una tentación suficientemente poderosa[20].
Pablo, Silas y Timoteo no pedían honores de parte de los cristianos tesalonicenses ni de creyentes de otras partes, pese a que podríamos haberles sido carga [hecho exigencias] como apóstoles de Cristo. No pretendían que se los adulara. Pablo subraya esto añadiendo: Tampoco buscamos gloria de parte de los hombres, ni de ustedes ni de otros[21]. No especifica quiénes son los otros, aunque es posible que se refiera a creyentes de otras zonas como Filipo o Jerusalén.
Después de los tres desmentidos, Pablo concluyó sus pensamientos explicando que él y sus compañeros eran como una nodriza que cría y cuida con ternura a sus propios hijos. En los tiempos de Pablo los bebés con frecuencia eran alimentados por una nodriza, una mujer que no era la madre del niño, pero lo amamantaba. En este caso, Pablo compara a su equipo con una nodriza —otras versiones dicen madre— quecría y cuida con ternura a su propio hijo. De ahí procede a explicarlo en un lenguaje más llano.
Tanto es nuestro cariño para ustedes que nos parecía bien entregarles no solo el evangelio de Dios sino también nuestra propia vida, porque habían llegado a sernos muy amados[22].
El lenguaje que Pablo emplea aquí para expresar el cariño que le tiene a los tesalonicenses es bastante singular y no figura en ninguna otra parte del Nuevo Testamento. Otras traducciones dicen: Teniendo un gran afecto por vosotros (LBLA) y los amamos tanto que… (NTV). Pablo prosigue entonces diciendo que él y sus acompañantes tendrían la misma predisposición de un padre o una madre, que separados de su criatura, la echarían de menos. Así las cosas, Pablo y su grupo decidieron no solo entregarles el evangelio a ellos, sino además entregarse a sí mismos. Con ello demostraron su firme devoción a los tesalonicenses. A lo largo de esta epístola Pablo los califica de hermanos (y hermanas) en 18 oportunidades. Muchos de aquellos creyentes probablemente se habían distanciado de su familia al convertirse al cristianismo, pero luego habían hallado su identidad en la familia de Dios.
Se acuerdan, hermanos, de nuestro arduo trabajo y fatiga; que trabajando de día y de noche para no ser gravosos a ninguno de ustedes les predicamos el evangelio de Dios[23].
Pablo les recuerda a los creyentes de Tesalónica que mientras estuvo con ellos, no solo les dio a conocer el evangelio, sino que además trabajó ardua y fatigosamente, dando a entender que realizó un oficio para no ser una carga económica para ellos. En otros pasajes del libro de los Hechos y de las epístolas Pablo alude al trabajo. En Hechos leemos:
Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto. Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila, su mujer. […] Fue a ellos y, como era del mismo oficio, se quedó con ellos y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas[24].
Puesto que en aquella época las tiendas de campaña se hacían de cuero, tal vez habría sido más acertado describir a Pablo como un marroquinero o persona que manufactura artículos de piel. Es muy posible que hubiera aprendido el oficio más temprano en la vida como parte de su formación rabínica, toda vez que a los maestros judíos se les exigía procurarse su propio sustento efectuando alguna labor.
Cuando habla de trabajar día y noche, Pablo también se refiere a que les predicamos el evangelio de Dios. Un autor lo comenta así:
Durante las largas horas que pasaba en su mesa de trabajo, mientras cortaba y cosía el cuero para fabricar tiendas y otros productos relacionados, Pablo no solo se autofinanciaba, sino que también anunciaba el evangelio a sus compañeros de trabajo y clientes[25].
(Continuará.)
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.
[1] Acaya aparece en 10 versículos bíblicos: Hechos 18:12, 27; Hechos 19:21; Romanos 15:26; 1 Corintios 16:15; 2 Corintios 1:1, 9:2, 11:10; 1 Tesalonicenses 1:7, 8.
[2] 1 Tesalonicenses 1:2.
[3] 1 Tesalonicenses 1:7.
[4] 1 Tesalonicenses 2:1,2.
[5] 1 Tesalonicenses 1:5.
[6] Malherbe, Abraham J., Gentle As A Nurse. Novum Testamentum: Leiden, Vol. 12.
[7] Hechos 16:19–24.
[8] 1 Tesalonicenses 2:3,4.
[9] Weima, Jeffrey A. D., 1–2 Thessalonians: Baker Exegetical Commentary on the New Testament (Grand Rapids: Baker Academic, 2014), 135.
[10] Green, Gene L., The Letters to the Thessalonians (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 2002), 119.
[11] Green, Letters, 120.
[12] 1 Tesalonicenses 2:4.
[13] Gálatas 1:10.
[14] 1 Tesalonicenses 4:1.
[15] 1 Crónicas 29:17.
[16] Salmo 7:9.
[17] Proverbios 17:3.
[18] Jeremías 17:10.
[19] 1 Tesalonicenses 2:5–7.
[20] Weima, 1–2 Thessalonians, 141.
[21] 1 Tesalonicenses 2:6.
[22] 1 Tesalonicenses 2:8.
[23] 1 Tesalonicenses 2:9.
[24] Hechos 18:1–3.
[25] Weima, 1–2 Thessalonians, 151.
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