Enviado por Peter Amsterdam
junio 20, 2023
[2 Thessalonians: Chapter 3 (Part 2)]
Previamente en el capítulo de 3 de Segunda a los Tesalonicenses, Pablo expresó claramente que aunque él y sus compañeros tenían derecho a recibir ayuda económica de la iglesia de Tesalónica, optaron por no aceptar esa ayuda a fin de dar a los creyentes un ejemplo que pudieran emular. Pablo les recordó que debían seguir el modelo de conducta que habían visto en él y sus colegas.
Aún estando con ustedes los amonestábamos así: que si alguno no quiere trabajar, tampoco coma[1].
La necesidad de trabajar formaba parte de la tradición ética de la iglesia. En otras epístolas Pablo declara:
El que robaba no robe más sino que trabaje esforzadamente, haciendo con sus propias manos lo que es bueno para tener qué compartir con el que tenga necesidad[2].
Tengan por aspiración vivir en tranquilidad, ocuparse en sus propios asuntos y trabajar con sus propias manos, como les hemos mandado; a fin de que se conduzcan honestamente para con los de afuera y que no tengan necesidad de nada[3].
Escritos posteriores de la iglesia planteaban que si un viajero llegaba de visita, la iglesia debía ayudarlo por unos días, pero que si se quedaba más tiempo, debía ganarse el pan trabajando.
Porque hemos oído que algunos andan desordenadamente entre ustedes, sin trabajar en nada sino entrometiéndose en lo ajeno[4].
Pablo explica el problema que lo llevó a recomendar medidas disciplinarias contra los que andaban desordenadamente (v.6). Algunos miembros de la iglesia seguían de holgazanes, aun después que Pablo les envió su primera carta. Es probable que se hubiera enterado de ello por alguien que había llegado de Tesalónica. El apóstol reacciona ante la situación señalando que algunos, no todos, de los integrantes de la iglesia estaban ociosos. Es decir, no vivían en consonancia con las enseñanzas de Pablo sobre temas laborales y no trabajaban para ganarse el pan.
Pablo los calificó de entremetidos. Otras traducciones los describen de distintas formas: los que tienen una conducta indisciplinada, muy ocupados en no hacer nada (DHH); los que andan de vagos, sin trabajar en nada, y que solo se meten en lo que no les importa (NVI); los que andan fuera de orden, no trabajando en nada, sino ocupados en curiosear (RVA), y los que llevan vidas de ocio, se niegan a trabajar y se entrometen en los asuntos de los demás (NTV). Claramente Pablo era de la firme opinión que cada persona debía ganarse ella misma la vida. Se ha insinuado que se refería a miembros de la iglesia que no trabajaban ni se ganaban su sustento, sino que dependían de cristianos más pudientes para que los mantuvieran y que a la vez andaban entrometiéndose en lo ajeno. (Véase el artículo publicado anteriormente: 1 Tesalonicenses: capítulo 4, 2ª parte.)
A los tales les ordenamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo que trabajando sosegadamente coman su propio pan[5].
Aquí Pablo escribe algo casi idéntico a lo que expresó en su primera epístola a los tesalonicenses: Tengan por aspiración vivir en tranquilidad, ocuparse en sus propios asuntos y trabajar con sus propias manos, como les hemos mandado[6]. Instruye a los creyentes a ganarse el pan que comen. Deben trabajar con sus propias manos y procurarse su propia manutención.
Y ustedes, hermanos, no se cansen de hacer el bien[7].
A partir de ese momento Pablo ya no se dirige a los desordenados; exhorta más bien a los demás creyentes sobre lo que deben hacer con respecto a los que entre ellos han sido desobedientes a las instrucciones previas que él les dio.
Comienza en una veta positiva. No deben cansarse de hacer el bien; no deben cejar en sus esfuerzos. Pablo subrayó eso en otros pasajes de sus escritos.
No nos cansemos, pues, de hacer el bien porque a su tiempo cosecharemos, si no desmayamos[8].
Por tanto, no desmayamos; más bien, aunque se va desgastando nuestro hombre exterior, el interior, sin embargo, se va renovando de día en día[9].
Si bien Pablo ha dicho que quien no esté dispuesto a trabajar no debe creer que puede mantenerse a costa del trabajo de otros (v 10), eso no significaba que debían dejar de socorrer a los que tuvieran una verdadera necesidad.
Si alguno no obedece nuestra palabra por carta, a ese señálenlo y no tengan trato con él, para que le dé vergüenza[10].
Los desordenados o indisciplinados habían rechazado la enseñanza de Pablo cuando estuvo en Tesalónica y tampoco habían reaccionado bien cuando les escribió su primera epístola[11]. De ahí que él tomara luego medidas más enérgicas para hacerlos acatar, impartiendo nuevas órdenes con mayor autoridad. Los creyentes no debían asociarse con miembros que no estuvieran obedeciendo lo escrito en su epístola.
Debían prestar particular atención a cualquier persona que no obedeciera. El siguiente paso que debía dar la iglesia era disociarse de dicha persona. El propósito de tal disociación no era excomulgar de la iglesia a los indisciplinados, sino más bien ayudarlos a arrepentirse y cambiar. La separación significaba que los fieles de la iglesia no debían reunirse con esa persona, permitirle participar en la asamblea ni relacionarse socialmente con ella.
No lo tengan por enemigo sino amonéstenlo como a hermano[12].
Pese a que Pablo había aleccionado a los creyentes tesalonicenses para que no tuvieran nada que ver con el desordenado, al mismo tiempo les enseñó que se abstuvieran de tratarlo como enemigo. No debían mostrarse hostiles con él ni atacarlo por no ajustarse a las normas de la iglesia. Si bien este debía ser excluido de la comunidad, algún contacto todavía era factible a fin de que los miembros de la iglesia pudieran amonestarlo con la esperanza de que enmendara su conducta.
El mismo Señor de paz les dé siempre paz en toda manera. El Señor sea con todos ustedes[13].
Con estas palabras Pablo comienza su despedida en la Segunda Epístola a los Tesalonicenses. A diferencia de la oración de 1 Tesalonicenses 5:23, dirigida al Dios de paz, aquí la oración es ofrecida a Jesús, el Señor de paz. Mientras la oración de 1 Tesalonicenses 5:23 rogaba a Dios por la santificación de la iglesia, la súplica en este pasaje apunta a que Jesús les dé siempre paz en toda manera.
La paz por la que Pablo ruega no es un estado de tranquilidad interior; alude, en cambio, a una realidad política y social. Aunque la paz puede representar el estado de un país que no esté envuelto en una guerra[14], aquí se refiere a la inexistencia de discordia y conflicto entre los ciudadanos. Era un término empleado para describir el orden público o la armonía social. La plegaria concluye con una bendición: El Señor sea con todos ustedes, que refleja la creencia de la iglesia primitiva en el sentido de que el Señor estaba siempre con ellos. «He aquí, Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.»[15] Yo estoy contigo, y nadie pondrá la mano sobre ti para hacerte mal[16].
Este saludo es de mi mano, Pablo. Así es mi firma en todas mis cartas, tal como escribo[17].
Si bien Silvano (Silas) y Timoteo contribuyeron de algún modo a esta carta, Pablo era el principal autor y por tanto fue él quien agregó la despedida. Es muy posible que Silvano, Timoteo u otra persona oficiara de escribiente/amanuense de todo lo que Pablo dictaba. En la época del apóstol se acostumbraba a dictar cartas a un secretario. En Romanos 16 encontramos un comentario de Tercio, el escribiente que anotó lo que Pablo le dictó. Yo Tercio, que he escrito la epístola, les saludo en el Señor[18]. Similarmente, vemos que Silas, que trabajó con el apóstol Pedro, escribía lo que Pedro le dictaba. Les he escrito brevemente por medio de Silas, a quien considero un hermano fiel[19].
La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos ustedes[20].
La Segunda Epístola a los Tesalonicenses termina de forma muy parecida a la primera. La principal diferencia estriba en que la segunda está dirigida a todos ustedes. Puede que esto obedezca a que Pablo incluye en ella a los desordenados, que todavía son considerados hermanos en la iglesia. A causa de la gracia de Jesucristo, la iglesia puede continuar en la fe transmitida por los apóstoles y mantenerse firme cuando enfrente oposición. En medio de su sufrimiento y lucha contra las falsas enseñanzas, no habría podido subsistir sin la gracia de Cristo. Ese principio es válido para todos los cristianos: Dependemos siempre de la gracia de nuestro Señor Jesucristo.
Esto nos lleva al final de 2 Tesalonicenses y con ello concluimos esta serie sobre la Primera y Segunda Epístola de Pablo a los Tesalonicenses. Espero que les haya ayudado a entender mejor la carta que en su época escribió el apóstol a los creyentes de Tesalónica. Ruego que también haya contribuido a aclararles cómo aplicar las enseñanzas de Pablo a nuestra vida actual.
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.
[1] 2 Tesalonicenses 3:10.
[2] Efesios 4:28.
[3] 1 Tesalonicenses 4:11,12.
[4] 2 Tesalonicenses 3:11.
[5] 2 Tesalonicenses 3:12.
[6] 1 Tesalonicenses 4:11.
[7] 2 Tesalonicenses 3:13.
[8] Gálatas 6:9.
[9] 2 Corintios 4:16.
[10] 2 Tesalonicenses 3:14.
[11] 1 Tesalonicenses 4:11,12.
[12] 2 Tesalonicenses 3:15.
[13] 2 Tesalonicenses 3:16.
[14] Hechos 24:2; Apocalipsis 6:4.
[15] Mateo 28:20.
[16] Hechos 18:10.
[17] 2 Tesalonicenses 3:17.
[18] Romanos 16:22.
[19] 1 Pedro 5:12.
[20] 2 Tesalonicenses 3:18.
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