1 Corintios: Capítulo 2 (versículos 9-16)

Enviado por Peter Amsterdam

mayo 28, 2024

[1 Corinthians: Chapter 2 (verses 9-16)]

Continuando con nuestro estudio de 1ª a los Corintios 2, leemos en el versículo 9:

Más bien, como está escrito: «Cosas que ojo no vio ni oído oyó, que ni han surgido en el corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman»[1]. Pablo había dicho en el capítulo 2 que los de «esta edad presente» no entienden «la sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta» (v. 6 y 7); no obstante, lo que antes era un misterio había sido ya revelado. Cristo, el Hijo de Dios, vino a la Tierra y fue crucificado. Es el Señor de la Gloria y por la prédica del evangelio se le ha revelado a todos los que son Suyos.

Pero a nosotros Dios nos las reveló por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las cosas profundas de Dios[2].

Pablo expresa que las cosas profundas de Dios abarcan también lo que él les ha escrito, y que estas se nos revelan a través del Espíritu. Solo el Espíritu es capaz de escudriñar las profundidades del designio divino y Su sacrificio en Cristo crucificado, que los gobernantes de esta era o edad no pueden comprender. Al hablar en la primera persona del plural, nosotros, Pablo incluye a todos los cristianos de Corinto, pero con especial hincapié en los que aman a Dios.

Habiendo introducido en el versículo 4 el papel que desempeña el Espíritu Santo en relación a los designios divinos, la obra del Espíritu es el tema central de su epístola hasta concluir el capítulo 2. Algunos de los cristianos de Corinto hacían mucha alharaca acerca de ser espirituales. Pablo aborda ese asunto haciéndoles ver el papel que tiene el Espíritu Santo en la revelación.

En la segunda parte de este versículo Pablo describe la obra en curso del Espíritu. Presenta al Espíritu en un activo escudriñamiento, que es precisamente lo que el Espíritu hace y continúa haciendo. Este salva la distancia entre los seres humanos y las profundidades divinas. El Espíritu Santo conoce plenamente a Dios y entiende las cosas profundas de Dios. Hay cosas de las que se hacen partícipes los que tienen el Espíritu (v.12), los que aman a Dios, en referencia a todos los cristianos. El Espíritu «todo lo escudriña» en el sentido de que indaga y conoce el plan y propósito de Dios, y comunica esa sabiduría a «los que lo aman» (v. 9).

Pues ¿quién de los hombres conoce las cosas profundas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así también, nadie ha conocido las cosas profundas de Dios, sino el Espíritu de Dios[3].

Este versículo se explaya en lo que Pablo dijo en el verso 10. El Espíritu de Dios es el único que conoce realmente al propio Dios: Sus ideas, designios, propósitos y deseos. Así pues, solo el Espíritu de Dios puede revelar las cosas profundas de Dios, ya que el Espíritu es el único que las conoce.

Y nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo, sino el Espíritu que procede de Dios, para que conozcamos las cosas que Dios nos ha dado gratuitamente[4].

Pablo continúa exponiendo su argumento de que existen dos grupos de personas que hay que distinguir: los que siguen «el espíritu de este mundo» y los que han recibido las cosas que proceden del Espíritu de Dios. Asume que todos los que han creído en el Cristo crucificado recibieron el Espíritu, que proviene de Dios. El Espíritu se nos concedió para que conozcamos o entendamos. Esto naturalmente no significa que todo creyente posea el mismo grado de sabiduría espiritual o entienda todos los misterios espirituales.

De estas cosas estamos hablando, no con las palabras enseñadas por la sabiduría humana, sino con las enseñadas por el Espíritu, interpretando lo espiritual por medios espirituales[5].

El contraste entre la sabiduría humana y la que imparte el Espíritu continúa a medida que Pablo pasa a describir su modo de enseñar. El medio por el que se transmite el evangelio no tiene nada que ver con «la sabiduría humana»; este se proclama más bien por habilitación del Espíritu. Pablo habla de lo que procede y lo que no procede del Espíritu y de quién proviene y quién no proviene del Espíritu. Hay quienes entienden y hay quienes no. Es importante que los cristianos entiendan que siendo personas espirituales están en posesión del Espíritu, el cual las ayuda a sopesar si las cosas son o no son «espirituales», es decir si son o proceden del Espíritu de Dios.

El hombre natural no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura; y no las puede comprender, porque se han de discernir espiritualmente[6].

Este versículo evoca el capítulo 1 (versos 18, 21 y 23), en el que Pablo escribe que la persona «natural» o no espiritual es la que tilda de «locura» las cosas del Espíritu. Se podría decir que esa persona es de «esta edad» (o mundo), entendiendo que quien forma parte de «esta edad» no pertenece a Cristo y por ende será sometido a juicio. El uso de la frase no acepta indica que la persona natural es incapaz de comprender las cosas del Espíritu de Dios. Las cosas del Espíritu de Dios son las verdades espirituales mencionadas en el versículo 3, las mismas que la persona natural no contempla. Se considera «locura» (1:23) lo que proviene del Espíritu y lo que apunta a Cristo. La persona que no tiene el Espíritu es incapaz de entender que el Cristo crucificado podría ser «sabiduría». Desde el punto de vista de Pablo, el motivo por el que la persona «natural» no recibe las verdades espirituales es que ello requiere la presencia del Espíritu Santo, el cual capacita el entendimiento. La persona que no es espiritual no acepta las cosas del Espíritu y por tanto no las comprende.

El hombre espiritual lo juzga todo, mientras que él no es juzgado por nadie[7].

En contraste con la persona que no tiene el Espíritu, la «espiritual» puede «juzgar» y por consiguiente efectuar juicios acertados y conocer «todas las cosas» (v.10) que el Espíritu nos ha revelado a nosotros. Dichas personas entienden que Cristo representa el centro de toda verdad y sabiduría y evitan hacer falsos juicios basados en los valores de la edad —del mundo o siglo—. El que tiene el Espíritu juzga rectamente todas las cosas, por gracia.

En este pasaje Pablo añade que el que es espiritual no es juzgado por nadie. Existían conflictos entre los creyentes corintios, pues algunos juzgaban a otros y consideraban que unos eran más espirituales que otros. Ello obedecía a que con frecuencia los creyentes seguían a distintos dirigentes de la iglesia. Pablo afirma que los cristianos, que son espirituales porque están llenos del Espíritu, no deben ser juzgados por otros. Manifiesta el mismo argumento en Romanos: ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? El que justifica es Dios[8].

Porque, ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién lo instruirá? Pero nosotros tenemos la mente de Cristo[9].

Aquí Pablo cita Isaías 40:13, aunque no el versículo completo. En el Antiguo Testamento la respuesta a esta pregunta, ¿quién conoció la mente del Señor?, no podría ser otra que Dios mismo. Pablo, sin embargo, lleva al lector más lejos. Ha dicho que el Espíritu del Señor conoce la mente de Dios y por ende quienes poseen el Espíritu pueden llegar a conocer todo lo que el Espíritu revela. Por eso «tenemos la mente de Cristo».

Pablo ha demostrado que esa «mente», esa inteligencia o conocimiento es algo que todos los cristianos debieran poseer porque tienen el Espíritu. Esto contrasta con la mente del mundo, que juzga a la gente según sus habilidades, su posición dentro de la sociedad, su destreza para la comunicación y otros parámetros. La mente de Cristo es la que entiende que la vida entera gira en torno a Cristo crucificado. La vida cristiana está caracterizada por la humildad y la admisión de que todo lo que poseen los creyentes es por gracia y procede de Dios. La mente de Cristo está a tono con la «sabiduría de Dios» en la medida en que sigue la voluntad del Señor en lugar de la voluntad humana


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.


[1] 1 Corintios 2:9.

[2] 1 Corintios 2:10.

[3] 1 Corintios 2:11.

[4] 1 Corintios 2:12.

[5] 1 Corintios 2:13.

[6] 1 Corintios 2:14.

[7] 1 Corintios 2:15.

[8] Romanos 8:33.

[9] 1 Corintios 2:16.

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