Enviado por Peter Amsterdam
noviembre 26, 2024
[Virtues for Christ-Followers: Self-control]
El dominio propio (o templanza en algunas traducciones de la Biblia) es la última virtud de la lista. En el Nuevo Testamento se alude varias veces a ella.
En 1 Corintios, Pablo pinta una imagen descriptiva del dominio propio al hablar de la carrera en la que estamos participando: «Todos los atletas se entrenan con disciplina. Lo hacen para ganar un premio que se desvanecerá, pero nosotros lo hacemos por un premio eterno. Disciplino mi cuerpo como lo hace un atleta, lo entreno para que haga lo que debe hacer. De lo contrario, temo que, después de predicarles a otros, yo mismo quede descalificado»[1].
Hablando de los postreros días, Pablo dice a los creyentes: «Es bueno que sepas que, en los últimos días, […] la gente solo tendrá amor por sí misma y por su dinero», «no tendrán control propio» y «amarán el placer en lugar de amar a Dios»[2]. En otro pasaje dice: «No durmamos como los demás, sino vigilemos y seamos sobrios»[3]. En su primera epístola, Pedro igualmente nos advierte que «el fin del mundo se acerca. Por consiguiente, sean serios y disciplinados en sus oraciones»[4].
El dominio propio, tal como se entiende en las Escrituras, podría definirse como la fortaleza interior de carácter que nos capacita para dominar nuestras pasiones y deseos y al mismo tiempo tener buen juicio en lo tocante a nuestros pensamientos, emociones, actos y decisiones. Ese buen juicio nos permite determinar el mejor modo de actuar o de reaccionar ante una situación dada.
Para cultivar el dominio propio debemos comenzar por reconocer que hay aspectos de nuestra vida en los que nos falta autocontrol, en los que nuestra conducta debería estar más alineada con la Palabra de Dios. El siguiente paso consiste en reconocer nuestra incapacidad para superar nuestras flaquezas y pecados por nosotros mismos, y acudir al Señor en oración para pedirle que nos transforme. Seguidamente debemos actuar en consecuencia y ejercer dominio propio, ya sea negándonos a hacer cosas que sabemos que no debemos hacer u obligándonos a hacer otras que sabemos que debemos hacer. (Más sobre este tema en Más como Jesús: Dominio propio.)
El concepto bíblico de dominio propio implica que los seres humanos tenemos deseos que debemos controlar y no satisfacer. Cultivar esa virtud significa aprender a dominarnos —a controlar nuestras emociones, deseos y sentimientos— mediante el poder del Espíritu Santo, tal como ilustran los siguientes artículos.
Adquirir dominio propio
El secreto para adquirir dominio propio radica en rendirle nuestra vida a Dios y dejar que Su Espíritu Santo guíe nuestros pensamientos, nuestros actos y toda nuestra vida. «No os conforméis a este mundo —recomienda el apóstol Pablo—, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta»[5].
Eso no quiere decir que no vayamos a tener tentaciones, o que no tengamos que seguir esforzándonos por superar nuestros malos hábitos y debilidades. Es obvio que tenemos que poner de nuestra parte. Cuando la tentación toque a nuestra puerta, debemos oponerle resistencia, y también es preciso que procuremos fortalecer nuestros puntos flacos. Pero la realidad es que, en algún momento, todos caemos en la tentación, nos dejamos llevar por nuestras debilidades o nos excedemos en cosas que con moderación estarían bien. El apóstol Pablo bien podría haber estado hablando por cualquiera de nosotros cuando dijo:
«Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa no existe nada bueno. Quiero hacer lo que es correcto, pero no puedo. Quiero hacer lo que es bueno, pero no lo hago. No quiero hacer lo que está mal, pero igual lo hago. He descubierto el siguiente principio de vida: que cuando quiero hacer lo que es correcto, no puedo evitar hacer lo que está mal. Amo la ley de Dios con todo mi corazón, pero hay otro poder dentro de mí que está en guerra con mi mente. Ese poder me esclaviza al pecado que todavía está dentro de mí. ¡Soy un pobre desgraciado! ¿Quién me libertará de esta vida dominada por el pecado y la muerte?»[6]
Aun así, a continuación Pablo da con la solución: «Solamente Dios, a quien doy gracias por medio de nuestro Señor Jesucristo»[7]. Rafael Holding[8]
El poder de Dios
«Todos los atletas se entrenan con disciplina. Lo hacen para ganar un premio que se desvanecerá, pero nosotros lo hacemos por un premio eterno» (1 Corintios 9:25, NTV). «Nunca mucho costó poco», dicen los instructores de fitness, y tienen razón. El máximo rendimiento se adquiere con autodisciplina y autocontrol. Los atletas olímpicos entrenan durante años para tener la oportunidad de lograr un instante de gloria. Pues la carrera en la que nosotros corremos es mucho más importante que ninguna competición atlética terrenal. Así que, para un cristiano, el dominio propio no es opcional. […]
Tres veces en la 1ª epístola de Pedro, Dios nos recuerda que debemos tener la mente despejada y ser disciplinados. ¿Por qué? Porque una mente despejada tiene mucho que ver con el dominio propio. Dios nos capacitó para cambiar nuestros hábitos al darnos la capacidad de escoger nuestros pensamientos. ¿Acaso Romanos 12:2 dice que debemos transformarnos poniendo mucho empeño o por pura fuerza de voluntad? No. ¿Cómo debemos transformarnos? Por medio de la renovación de nuestra manera de pensar. Cuando tu dominio propio es puesto a prueba, tienes que llenar tu mente con las promesas de Dios. […]
La Biblia dice que Dios pone en nosotros Su Espíritu Santo para conferirnos poder. Todos los cristianos tienen en sí el Espíritu de Dios, pero no todos tienen Su poder. En Juan 15, Jesús lo ilustra de una forma muy hermosa. Compara nuestra vida espiritual con una vid y sus ramas: «Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí y Yo en él, este lleva mucho fruto, porque separados de Mí nada podéis hacer» (Juan 15:5). […]
El secreto para depender del Espíritu de Dios radica en estar incesantemente orando. Ora acerca de tus decisiones. Ora acerca de tus necesidades. Ora acerca de tus intereses. Ora acerca de tu horario. Ora acerca de los problemas que tienes. Ora acerca de las personas con las que te vas a reunir. Ora acerca de tus compras. Ora por todo. Eso es lo que significa permanecer: ser consciente de que Dios está siempre contigo, practicar Su presencia. A medida que ores, empezarás a ver cómo se desarrolla en ti el fruto del Espíritu. Rick Warren[9]
Espíritu de poder y de dominio propio
El dominio propio nos ayuda a resistir la tentación y a no conformarnos a las cosas de este mundo. Guía nuestras decisiones y está relacionado con los demás frutos que exhibimos. Por ejemplo, la paciencia, o tolerancia, requiere dominio propio. Proverbios 14:29 dice: «El que tarda en airarse es grande de entendimiento; el impaciente de espíritu pone de manifiesto su necedad». Nuestra naturaleza pecaminosa nos impulsa a dejarnos llevar por nuestro mal genio, pero se nos insta a superar eso y ser pacientes. Del mismo modo que se aplica a la paciencia, el dominio propio puede aplicarse a todos los demás frutos del Espíritu. […]
Jesucristo fue un modelo perfecto de dominio propio, porque vivió sin cometer pecado y manifestó cada uno de los frutos del Espíritu. Exhibió dominio propio porque fue enviado a la Tierra para cumplir la voluntad del Padre. Debía llevar una vida perfecta para darnos ejemplo, y al final murió por nuestros pecados para que tengamos vida eterna.
En Mateo 26:53,54, Jesús dice: «¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a Mi Padre, y que Él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?»
Jesús sabía para qué había sido enviado a la Tierra y, a pesar de Su [turbación], se controló y se sometió al plan perfecto del Padre. Si Él no hubiera tenido dominio propio, nos enfrentaríamos a la muerte como castigo por nuestro pecado.
2 Timoteo 1:7 dice: «No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio». Como tenemos en nosotros el Espíritu Santo, podemos ejercer dominio propio y manifestar los frutos del Espíritu. Y así podemos vivir de una manera que honre a Dios. Lauren Abraham[10]
Un don del Espíritu Santo
Desde una perspectiva bíblica, el dominio propio —o su ausencia— viene de lo más profundo de nosotros: del corazón. Comienza con el control de nuestras emociones e incluye también el control de nuestra mente. Suele estar asociado a la sobriedad (1 Timoteo 3:2; Tito 1:8; Tito 2:2; 1 Pedro 4:7), y en varios pasajes el lenguaje del dominio propio se aplica especialmente a la mente. […]
Deseamos controlarnos mediante el poder que Él nos da. Aprendemos a decir que no, pero no solo decimos que no. Admitimos que sería impropio y vacío hacerlo por nuestra cuenta. Le pedimos ayuda a Jesús, asumimos la responsabilidad y diseñamos estrategias concretas. Confiamos en las promesas de Dios de que nos infundirá poder para toda buena obra (2 Corintios 9:8; Filipenses 4:19) y a continuación actuamos con la confianza de que Él lo hará en nosotros y a través de nosotros (Filipenses 2:12,13). […]
En última instancia, ejercer dominio propio es dejarnos controlar por Cristo. Cuando «el amor de Cristo nos controla» (2 Corintios 5:14, NTV), cuando aceptamos de buena gana la verdad de que Él es nuestro soberano, podemos disfrutar de la libertad de que no es preciso que hagamos uso de nuestras propias fuerzas para controlarnos, sino que podemos hallar fuerzas en las fuerzas de otro. En la persona de Jesús, «la gracia de Dios se ha manifestado […], enseñándonos» no solo a renunciar a «la impiedad y los deseos mundanos», sino también a vivir «en este mundo sobria, justa y piadosamente» (Tito 2:11,12, NBLA). […]
Como el dominio propio es un don producido en nosotros y a través de nosotros por el Espíritu de Dios, los cristianos podemos y debemos ser las personas del planeta con mayores esperanzas de adquirir dominio propio. A fin de cuentas, tenemos como hermano al hombre con mayor autocontrol de la historia del mundo.
Toda Su vida estuvo «sin pecado» (Hebreos 4:15). «Él no cometió pecado ni se halló engaño en Su boca» (1 Pedro 2:22). Mantuvo el rumbo aun cuando el sudor le caía como gotas de sangre (Lucas 22:44). […] Cuando lo injuriaban, no respondía con injurias (1 Pedro 2:23). […] En toda prueba y tentación, «a través del sufrimiento aprendió lo que es la obediencia» (Hebreos 5:8), y el clímax de Su dominio propio fue cuando se hizo «obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Filipenses 2:8). Pues Él es quien nos fortalece (Filipenses 4:13).
En Jesús tenemos un recurso para adquirir un dominio propio auténtico, muy superior al que podríamos conseguir con nuestras pocas fuerzas. David Mathis[11]
*
Benjamin Carson es uno de los médicos más prestigiosos del mundo. Fue criado en un barrio pobre de Detroit por una madre divorciada que se veía obligada a tener más de un empleo para llegar a fin de mes. Aunque ella solo había estudiado hasta tercer grado, logró mejorar radicalmente el bajo rendimiento escolar del pequeño Benjamin y de su hermano al obligarlos a apagar la televisión para que leyeran libros.
Aunque el desempeño académico de Carson se corrigió, él se enfrentó a otro obstáculo en el camino del éxito: su temperamento violento. Según él mismo cuenta, solía golpear a otras personas con bates o piedras, y hubo un incidente en el que le rompió las gafas a un vecino y casi le destroza un ojo.
Lo peor llegó cuando estaba en 9º e intentó apuñalar a un chico en la barriga. Afortunadamente, la víctima llevaba un cinturón con una gran hebilla metálica que rompió la hoja. «Me di cuenta de que un temperamento así me iba a llevar a la cárcel, al reformatorio o a la tumba», recuerda Carson.
Empezó «a rezar y a pedirle a Dios que lo librara de ese mal genio». Entonces, buscando orientación en medio de su desdicha juvenil, empezó a leer el libro de los Proverbios en el Antiguo Testamento. Este versículo en particular le llegó al alma:
«Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte, el que domina su espíritu que el conquistador de una ciudad» (16:32).
Tras esa crisis espiritual, cuenta Carson que fue capaz de controlar su genio. Se graduó tercero de su clase en el instituto Southwestern High y obtuvo una beca para estudiar en Yale. Sin duda, el dominio propio le permitió convertirse en un médico y cirujano de primera. Richard Ostling[12]
Dios es fiel
Allí estaba una vez más, navegando mecánicamente por Instagram, dejándome absorber por el agujero negro de las páginas de influencers que anunciaban un producto, una rebaja, una oferta tras otra. Se me estaba yendo tanto de las manos que hacía clic en «Añadir al carrito» y, cuando las cajas aparecían frente a nuestra puerta unos días después, escondía los paquetes para que no los viera mi esposo. Sabía que estaba mal, pero sentía que la tentación era demasiado fuerte para romper ese ciclo de compras impulsivas que tan familiar me resultaba. Pero era mentira. No hay tentación que no podamos superar.
Es importante recordar que la verdad no se fundamenta en nuestros sentimientos. Debemos examinar lo que dice la Palabra de Dios con el fin de renovar nuestra mente con Su verdad y adquirir sabiduría para tomar decisiones sanas, [que Dios apruebe]. En lo relativo al dominio propio y la superación de cualquier tentación, hallaremos verdades en 1 Corintios. El apóstol Pablo afirma:
«No han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, Él les dará también una salida a fin de que puedan resistir» (1 Corintios 10:13, NVI). […]
Nos puede parecer que la tentación es irresistible, pero Dios siempre nos da una vía de escape. Debemos pedirle sabiduría y ojos espirituales para descubrir esa salida. En mi caso, la sabia solución fue dejar de seguir las páginas de Instagram de esas influencers para no tener continuamente delante de los ojos la tentación de lo que ellas recomendaban.
El Espíritu Santo es fiel: si sometemos nuestras decisiones a Su aprobación, no dejará de darnos sabiduría, guiarnos y fortalecernos. Nos hará ser conscientes de lo que hacemos mal, nos recordará lo que dice la Biblia y cultivará los frutos que hemos recibido, especialmente el del dominio propio. Los creyentes hemos recibido los frutos del Espíritu, los cuales, al igual que los frutos naturales, necesitan cultivarse. Cuanto más caminamos con el Señor y estudiamos Su Palabra, más se desarrollan y fortalecen esos frutos en nosotros. Emily Massey[13]
Amado Señor, ahora que comienzo mi jornada, te invito a guiar mis pensamientos, palabras y acciones. Concédeme fuerzas para abrazar la disciplina, no como una carga, sino como una senda hacia la libertad. Ayúdame a descubrir alegría en los pequeños actos de dominio propio y a recordar que cada decisión que tomo es una oportunidad de reflejar Tu amor y Tu gracia.
En medio del ajetreo y el bullicio de las exigencias de este día, sé Tú mi calma constante. Enséñame a priorizar no solo lo urgente, sino también lo importante. Recuérdame que la autodisciplina es una forma de adoración, una manera de honrarte en todos los aspectos de mi existencia. Haz que Tu Espíritu me guíe a tomar decisiones que aporten vida, alegría y paz. En el nombre de Jesús, amén. Laura Mendenhall[14]
«La gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres, enseñándonos que, negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús» (Tito 2:11–13, NBLA).
«El auténtico dominio propio consiste en someternos no a nuestro control, sino al poder de Cristo.» David Mathis
«Poned toda diligencia en añadir a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor» (2 Pedro 1:5–7).
«El dominio propio es un ejercicio de fortaleza interior, bajo la dirección del sano juicio, que nos permite hacer, pensar y decir lo que agrada a Dios.» Jerry Bridges
(Continuará.)
Nota
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995 © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.
[1] 1 Corintios 9:25,27 (NTV).
[2] 2 Timoteo 3:1–4 (NTV).
[3] 1 Tesalonicenses 5:6.
[4] 1 Pedro 4:7 (NTV).
[5] Romanos 12:2.
[6] Romanos 7:18,19,21–24 (NTV).
[7] Romanos 7:25 (DHH).
[8] «Dominio propio desde una perspectiva bíblica», Áncora, junio de 2014.
[9] Rick Warren, El poder de Dios para transformar su vida (Vida, 2018).
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