Enviado por Peter Amsterdam
febrero 25, 2025
En este capítulo de la primera epístola de Pablo a los Corintios nos enteramos de que había surgido una polémica entre los creyentes de Corinto. Se debatía si los cristianos debían comer o no alimentos ofrecidos a los ídolos.
Con respecto a lo sacrificado a los ídolos, sabemos que todos tenemos conocimiento. El conocimiento envanece, pero el amor edifica (1 Corintios 8:1).
En la cultura griega de los tiempos de Pablo, las familias solían ofrecer animales de sacrificio en templos paganos. Para muchos de esos sacrificios no se quemaba sino parte de la carne; el resto la tomaban los sacerdotes y la familia que hacía la ofrenda. Dicha carne consagrada se llevaba a casa o se vendía al público en el mercado.
Los templos paganos también funcionaban como carnicerías y comedores o salas de banquetes. En el comedor de los templos se realizaban con regularidad comidas para organizaciones gremiales, clubes y cenas privadas. En esta sección de 1era a los Corintios, Pablo ofrece orientación sobre el consumo de tales alimentos. El concilio de Jerusalén prohibió a los cristianos comerlos: que se abstengan de cosas sacrificadas a los ídolos (Hechos 15:29). Así y todo, en la iglesia de Corinto existía cierta polémica en cuanto a si los creyentes podían consumir dicha carne consagrada. En este pasaje Pablo se refiere sobre todo a las comidas consumidas en templos paganos que habían sido previamente sacrificadas a los ídolos.
Al decir «todos tenemos conocimiento», él reconoce que ellos sabían que los ídolos no eran nada y que hay un solo Dios. Pablo pasa luego a advertir a los entendidos de que el conocimiento envanece, pero el amor edifica. Explicó claramente que el amor es superior al conocimiento, ya que este último, si no se lo trata con cuidado, suele conducir al pecado.
Pablo contrarresta la tendencia a caer en el orgullo a través del conocimiento señalando la verdadera naturaleza de quien cree que sabe algo. Advierte que los que piensan que conocen una materia a cabalidad pueden llegar a enorgullecerse.
Si alguien se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debiera saber (1 Corintios 8:2).
No es que Pablo censurara a los que tienen conocimiento; más bien advirtió que los que creen tener dominado un tema pueden volverse presumidos. Expresó que esas personas todavía no saben como debieran saber. No se dan cuenta de que todo conocimiento humano es fragmentario y difícilmente la clase de conocimiento que les deba producir arrogancia y orgullo.
Pero si alguien ama a Dios, tal persona es conocida por Él (1 Corintios 8:3).
Pablo deseaba que los corintios se enfocaran más en el amor que en el conocimiento. Les recordó que la persona que ama a Dios es conocida por Él. La expresión ser «conocida por Dios» aparece en otras partes de los escritos de Pablo donde la usa para describir la redención (Gálatas 4:9). Quería decir que a diferencia de la gente que enorgullecida centra su vida religiosa en torno a la adquisición de conocimientos, los que ponen la mira en el amor demuestran que han sido redimidos.
Por eso, acerca de la comida de los sacrificios a los ídolos, sabemos que el ídolo nada es en el mundo y que no hay sino un solo Dios (1 Corintios 8:4).
Pablo entonces vuelve a poner el foco de atención en el tema principal que viene tratando: consumir comida sacrificada a los ídolos. Dijo que ellos sabían que los ídolos no eran nada en absoluto y que no hay ningún otro Dios que el único Dios verdadero. Al hacer esa afirmación resolvió el tema de la carne consagrada a los ídolos. No había inconveniente en consumir esa carne, toda vez que había sido ofrecida a algo que no existe.
Obviamente Pablo creía en una realidad espiritual maligna dentro de la idolatría pagana y que los idólatras adoraban demonios, como dice la Escritura. Ofrecieron sacrificios a los demonios, no a Dios; a dioses que no habían conocido, a dioses nuevos, llegados de cerca, a los cuales sus padres no temieron (Deuteronomio 32:16,17). Más adelante en esta epístola escribió que lo que sacrifican los paganos, «lo sacrifican a los demonios» (1 Corintios 10:18–22).
En comparación con Dios, los demonios no son nada y no se les debe temer. Los creyentes no deben ser supersticiosos acerca de cosas así relacionadas con la idolatría; por ejemplo, la comida ofrecida a los ídolos. Como escribió el apóstol Juan: el que está en ustedes es mayor que el que está en el mundo (1 Juan 4:4). Por ende, Pablo se tomó la libertad de permitir a los corintios que comieran carne sacrificada a los ídolos.
Porque aunque sea verdad que algunos son llamados dioses, sea en el cielo o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), sin embargo, para nosotros hay un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas, y nosotros vivimos para Él (1 Corintios 8:5,6).
Los opositores de Pablo podrían haber argumentado que en cierto sentido sí existen otros dioses. Él mismo dijo que hay muchos «dioses» y muchos «señores» que la gente adora a lo largo y ancho del mundo. No obstante, para los cristianos solo hay un Dios. Ese Dios es el Padre, fuente de todas las cosas. Hay también un solo Señor, Jesucristo.
Para destacar la unicidad del verdadero Dios, Pablo atribuye cualidades semejantes tanto al Padre como al Hijo. Todas las cosas tienen su origen en ellos, y en ellos y por medio de ellos vivimos. El Dios del cristianismo eclipsa a todos los demás que puedan llamarse «dioses» o señores.
Sin embargo, no en todos hay este conocimiento; porque algunos por estar hasta ahora acostumbrados al ídolo, comen el alimento como algo sacrificado a los ídolos, y su conciencia se contamina por ser débil (1 Corintios 8:7).
Por lo visto a algunos creyentes de Corinto les costaba pensar desde una nueva perspectiva acerca de la comida ofrecida a los ídolos. Cuando la consumían todavía creían que había sido consagrada a una potestad o un dios. En tal caso es posible que esperaran sacar partido del sacrificio. Cuando comían se les contaminaba la conciencia, puesto que vulneraban su sentido de lealtad a Cristo y con ello no depositaban plena y exclusivamente su confianza en Él.
Pero no es la comida lo que nos recomienda a Dios; pues ni somos menos si no comemos, ni somos más si comemos (1 Corintios 8:8).
A criterio de Pablo, la comida no es más que comida. A Dios no le importa si se come una cosa y no otra. No hay pecado ligado a ninguna comida o bebida particular. Eso, sin embargo, no significa que no haya limitaciones para los creyentes. Pablo prosigue y aclara que el motivo que se tiene para comer y si lo hacemos con conciencia limpia sí son elementos importantes para Dios. En otra epístola afirma que toda acción que se realiza sin fe, reñida con la conciencia, es pecado.
El que duda al respecto, es condenado si come porque no lo hace con fe. Pues todo lo que no proviene de fe es pecado (Romanos 14:23).
Pero miren que esta su libertad no sea tropezadero para los débiles (1 Corintios 8:9).
Pablo reconoce que la comida no es ni buena ni mala; es simplemente comida. También reconoce que los ídolos mismos no son en realidad dioses. Seguidamente demuestra que a Dios le interesa el motivo por el que comemos y si lo hacemos con conciencia limpia. Consumir alimentos cuando uno está convencido de que hacerlo es pecado no es correcto. Cuando la gente toma parte en un acto sin tener la convicción de que para Dios es autorizable, peca, por más que el acto mismo no se considere censurable o perjudicial. Este es un aspecto importante de la doctrina cristiana.
Porque si alguien te ve a ti que tienes conocimiento, sentado a la mesa en el lugar de los ídolos, ¿no es cierto que la conciencia del que es débil será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos? Así, por el conocimiento tuyo se perderá el débil, un hermano por quien Cristo murió (1 Corintios 8:10,11).
Pablo presentó una situación hipotética para ilustrar su preocupación. Si un cristiano que entiende que no hay nada intrínsecamente malo con consumir comida sacrificada a los ídolos, come en un templo pagano y otro, débil de conciencia, lo ve comiendo ahí, el que está mal informado se armará de valor para consumir esa comida. Pensará que el entendido en el asunto cree que comer lo sacrificado a los ídolos es realmente beneficioso para aplacar a los falsos dioses y que por ende la idolatría es compatible con el cristianismo. El hermano de conciencia débil podría entonces envalentonarse y practicar él mismo la idolatría. Por eso, aunque sería permisible consumir carne ofrecida a los ídolos, mejor es no hacerlo si hiciera tropezar a un creyente más débil.
Pablo no explicó en qué sentido ocurriría esa pérdida. Es posible que tuviera en mente algo tan sencillo como el desánimo y la confusión, o tal vez algo más grave, como la muerte. El verbo traducido por se perderá generalmente se refiere a la muerte o a una completa destrucción. Así y todo, probablemente lo mejor es atenuar este versículo con otras afirmaciones de Pablo en las que habló de una conciencia contaminada (8:7), una conciencia herida (8:12) y caer en pecado (8:13).
Pablo les recuerda a los conocedores que Cristo también murió por esos hermanos y hermanas débiles de conciencia. Por lo tanto, los creyentes conocedores no deben ser indiferentes a los débiles. Esos cristianos son tan valiosos para Cristo que dio Su vida por ellos. Por lo que también deberían ser valiosos para otros creyentes.
De esta manera, pecando contra los hermanos e hiriendo sus débiles conciencias, contra Cristo están pecando (1 Corintios 8:12).
Para reforzar su argumento, Pablo intensificó la conexión entre esas acciones y Cristo. Hizo más que morir por esas personas; las incorporó a Sí mismo de tal modo que Pablo pudo decir: pecando contra los hermanos […], contra Cristo están pecando. Pecar contra los que están en Cristo y que forman parte de Su cuerpo es pecar contra Cristo mismo.
Por lo cual, si la comida es para mi hermano ocasión de caer, yo jamás comeré carne, para no poner tropiezo a mi hermano (1 Corintios 8:13).
Puesto que pecar contra tu hermano o herir su conciencia es pecar contra Cristo, Pablo hace una firme conclusión: por amor a sus correligionarios cristianos y a Cristo mismo no volvería a comer carne si hacerlo indujera a su hermano a caer en pecado. En aquellos tiempos, la mayor parte de la carne adquirida de un carnicero en Corinto habría estado consagrada a algún ídolo. De ahí que Pablo quizá no exageraba cuando dijo jamás comeré carne. Sin embargo, si tomamos este pasaje en contexto, alude concretamente a comer en templos paganos.
En un capítulo posterior de primera a los Corintios, Pablo escribió que cuando los creyentes son invitados a comer con incrédulos deben comer lo que se les sirva, incluida la carne, sin que se registren cuestionamientos por motivos de conciencia (1 Corintios 10:27).
Nota
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.
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