Enviado por Peter Amsterdam
octubre 14, 2025
Al final del capítulo 13, Pablo escribe: «Ahora, pues, permanecen la fe, la esperanza y el amor. Pero el amor es el más importante» (1 Corintios 13:13). En el capítulo 14 él continúa enfatizando la preeminencia del amor cuando se reúnen para rendir culto y emplean los dones espirituales.
Esfuércense en seguir el amor y ambicionen los dones espirituales, sobre todo el de profecía (1 Corintios 14:1).
Al animar a los corintios a esforzarse en «seguir el amor», Pablo recalca que el amor es lo más importante y que los creyentes deben priorizarlo. El amor es fundamental y debe orientar todo lo que hacemos y todo aquello a lo que aspiramos. Se nos pide que en todas nuestras acciones y relaciones el amor sea nuestro principio rector. Al decir amor no se refiere simplemente a una emoción; se trata de una elección y un compromiso de actuar conforme a la voluntad de Dios.
Pablo vincula el objetivo de seguir el amor con el anhelo de los dones espirituales. Anteriormente, en 1 Corintios 12, ya ha enseñado que todos los dones espirituales son concedidos por el Espíritu, y eso con el propósito de que sirvamos a los demás en el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:7–10). En este capítulo anima a los corintios a practicar los dones del Espíritu —y en particular el de profecía— cuando se reúnen para rendir culto, con el fin de edificar a los demás y fortalecer a la iglesia.
Porque el que habla en lenguas no habla a los demás, sino a Dios. En realidad, nadie entiende lo que dice, pues habla misterios por el Espíritu (1 Corintios 14:2).
El que habla en lenguas pronuncia palabras ininteligibles, que no se comprenden a menos que alguien las interprete. Por eso, quien habla en lenguas no se dirige a los demás, sino a Dios, y los misterios que dice los otros no los entienden.
En cambio, el que profetiza habla a los demás para edificarlos, animarlos y consolarlos (1 Corintios 14:3).
Aunque hablar en lenguas cuando se ora es una práctica buena y apropiada, en este pasaje Pablo se centra en los dones espirituales que edifican a los demás. En este contexto, recomienda la profecía como una forma de fortalecer, animar y consolar a los creyentes. En la iglesia primitiva, profetizar era similar a lo que en las iglesias de ahora sería predicar. Un biblista explica:
En la iglesia primitiva, el acto de profetizar se parecía en muchos aspectos a la predicación contemporánea. Una profecía era un mensaje de Dios a Su pueblo, transmitido en el idioma del pueblo. Las profecías beneficiaban a las personas de innumerables maneras y se empleaban al servicio del amor[1].
El que habla en lenguas se edifica a sí mismo; en cambio, el que profetiza edifica a la iglesia (1 Corintios 14:4).
Pablo continúa su comparación señalando que, cuando alguien habla en lenguas, solo se conforta o edifica a sí mismo, ya que es una forma de comunión personal con Dios. Por supuesto, no tiene nada de malo y, tal como indica Pablo más adelante en este mismo capítulo, hay momentos apropiados para hablar en lenguas con la intención de edificar nuestro propio espíritu. Sin embargo, cuando se celebra un culto público los dones del Espíritu deben emplearse para edificar a la iglesia. Tal edificación colectiva solo sucede cuando la congregación entiende lo que se dice.
Yo quisiera que todos ustedes hablaran en lenguas, pero mucho más que profetizaran. El que profetiza aventaja al que habla en lenguas, a menos que este también interprete, para que la iglesia reciba edificación (1 Corintios 14:5).
Si bien Pablo sigue animando a los corintios a practicar el don de hablar en lenguas, preferiría que profetizaran, a menos que alguien interprete el mensaje pronunciado en lenguas para que la iglesia se beneficie de él.
Hermanos, si ahora fuera a visitarlos y hablara en lenguas, ¿de qué serviría a menos que presentara alguna revelación, conocimiento, profecía o enseñanza? Aun en el caso de los instrumentos musicales, tales como la flauta o el arpa, ¿cómo se reconocerá lo que tocan si no dan distintamente sus sonidos? Y si la trompeta no da un toque claro, ¿quién se va a preparar para la batalla? (1 Corintios 14:6–8).
Pablo emplea aquí el término hermanos para suavizar sus palabras y procurar evitar que los corintios se pongan a la defensiva. Comienza hablando de una hipotética visita que él pudiera hacerles y afirma que esta no beneficiaría a los creyentes de Corinto a menos que él les transmitiera alguna revelación, conocimiento, profecía o enseñanza. Lo único que los beneficiaría de una visita suya serían las enseñanzas que les impartiría.
Seguidamente, Pablo ilustra el concepto con un ejemplo de instrumentos musicales. No es posible reconocer una melodía tocada con una flauta o un arpa a menos que esos instrumentos emitan una serie de notas diferenciables. En tercer lugar, alude a una trompeta o corneta utilizada para llamar a las tropas a la acción, explicando que la señal no se entenderá a menos que la corneta emita un toque bien claro; de lo contrario, resultará inútil. Pablo emplea esas ilustraciones para mostrar que las lenguas sin interpretación no revelan nada, ni transmiten conocimientos, ni imparten instrucción. Son más bien como un instrumento desafinado que emite sonidos que no benefician a nadie.
Así sucede con ustedes. A menos que su lengua pronuncie palabras comprensibles, ¿cómo se sabrá lo que dicen? Será como si hablaran al aire (1 Corintios 14:9).
Pablo concluye que es necesario comunicarse con claridad a fin de edificar y fortalecer a los demás, lo cual aplica directamente a la situación en Corinto. Con ello da a entender que los corintios solían hablar en lenguas ininteligibles, lo que en definitiva no era sino hablar al aire[2].
¡Quién sabe cuántos idiomas hay en el mundo! Además, ninguno carece de sentido. Pero si no capto el sentido de lo que alguien dice, seré como un extranjero para el que me habla y él lo será para mí (1 Corintios 14:10,11).
Pablo enfatiza que, si bien en el mundo hay todo tipo de idiomas, su propósito es permitir la comunicación entre las personas. Si uno no entiende lo que se dice, si el oyente y el hablante no hablan el mismo idioma, son como extranjeros el uno para el otro. Sus intentos de comunicarse fracasarán y, en definitiva, no habrán beneficiado a nadie.
Por eso ustedes, que desean dones espirituales, procuren que estos abunden para la edificación de la iglesia (1 Corintios 14:12).
Pablo aprueba que los corintios deseen practicar los dones del Espíritu Santo. Sin embargo, hace un llamamiento para que se esfuercen por destacarse en aquellos que edifican y fortalecen a la iglesia.
Por esta razón, el que habla en lenguas pida en oración el don de interpretar lo que diga. Porque, si yo oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi entendimiento no se beneficia en nada (1 Corintios 14:13,14).
Tras señalar las limitaciones de las lenguas, Pablo menciona que, cuando uno ora en lenguas, solo su espíritu participa en la oración, no su mente. Por lo tanto, sería más beneficioso que la persona también orara para interpretar las lenguas, a fin de comprender el mensaje y beneficiarse de él.
Pablo concluye que las lenguas sin interpretación no las entiende nadie, ni siquiera el que da el mensaje. Si el propio Pablo no entendía lo que él decía al orar en lenguas, ¿cómo habría de comprenderlo cualquier persona que lo escuchara, a fin de beneficiarse de ello?
¿Qué debo hacer entonces? Pues orar con el espíritu, pero también con el entendimiento; cantar con el espíritu, pero también con el entendimiento (1 Corintios 14:15).
Debido a las limitaciones de orar en lenguas, Pablo decide orar, cantar y alabar tanto con su espíritu como con su entendimiento. Si bien cantar y orar en lenguas está bien cuando se ora y se adora en privado, tal no es el caso cuando se celebra un culto público.
De otra manera, si alabas a Dios con el espíritu, ¿cómo puede quien no es instruido decir «amén» a tu acción de gracias, puesto que no entiende lo que dices? En ese caso tu acción de gracias es admirable, pero no edifica al otro (1 Corintios 14:16,17).
Pablo hace hincapié en la importancia de que haya una comunicación clara durante el culto y señala que si alguien habla en lenguas sin interpretación, los que no entienden las lenguas no pueden participar en la oración.
Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos ustedes. Sin embargo, en la iglesia prefiero emplear cinco palabras comprensibles y que me sirvan para instruir a los demás que diez mil palabras en lenguas (1 Corintios 14:18,19).
Aunque Pablo personalmente disfrutaba de las bendiciones de ese don cuando adoraba en privado, en público prefería decir cinco palabras comprensibles para los oyentes que miles de palabras en lenguas. Lo esencial para él era que las palabras sirvieran para enseñar e instruir, honrando así a Dios.
Hermanos, no sean niños en su modo de pensar. Sean niños en cuanto a la malicia, pero adultos en su modo de pensar (1 Corintios 14:20).
Una vez más, Pablo llama hermanos a los corintios, lo cual probablemente indica la intensidad de su exhortación. Al reprenderlos y decirles que no se comporten como niños en su forma de pensar, da a entender que el énfasis que ponían en hablar en lenguas revelaba su inmadurez espiritual.
En ocasiones, las Escrituras elogian las actitudes infantiles de los creyentes, como cuando Jesús citó la confianza de un niño como ejemplo de fe (Marcos 10:15). Aquí, sin embargo, Pablo afirma que los creyentes deben ser inocentes como niños en cuanto a la malicia; en otras palabras, deben ser inexpertos en el mal y mantenerse separados de él. Por supuesto, los cristianos no debemos ser ingenuos con respecto al mal, ya que Jesús dijo a los discípulos: «Sean astutos como serpientes y sencillos como palomas» (Mateo 10:16). Aquí Pablo insiste en que los creyentes deben ser maduros en su forma de pensar con respecto a la doctrina cristiana y la práctica del cristianismo.
En la Ley está escrito: «Por medio de gente de labios extranjeros y lenguas extrañas hablaré a este pueblo, pero ni aun así me escucharán», dice el Señor.De modo que el hablar en lenguas es una señal no para los creyentes, sino para los incrédulos; en cambio, la profecía no es señal para los incrédulos, sino para los creyentes (1 Corintios 14:21,22).
Pablo hace una paráfrasis de Isaías 28:11,12 para resaltar la necesidad de que los corintios tengan un concepto correcto de las lenguas. En ese pasaje, Isaías advierte al norte de Israel que Dios los exiliará a un lugar donde hablará a Su pueblo en lenguas desconocidas y por medio de extranjeros. Sin embargo, a pesar de ese castigo seguirán sin escuchar al Señor.
Así que, si toda la iglesia se reúne y todos hablan en lenguas, y entran algunos que no entienden o no creen, ¿no dirán que ustedes están locos? (1 Corintios 14:23).
Después de argumentar que, cuando se reúnen para rendir culto, las lenguas sin interpretación no son provechosas para la congregación, Pablo pone de relieve que pueden ser un obstáculo para la evangelización, pues alienan a los no creyentes. Presenta una situación hipotética en la que personas de fuera e incrédulos asistieran a una reunión pública en la que toda la iglesia hablara en lenguas. Quienes no conocieran el cristianismo pensarían que están locos y podrían acabar marchándose sin escuchar el mensaje evangélico.
Pero si uno que no cree o uno que no entiende entra cuando todos están profetizando, se sentirá reprendido y juzgado por todos, y los secretos de su corazón quedarán al descubierto. Así que se postrará ante Dios y lo adorará, exclamando: «¡Realmente Dios está entre ustedes!» (1 Corintios 14:24,25).
Pablo contrapone la situación anterior con una en la que un no creyente asistiera a un culto en el que se dieran mensajes proféticos con palabras inteligibles para el extraño. El efecto sería muy diferente, ya que el visitante recapacitaría al escuchar el mensaje, y Dios le hablaría por medio de él. El visitante entendería que es un pecador, adoraría a Dios y reconocería Su presencia en la congregación.
En palabras de un comentador bíblico:
Esos nuevos conversos se asombrarían de tal manera al escuchar la proclamación de la palabra de Dios en una asamblea cristiana que exclamarían: «Realmente Dios está entre ustedes». […] La conversión de los perdidos es uno de los objetivos de las reuniones cristianas[3].
(Continuará.)
Traducción: Esteban.
[1] Richard L. Pratt, Holman New Testament Commentary—1 & 2 Corinthians, Vol. 7 (B&H Publishing Group, 2000), 244.
[2] Leon Morris, 1 Corinthians: An Introduction and Commentary, vol. 7, Tyndale New Testament Commentaries (InterVarsity Press, 1985), 767.
[3] Pratt, Holman New Testament Commentary—1 & 2 Corinthians.
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