Enviado por Peter Amsterdam
diciembre 2, 2025
[The Life of Discipleship, Part 6: Love for Others]
El mandamiento «amarás a tu prójimo como a ti mismo» tiene su origen en el Antiguo Testamento, en Levítico 19:18. En ese mismo capítulo se amplía el amor al prójimo para incluir también al extranjero: «Como a un natural de ustedes considerarán al extranjero que resida entre ustedes. Lo amarás como a ti mismo» (Levítico 19:34). Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas narran, cada uno a su manera, que Jesús afirmó que este mandamiento es el segundo de los dos más importantes, siendo el primero amar a Dios con todo nuestro corazón, nuestra mente y nuestras fuerzas (Marcos 12:30,31).
El Evangelio de Lucas dice que tras oír a Jesús proclamar que el amor al prójimo era uno de los mandamientos más importantes, un experto en la Ley le lanzó la pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?» Claramente estaba tratando de categorizar a algunas personas como no prójimo para excluirlas del alcance de este mandamiento. Jesús entonces contó la historia del buen samaritano para ilustrar enfáticamente que amar al prójimo no es ni mucho menos amar solo a nuestros amigos y a la gente de nuestro entorno, sino que significa también amar a los desconocidos y extranjeros, y compadecerse y cuidar de los necesitados (Lucas 10:25–35).
Jesús elevó aún más el listón en el Sermón de la montaña cuando exhortó a Sus seguidores a amar a sus enemigos, ya que así serían «hijos de su Padre que está en los cielos. Él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos» (Mateo 5:43–45). Claramente, se nos manda amar sin excluir a nadie.
Para los que somos cristianos, el elemento fundamental a la hora de amar al prójimo es la conciencia de que a los ojos de Dios cada persona es valiosísima, sea cual sea su edad, su etnia, su sexo, su nacionalidad, su posición económica, sus creencias religiosas, su afiliación política o cualquier otra característica. Dios ama a todos. Ama tanto al mendigo que está en la calle como al hombre más rico del mundo. Es «clemente y compasivo». Su amor es inquebrantable. «Bueno es el Señor para con todos» (Salmo 145:8.9).
Dios nos pide que veamos a cada persona que Él ha creado a través de Sus ojos, es decir, con amor, sin sesgos, sin prejuicios, sin ideas preconcebidas, sin caer en estereotipos. El amor incondicional de Dios traspasa toda barrera de raza, credo o posición social y debería determinar nuestra actitud hacia los demás, en particular hacia los que de alguna forma son distintos de nosotros. Nuestra misión como discípulos que siguen las pisadas del Maestro es manifestar a los demás el mismo amor que Él nos ha manifestado. El apóstol Pablo escribió:
A la verdad, como éramos incapaces de salvarnos, en el tiempo señalado Cristo murió por los impíos. Difícilmente habrá quien muera por un justo, aunque tal vez haya quien se atreva a morir por una persona buena.Pero Dios demuestra Su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5:6–8).
No es preciso que nos gusten o que nos parezcan bien las creencias, el estilo de vida o las decisiones de los demás. Hay quienes hacen caso omiso de las normas morales de Dios o cometen graves pecados; sea cual sea su estado actual, Dios los ama. Las Escrituras enseñan que todos los seres humanos estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, que el amor es de Dios y que Él es amor (1 Juan 4:7,8). El impresionante amor de Dios es nuestro referente. A los discípulos se nos manda emular ciertos atributos Suyos como son Su amor, Su compasión y Su misericordia, igual que lo hizo Jesús. Amar al prójimo es una parte fundamental del discipulado cristiano.
Amor activo
Se nos manda amarnos unos a otros como Jesús nos ama. No hay una sola persona que Jesús no ame o que no viniera a salvar. Eso incluye a todas las personas con las que cruzas la mirada, con las que te tropiezas en la calle, de las que oyes hablar en las noticias, las que viven en la puerta de al lado, las que están en la cola del supermercado, las que se sientan contigo en la sala de espera. Cuando amamos activamente a quienes nos rodean, anteponiendo sus necesidades a las nuestras, estamos tomando el maravilloso amor que Jesús ha derramado sobre nosotros y convirtiéndonos en una muestra viva, palpitante y hermosa para la humanidad.
Verás, aunque muchos creen que el amor no es más que un sentimiento bonito y reconfortante, a los cristianos se nos pide más: se nos llama a actuar. Podemos expresar el amor de Dios prestando atención a los que pasan inadvertidos, amando a los que son poco agradables e incluso siendo tolerantes con las personas difíciles. […]
Pidámosle hoy a Dios que nos ayude a amar activamente a los demás: a cruzar activamente la calle para ayudar a nuestros vecinos, a cocinar activamente una comida para un amigo necesitado o a visitar activamente un asilo cercano para manifestarles amor a los ancianos. Pidámosle que nos conduzca a lugares a los que quiere que llevemos Su luz y pidámosle valor y fuerzas para compartir Su amor a diario con todos los que nos rodean. Gini Wietecha[1]
La clave del discipulado
El amor es el elemento primordial del discipulado intencional. Según personas que antes no creían, es el rasgo de carácter que más influyó en su decisión de seguir a Jesús. No debería sorprendernos. Jesús manifestaba amor a los demás dondequiera que iba. El resultado es que la gente se transformaba para siempre. Jesús […] se sentía compelido a amar al prójimo, y no permitía que nada ni nadie se lo impidiera. El amor que emanaba de Él producía un efecto en las personas con quienes se encontraba. Shawn D. Anderson[2]
Ágape
En griego clásico se emplean cuatro palabras para expresar el concepto de amor: storge, que significa afecto natural (como el amor de los padres por los hijos); phileo, que se refiere a la amistad o el amor fraterno; eros, que se refiere al amor sexual o apasionado, y ágape, que se emplea en el Nuevo Testamento para referirse al amor no merecido que Dios manifestó al ser humano al enviar a Su Hijo en calidad de Redentor.
En el Nuevo Testamento, cuando se habla de amor humano, ágape es el amor desinteresado y abnegado. Es la clase de amor que nos motiva a tender una mano a los demás y hacerles bien, a amar al prójimo y anteponer las necesidades ajenas a las propias. Es el tipo de amor que anhela la redención de los que no están salvados y desea ayudar a los necesitados.
El teólogo italiano Tomás de Aquino (1225–1274) definió ágape como «desearle bien a alguien». Ágape no es una emoción ni un deseo fugaz, sino la decisión de actuar de una manera que contribuya al bienestar ajeno, incluso cuando ello requiere sacrificio personal. Cuando Jesús habla de amar al prójimo, se refiere a la clase de amor que lo impulsa a uno a dar sin esperar nada a cambio, a perdonar a quien ha pecado contra él o lo ha agraviado, y a no escatimar esfuerzos por ayudar. El amor abnegado y altruista al que Jesús se refiere es fruto de la obra del Espíritu Santo en nosotros. Sus raíces se encuentran en los principios de la Palabra de Dios, y debe ser una característica clave de nuestro discipulado.
Amor abnegado
Me impresionan las diferentes facetas del sacrificio de Jesús y cómo reflejan el tremendo amor de Dios. También he estado pensando en cómo debería emular yo con mi conducta el ejemplo de amor abnegado de Jesús.
Su muerte en la cruz es, en cierto modo, una asombrosa ilustración de unas palabras que dijo: «Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos» (Juan 15:13). La cruz, la imagen más brutal de la muerte, pasó a ser la ilustración más impactante del amor de Dios.
¿Hasta dónde puede llegar Dios para mostrar Su amor? Más allá de lo que podemos imaginarnos. ¿Cuánto puede llegar a dar? Todo.
Tras realizar la humilde tarea de lavar los pies de Sus primeros discípulos, Jesús les dice: «Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que Yo he hecho con ustedes. Les aseguro que ningún siervo es más que su amo y ningún mensajero es más que el que lo envió» (Juan 13:15,16).
Jesús dio. Dio enteramente. Su entrega fue un acto de amor divino. También nosotros debemos dar. Debemos dar enteramente. Nuestra entrega debe ser un acto de amor divino. «¿Entienden esto? Dichosos serán si lo ponen en práctica» (Juan 13:17). Matt Erickson[3]
Amar a nuestros hermanos cristianos
Dios quiere que amemos a toda la humanidad y que exhibamos Sus atributos a diario cuando nos vemos o tenemos trato con otras personas. Pero le interesa aún más que manifestemos amor a los demás cristianos (que la Biblia llama nuestros hermanos), los cuales constituyen el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:12,13). Es la clase de amor a la que se refiere Jesús cuando dice:
Un mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Como los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto conocerán todos que son Mis discípulos: si tienen amor los unos por los otros (Juan 13:34,35).
La 1ª Epístola de Juan también habla de la importancia de nuestro amor por nuestros hermanos cristianos. «Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos a los hermanos» (1 Juan 3:14). Y también: «En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó Su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos» (1 Juan 3:16).
A lo largo de las Epístolas se nos insta a ayudar y cuidar a nuestros hermanos, compadecernos de ellos y hacerles el bien. «Según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y especialmente a los de la familia de la fe» (Gálatas 6:10). Juan tuvo palabras bien fuertes sobre lo que significa descuidar a nuestros hermanos cuando escribió: «El que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?» (1 Juan 3:17).
¿Por qué es tan importante que cuidemos a nuestros hermanos en la fe y les brindemos apoyo tanto espiritual como práctico? Jesús respondió esa pregunta cuando dijo: «En esto conocerán todos que son Mis discípulos: si tienen amor los unos por los otros». Él quiere que a nosotros, que somos Sus seguidores, se nos conozca por nuestro amor. Amar a los hermanos es un elemento clave del discipulado, de la misión de llevar al mundo la luz de Su amor y del evangelio.
Pocas horas antes de ser detenido, Jesús rogó a Su Padre que los discípulos, tanto los que estaban con Él en ese momento como todos los que habrían de sumárseles, tuvieran entre sí la misma unidad que había entre Él y Su Padre, «para que el mundo conozca que Tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a Mí me has amado» (Juan 17:20–23). Rezó para que todos Sus discípulos fueran uno; un solo cuerpo, cohesionado por el amor, con una sola fe, una sola misión y un solo sentir en Cristo. Sería imposible que todos los discípulos pensaran igual en todo; pero Jesús rezó para que hubiera unidad entre ellos en lo referente a la fe, el amor, el servicio y la difusión del evangelio por el mundo, en los aspectos básicos de su discipulado. Los cristianos podemos tener diferencias en puntos secundarios de doctrina o fe, pero debemos estar unidos en las creencias fundamentales del cristianismo (la fe en Dios, la salvación en Jesús, la Trinidad, la Biblia como Palabra de Dios y la Gran Comisión de predicar el evangelio).
Cuando estamos unidos y congregados en Él, Él está con nosotros. «Donde están dos o tres congregados en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos» (Mateo 18:20). La presencia de Cristo entre nosotros hace que otros también sientan Su presencia. La alegría y el amor los atraen a Él y constituyen una muestra viva de Su amor por ellos. Es parte del testimonio de los discípulos. También sirve para fortalecernos en nuestro discipulado. En Hebreos dice: «Considerémonos los unos a los otros para estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como algunos tienen por costumbre; más bien, exhortémonos, y con mayor razón cuando vemos que el día se acerca» (Hebreos 10:24,25).
Cuando unos discípulos se reúnen para disfrutar de comunión espiritual, Dios se hace presente entre ellos. El Espíritu Santo crea un ambiente vivo y amoroso en el seno del cuerpo de creyentes. Cuando unos cristianos se congregan y tienen comunión unos con otros, se empoderan. El hecho de orar, adorar, contar testimonios, tener conversaciones profundas y disfrutar de la compañía de unos y otros hace que se cree una atmósfera maravillosa que fortalece e inspira a los participantes. Un aspecto de vivir como discípulos es tener comunión con otros cristianos de las maneras que el Señor nos indique teniendo en cuenta nuestra situación personal.
Se nos pide que amemos al prójimo y a nuestros hermanos cristianos, ya que esas son piedras angulares de nuestro discipulado. Comprometámonos a ser todos los días un ejemplo vivo del amor de Dios para las personas que Él ponga en nuestro camino. Que el amor de Cristo nos impulse «porque estamos convencidos de que […] murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió por ellos» (2 Corintios 5:14,15).
Reflexiones
Creo que Dios ama al mundo por medio de nosotros, por medio de ti y de mí. Madre Teresa
Instintivamente tendemos a limitar por quién nos esforzamos. Lo hacemos por personas que son como nosotros o que nos caen bien. Jesús eso no lo aprueba. Cuando retrató a un samaritano que socorrió a un judío, no podría haber hallado una forma más contundente de decir que cualquiera que tenga necesidad, sea cual sea su raza, sus simpatías políticas, su clase social o su religión, es nuestro prójimo. No todos son nuestros hermanos en la fe, pero todos son nuestro prójimo, y debemos amar al prójimo. Timothy Keller
Cada persona con quien nos tropezamos es amada por Dios. Es alguien por quien Jesús murió. Todas las personas con las que nos encontramos a lo largo del día —desconocidos, conocidos, amigos, familiares— ¡pueden sentir el amor de Dios a través de nosotros! Cada día tenemos la oportunidad de reflejar el amor de Dios. Askaboutmyfaith.com
Qué dice la Biblia
«Amados, si Dios así nos ha amado, también debemos amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y Su amor se ha perfeccionado en nosotros» (1 Juan 4:11,12).
«Si solo amas a quienes te aman, ¿qué recompensa hay por eso? Hasta los corruptos cobradores de impuestos hacen lo mismo.Si eres amable solo con tus amigos, ¿en qué te diferencias de cualquier otro? Hasta los paganos hacen lo mismo. Pero tú debes ser perfecto, así como tu Padre en el cielo es perfecto» (Mateo 5:46–48).
«Sobre todo, tengan entre ustedes un ferviente amor, porque el amor cubre una multitud de pecados» (1 Pedro 4:8).
Oración para amar al prójimo
Amadísimo Señor, permíteme ser una bendición para el prójimo. No solo para los que están cerca de mí, sino también para aquellos con quienes me comunique, aunque estén lejos. Permíteme ser una buena samaritana para alguien hoy. Lléname de compasión para que sea portadora de buena voluntad hacia mis hermanos.
Señor, dame fuerzas para vivir Tu mandamiento de amar. […] Que no cierre mi corazón a los necesitados. Que comparta las bendiciones que he recibido de Ti con aquellos que me las pidan. Que nunca pierda de vista cómo amar. […] Que las personas que encuentre en esta senda sean para mí oportunidades de vivir las enseñanzas de Cristo.
Señor, te pido que abras mi corazón para recibir auténtico amor por Tus mandamientos. Enséñame a amarte por encima de todo y a amar al prójimo como a mí misma. Que siempre tenga la vista puesta en la esencia de Tu mandamiento de amar[4].
[1] Gini Wietecha, «What God Says About Loving Others», Dayspring, 25 de agosto de 2023, https://www.dayspring.com/articles/loving-others-well?srsltid=AfmBOopdtkbOB8KU0CKhjKhVDsfMpiTzEZ7HKjXsHwPWxRs_y-rYtam6.
[2] Shawn D. Anderson, Living Dangerously (Wipf and Stock, 2010).
[3] Matt Erickson, «Self-Giving Love», 14 de junio de 2010, https://mwerickson.com/2010/06/14/self-giving-love/.
[4] Pearl Dy, «How to “Love Your Neighbor As Yourself” as in Mark 12:31», Christianity.com, 24 de enero de 2023, https://www.christianity.com/wiki/bible/love-your-neighbor-as-yourself-bible-meaning-of-mark-12-31.html.
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