Enviado por Peter Amsterdam
noviembre 15, 2011
Además de ser santo, recto y justo, Dios es ─por naturaleza y carácter─ paciente, misericordioso y magnánimo. En el Antiguo Testamento por lo general se abordan estos tres atributos en conjunto. Fue en el monte Sinaí, en los días en que Moisés recibía los Diez Mandamientos, donde Dios reveló explícitamente que Él era clemente y misericordioso, como también paciente y lento para la ira. Aquella fue una revelación muy relevante y de gran significación para el pueblo de Dios; prueba de ello es que en el Antiguo Testamento con frecuencia se cita ese pasaje o se alude a él. (*Véase más abajo).
Cuando Moisés ascendió por segunda vez al monte Sinaí, luego que descubriera a los israelitas adorando el becerro de oro y rompiera las tablas de piedra en que estaban inscritos los Diez Mandamientos, Dios interactuó con Él de la siguiente manera:
El Señor descendió en la nube y se puso junto a Moisés. Luego le dio a conocer Su nombre: pasando delante de él, proclamó: «El Señor, el Señor, Dios clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad, que mantiene Su amor hasta mil generaciones después, y que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado; pero que no deja sin castigo al culpable […]»[1].
El Señor declara ser compasivo, paciente, amoroso y fiel, y perdonar los pecados, es decir, los pecados de quienes se arrepienten. A los impenitentes, o sea, a los que abrazan el mal y por su falta de arrepentimiento mantienen su culpa, Él no los perdona ni los exonera.
Misericordioso y clemente es el Señor; lento para la ira y grande en misericordia[2].
No quisieron oír, ni se acordaron de las maravillas que con ellos hiciste; antes endurecieron su cerviz y, en su rebelión, pensaron poner caudillo para volverse a su servidumbre. Pero Tú eres Dios perdonador, clemente y piadoso, tardo para la ira y grande en misericordia, pues no los abandonaste[3].
*Otros versículos del Antiguo Testamento en que se cita este pasaje o se alude a él son Números 14:18, Salmo 86:15, 145:8, Joel 2:13 y Jonás 4:2[4].
La palabra hebrea que describe la paciencia divina se ha traducido al castellano con distintos términos: longánimo, tardo para la ira y paciente de espíritu entre otros. La paciencia de Dios se evidencia en Su dilación para aplicar el castigo que merecen los que pecan. Por ejemplo, cuando Dios vio que «la maldad de los hombres era mucha en la tierra y que todo designio de los pensamientos de su corazón solo era de continuo el mal»[5], y «se arrepintió de haber hecho al hombre en la tierra»[6], transcurrieron nada menos que 120 años mientras Noé construía el arca en presencia de todos antes que Dios desatara el diluvio sobre la tierra. Noé recibió el apelativo de «pregonero de justicia», de donde inferimos que probablemente anunció la inminencia de un diluvio como castigo de Dios, o que por lo menos el arca se irguió como testimonio de lo que se avecinaba. Sea como fuere, parece que se emitió una advertencia bastante clara. No obstante, la gente se empecinó en su maldad, y con el tiempo Dios le impuso el castigo que se merecía.
Esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua[7].
Tampoco perdonó [Dios] al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, y trajo el diluvio sobre el mundo de los impíos[8].
Dios, que es santo y aborrece el pecado, que es recto y corrige el pecado, también es paciente y por tanto no emite sentencia inmediatamente. Su paciencia es expresión de Su amor en la medida en que concede a la gente tiempo para enmendarse, para arrepentirse, para acudir a Él. Su amor, bondad y paciencia nos llevan al arrepentimiento.
El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento[9].
¿Menosprecias las riquezas de Su benignidad, paciencia y generosidad, ignorando que Su benignidad te guía al arrepentimiento?[10]
Dios ama al mundo. Ama a la humanidad, y no quiere que nadie perezca. Espera pacientemente para que la gente tenga oportunidad de cambiar y arrepentirse. Su paciencia no se contradice con Su rectitud o Su justicia. Porque es benigno, puede conceder un tiempo de gracia; sin embargo, eso no necesariamente equivale a un perdón para los impenitentes. A la postre el castigo llega, porque Dios es justo.
El Señor es tardo para la ira y grande en poder, y no tendrá por inocente al culpable. El Señor marcha sobre la tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de Sus pies[11].
Los atributos de rectitud y justicia divinas intrínsecamente implican que Él debe ser justo con los que pecan e imponerles la sentencia y castigo que se merecen. Su misericordia y paciencia, a la par con Su benevolencia y amor, lo llevan a conceder a la gente tiempo para arrepentirse y a no juzgar el delito ni imponer el castigo en el acto. Él quiere que la gente se arrepienta, y le da tiempo para hacerlo. Por otra parte, gracias a que Jesús murió y tomó sobre Sí nuestros pecados, se nos otorga el perdón de esos pecados, lo que nos libra del castigo, a diferencia de los impenitentes que sí serán castigados. Así pues, la gracia y misericordia divinas han hecho posible que la gente obtenga perdón.
Si bien las distintas personas del Dios vivo ─el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo─ tienen perfecta comunión entre Sí de acuerdo a Su naturaleza divina, Dios también intima con Sus creaturas y les demuestra Su amor. No tenemos ningún derecho a exigir Su atención, Sus bendiciones ni nada semejante. Es más, de no haberse revelado Dios a la humanidad, ni sabríamos que existe. El caso es que sí se nos reveló y que además se relaciona con los que creen en Él.
Siendo nosotros pecadores separados de Dios por el pecado, criaturas concebidas por nuestro Creador, nada hay que podamos hacer para merecernos Su amor, Sus bendiciones y la comunión con Él. Así y todo, Él se ha dignado concedernos esas cosas. Ese favor inmerecido se denomina la gracia de Dios. Él ha elegido libremente concedernos Su favor y Su amor, aunque somos indignos de esos dones, no tenemos derecho a ellos y de ninguna manera podemos ganárnoslos. Nos los otorga aunque no haya justificación para ello, aunque no los deseemos e incluso los rechacemos. Él optó por obsequiarnos Su amor, ya que por Su naturaleza y por Su misma esencia es benevolente. La gracia es un don inmerecido de parte de un Dios amoroso y benévolo.
Clemente es el Señor, y justo; sí, misericordioso es nuestro Dios[12].
Clemente y misericordioso es el Señor, lento para la ira y grande en misericordia[13].
Por Tus muchas misericordias no los consumiste ni los desamparaste; porque eres Dios clemente y misericordioso[14].
La muestra superlativa de la gracia de Dios es la salvación por medio de Jesús. Nadie puede ganarse o merecer la salvación. A causa del pecado estamos destinados al castigo; pero gracias al amor de Dios y a que Jesús accedió a hacerse hombre y morir por nuestros pecados, Dios nos ha dado el regalo de la salvación. Somos salvos por gracia. No nos merecemos la salvación ni somos dignos de ella. Nos la otorga el Dios magnánimo que nos ama y entregó a Su Hijo para la redención de la humanidad.
Solamente por gracia sois salvos mediante la fe en Cristo. No lo sois por vuestros propios merecimientos, sino tan solo como un don de Dios[15].
Vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios experimentara la muerte por todos[16].
Son justificados gratuitamente por Su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús[17].
La naturaleza y carácter de Dios son magnánimos, y Él otorga libremente Su gracia a la humanidad. ¡Qué extraordinariamente generoso es!
A menos que se indique otra cosa, los versículos citados proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso. También se citan versículos de la Nueva Versión Internacional (NVI), la versión Dios Habla Hoy (DHH), la Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy (NBLH) y de la Biblia Castellano Antiguo (CST).
Barth, Karl: The Doctrine of the Word of God, Vol.1 Part 2, Hendrickson Publishers, Peabody, 2010.
Berkhof, Louis: Teología sistemática, Libros Desafío, 1998.
Cottrell, Jack. What the Bible Says About God the Creator. Eugene: Wipf and Stock Publishers, 1996.
Craig, William Lane: The Doctrine of God, charla de la serie Defenders.
Garrett, Jr., James Leo: Teología sistemática, bíblica, histórica, evangélica, tomo I, Mundo Hispano, 2007.
Grudem, Wayne: Teología sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica, Vida, 2007.
Lewis, Gordon R., y Demarest, Bruce A.: Integrative Theology, Zondervan, Grand Rapids, 1996.
Milne, Bruce: Conocerán la verdad, un manual para la fe cristiana, Ediciones Puma, 2009.
Mueller, John Theodore: Christian Dogmatics, A Handbook of Doctrinal Theology for Pastors, Teachers, and Laymen, Concordia Publishing House, St. Louis, 1934.
Ott, Ludwig: Fundamentals of Catholic Dogma, Tan Books and Publishers Inc., Rockford, 1960.
Packer, J. I.: The Attributes of God 1 and 2, serie de charlas.
Williams, J. Rodman: Renewal Theology, Systematic Theology from a Charismatic Perspective, Zondervan, Grand Rapids, 1996.
[1] Éxodo 34:5-7 (NVI).
[2] Salmo 103:8.
[3] Nehemías 9:17.
[4] El Señor es tardo para la ira y grande en misericordia, perdona la maldad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable, pues castiga el pecado de los padres sobre los hijos hasta la tercera y la cuarta generación (Números 14:18).
Tú, Señor, Dios misericordioso y clemente, lento para la ira y grande en misericordia y verdad (Salmo 86:15).
Clemente y misericordioso es el Señor, lento para la ira y grande en misericordia (Salmo 145:8).
¡Vuélvanse ustedes al Señor su Dios, y desgárrense el corazón en vez de desgarrarse la ropa! Porque el Señor es tierno y compasivo, paciente y todo amor, dispuesto siempre a levantar el castigo (Joel 2:13, DHH).
Oró [Jonás] al Señor: «¡Ah Señor! ¿No era esto lo que yo decía cuando aún estaba en mi tierra? Por eso me anticipé a huir a Tarsis. Porque yo sabía que Tú eres un Dios clemente y compasivo, lento para la ira y rico en misericordia, y que te arrepientes del mal anunciado» (Jonás 4:2, NBLH).
[5] Génesis 6:5.
[6] Génesis 6:6.
[7] 1 Pedro 3:20.
[8] 2 Pedro 2:5.
[9] 2 Pedro 3:9.
[10] Romanos 2:4.
[11] Nahúm 1:3.
[12] Salmo 116:5.
[13] Salmo 145:8.
[14] Nehemías 9:31.
[15] Efesios 2:8 (CST).
[16] Hebreos 2:9.
[17] Romanos 3:24.
Traducción: Gabriel García V.
Revisión: Felipe Mathews y Jorge Solá
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