Enviado por María Fontaine
noviembre 10, 2012
Este artículo es distinto a los que por lo general suelo publicar en el sitio RD. Por lo general, el material que incluimos aquí está dirigido principalmente a nuestros afiliados. Pero en el espíritu de la temporada navideña y por tratarse de una magnífica oportunidad para hacer hincapié en el amor y los regalos que nos ofrece Jesús, me pareció que este sencillo mensaje podría resultarles útil para compartirlo con otros, si así lo desean. También es un buen recordatorio para todos de lo crucial que fue Su sacrificio para nuestra vida.
Alguna vez te preguntas: «¿Qué puedo hacer para transformar este mundo en un lugar mejor? ¿Qué podría hacer para tener un impacto positivo sobre los demás? ¿Qué sentido podría cobrar mi vida en el contexto global y de la humanidad? Para que mi vida valga la pena, ¿es necesario que haga algo monumental? ¿Qué tanto impacto puede tener una sola vida en un mundo de miles de millones de habitantes?»
A continuación leerán el relato de la vida de un hombre que comenzó como un perfecto desconocido, que no tuvo acceso al poder ni la popularidad según los suele medir el mundo, y que acabó en la más absoluta deshonra. No obstante, fue una vida que introdujo en el mundo algo extraordinario.
Nació en una aldea desconocida de un pequeño país de Oriente medio. Durante su infancia, su familia se vio forzada a huir y a vivir como refugiados, víctimas de la injusticia política y de atentados infanticidas[1].
Como hijo de obrero[2], sus posibilidades de alcanzar la notoriedad eran casi nulas. No tuvo acceso a la educación superior tal como la conocemos en la actualidad, jamás aprendió nada sobre tecnología, ni tuvo televisión, computadora, celular ni reproductor de mp3. No hay registros que comprueben que llegase a ser propietario de una casa ni de ningún medio de transporte.
A los treinta años aún vivía al día[3], y se trasladaba de ciudad en ciudad, sin apartarse más de ciento cincuenta kilómetros de la zona en que se crió. No obstante, su profundo desvelo y amor por la humanidad inspiró a un grupito de personas a seguirlo en sus travesías para aprender de Él[4]. A menudo pasaba Su tiempo en compañía de parias y los extremos más sórdidos de la sociedad[5].
Por un periodo de tres años se las arregló para reunir unos cuantos grupos de seguidores sirviéndose de lo que algunos denominaban milagros. Sin embargo, una serie de denuncias falsas[6] de que se asociaba con presuntos elementos terroristas que pretendían derrocar al gobierno, y acusaciones de que afirmaba ser rey de Su propia nación, le costaron arrestos, torturas y, por último, la vida. Fue ejecutado[7] a instancias de ciertos enemigos poderosos.
Sus socios y amigos sostenían que los cargos contra su persona eran falsos y que todo el incidente había sido producto de una conspiración por parte de figuras de la religión y la política, con el propósito de desacreditar a quien consideraban una amenaza. Sin embargo, ninguno de ellos fue ajusticiado por lo ocurrido.
Su vida en esta tierra acabó tal como la había vivido: centrada en dar todo lo que poseía para rescatar a otros. Con Su vida de anonimato, pobreza y opresión, demostró que la más simple verdad era más grande que el mayor de los intelectos. A través de Su amor y desvelo por los más débiles y necesitados, demostró también que el poder y las riquezas eran insuficientes e inútiles, a menos que se las pusiera al servicio de Dios.
En lugar de que Su muerte acabara por hundir en el olvido esa vida ya de por sí olvidada, Su posterior resurrección detonó una especie de revuelta en los corazones de los hombres, una revolución de libertad, verdad y misericordia[8] que ni los ejércitos del mundo han logrado aplastar, ni las superpotencias han sido capaces de suprimir, ni el engaño de la codicia, la maldad y el odio han podido silenciar hasta la fecha.
En vano fue el intento que se realizó por sofocar Su voz por medio de una muerte despiadada y brutal. Ha brotado con fuerza en las voces de quienes a lo largo de las eras se vieron transformados por la verdad que Él les legó, el espíritu que les envió y el amor que inculcó en sus corazones. Lo que dio a quienes escogieron vivir conforme a Su ejemplo, ha demostrado ser mayor que todas las fuerzas que pretendieron impedir que se esparciera por la tierra.
En consecuencia, todos los poderes que intentaron influenciar a este mundo a lo largo de la historia, todas las riquezas de las naciones y la influencia de reyes y reinas, zares y emperadores, presidentes y dictadores, y todas las revoluciones y guerras combinadas, no lograron impactar la vida y los corazones de la humanidad como esa única vida extraordinaria[9].
¿Cómo es posible que esa única vida, vivida hace dos mil años, siga teniendo un efecto tan monumental en este mundo hasta el día de hoy? Porque se trata de la vida de Jesucristo, el Hijo de Dios, cuyo propósito en venir a la tierra fue el de ayudarnos a comprender en qué consiste la naturaleza de Dios.
«Porque tanto nos amó Dios a cada uno de nosotros que nos entregó a Su único Hijo unigénito, para que todo el que crea en Él no se pierda, sino tenga vida eterna». Dios sacrificó a Su hijo, y Jesús sacrificó Su vida para redimir nuestros pecados y demostrarnos así el amor y la misericordia de Dios. Jesús se levantó de los muertos para ofrecernos la oportunidad de restaurar nuestra relación con Dios, que no podía de otro modo ser plena a causa del pecado. Recibir este regalo es tan sencillo como la sencillez de la vida que nos lo otorgó. Puedes aceptarlo con tan solo permitir que Su amor se vuelva parte de tu vida ahora y en la otra vida que nos espera.
Esa vida aparentemente insignificante y con poco que ofrecer —al menos según los cánones humanos— fue capaz de cambiar el mundo por medio de la vida de Sus seguidores y de transformar los corazones de miles de millones a lo largo de los siglos.
A lo mejor te preguntes de qué manera puede ayudar eso a que tú marques la diferencia en este mundo. La respuesta es que Él ha señalado un camino para que Sus seguidores puedan continuar con Su legado. Él puede empoderarte con Su Espíritu y obrar por medio de ti para continuar con Su misión de transformar vidas. Si eres Su seguidor, puedes seguir transformando el mundo por medio de Él. Su misión puede convertirse en tu misión. Contar con Su Espíritu para cambiar la vida y los corazones de otros por tu intermedio produce cambios duraderos: cambios que los pesares de la vida no pueden borrar.
Quizás no llegues a ver resultados visibles en cada persona, pero si haces tu parte por manifestar el amor y el propósito que tú has hallado con todos los que estén dispuestos a recibirlo, sabrás que este mundo es un lugar mejor porque tú viviste en él.
[1] Mateo 2:13–23.
[2] Mateo 13:55.
[3] Mateo 8:20.
[4] Mateo 10:2–4.
[5] Marcos 2:16, Mateo 9:10, Lucas 15:1.
[6] Mateo 26:60–61; 27:18, 40; Marcos 14:56, 58, 62–64; Lucas 23:2, 5, 10, 14; Juan 19:7, 12.
[7] Juan 19:1–16, Lucas 22:63–65, Lucas 23:2–5, Isaías 53:9.
[8] Juan 8:32.
[9] Adaptado del ensayo Una vida solitaria, del Dr. James Allan Francis, 1926.
Traducción: Quiti y Antonia López.
Copyright © 2024 The Family International. Política de privacidad Normas de cookies