Enviado por Peter Amsterdam
diciembre 18, 2012
Una parte que es especialmente hermosa en la presentación del nacimiento de Jesús está en el evangelio de Lucas, en el que nos relata cómo los pastores escucharon el anuncio del nacimiento.
Hay evidencias en los escritos judíos de que los pastores eran considerados de un nivel social muy bajo en la Israel del primer siglo. En parte porque estaban siempre en los campos y no se podían mantener al día en el conocimiento de las leyes religiosas, y en parte porque muchos pastoreaban las ovejas de otros con lo que podían robar parte de la lana y la leche. También dejaban que las ovejas pastaran en campos ajenos sin pedir permiso. En ese contexto, el relato se hace aún más interesante, porque los pastores hubieran sido considerados no solo pobres y de bajo nivel social, sino hasta un tanto marginados también.
La noche que nació Jesús, había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor. El ángel les dijo que no tuvieran miedo, porque tenía buenas noticias. Luego les rebeló que esa noche un Salvador, Cristo el Señor, había nacido en la ciudad de David. Les dijo que la señal sería que hallarían al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Al decirles esto repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios. Cuando la luz de la gloria de Dios y el ángel y las huestes se fueron, los pastores decidieron ir a Belén de inmediato para ver lo que les había manifestado Dios[1].
En Belén encontraron a María, José y el niño. Lo más probable es que preguntaran en qué casa había nacido un bebé aquella noche. En un pueblo sería fácil averiguar algo así, ya que ese tipo de comunidades eran pequeñas y unidas; y todos se conocían y sabían todo lo que pasaba.
Encontrar a Jesús en un pesebre envuelto en pañales en el cuarto principal de la casa de un campesino, con animales en la zona del establo, no hubiera sido inusual para ellos. Sería bastante normal, ya que es probable que ellos mismos envolvieran a sus propios hijos de la misma forma, porque eso era lo que hacían los campesinos con sus recién nacidos. Colocar a un niño en un pesebre seguramente no era lo más común, pero como no había muchos lugares disponibles, fue una solución práctica[2].
Lo que hubiera sido extraordinario para ellos, y por lo tanto considerado una «señal», era que el niño cuyo nacimiento había sido anunciado por un ángel, acompañado de la gloria de Dios y una hueste celestial que alababa, ¡fuera encontrado en una casa de la aldea llena de gente como la de ellos! Los pastores eran de bajo estrato social, los pobres y humildes, y lo que descubrieron esa noche fue que el Mesías, el Salvador del mundo, nació como un pobre campesino igual que ellos. Se fueron alabando a Dios y contándole a los demás lo que habían escuchado sobre el niño.
La narración de Lucas informa a los lectores que Jesús había llegado para los pobres y necesitados, para los humildes y oprimidos, y no solo para los privilegiados y con buena reputación. El mensaje que dejó fue que todos son bienvenidos, que la salvación es para todos.
La narración del nacimiento en el evangelio de Mateo relata la visita de los reyes magos, que vinieron de oriente luego de ver una estrella especial, que interpretaron que era un presagio de que nacería el rey de los judíos. Viajaron a Jerusalén en busca del rey, y al llegar comenzaron a preguntar dónde estaba el niño que sería un futuro rey, para rendirle homenaje.
Cuando el rey Herodes lo escuchó, se molestó, porque el nacimiento de un nuevo rey podría amenazar su trono. Llamó a los sacerdotes y escribas para que le dijeran dónde nacería ese niño, a lo que le respondieron que según las escrituras el nacimiento sería en Belén. Aunque las autoridades religiosas sabían que las escrituras proclamaban dónde nacería el Mesías, no tenían ni idea que ya había nacido. Aunque Belén está solo a unos ocho kilómetros de Jerusalén, no hay registros de que ninguno de los líderes religiosos fueran a buscar al niño.
Herodes se reunió secretamente con los reyes magos para determinar cuándo habían visto la estrella por primera vez, lo que al parecer había sido dos años antes. Después de conseguir esa información, los envió a Belén con instrucciones de que le informaran de dónde estaba el niño para que él también pudiera rendirle homenaje. Los reyes magos se fueron de Jerusalén, encontraron a Jesús y a Su familia, se postraron ante Él y le rindieron homenaje, y le dieron presentes de oro, incienso y mirra.
Mateo no dice específicamente de dónde vinieron los reyes magos, y nadie sabe exactamente de dónde provenían. Algunos estudiosos de la Biblia dicen que de Persia, otros de Babilonia, y otros de Arabia. Algunos de los primeros padres de la iglesia afirmaron que su lugar de origen era Arabia. El oro y el incienso estaban asociados con las caravanas de camellos provenientes de Madián y Saba, ambos lugares de Arabia. El incienso y la mirra lo cosechaban de unos árboles que crecían en el sur de Arabia[3]. En el Antiguo Testamento el término «gente del oriente» frecuentemente se refiere a los árabes del desierto. Los árabes sabían de astrología, y cuatro de las tribus árabes tomaron su nombre de estrellas[4].
Luego de hallar al recién nacido rey, los reyes magos fueron instruidos mediante un sueño para que no regresaran a ver a Herodes, y obedecieron dichas instrucciones. Cuando Herodes se enteró que habían dejado el país si decirle dónde podría encontrar al niño, se enfureció. Ordenó a sus soldados que mataran a todos los niños varones menores de dos años de Belén y sus alrededores, con la esperanza de eliminar toda amenaza a su trono.
Herodes llevaba años preocupado por posibles rivales a su trono, e incluso mandó ejecutar a tres de sus propios hijos porque sospechaba que estaban confabulando contra él. También mandó matar a una de sus diez esposas. Su crueldad era notoria. Cuando estaba a punto de morir, sus últimas órdenes a sus tropas fueron que arrestaran a miles de personas ricas y de buena posición, que los pusieran en un estadio en Jericó y los mataran cuando él muriera, para que hubiera luto en el país en torno a su muerte. Afortunadamente para esas personas, la orden no fue llevada a cabo.
Considerando el tipo de persona que era Herodes, que él ordenara que mataran a los niños varones en Belén y sus alrededores no era atípico en él. Debido a la alta tasa de mortalidad infantil de la época, se ha calculado que la aldea y sus alrededores tendrían una población de unos mil habitantes, con un promedio de unos 30 nacimientos anuales, lo que significa que habría entre 20 y 30 niños menores de 2 años[5]. Sin embargo, Herodes no logró encontrar y matar a Jesús, ya que José se había llevado a su familia y había huido a Egipto obedeciendo instrucciones que había recibido de un ángel en un sueño[6].
Aparte de relatar los sucesos, ¿qué quería transmitirnos Mateo en esta parte de su narración? Herodes y los líderes religiosos de Jerusalén no estaban al tanto de que había nacido el Rey prometido, demostrando que Dios no les había dado una señal a los religiosos ni a la cúpula de gobierno. Por otro lado, los reyes magos, que eran gentiles, habían visto una señal en la naturaleza, en la estrella. Respondieron buscando al recién nacido rey y terminaron viendo al Salvador y adorándolo. Mateo dejó claro que la salvación que Dios había prometido no estaba reservada solo para Israel, sino también para los gentiles, es decir, para todos.
Lucas nos dice que Jesús fue circuncidado ocho días después de su nacimiento. Un tiempo después, sus padres lo llevaron al templo de Jerusalén. Como María había dado a luz a un varón, se la consideraba impura por cuarenta días, siete días antes de la circuncisión y treinta y tres días después. Fue para la purificación de María que tanto ella como José y Jesús fueron al templo. Para que una mujer fuera pura luego de dar a luz, había que sacrificar un cordero y una paloma o pichón. Si la mujer era muy pobre y no podía conseguir un cordero, podían entonces ofrecer dos palomas o dos pichones. El sacrificio de María no incluyó el cordero.
Durante la purificación de María en el templo, José y María también obedecieron la ley que exigía que el primer hijo varón de las familias fuera consagrado al Señor y redimido. (No era obligatorio que se hiciera en el templo, pero se piensa que como ya estaban allí para la purificación de María, aprovecharon para hacerlo.) Después que Dios liberó a los hebreos de Egipto, los instruyó para que consagraran para Él todos los niños y animales primogénitos. Los animales limpios debían ser matados y sacrificados, pero algunos animales impuros podían ser redimidos si sacrificaban un cordero en su lugar. Dios había dicho que los hijos primogénitos debían ser redimidos, que significaba que debían pagar cinco monedas al templo del Señor[7].
De modo que tras la purificación de María en el templo, llevaron a Jesús para que fuera redimido. Mientras estaban allí, un judío anciano y muy devoto llamado Simeón los vio. Dios le había dicho a Simeón que antes de morir vería a Cristo, el Mesías. Al ver a Jesús lo tomó en sus brazos y oró: «Ahora, Señor, despides a Tu siervo en paz, conforme a Tu palabra; porque han visto mis ojos Tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de Tu pueblo Israel»[8].
La oración de Simeón habla de que la salvación es para todos los pueblos, tanto para los judíos como para los gentiles. Al igual que con los reyes magos, el mensaje es de salvación para todos en Cristo, que el Hijo de Dios encarnado vino al mundo para todos.
Simeón luego los bendijo y profetizó, diciendo a María: «Éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones»[9].
Habiendo proclamado que la salvación sería tanto para judíos como para gentiles, Simeón también profetizó que habría un rechazo en la misma nación en la que Jesús había nacido. Que de entre los mismos judíos algunos creerían y otro no, unos se levantarían y otros caerían. Que habría división entre la gente ya que los pensamientos de muchos corazones serían rebelados. Indicó que María también sufriría, probablemente refiriéndose a todo lo que vería que le sucedía Jesús. Simeón predijo que las autoridades judías rechazarían a Jesús durante Su ministerio.
En el Evangelio de Lucas los pastores, algunos de los más humildes de la sociedad judía, fueron testigos de un anuncio angelical sobrenatural y el niño es un campesino, demostrando que ha venido a recatar a la gente común. También hay una profecía de un judío religioso muy devoto que dice que el Mesías es para todos, aunque algunos lo rechazarán. En el evangelio de Mateo, la señal del Salvador en la naturaleza es seguida por los reyes magos gentiles que vienen a verlo, que nuevamente simboliza que la salvación es para todos.
El mensaje constante sobre el nacimiento de Jesús en los evangelios —de hecho en todos los evangelios— es que Jesús vino para toda la humanidad; que murió para la salvación de todos. De tal manera amó Dios al mundo que dio a Su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, mas tenga vida eterna[10]. Esas son las buenas nuevas de la Navidad. Esas son las nuevas que proclamaron los ángeles, el mensaje transmitido por la estrella que guió a los reyes magos, y el mensaje del amor de Dios que cada uno de nosotros lleva en el corazón. Compartámoslo con los demás, ¿les parece? ¡Feliz Navidad!
Bailey, Kenneth E. Jesus Through Middle Eastern Eyes. Downers Grove: InterVarsity, 2008.
Brown, Raymond E. The Birth of the Messiah. New York: Doubleday, 1993.
Edersheim, Alfred. The Life and Times of Jesus the Messiah. Peabody: Hendrickson, 1993.
Green, Joel B. The Gospel of Luke. Grand Rapids: William B. Eerdmans, 1997.
Green, Joel B., McKnight, Scot. Editors. Dictionary of Jesus and the Gospels. Downers Grove: InterVarsity, 1992.
Jeremias, Joachim. Jerusalem in the Time of Jesus. Philadelphia: Fortress Press, 1975.
Morris, Leon. The Gospel According to Matthew. Grand Rapids: William B. Eerdmans, 1992.
Pentecost, Dwight J. The Words & Works of Jesus Christ. Grand Rapids: Zondervan, 1981.
Sheen, Fulton J. Life of Christ. New York: Doubleday, 1958.
Stein, Robert H. Jesus the Messiah. Downers Grove: InterVarsity, 1996.
[1] Lucas 2:8–15.
[2] Bailey, Jesus Through Middle Eastern Eyes, 35.
[3] Bailey, Jesus Through Middle Eastern Eyes, 52.
[4] Brown, The Birth of the Messiah, 169.
[5] Brown, The Birth of the Messiah, 204.
[6] Mateo 2:1-14.
[7] Éxodo 13:2,13,15; Números 18:15–16.
[8] Lucas 2:29–32.
[9] Lucas 2:34–35.
[10] Juan 3:16.
Traducción: Rody Correa Ávila y Antonia López.
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