Enviado por Peter Amsterdam
abril 16, 2013
Tal como explicamos en un artículo anterior, el Espíritu Santo es una de las Personas de la Trinidad, y es Dios juntamente con el Padre y el Hijo, Jesús, y en la misma medida que ellos.
En el Antiguo Testamento, todavía no había sido revelado el concepto de tres personas en un Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Solo comenzó a ser revelado en el curso y después del ministerio, la muerte, la resurrección y la ascensión al Cielo de Jesús, y el envío del Espíritu Santo en Pentecostés. Aunque los autores del Antiguo Testamento desconocían el concepto de la Trinidad y no veían el Espíritu Santo como miembro de la Trinidad, en sus escritos hablaron del Espíritu del Señor y el Espíritu de Dios. En ese sentido, concibieron el Espíritu como parte de Dios, como Su poder o facultad de actuar.
Al llegar a la colina, vieron que el grupo de profetas venía al encuentro de Saúl. Entonces el Espíritu de Dios vino sobre él con todo Su poder, y Saúl comenzó a profetizar.[1]
Samuel tomó el frasco de aceite de oliva que había traído y ungió a David con el aceite. Y el Espíritu del Señor vino con gran poder sobre David a partir de ese día. [2]
El Antiguo Testamento suele referirse al Espíritu de Dios empleando posesivos —«Mi Espíritu», «Tu Espíritu», «Tu Santo Espíritu», «Tu Espíritu Santo»—, lo cual confirma que los autores del mismo concebían el Espíritu de Dios como parte de Dios.
No me eches de delante de Ti y no quites de mí Tu Santo Espíritu.[3]
Ellos fueron rebeldes y provocaron el enojo de Su Santo Espíritu. […] ¿Dónde está el que puso Su Santo Espíritu en medio de Su pueblo?[4]
¿A dónde me iré de Tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de Tu presencia?[5]
Se menciona que el Espíritu de Dios intervino en la creación del mundo y en la infusión de vida a los seres vivos.
La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas estaban sobre la faz del abismo y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.[6]
Su Espíritu hizo hermosos los cielos.[7]
El Espíritu de Dios me hizo y el soplo del Omnipotente me dio vida.[8]
¡Señor, qué numerosas son Tus obras! Todas las has hecho con sabiduría, de Tus criaturas la tierra está repleta! […] Si envías Tu Espíritu, son creados.[9]
Además de la participación del Espíritu de Dios en la creación, se lo ve obrar a lo largo de todo el Antiguo Testamento.
Durante los 40 años en que Moisés guió a los hijos de Israel en el desierto, el Espíritu de Dios estuvo en él. Cuando la carga de conducir al pueblo se volvió excesiva para él, Dios puso Su Espíritu en setenta ancianos del pueblo.
El Señor dijo a Moisés: «Reúneme a setenta hombres entre los ancianos de Israel, de los que tú sabes que son ancianos del pueblo y sus principales, tráelos a la puerta del Tabernáculo de reunión, y que esperen allí contigo. Yo descenderé y hablaré allí contigo; tomaré del Espíritu que está en ti y lo pondré en ellos, para que lleven contigo la carga del pueblo y no la lleves tú solo».[10]
Cuando se le comunicó a Moisés que no entraría con el pueblo hebreo en la Tierra Prometida, él le dijo al Señor:
«Oh Señor, tú eres el Dios que da aliento a todas las criaturas. Por favor nombra a un nuevo hombre como líder de la comunidad. Dales a alguien que los guíe dondequiera que vayan y que los conduzca en batalla, para que la comunidad del SEÑOR no ande como ovejas sin pastor». El Señor le respondió: «Toma a Josué, hijo de Nun, en quien está el Espíritu, y pon tus manos sobre él. Preséntalo al sacerdote Eleazar ante toda la comunidad y públicamente encárgale que dirija al pueblo».[11]
Dice que Josué tenía en su interior el Espíritu. También descendió el Espíritu de Dios sobre los jueces que condujeron al pueblo después de la muerte de Josué.
Entonces clamaron los hijos de Israel al Señor, y el Señor levantó un libertador a los hijos de Israel y los libró; esto es, a Otoniel hijo de Cenaz, hermano menor de Caleb. El Espíritu del Señor vino sobre Otoniel, quien juzgó a Israel y salió a la batalla. El Señor entregó en sus manos a Cusan-risataim, rey de Siria, y le dio la victoria sobre Cusan-risataim.[12]
El Espíritu del Señor vino sobre Gedeón, y cuando este tocó el cuerno, los abiezeritas se reunieron con él.[13]
El Espíritu del Señor vino sobre Jefté.[14]
La mujer dio a luz un hijo y le puso por nombre Sansón. El niño creció y el Señor lo bendijo. […] El Espíritu del Señor comenzó a manifestarse en él. […] Entonces el Espíritu del Señor vino sobre Sansón, quien despedazó al león como quien despedaza un cabrito, sin tener nada en sus manos. […] El Espíritu del Señor vino sobre él y las cuerdas que estaban en sus brazos se volvieron como lino quemado con fuego y las ataduras se cayeron de sus manos. Al ver una quijada de asno, fresca aún, extendió la mano, la tomó y mató con ella a mil hombres.[15]
Dalila gritó: «¡Sansón, los filisteos se te vienen encima!» Al despertar de su sueño, Sansón pensó: «Saldré del paso como las otras veces y me libraré». Pero no sabía que el Señor se había apartado de él.[16]
En los casos anteriores, el Espíritu del Señor vino sobre algunos en ciertos momentos, pero no permaneció en ellos todo el tiempo.
Después de la época de los jueces comenzó el linaje de los reyes de Israel. La Biblia señala que el Espíritu vino sobre los dos primeros, Saúl y David. Cuando Samuel ungió a Saúl como rey de Israel, le indicó varias cosas que iban a suceder y le explicó que, una vez que sucedieran, el Espíritu de Dios descendería sobre él. Todo ocurrió tal como Samuel predijo, y el Espíritu de Dios vino sobre Saúl en aquella ocasión y en otras posteriores.
«El Espíritu del Señor vendrá sobre ti con poder y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre […]». Cuando llegaron allá al collado, la compañía de los profetas les salió al encuentro. Entonces el Espíritu de Dios vino sobre él con poder, y profetizó entre ellos.[17]
El Espíritu de Dios vino con poder sobre Saúl.[18]
En el caso de Saúl, a causa de su desobediencia, el Espíritu de Dios posteriormente se retiró de él.
El Espíritu del Señor se apartó de Saúl.[19]
A David le fue dado el Espíritu años antes de que ascendiera al trono.
Samuel tomó el cuerno del aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. A partir de aquel día vino sobre David el Espíritu del Señor.[20]
En el Antiguo Testamento también se habla del Espíritu de Dios con relación al don de profecía.
Estas son las palabras postreras de David. […] «El Espíritu del Señor habla por mí, Su palabra está en mi lengua».[21]
El Señor descendió en la nube y le habló a Moisés. Entonces les dio a los setenta ancianos del mismo Espíritu que estaba sobre Moisés; y cuando el Espíritu se posó sobre ellos, los ancianos profetizaron; pero esto nunca volvió a suceder.[22]
Samuel le dijo a Saúl:
Cuando entres en la ciudad encontrarás una compañía de profetas que descienden del lugar alto, precedidos de salterio, pandero, flauta y arpa, y ellos profetizando. Entonces el Espíritu del Señor vendrá sobre ti con poder y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre.[23]
Cuando Dios dio a Moisés instrucciones para construir el arca de la alianza y el tabernáculo (la carpa en la que estaba el arca), así como el altar, las vestiduras sacerdotales y las muchas vasijas que hacían falta en el tabernáculo y para los sacrificios, le mencionó ciertos artesanos a los que había llenado de Su Espíritu y conferido habilidad, talento, conocimientos y capacidad creativa.
Habló el Señor a Moisés y le dijo: «Mira, Yo he llamado por su nombre a Bezaleel […], y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte, para inventar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce, para labrar piedras y engastarlas, tallar madera y trabajar en toda clase de labor. He puesto junto a él a Aholiab […], y he puesto sabiduría en el ánimo de todo sabio de corazón, para que hagan todo lo que te he mandado.[24]
El Espíritu del Señor vino también sobre los profetas del Antiguo Testamento. En 2 Pedro, al hablar de las profecías contenidas en las Escrituras (es decir, en el Antiguo Testamento), dice que los profetas fueron impulsados por el Espíritu Santo.
Entended que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.[25]
Vino sobre mí el Espíritu del Señor y me dijo: «Di: “Así ha dicho el Señor”».[26]
Endurecieron su corazón como diamante, para no oír la Ley ni las palabras que el Señor de los ejércitos enviaba por Su Espíritu, por medio de los primeros profetas.[27]
Yo estoy lleno del poder del Espíritu del Señor, de juicio y de fuerza, para denunciar a Jacob su rebelión y a Israel su pecado.[28]
En el Antiguo Testamento, claramente el Espíritu de Dios actuaba de diversas maneras. Da la impresión de que, cuando descendía sobre alguien o daba poder a alguien, era con un propósito definido o por un tiempo limitado.
El escritor J. Rodman Williams lo expresa de la siguiente manera:
El Espíritu podía «vestir» a una persona; pero al igual que la ropa, no se trataba de algo permanente. La concesión del Espíritu era por lo general transitoria: para un hecho en particular, para una tarea o para una profecía. No se trataba de una realidad constante.[29]
No obstante, Dios habló de que llegaría el momento (ahora sabemos que eso ocurrió en Pentecostés) en que Su Espíritu moraría en Su pueblo, no solo en algunos, sino en todos, incluidas las mujeres y los criados. En aquel tiempo y en aquella cultura esa era una forma categórica de indicar que sería para todos.
Después de esto derramaré Mi Espíritu sobre todo ser humano, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. También sobre los siervos y las siervas derramaré Mi Espíritu en aquellos días.[30]
Os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros. Quitaré de vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros Mi Espíritu, y haré que andéis en Mis estatutos y que guardéis Mis preceptos y los pongáis por obra.[31]
Desde que se escribieron los últimos textos del Antiguo Testamento hasta justo antes del nacimiento de Jesús transcurrieron 400 años. Hay pocas pruebas de intervenciones del Espíritu de Dios en ese período, en particular en lo que se refiere a profecías u orientación recibida directamente del Señor.
El Diccionario de Jesús y los Evangelios dice:
El Talmud corrobora esa opinión: «Cuando hubieron muerto Hageo, Zacarías y Malaquías, los últimos profetas, el Espíritu Santo se apartó de Israel».[32]
Sin embargo, en los albores de la época neotestamentaria se ve nuevamente al Espíritu Santo interviniendo y actuando entre el pueblo de Dios con relación al nacimiento de Dios Hijo, Jesús. Elisabet y Zacarías, padres de Juan el Bautista, estaban llenos del Espíritu. Su hijo, Juan, fue lleno mientras aún estaba en el vientre de su madre. El Espíritu Santo vino sobre María y la envolvió para que concibiera a Jesús.
Cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre, y Elisabet, llena del Espíritu Santo, exclamó a gran voz: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre».[33]
Zacarías, su padre, fue lleno del Espíritu Santo y profetizó.[34]
Tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán por su nacimiento [el de Juan el Bautista], porque será grande delante de Dios. […] Será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre.[35]
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás Su nombre Jesús. […] Entonces María preguntó al ángel: «¿Cómo será esto?, pues no conozco varón». Respondiendo el ángel, le dijo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que va a nacer será llamado Hijo de Dios».[36]
Si bien en todos los textos del Antiguo Testamento se mencionan manifestaciones del Espíritu de Dios, es en la vida y el ministerio de Jesús y en el envío del Espíritu Santo en Pentecostés donde se ve un derramamiento más amplio y generalizado del poder y la unción del Espíritu. En los siguientes artículos abordaremos este y otros aspectos del Espíritu Santo.
[1] 1 Samuel 10:10 (RVC).
[2] 1 Samuel 16:13 (NTV).
[3] Salmo 51:11.
[4] Isaías 63:10,11 (RVC).
[5] Salmo 139:7.
[6] Génesis 1:2.
[7] Job 26:13 (NTV).
[8] Job 33:4.
[9] Salmo 104:24,30 (BLA 2005).
[10] Números 11:16,17.
[11] Números 27:16–19 (NTV).
[12] Jueces 3:9,10.
[13] Jueces 6:34.
[14] Jueces 11:29.
[15] Jueces 13:24,25; 14:6; 15:14,15.
[16] Jueces 16:20 (LPD).
[17] 1 Samuel 10:6,10.
[18] 1 Samuel 11:6 (NTV).
[19] 1 Samuel 16:14.
[20] 1 Samuel 16:13.
[21] 1 Samuel 23:1,2.
[22] Números 11:25.
[23] 1 Samuel 10:5,6.
[24] Éxodo 31:1–6.
[25] 2 Pedro 1:20,21.
[26] Ezequiel 11:5.
[27] Zacarías 7:12.
[28] Miqueas 3:8.
[29] Williams, J. Rodman: Renewal Theology, Systematic Theology from a Charismatic Perspective, Vol. 2, Zondervan, Grand Rapids, 1996, p. 160.
[30] Joel 2:28,29.
[31] Ezequiel 36:26,27.
[32] Green, Joel B., y McKnight, Scot: Dictionary of Jesus and the Gospels, InterVarsity Press, Downers Grove, 1992, p. 637.
[33] Lucas 1:41,42.
[34] Lucas 1:67.
[35] Lucas 1:14,15.
[36] Lucas 1:31,34,35.
Traducción: Jorge Solá y Felipe Mathews.
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