Encuentro navideño de motivación

Enviado por María Fontaine

noviembre 30, 2013

Pensaba en Navidad y lo que Dios tenía en mente cuando permitió que ese evento llegara a ser tan destacado, aunque el ejemplo que Jesús estableció fue que nuestra fe fuera algo que estuviera presente todos los días de nuestra vida. ¿Acaso no anima a que la gente simplemente haga un poco más en Navidad y que luego se sienta exonerada o que ha sido excusada y que no haga tanto para servir al Señor durante el resto del año?

Cuando pregunté al Señor: «¿Cuál es la razón de la temporada navideña y de toda la celebración por Tu cumpleaños?» Dio un ejemplo que me lo resumió bien: «¡Es como una reunión general para infundir ánimo, un encuentro de motivación!»

Ya sea que se trate de una convención de un partido político a fin de aumentar el entusiasmo de sus miembros, o una reunión antes de un evento deportivo con la finalidad de que el público anime a su equipo, un encuentro de motivación es para marcar el rumbo. Es un momento para avivarse todo lo que sea necesario para seguir adelante con motivación y con dedicación sin reservas a fin de llevar a cabo la tarea.

Por lo general, habrá algunas actividades alentadoras, como la presencia de un dirigente u otros oradores que sepan infundir ánimo, o animadoras u otras fuentes de motivación. El objetivo es que se animen los integrantes del equipo y los que lo apoyan; y que estén motivados para poner todo su empeño a fin de lograr su misión.

Nunca pensé en la Navidad desde esa perspectiva: Dios allá arriba como conferencista motivador, dirigiendo a las animadoras angelicales, haciendo que todo el Cielo se emocione con el gran juego de Jesús, que corre la carrera de su vida. Me imagino las tribunas y todos vitoreando a Jesús al unísono, mientras Él se dirige a la Tierra. Imagínense las grandes ovaciones de todo el Cielo que prevé cada victoria, a medida que el Señor reúne a Su equipo de discípulos y conquista la muerte y el pecado. Ese primer encuentro de motivación celestial habría sido algo digno de ver.

Sin embargo, no basta con solo un encuentro de motivación. La gente debe tener esas reuniones repetidamente a fin de seguir motivada. La Navidad puede ser como nuestro encuentro de motivación anual, que nos prepara para correr el año siguiente, para la siguiente etapa de la carrera que tenemos delante.

En el contexto de la Navidad, Jesús quiere que animemos y nos emocionemos con la parte de la celebración, o lo que podríamos llamar el regocijo. Nos reunimos para fraternizar, para cantar villancicos y alabanzas. Celebramos su vida y sacrifico por la humanidad, y todo lo que Él ha invertido en nosotros.

Nos emocionamos, recordamos lo que hizo Jesús para llevarnos a donde nos encontramos ahora. Sentimos una gran satisfacción al pensar en el gozo ilimitado y las celebraciones que tendremos cuando por fin todos hayamos cruzado la meta, cuando hayamos logrado la victoria al hacer la parte que nos corresponde y al haber desempeñado el papel que Él nos haya asignado a fin de marcar el comienzo de Su reino perfecto en la Tierra.

Tenemos una buena razón para regocijarnos. Nuestra vida, pese a los reveses y dificultades, es verdaderamente bendecida porque, pase lo que pase, tenemos lo que Pablo llamó la «esperanza de gloria»[1]. Independientemente de lo grave o demoledor que algo pueda ser en esta vida, siempre es transitorio, pues Dios promete que habrá un tiempo en que Él enjugará todas nuestras lágrimas[2]. Estamos de camino a un reino mejor, un reino que es perfecto y que nunca termina, donde no nos puede seguir el dolor de las desilusiones y el sufrimiento de esta vida. El prodigio, los logros y bellezas del Cielo serán nuestros para que los disfrutemos. En nuestra condición de creyentes, aspectos de Su reino ya viven en nuestro corazón y espíritu. Tenemos Su mano en nuestra vida, la verdad de Su guía, y lo que la Biblia llama «la paz que sobrepasa todo entendimiento»[3].

Esos momentos de celebración son la parte de sentirse bien. Sin embargo, aunque esa parte de la Navidad sea magnífica, hay otro propósito aún más importante para poner nuestro corazón en ese encuentro de motivación de la temporada navideña. Es estupendo emocionarse por las victorias pasadas, pero si queremos que llegue la máxima victoria, necesitamos concentrar nuestro ardor y entusiasmo en llevar a cabo la tarea que tenemos delante.

Jesús eligió dejar el hogar más increíble, que no se compara a ninguno que el mundo haya conocido. El ardor y la pasión de Su amor por la humanidad lo motivaron a dejar una vida de esplendor para vivir en la miseria, pasar de la luz a la oscuridad, de la pureza a un mundo plagado de pecado. Como se expresa en una canción: «A un mundo de llanto y pesar descendió el Señor dejando gloria y Cielo atrás para mi salvación»[4].

Esa operación para salvar el mundo —una empresa asombrosa e inconcebiblemente enorme— es algo que solo Dios podría haber ideado a fin de salvarnos a todos del poder de Satanás cuando nos habíamos extraviado. Dios es el motivador supremo, con la causa más importante del universo.

Citando la antigua profecía que está en el libro de Isaías, Jesús describió así Su misión en la Tierra: «El Espíritu del Señor está sobre Mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos»[5].

Pero Jesús no se detuvo ahí. Nos ha elegido y a cada uno de nosotros nos ha permitido ser un miembro privilegiado de Su equipo. Nos amó muchísimo, tanto que nos incluyó en este recorrido asombroso. Quiere que hagamos a otros partícipes del gozo y la victoria que se acerca más cada día. Diseñó el plan de modo que hombres y mujeres que Él salvó pudieran llevar a cabo Su misión de rescatar a otros. Precisó: «Como me envió el Padre, así también Yo os envío»[6].

Él hizo de nosotros Su familia y nos llamó Sus amigos. Nos invita a comunicarnos libremente con Él y nos da el privilegio de conocer las instrucciones personalizadas que dé. Desea que adquiramos Su naturaleza, la naturaleza de un siervo humilde y amoroso, dispuesto a sacrificarse para rescatar a quienes sean cautivos del pecado, a fin de librarlos de sus prisiones.

Tenemos que ir a ellos, como Jesús vino a nosotros. No podemos quedarnos en nuestros lugares agradables, seguros y cómodos, a la espera de que ellos nos busquen. En cierta medida costará hacer el esfuerzo, dar lo que podemos para ayudar a alguien: nuestro apoyo material, nuestro tiempo y servicio, nuestra comodidad y fuerzas de modo que todos juntos podamos trabajar hacia la meta final de establecer plenamente Su reino en la Tierra. Es un esfuerzo en equipo, y toda tarea es importante. A veces es posible que parezca pequeña la parte que nos toca, pero como equipo, todo importa y hasta la tarea más pequeña puede ser de importancia fundamental.

Esta Navidad, participa en el encuentro de motivación organizado por Dios al permitir que las alegrías y bendiciones de esta bendita temporada aviven tu motivación y el ardor de tu corazón. Dedica tiempo a regocijarte a medida que centras la atención en Aquel que es el motivo de la Navidad.

Haz que esta Navidad sea el comienzo de otro año de buscar a los perdidos, liberar a los cautivos, llevar esperanza a los que no tienen ninguna y vida eterna a tantos como sea posible.


[1] Colosenses 1:27.

[2] Apocalipsis 21:4.

[3] Filipenses 4:7.

[4] Ivory Palaces, de Henry Barraclough, 1915.

[5] Lucas 4:18; Isaías 61:1.

[6] Juan 20:21.

Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.

 

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