Valores fundamentales de LFI: Soluciones espirituales

Enviado por Peter Amsterdam

noviembre 12, 2013

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El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida[1].

Nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios[2].

El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a […] pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos[3].

De hacer el bien y de la ayuda mutua no os olvidéis, porque de tales sacrificios se agrada Dios[4].

De cierto, de cierto os digo: El que en Mí cree, las obras que Yo hago, él también las hará; y aún mayores hará, porque Yo voy al Padre[5].

El séptimo valor fundamental de La Familia Internacional es:

Soluciones espirituales. Aplicamos principios espirituales para hacer frente a los retos que se nos presentan a diario, vencer obstáculos, resolver conflictos, maximizar los recursos y sanar corazones. Queremos compartir con los demás nuestras riquezas y conocimientos espirituales.

La Biblia contiene lo que Dios nos ha revelado acerca de Sí mismo, Su amor por la humanidad, el plan de salvación, y la relación que desea tener con los seres humanos. También contiene instrucciones sobre cómo vivir de una manera que le agrade, que es la base para disfrutar de una vida feliz, satisfactoria y productiva en armonía con Dios y el prójimo. En la Biblia aprendemos verdades que Dios nos ha revelado para que ajustemos a ellas nuestra vida.

En la Palabra de Dios, en las instrucciones que nos ha dado, hallamos los preceptos bíblicos, los principios espirituales que nos sirven de brújula y nos ayudan a hacer frente a los retos que se nos presentan a diario. Sus palabras transmiten principios que son nuestra guía para relacionarnos con los demás y tomar decisiones, y que nos permiten distinguir entre el bien y el mal. Tales principios determinan nuestra moral, nuestra ética y nuestra actitud frente a la vida, el amor, el mundo, el medioambiente y nuestros semejantes. Si bien la Biblia no trata cada situación que se puede dar en la vida de una persona, sí nos da los principios para navegar por las complejidades de la vida de una forma que agrade a Dios.

Dichos principios espirituales nos sirven de brújula para ese viaje que es la vida. Nos permiten encarar las dificultades con la confianza de que podemos tomar decisiones prudentes y acertadas y de que podemos cultivar una buena actitud frente a la vida y los demás. Nos indican cómo debemos reaccionar antes los obstáculos y conflictos. Nos muestran qué dirección tomar en cada encrucijada.

Nuestra conexión con Dios —la fuente de la vida— y nuestra conciencia de que Él está presente en nuestra vida, junto con las palabras de guía que ha dado a la humanidad y la maravilla de estar en contacto y comunicación con Él, nos permiten llevar una vida ajustada a Sus deseos.

Veamos algunos ejemplos de tales principios:

Por supuesto, hay muchos más. Pero estos son los que quería presentarles aquí.

Consideramos que es nuestro deber vivir conforme a las verdades bíblicas, los principios espirituales, y dárselos a conocer a los demás, a fin de que ellos a su vez entablen una relación con Dios que pueda servirles de guía y sanar las heridas que hayan sufrido. Si todo el mundo entendiera y aplicara los principios de la Palabra de Dios, se evitarían gran parte de los agravios, injusticias, tragedias, carencias y tristezas que tan frecuentes son en el mundo de hoy.

Creemos que cuando el corazón de una persona se transforma por obra del Espíritu Santo a consecuencia de su fe en la muerte y resurrección de Cristo, también cambia espontáneamente su forma de actuar. Cuando uno acepta y entiende la Palabra de Dios y comienza a regirse por los principios espirituales que enseña la Biblia, se convierte en una nueva criatura en Cristo[6]. Eso conduce a una adecuación de su vida con el fin de acomodarse al Espíritu de Dios que está en él. Creemos que esa maravillosa transformación del corazón es la manera más eficaz y duradera de cambiar realmente el mundo, de atender las necesidades de la humanidad, incluso en las situaciones más desesperadas.

Dicha transformación resuelve el trastorno del corazón, la única enfermedad común a todos, la cual tiene su origen en el pecado. La salvación conecta a la humanidad con el Solucionador por excelencia. Dios tiene una promesa y una solución para cada problema nuestro.

Cuando uno entabla una relación personal con Dios, puede solicitarle ayuda y explotar Su magnífico poder. Todas las promesas divinas quedan a su disposición. Tenemos el privilegio de contar con las llaves del reino de los Cielos para acercar a otros a Dios.

Por consiguiente, consideramos que divulgar la Palabra de Dios y Sus enseñanzas sobre cómo se debe vivir constituye una solución práctica para las necesidades más apremiantes del mundo actual. A la hora de satisfacer las necesidades vitales y emocionales de las personas, adoptamos un enfoque holístico: tenemos en cuenta todas las necesidades humanas y buscamos soluciones para todas ellas.

Dios hizo al hombre a Su imagen. Por tanto, no somos meros seres físicos, sino físicos y también espirituales. De ahí que tengamos necesidades tanto espirituales como físicas. Es natural que nos esmeremos por atender nuestras necesidades físicas, pues de lo contrario nos enfermamos y morimos. Más fácil es descuidar las necesidades espirituales, a menos que nos comprometamos a satisfacerlas con regularidad.

Nuestra principal necesidad espiritual es disfrutar de una relación con Dios, nuestro Creador. Tenemos una necesidad innata de comunicarnos con Él, lo cual hacemos por medio de la oración y también escuchando lo que nos dice en Sus palabras y escuchando Su voz cuando nos habla al corazón. Nuestro deseo es conservar esa conexión con Él haciendo lo que Él nos indique. Eso es importante, pues cuando nos concentramos exclusiva o mayormente en lo que Jesús llamó los «afanes de esta vida» y descuidamos nuestras necesidades espirituales, nos desequilibramos.

Como dijo Jesús a Sus discípulos: «¿De qué le servirá al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de su alma?»[7]

Entendemos el enorme valor de satisfacer las necesidades anímicas de una persona, y eso nos motiva a compartir con los demás la riqueza espiritual de la verdad divina que se nos ha confiado.

Consideramos que es preciso tomar medidas espirituales para hallar soluciones a toda la gama de problemas a los que nos enfrentamos a diario. Y creemos que el punto de partida para descubrir esas soluciones y superar las dificultades consiste en presentarle a Dios tales obstáculos y desafíos.

La mayor solución espiritual es la fe, la fe en la realidad de un Dios viviente y el conocimiento de la relación de amor que anhela tener con nosotros. El hecho de encontrar a Dios, establecer una conexión con Él y comprender Su plan para la humanidad nos proporciona gran libertad. Hallamos paz y una alegría profunda y duradera al descubrir que Él nos ama y desea lo mejor para nosotros. Eso nos libera del temor, nos infunde esperanza y le da sentido a nuestra existencia, pues entendemos que Dios nos creó con un propósito.

Otra magnífica solución espiritual para hacer frente a los retos de la vida es la oración. Nuestras oraciones de intercesión, unidas a las de los demás, son capaces de producir cambios que superan nuestras fuerzas y habilidad física. La oración ferviente es oída y da lugar en nuestra vida y en la vida de los demás a milagros —por ejemplo de curación, de provisión y de protección— que no se podrían lograr ni con todo el esfuerzo y el dinero del mundo. Como reza el dicho: «Orar no es lo mínimo, sino lo máximo que se puede hacer».

La alabanza es otra solución espiritual. Hace que nos lluevan más bendiciones espirituales y prácticas. Nos levanta el ánimo y nos pone en una onda positiva. En la Biblia hay muchos relatos que detallan el poder de la alabanza para derrotar a un enemigo físico y alcanzar el triunfo; y hoy en día Dios sigue respondiendo a nuestras alabanzas.

La generosidad es otra solución espiritual que el tiempo ha consagrado. En una época en que tantos pasan dificultades económicas y de todo tipo, la práctica de la generosidad nos granjea bendiciones de Dios. Él nos bendice cuando somos generosos con los necesitados. También nos bendice cuando le entregamos a Él nuestro diezmo y además otras ofrendas y donativos. Los que se han comprometido a hacerlo pueden atestiguar que dar a Dios y a los demás es una solución espiritual que produce resultados prácticos y tangibles.

Nos apasiona dar a conocer las soluciones espirituales que Dios nos ofrece y enseñar esas herramientas de trabajo a los demás a fin de que ellos también tengan acceso directo al poder espiritual que puede mejorar a tantos niveles su vida cotidiana.

Como organización, LFI no posee muchos bienes ni fundaciones que permitan introducir cambios prácticos a gran escala. Nuestra fortaleza radica en presentar soluciones espirituales y satisfacer las necesidades del corazón y del espíritu: dar aliento, hacer una oración, escuchar y ofrecer a Jesús, así como invitar a la gente a entregarle a Dios su vida y ser parte integral del cambio que hace falta hoy en día en el mundo. Tenemos mucha práctica en lo que es discernir la profunda necesidad que hay en el corazón de alguien que sufre. Sabemos reconocer las necesidades del alma y del espíritu y estamos convencidos de que es sumamente importante satisfacer las necesidades espirituales de una persona. Aunque estas en ocasiones no sean evidentes, sabemos que todos tienen una gran carencia, y mientras esta no quede compensada por Jesús y Su amor, sigue habiendo un tremendo vacío.

David, nuestro fundador, lo describió muy acertadamente:

¡Lo que todos necesitan es amor!, un amor que hasta ahora no han conocido, un amor auténtico, sincero, genuino, el verdadero gran amor de su vida, un amor superior a todos los demás, el del Amante por excelencia, ya que Él es el único capaz de satisfacer el profundo deseo que tiene toda alma humana de llegar a ser amada y comprendida plenamente, esa profunda sed del Creador que hay en nuestro corazón.

El corazón de las personas es igual en todas partes del mundo. Nuestros anhelos, nuestros amores, nuestra hambre de Dios y de Su verdad, nuestra ansia de alegría, felicidad y paz interior son universales. Él mismo puso todo eso en nosotros. No podemos ser felices mientras vivamos apesadumbrados, turbados, decaídos y espiritualmente perdidos. El alma humana no puede sentirse del todo satisfecha a menos que esté perfectamente unida al gran Espíritu de amor que la creó, ¡Dios mismo![8]

Formamos parte del equipo de vendedores de las soluciones espirituales de Dios. Ese es nuestro propósito. ¡Algunas personas nunca sabrán que lo que les ha faltado toda la vida es Jesús a menos que nosotros vayamos a la puerta de su casa y se lo presentemos!

Si bien consideramos que la necesidad más grande y profunda de toda persona es la de establecer contacto con Dios por medio de Cristo, para los que están en una situación desesperada también son vitales, por ejemplo, la comida, la atención médica, la vivienda y el acceso a agua limpia, tanto como lo son la libertad, la justicia, la protección y la paz para los que sufren opresión.

Una forma eficaz de satisfacer las necesidades de la gente del mundo que sufre y al mismo hacer buen uso de nuestras cualidades únicas es asociarnos a organizaciones o entidades sin ánimo de lucro cuyo propósito principal sea proporcionar asistencia física y práctica. Estamos muy agradecidos por las organizaciones y ministerios que se dedican y se consagran a atender las necesidades físicas de la gente. Se trata de una labor importantísima, que en el mundo de hoy, con tantos pobres e indigentes, presenta enormes dificultades. Atender a las personas y procurar satisfacer sus necesidades tangibles inmediatas es una manera importante de manifestar el amor de Dios, y algo que Jesús mandó a Sus seguidores que hicieran.

Jesús, en Su ministerio, entendió las necesidades de la humanidad, tanto físicas como espirituales. Por un lado se preocupaba del aspecto físico: daba de comer a los hambrientos y curaba a los enfermos. Pero también se encargaba de lo espiritual, con Sus enseñanzas sobre Dios y Su reino, sobre cómo podemos orar para obtener lo que nos hace falta, sobre el amor hacia nuestros semejantes, sobre cómo podemos vivir con integridad y humildad, sobre la generosidad y el servicio al prójimo.

Las instituciones humanitarias y de beneficencia constituyen una buena plataforma para esa magnífica amalgama. Algunos afiliados a LFI han fundado sus propias entidades sin ánimo de lucro u obras de beneficencia y de esa manera proporcionan asistencia tanto práctica como espiritual a las personas necesitadas de su comunidad, lo cual es maravilloso. Otros se asocian a organizaciones que ya tienen establecido un mecanismo eficaz para distribuir ayuda o prestar algún otro servicio. Los integrantes de LFI, entonces, aportan su habilidad para relacionarse con los demás, manifestar interés, empatizar y ayudar a sobrellevar las cargas y el dolor de los necesitados al tiempo que les ofrecen esperanza, oración y la verdad de la Palabra de Dios.

En ese aspecto, los afiliados a LFI tenemos muchísima experiencia, gracias a nuestros años de labor misionera. Hemos aprendido a trabajar casi con cualquiera, sea cual sea su cultura o raza. Sabemos dar aliento, consuelo y esperanza —y a menudo lo hemos hecho con personas que sufren un dolor profundo o han perdido a un ser querido—, y eso hace mucha falta; y también sabemos ofrecer soluciones espirituales personalizadas, una de las cuales, por supuesto, es establecer una relación duradera con Jesús. Consideramos muy importante satisfacer las necesidades físicas urgentes de la gente, y nos esforzamos por hacerlo; pero nos especializamos en satisfacer sus necesidades emocionales apremiantes, sus necesidades espirituales. Esa es una habilidad peculiar que tenemos. Estamos en una cruzada para hacer un mundo mejor transformando corazones de uno en uno.

Esta es una exhortación de David, nuestro fundador:

¿Opinas que no es posible cambiar el mundo, que ya es tarde, que no tiene remedio, que es una tarea muy grande, muy difícil? Pues ¿por qué no pruebas a cambiar la parte en que vives? Si transformas una sola vida, ya has transformado parte del mundo, y con ello queda demostrado que hay esperanzas de cambiarlo todo. Si se puede transformar una vida, está claro que se puede hacer lo mismo con otras. Todo a partir de una sola persona… que puedes ser tú.

Empieza por tu propio corazón, tu mente, tu espíritu, tu vida, aceptando a Jesús, leyendo Su Palabra y poniendo en práctica sus principios. Por el solo hecho de cambiar tu vida, tu hogar, tu familia, habrás cambiado todo un universo, ¡el tuyo!

Luego juntamente con tu familia puedes tratar de cambiar a tus vecinos y amigos, y a toda persona con quien entres en contacto. Puedes hacer un esfuerzo por acercarte a personas solitarias, insatisfechas, necesitadas, que buscan afecto, que buscan la verdad, que no saben lo que buscan, pero que ansían felicidad, que desean ardientemente saciar el anhelo de su alma vacía, yerma y desolada por falta del agua de la Palabra de Dios y del cálido amor que Él nos brinda.

Puedes empezar haciéndolo de forma individual, tú solo o con tu familia, sembrando semillas día tras día en este y en aquel corazón, realizando actos que denoten amor y hablando de Jesús a los demás. También puedes regalar o recomendar publicaciones cristianas a las personas que conozcas, a fin de ayudarlas a entender la Palabra de Dios. Con paciencia puedes ir plantando semillas de la verdad de la Palabra de Dios en los huecos de los corazones vacíos. Cúbrelas luego con el amor de Dios y confía en que el maravilloso, cálido y amoroso sol de Su Espíritu y el agua de Su Palabra producirán el milagro de una vida nueva.

Puede que al principio no veas más que una diminuta yema, una ramita o un insignificante retoño. ¿Qué es eso comparado con el bosque que hace falta? Pues es el comienzo. Es el principio del milagro de la eclosión de una vida nueva que con el tiempo se desarrollará, crecerá, florecerá y se convertirá en todo un árbol nuevo, majestuoso y robusto, toda una nueva vida, y quizá todo un nuevo mundo[9].

Tal vez no te halles en una situación en que puedas cambiar cientos de vidas; pero si puedes acercarte a una persona, animarla, orar por ella, conducirla a Jesús y darle formación como discípulo, luego ella puede ir y ayudar a otros a cambiar. Esa persona puede acercar a otros a Jesús y convertirlos en discípulos. Los que son padres y transmiten a sus hijos lo que conocen, y los crían con la disciplina y la instrucción que quiere el Señor, están modelando esas almas jóvenes que tienen por delante potencialmente toda una vida de magnífico servicio a Dios y al prójimo.

Cada uno de nosotros tiene un lugar que Dios le ha asignado en el que cumplir su llamamiento y participar en la divina historia universal de rescate, redención y reconciliación.

Hay tantas necesidades a nuestro alrededor, tantas personas desesperadas, que sufren, que han perdido la salud, que han sido pisoteadas. Los desafíos globales a los que nos enfrentamos son sumamente complejos, y somos conscientes de que es muy poco lo que podemos hacer ante tanto dolor. Hasta nuestros más nobles esfuerzos humanos se quedan cortos. Por eso hacemos tanto hincapié en ofrecer soluciones eternas, comunicando a las personas el conocimiento de Jesús que resultará en su salvación. Sabemos que la curación, ayuda o restablecimiento total solo pueden venir de la mano de Dios. Por eso procuramos ser mensajeros Suyos en el mundo y proclamar Su mensaje de esperanza, salvación, amor y paz por medio de Jesús.


[1] Juan 6:63.

[2] 2 Corintios 1:4.

[3] Lucas 4:18.

[4] Hebreos 13:16.

[5] Juan 14:12.

[6] 2 Corintios 5:17.

[7] Mateo 16:26.

[8] Poder diario 1, 29 de mayo de 1981.

[9] Cambia el mundo, enero de 1977.

Leído por Gabriel García Valdivieso. Traducción: Jorge Solá y Antonia López.

 

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