Enviado por Peter Amsterdam
octubre 14, 2014
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[The Spiritual Disciplines: In Conclusion]
Hemos llegado al final de la serie sobre las disciplinas espirituales, habiendo examinado 15 disciplinas que suelen enumerar las personas que escriben sobre el tema[1]. Mi propósito al escribir esta serie fue ofrecer un recurso a quienes desean modelar su vida sobre la de Cristo, vivir de una manera que honre a Dios y aplicar significativamente las enseñanzas de las Escrituras. Como escribió el apóstol Pablo a Timoteo: «Ejercítate para la piedad»[2], pues «gran ganancia es la piedad»[3]; y también: «Sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre»[4]. La práctica de las disciplinas espirituales es una manera de ejercitarse para la piedad, de procurar alcanzarla. Espero que con estos artículos sobre las disciplinas hayas podido hacerte una idea general de lo que son y te hayas convencido de los posibles beneficios de practicarlas.
Después de leer esta serie, puede que estés reflexionando y decidiéndote sobre tu propia práctica de las disciplinas. Quizá te preguntes si tienes que practicarlas todas, o cuáles son las más importantes para ti, o si vas a encontrarte en una situación de desventaja espiritual si no las cultivas todas. La práctica de las disciplinas espirituales toma tiempo y requiere esfuerzo, y como la mayoría andamos bastante ocupados, es posible que no logres ver la manera de introducirlas en tu vida. Aunque la idea te inspire, tal vez te preguntes si en la práctica la cosa va a funcionar y si te vale la pena dedicar tiempo a ello.
Es importante comprender que, a un nivel básico, las disciplinas abarcan elementos de nuestra vida espiritual que cada uno de nosotros debería practicar con regularidad como expresión de su fe. Las Escrituras nos mandan permanecer en la Palabra de Dios, orar, pasar ratos a solas con Dios, evangelizar, confesar nuestros pecados, confraternizar, estudiar y aprender, ser buenos administradores, aprovechar el tiempo de una forma que glorifique a Dios, servir, dar, diezmar, ayunar y adorar. Si bien no dicen explícitamente que debamos celebrar, desde luego contienen ejemplos de celebración. La Biblia no habla directamente de llevar un diario, pero sin duda es algo que puede ser un componente de nuestras alabanzas, adoración y meditación sobre nuestro desarrollo espiritual. En resumidas cuentas, aunque no sea necesario practicarlo todo como disciplinas espirituales, son cosas que los creyentes debemos hacer hasta cierto punto como expresión de nuestra fe.
Practicar algo como una disciplina espiritual significa hacer un esfuerzo deliberado por concentrarnos en ello, comprometernos a hacerlo dinámicamente con la finalidad de tener a Dios en el centro de nuestra vida, madurar en la fe y alinearnos con el Espíritu, la Palabra y la voluntad de Dios.
Si bien todas las disciplinas espirituales pueden ayudarnos a consolidar nuestra relación con el Señor y vivir a imagen de Cristo, no hay que considerar que sea necesario practicarlo todo como disciplina. Puedes practicar algunas o muchas de esas cosas de forma esporádica, y aparte escoger una, dos o más que quieras introducir en tu vida con más fuerza, a modo de disciplina. Y quizá dentro de unos meses o dentro de un año te sientas inclinado a agregar otros elementos que quieras practicar habitualmente.
Cada uno de nosotros es una creación única de Dios, y por consiguiente cada uno se relaciona con Él de la manera que mejor le va. Puede que algunas de las disciplinas no encajen con tu forma natural de ser. Por ejemplo, a una persona muy sociable, a la que le encanta estar con gente, la disciplina del recogimiento y el silencio puede parecerle poco atractiva; en cambio, puede resultarle interesante a alguien que disfruta de la soledad. A una persona cenestésica puede costarle aprender mediante el estudio, mientras que a una estudiosa le puede encantar. Los que son más introvertidos pueden quedarse paralizados de miedo solo de pensar en evangelizar, mientras que una persona con don de gentes puede sentirse muy a gusto haciéndolo.
Cuando vayas a tomar la decisión de concentrarte en una o en varias disciplinas espirituales, lo más probable es que te sientas atraído por las que encajan mejor con tu manera de ser. Me parece estupendo que comiences por probar esas. Te servirá para hacerte una idea de lo que es practicar disciplinas espirituales. Será un buen incentivo para que arranques con fuerza en tu ejercitación para llevar una vida más modelada sobre la de Cristo.
Cuando ya practiques algunas disciplinas que armonicen con tu forma de ser y con las que generalmente te sientas a gusto, quizá quieras pasar a otras que encuentres menos atractivas. Y cuando lo vayas a hacer, considera la posibilidad de reducir el tiempo y el esfuerzo que dedicas a las disciplinas que estés practicando. No es que las tengas que abandonar por completo, porque siempre serán elementos de una sana vida cristiana; pero habiéndote fortalecido en ellas, podrás concentrarte en otros aspectos. Con el ejercicio físico ocurre algo similar: a veces uno se concentra en una parte de su cuerpo que necesita estar más fuerte; pero una vez que esa parte se ha fortalecido, se concentra en otra.
Al igual que con el ejercicio, a veces conviene que nos esforcemos por fortalecer nuestras partes más débiles. Si tenemos tendencia a ser egoístas, quizá nos interese practicar la disciplina del servicio o de la dadivosidad. Si resulta que estamos continuamente con otras personas —amigos, familiares, metidos en las redes sociales para saber cómo les va a todos— o si dedicamos mucho tiempo a diversas formas de entretenimiento, hasta el punto de que no nos queda tiempo para estar a solas con el Señor, tal vez nos venga bien practicar de alguna manera la disciplina del recogimiento y del silencio. Cuando nos sentimos excesivamente confiados u orgullosos de lo mucho que somos capaces de hacer, el ayuno puede recordarnos que somos criaturas débiles que dependen de su Creador. Si el tiempo que dedicamos a la oración ha decaído, o si nos damos cuenta de que rara vez alabamos y adoramos a Dios, el hecho de concentrarnos en esos elementos como disciplinas servirá para reactivar nuestra relación con el Señor.
En ciertas etapas de la vida, la práctica de ciertas disciplinas espirituales puede resultar difícil. Por ejemplo, lo más probable es que a los que tienen niños pequeños les cueste practicar el silencio y el recogimiento. Pasada esa etapa, una vez que sus hijos son mayores y van al colegio, quizá pueden probar ciertas disciplinas que antes les resultaban impracticables. Si atravesamos una temporada de mala salud, tal vez tengamos que renunciar a algunas disciplinas. Inclusive situaciones o cambios temporales pueden llevarnos a suspender su práctica. Por ejemplo, cuando yo viajo a veces decido hacer una pausa en cuanto a algunas disciplinas que practico, pues sé que será muy estresante o casi imposible seguir haciéndolo durante el viaje. Cuando regreso a casa, reanudo la práctica. Las etapas de nuestra vida y las circunstancias que nos rodean pueden afectar nuestra práctica de las disciplinas espirituales.
Para crecer espiritualmente por medio de las disciplinas, no es preciso que las practiquemos todas en todo momento. La vida es una maratón, no un sprint. La práctica de esas disciplinas tiene como finalidad sintonizarnos más con la manera de ser de Dios, fortalecer nuestra relación con Él y ponernos en un estado en que Él pueda propiciar en nosotros el desarrollo espiritual que anhelamos. Nada de eso ocurre de la noche a la mañana; es todo un proceso. Cuando procuramos regirnos por las enseñanzas de las Escrituras, siguiendo las palabras y el ejemplo de Jesús, nos transformamos. Si bien la transformación inicial tiene lugar en el momento en que aceptamos a Jesús como Salvador, el proceso de transformación se extiende a lo largo de toda nuestra vida, sobre todo si nos esmeramos por aplicar la Palabra de Dios a diario. Las disciplinas nos ayudan a hacerlo.
Tú tienes que decidir en consulta con el Señor las disciplinas que vas a practicar y cuándo lo vas a hacer. Si deseas desarrollarte espiritualmente y optas por practicar para ello disciplinas espirituales, puedes tener la confianza de que Él te orientará en cuanto a cuáles practicar, cuándo comenzar y hasta dónde llegar.
Practicar disciplinas espirituales no es una obligación cristiana. No es la única manera de desarrollarnos espiritualmente ni de sintonizar nuestra vida con Dios y Su Palabra. Pero sí es una forma probada de ejercitarnos para la piedad. Al comprometernos a practicar disciplinas espirituales y hacer un esfuerzo en ese sentido estamos tomando conscientemente la decisión de actuar de formas muy concretas con la finalidad de estar más centrados en Dios y comportarnos más como Cristo. Nos convertimos en personas resueltas a ser competentes en su fe, que optan por dedicar tiempo, esfuerzo y energías a desarrollarse en ese aspecto.
Esa competencia a nivel espiritual se adquiere a base de disciplina, práctica, estudio y aplicación. Quienes ansíen andar con Dios, quienes quieran vivir en estrecha sintonía con Él y deseen ardientemente que Su Espíritu se manifieste en ellos, harán bien en seguir la senda de las disciplinas espirituales.
Ruego que los que deseen tener una conexión más profunda con Dios, los que aspiren a ser más como Jesús en sus actividades cotidianas, los que quieran ponerse en una situación que permita que el Espíritu Santo brille aún más a través de ellos, den a las disciplinas espirituales una oportunidad de transformarlos. No se arrepentirán.
Todos los versículos proceden de la Santa Biblia, versión Reina-Valera 95 (RVR 95), © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados.
[1] Lectura asimilativa de la Biblia, oración, buena administración, sencillez, dadivosidad, uso prudente del tiempo, ayuno, silencio y recogimiento, llevar un diario, estudio, confesión, adoración, celebración, servicio, compañerismo y confraternidad, y evangelización.
[2] 1 Timoteo 4:7.
[3] 1 Timoteo 6:6.
[4] 1 Timoteo 6:11.
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