El relato de la Navidad sin tapujos

Enviado por María Fontaine

diciembre 6, 2014

Empieza la temporada navideña. Es probable que se nos presenten numerosas oportunidades de hablar acerca de que el niño en el pesebre es un regalo que —ahora mismo, en la actualidad— tiene gran importancia para la gente. Como para muchas personas la Navidad es un poco más que una fiesta laica, comercializada, hay poco que celebrar para los millones que en el mundo luchan con la pobreza, la injusticia, el caos, el temor y el sufrimiento. Sin embargo, hay esperanza; la vida de alguien puede tener una transformación impresionante, lo que puede infundir fuerzas y llevar alegría donde no las había, y la voluntad de seguir adelante en épocas difíciles, cuando esa voluntad casi ha desaparecido.

A medida que el mundo se vuelve más oscuro, el regalo parece más valioso y la gente que busca la Luz no podrá dejar de verla. «Allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia»[1]. El mensaje cristiano de esperanza, que el poder de Dios puede guardarnos y que Su amor puede vencer lo que sea, cada día se vuelve más atrayente y relevante, a medida que los sucesos quitan a la gente la sensación de seguridad, las alegrías mundanas y hasta las necesidades cotidianas en muchos casos.

Esta Navidad permite que el mensaje de esperanza resuene en tu corazón y que tu vida lo transmita. Deja que tu rostro lo comunique en toda oportunidad. Como seguidores de Jesús que hemos dedicado nuestra vida al Señor y que hemos conocido Su cuidado, apoyo, protección y guía en los buenos y en los malos tiempos, ¡proclamemos el mensaje de que Jesús es nuestra esperanza!

Esta Navidad, divulguemos el mensaje de que hay una respuesta para quienes buscan la verdad y un significado. Di a quien esté dispuesto a escuchar cuál es la razón de tu alegría. Háblale de la esperanza para el mundo que empezó con el nacimiento de aquel niñito en un establo de Belén. Anuncia que Dios amó tanto a la gente que tomó un cuerpo humano a fin de poder experimentar la vida que todos enfrentamos, sin protegerse de sus dificultades y agitación. Habla de que Jesús enfrentó situaciones terribles desde el momento de Su concepción en una cultura en que una madre soltera quedaba marginada de la sociedad. No eligió pasar por esta vida de manera fácil, debido a Su amor por nosotros quiso tener una experiencia plena de la existencia humana: de las inmensas dificultades y las alegrías.

Aprovechemos esta temporada navideña para celebrar que Jesús vino a la Tierra, Dios y hombre, para vivir como uno de nosotros. Atraigamos a la gente hablándole de la historia de Jesús, no como un cuento de hadas en el que todo es agradable, sino como fue en realidad. Contémosle la historia que revela las dificultades que tuvieron Sus padres terrenales. Hablemos de que vez tras vez fueron librados de problemas y de circunstancias peligrosas. Aunque tuvieron que marcharse de su tierra, huir y vivir en el exilio, sin que se dieran cuenta en esos tiempos difíciles se cumplieron las profecías que definieron Su nacimiento, Su vida y, en última instancia, Su muerte y resurrección.

Contemos el relato de la vida del Hijo de Dios, sin adornarlo. Contemos que enfrentó desafíos increíbles, que alteran la vida, y que sufrió una muerte cruel en la cruz para salvarnos a todos. Démosles esperanza en medio de sus dificultades, diciéndoles que Dios hecho carne —Jesús— sufrió plenamente la inhumanidad del hombre para con sus semejantes. Por esa razón Él puede estar aquí mismo, ser un amigo cercano que de verdad entiende las dificultades y temores que enfrentamos en la vida. Quiere permanecer a nuestro lado, apoyándonos y defendiéndonos, pase lo que pase.

Esta Navidad, por medio de nuestro ejemplo y palabras, demostremos que la esperanza existe y que la vida abundante es posible, por medio de Jesús.


Salmo 124 (NTV):

1 ¿Qué habría ocurrido si el Señor no hubiera estado de nuestro lado? Que todo Israel repita:

2 ¿Qué habría ocurrido si el Señor no hubiera estado de nuestro lado cuando nos atacaron?

3 Nos habrían tragado vivos en el ardor de su enojo.

4 Las aguas nos habrían envuelto; un torrente nos habría inundado.

5 Así es, las impetuosas aguas de su furia nos habrían ahogado hasta la vida misma.

6 ¡Alaben al Señor, quien no permitió que nos despedazaran con sus dientes!

7 Escapamos como un pájaro de la trampa del cazador; ¡la trampa se rompió y somos libres!

8 Nuestra ayuda viene del Señor, quien hizo el cielo y la tierra.


[1] Romanos 5:20 NVI.

Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.

 

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