Enviado por Peter Amsterdam
septiembre 1, 2015
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[Formula of Five: Study Tips]
Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría y obtiene la inteligencia[1].
Hace dos años me inscribí en un curso de teología, que me ha servido muchísimo a la hora de preparar las diversas series que he escrito para Rincón de los directores: Lo esencial, Parábolas de Jesús y Jesús, Su vida y mensaje, entre otras.
Como consecuencia, he tenido que pasar una cantidad importante de tiempo estudiando, lo que para mí no es fácil, ya que no soy un estudiante innato ni un lector rápido. En el colegio no tuve un desempeño destacado, particularmente porque le tenía aversión al estudio. Hasta el día de hoy me tengo que esforzar y disciplinar para estudiar. Lo que sí me alegra mucho es que con el tiempo el estudio se me ha ido haciendo más fácil. Eso no ha sido ninguna sorpresa, o no debiera serlo, porque, claro, en la mayoría de las cosas en que uno invierte tiempo, adquiere más destreza; el estudio no es excepción.
Además de los progresos que sí o sí se consiguen al hacer algo repetidamente durante un periodo de tiempo, también he aprendido a aplicar varios consejos o pautas de estudio que me han ayudado. Les relataré enseguida algunos de esos consejos.
Me aventuraría a decir que muchos de ustedes realizan hoy por hoy algún tipo de estudio, ya sea en la universidad o para obtener una certificación en algún área específica. O posiblemente están estudiando para adquirir conocimientos en algún ramo que les resulte de interés, digamos por ejemplo salud y nutrición, cómo educar niños más felices y mejor adaptados, o habilidades prácticas como el arte de hablar en público, diseño web, edición de sonido o video, música u otras actividades.
Dado que mi labor primordial consiste en escribir para LFI, estudio teología; y sé que hay varios de ustedes que atienden espiritualmente a otras personas y por tanto tienen también vocación para estudiar eso, pues les resulta útil en su ministerio. Otros tienen vocación para instruirse en temas que tienen valor y utilidad en el sendero que el Señor los ha llamado a seguir. Ya si incursionan en un nuevo campo laboral, consiguen un nuevo trabajo, se embarcan en un nuevo ministerio o están esforzándose por aprender algo que les reportará beneficios en la vida, de tanto en tanto se verán en situaciones en las que les hará falta estudiar.
Es más, si uno se detiene a pensarlo, se pasa la vida entera aprendiendo, estudiando y progresando, aunque no sea oficial y reglamentariamente. Como dijo David, nuestro fundador: «Aprender, aprender, aprender. No termina nunca. ¡Me encanta!» Qué aburrida sería la vida si no siguiéramos aprendiendo y descubriendo cosas nuevas.
Cuando nos aplicamos y mejoramos a través del estudio, explorando nuevos temas y ampliando nuestro caudal de aptitudes, aumentamos la base de conocimientos y habilidades que poseemos. Eso de por sí nos otorga más vitalidad y más confianza. Si aún no te has embarcado en un rumbo claro de estudio, probablemente lo harás en algún futuro, ya que en esta época del mundo son numerosísimas las posibilidades que tenemos de estudiar y de incrementar nuestra pericia en temas que nos interesan.
Muy bien, veamos algunas ideas para el cultivo de buenos hábitos de estudio. Si vamos a dedicar tiempo a estudiar, es imperativo poner todo de nuestra parte y sacarle el mayor provecho. Claro que los que expondremos a continuación no son los únicos y exclusivos consejos de estudio que existan. En la red se consiguen muchos artículos provechosos sobre el tema; estas simplemente son algunas pautas que me han ayudado a mí. Procuraré ser breve; en todo caso si algún punto les despierta su interés les recomiendo que lo investiguen más a fondo.
Para culminar satisfactoriamente una tarea de envergadura o llegar a dominar cierta especialidad hay que tener claro un porqué. Es motivador tener un propósito y objetivo bien definidos. Así se nos hace más fácil aplicarnos y ejercitar la disciplina necesaria para llevar a cabo una empresa peliaguda, particularmente una que se extiende en el tiempo como es un programa de estudio. Les aconsejo que se tomen el tiempo para aclarar por qué están estudiando y qué objetivo pretenden alcanzar. ¿Cuál es la razón de ser de lo que están haciendo? Conviene poner por escrito la meta con cierto detalle y establecer un marco de tiempo en el que se tiene previsto alcanzarla. Repasen con frecuencia el porqué, diariamente incluso. Visualicen los distintos pasos y acciones que tendrán que realizar e imagínense cumpliendo la meta.
Sobre este particular, el autor Tom Hopkins aconsejó: «Reflexionen en cuánto los van a ayudar esos conocimientos; visualicen los beneficios que sacarán una vez que los posean. Háganse una imagen mental clara y viva que refleje por qué están adquiriendo esas enseñanzas. A partir de ahí, cada vez que estudien las notas o textos, tómense uno o dos segundos para evocar la imagen gráfica de los beneficios que pretenden sacar de ello»[2].
Si siguen esa pauta, cuando tengan ganas de tirar la toalla o los estudios se pongan aburridos, tendrán renovados bríos para seguir adelante, pues recordarán la razón de esos sacrificios y la importancia de mantener el rumbo.
Por más que tengamos una motivación bárbara y una visión clara, todos batallamos con distracciones que tienen un costo enorme. Debemos estar muy alerta para combatir esas distracciones. Eso no es ninguna novedad, pero sí una lucha diaria, particularmente en esta era de dispositivos portátiles que nos dispersan tan fácilmente la atención. He aquí unos consejos interesantes para minimizar distracciones.
Con todas sus buenas intenciones, Pepe Academia aparta toda una noche para concentrarse en sus estudios. He aquí una descripción general del empleo que se le suele dar al tiempo en una noche semejante.
A las 7 p.m. Pepe está listo para emprender sus estudios, pero por una leve pesadez de estómago decide ponerse a ver televisión un rato. El rato se alarga y acaba siendo una hora. A las 8 p.m. se sienta en su escritorio, pero se levanta al instante porque se acuerda de que prometió llamar a su novia. Esto liquida otros 40 minutos —no había hablado con ella todo el día—. Recibe otra llamada que le quita otros 20 minutos. Camino a su escritorio Pepe se distrae y se pone a jugar un partido de ping-pong. Pasa otra hora. El ping-pong lo hace sudar, por lo que se da una ducha. Entonces tiene ganas de comerse un bocado…
Así la noche que programó con tan buenas intenciones se le esfuma. Por fin, a la una de la madrugada abre el libro, pero ya con tanto sueño que no puede absorber la materia. Termina rindiéndose por completo. A la mañana siguiente le dice al profesor: «Ojalá no sea usted muy duro conmigo. Estudié hasta las dos de la mañana para este examen».
Pepe Academia no se puso en acción porque le tardó demasiado prepararse para entrar en acción. Y no es el único estudiante víctima de preparación excesiva. Pepe Ejecutivo, Pepe Profesional y Pepa Ama de Casa pecan de lo mismo: con demasiada frecuencia tratan de prepararse con charlas de oficina, pausas para tomarse un cafecito, sacarle punta a los lápices, leer, atender asuntos personales, despejar el escritorio, ver tele y otra infinidad de evasivas.
Sin embargo, es posible romper ese hábito. Puedes decirte a ti mismo: «Estoy en condiciones de empezar en este momento. No saco absolutamente nada con posponer la tarea. Más bien me pongo con ella».
Y cuando empieces, concéntrate. Que tu tiempo de estudio sea productivo. No te quedes ahí mirando la página mientras divagan tus pensamientos. Ni dejes que el tiempo se te escurra solo para poder decir luego que estabas estudiando[3].
Existen varias pautas de carácter práctico que nos pueden hacer más provechosos los ratos de estudio. He aquí algunas:
Es muy posible que si te has embarcado en un itinerario de estudio estés asumiendo una carga de trabajo mayor que la ya acostumbras llevar. Es decir, que el estudio es una actividad suplementaria. Eso significa que estudias de noche, temprano en la mañana y los fines de semana. Esa carga extra alimenta el estrés y puede significar que muchas veces se termine trabajando hasta altas horas de la noche. Si bien eso a veces es inevitable, no podemos mantener ese plan a largo plazo. Tener una agenda extremadamente apretada y dormir poco no es ninguna insignia de honor. Es mucho más saludable y productivo descansar y dormir todo lo que haga falta. Además, en términos prácticos, es de crucial importancia para tener éxito en los estudios.
Es casi imposible estudiar eficazmente cuando se tiene sueño. Encima, la falta de sueño hace pesada la tarea. No solamente amarga la existencia; el déficit de sueño impide al cerebro procesar debidamente la información. Tara Parker-Pope, cronista del New York Times, escribió:
El sueño es un factor importante para el buen estudio. La primera mitad del ciclo de sueño ayuda con la retentiva de datos; la segunda mitad incide en las habilidades matemáticas. Es decir que un alumno que tiene un examen en un idioma extranjero debe acostarse temprano para potenciar la retención de datos durante el sueño y luego, en la mañana, debe hacer un repaso. En cambio, para los estudiantes de matemáticas, la segunda mitad del ciclo de sueño es la más importante. Lo mejor en su caso es repasar antes de acostarse y luego dormir más en la mañana para permitir que el cerebro procese la información.
«El sueño es el finalizador del aprendizaje [según Benedict Carey, cronista de ciencias del New York Times]. El cerebro se apresta a procesar, categorizar y solidificar lo que has estado estudiando. Una vez que te cansas, el cerebro te está diciendo que no puede más.»[5]
Por eso, si te cuesta hacer progresos en tus estudios o no obtienes los resultados deseados, observa tu programa de actividades. ¡Quizá debas darte más tiempo para esa actividad sencilla, espléndida y rejuvenecedora como es dormir!
El último apartado de este pentálogo tiene que ver con los límites que nos imponemos nosotros mismos a la hora de aprender. Con frecuencia nos decimos —o decimos a otros—: «Yo no sirvo para las matemáticas» o «no tengo habilidad para aprender idiomas» o «nunca le ha agarrado la onda a la cocina» o a las computadoras, al ejercicio o lo que sea. Muchos creemos que tenemos lo que se llama un «conjunto de aptitudes fijas»; o sea que poseemos ciertos dones innatos, que nacimos con ciertas inclinaciones, y que, a la inversa, tenemos también ciertas desventajas innatas y que nada se puede hacer para revertir eso. Es lo que es. Pero eso no es así.
Carol Dweck, profesora e investigadora de la Universidad de Stanford es célebre por su trabajo sobre el contraste entre la mentalidad rígida y la mentalidad de desarrollo. Escribió lo siguiente:
Los estudiantes de mentalidad rígida creen que sus habilidades elementales, su inteligencia y sus aptitudes son rasgos fijos. Los poseen en cierta medida y punto. Se imponen entonces la meta de aparentar siempre que son inteligentes y nunca tontos. En cambio, los estudiantes con mentalidad de desarrollo se hacen cargo de que sus aptitudes y habilidades se pueden fomentar a través del esfuerzo, la buena enseñanza y la persistencia. No necesariamente piensan que todo el mundo es igual o que nadie puede ser Einstein; pero sí consideran que todo el mundo puede adquirir mayor lucidez si ponen empeño[6].
Las investigaciones en sicología y neurociencia otorgan cada vez más validez a la mentalidad de desarrollo. Estamos descubriendo que el cerebro posee más plasticidad con el tiempo de lo que nos habíamos imaginado; que los aspectos fundamentales de la inteligencia pueden realzarse con el aprendizaje, y que la dedicación y la persistencia de cara a los obstáculos son ingredientes clave para un rendimiento excepcional[7].
Adoptar una mentalidad de desarrollo y crecimiento nos otorga una enorme ventaja. Estaremos más dispuestos a embarcarnos en empresas difíciles y probar cosas nuevas con la expectativa de buenos resultados. Procuraremos rendir al máximo de nuestras posibilidades avanzando a paso firme, enfocándonos en el proceso, cumpliendo el horario y logrando el objetivo de no darnos por vencidos. No pongamos límites a lo que somos capaces de hacer.
James Clear, joven atleta, escritor y emprendedor, lo expresa así:
Les soy franco: Son los actos que realizas diariamente los que cambiarán el concepto que tienes de ti mismo y los que determinarán qué persona llegarás a ser. Implica fijar un horario, presentarse a trabajar y hacerlo con regularidad. Más que preocuparse por obtener el resultado indicado, hay que poner el foco en forjarse la identidad adecuada.
Según mi experiencia, los hábitos basados en la identidad cuadran perfectamente con las investigaciones de Dweck y sus contemporáneos. Cuando permites que los resultados te definan —tus dotes, tus puntajes en las pruebas, tu peso, tu trabajo, tu rendimiento, tu aspecto— te conviertes en víctima de una mentalidad rígida. En cambio, cuando te haces presente todos los días con dedicación y te concentras en cultivar hábitos tendentes a formar una mejor identidad, ahí sí aprendes y te desarrollas. Así se perfila una mentalidad de desarrollo en el mundo real.
…La destreza es algo que se puede cultivar, no simplemente algo innato. Puedes adquirir mayor ingenio e inventiva, mayor inteligencia, capacidad atlética o artística y obtener mayores éxitos concentrándote en el proceso y no en los resultados[8].
Si ponemos la mira en nuestras acciones cotidianas en lugar de estar motivados por resultados, a la postre obtendremos el trofeo: los resultados que buscamos. Pero para ello es preciso establecer un procedimiento de hábitos diarios productivos y seguir un proceso que nos ayude a avanzar sin rendirnos cuando estemos bajos de ánimo, cansados, aburridos o distraídos. Cultivar una mentalidad de desarrollo nos hará mucho bien. Con el tiempo aprenderemos, nos desarrollaremos como personas y alcanzaremos las metas que nos hayamos propuesto.
Repasemos, pues, el pentálogo de pautas de estudio:
¡Aspiremos a lo más alto! ¡Aferrémonos a las promesas de Dios y tengamos convicción en que podemos hacerlo! ¡Querer es poder! Dios nos ayudará. Este es un buen modo de abordar, no solo nuestras metas de estudio, sino todo aspecto importante de nuestra vida.
[1] Proverbios 3:13 (rvr 1995)
[2] How to Master the Art of Selling (New York: Warner Books, 2005).
[3] Pensar en Grande: La Magia del Éxito (Herrero Hnos., 1999).
[4] Barbara Oakley es escritora y profesora de Ingeniería en la Universidad de Oakland, Michigan. Escribió Abre tu mente a los números: cómo sobresalir en ciencias aunque seas de letras. (RBA, 2015).
[5] Tara Parker-Pope, “Better Ways to Learn”, New York Times, 6 de octubre de 2014.
[6] Según la citó James Clear en “How Your Beliefs Can Sabotage Your Behavior (And What You Can Do About It)”.
[7] Carol S. Dweck, “The Perils and Promises of Praise”, Educational Leadership 65.2 (2007): 34–39. Se obtuvo acceso al artículo el 12 de marzo de 2015.
[8] Clear, “How Your Beliefs”, tomado de su blog. Énfasis añadido.
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