Enviado por Peter Amsterdam
enero 10, 2017
[More Like Jesus: Gratitude (Part 1)]
Volvernos más como Cristo significa llegar a ser mejores cristianos mediante una aplicación más resuelta de las enseñanzas de las Escrituras, acompañada de la guía y gracia del Espíritu Santo. Esa aplicación de las Escrituras tiene dos vertientes. Por un lado, se trata de renunciar a la impiedad y creer que lo que la Biblia llama pecado es, en efecto, pecado, por lo que se debe resistir y superar tanto como sea posible. Por otro, consiste en vestirnos de Cristo[1], en abrazar las virtudes cristianas que se mencionan en las Escrituras, los frutos del Espíritu, y conducirnos de un modo que refuerce en nosotros tales virtudes.
Crecer en los atributos divinos es tarea de toda una vida. Es preciso tener la intención de cambiar, dedicación y la voluntad de hacer un esfuerzo continuo por modificar para bien nuestras acciones, pensamientos, deseos y posturas. Se trata de una transformación espiritual, una renovación de nuestra mente, una conversión en nuevas criaturas, con tesón, conforme a la exhortación que dice: «En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, […] renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad»[2].
En anteriores artículos ya vimos cuál es el fundamento de la imitación de Cristo y del carácter cristiano. También examinamos el concepto de pecado y santidad. El resto de esta serie se centrará en los diversos atributos y virtudes que nos ayudan a volvernos más como Cristo y en los pecados que nos lo impiden.
Como punto de partida de nuestro estudio de tales atributos abordaré la gratitud, así como algunas virtudes asociadas como el contentamiento y la generosidad. También veremos ciertos rasgos que neutralizan la gratitud, como la codicia, la envidia y la avaricia. Escogí la gratitud como punto de partida tras leer Cultivating Christian Character, de Michael Zigarelli[3]. Él encuestó a 5.000 cristianos y descubrió indicaciones de las virtudes que parecen contribuir al desarrollo y perfeccionamiento del carácter cristiano. Identificó tres atributos que parecen ser componentes esenciales de la imitación de Cristo.
Escribe:
Son tres los atributos que mejor explican en qué se diferencian los cristianos muy virtuosos de los medianamente virtuosos. Tales atributos —tres pilares del éxito— son la gratitud, el gozo de vivir y el teocentrismo. […] Los cristianos que han plantado esas tres semillas en su estilo de vida tienen muchas más probabilidades de cosechar el máximo carácter cristiano, […] de ver en sí mismos manifestaciones del fruto del Espíritu. Otras virtudes cristianas fundamentales pero esquivas (p. ej., el amor, la paz interior, la paciencia, la bondad, la generosidad, la fidelidad, la afabilidad, el autocontrol, la compasión y la capacidad de perdonar) brotan de las raíces de la gratitud, el gozo de vivir y el teocentrismo[4].
En la imitación de Cristo, la gratitud es clave por ser una virtud raíz, una que produce en nosotros otras virtudes cristianas. Tiene un efecto transformador en nuestra manera de ser. Si bien vamos a examinar la virtud de la gratitud desde una perspectiva cristiana, en campos como el de la sicología y la superación personal está ampliamente reconocido su efecto beneficioso en la salud y en el bienestar emocional, social y sicológico, entre otras cosas. Se la considera universalmente un elemente básico para disfrutar de una vida mejor y más feliz. Entre sus beneficios está el volvernos más optimistas, espirituales, resilientes, tranquilos y amigables; menos materialistas, egocéntricos y envidiosos; y el ayudarnos a tener mayor autoestima, dormir mejor, conservar mejores recuerdos, disfrutar de un mejor matrimonio, más amigos y relaciones más profundas, y contar con más energías.
Aparte de tener esos efectos beneficiosos, la gratitud es un elemento clave para volvernos más y más como Cristo, sobre todo cuando se cultiva simultáneamente con el gozo y el teocentrismo. (El concepto de teocentrismo ya se trató en un artículo anterior, La base de la semejanza con Cristo.) Si bien la gratitud, el gozo y el teocentrismo por separado pueden ayudarnos a adquirir un carácter más cristiano, al practicarlas conjuntamente generan en nosotros un desarrollo mucho mayor en ese sentido. Esa combinación de gozo, teocentrismo y gratitud se observa en algo que escribió el apóstol Pablo:
Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es Su voluntad para ustedes en Cristo Jesús[5].
La gratitud se expresa en las Escrituras mediante las palabras agradecimiento y acción de gracias. Se basa en el concepto de que, en todas partes y en toda situación, el pueblo de Dios debe estar continuamente dando gracias a su Creador y Redentor. En el Antiguo Testamento, la acción de gracias se expresa por lo general mediante la palabra hebrea todá, que se traduce como «agradecimiento» o «acción de gracias». Es también como se dice «gracias» en hebreo moderno. El término todá aparece más que nada en el libro de los Salmos, que contienen bastantes alabanzas y expresiones de gratitud a Dios[6].
El Nuevo Testamento está también lleno de pasajes en los que se expresa agradecimiento a Dios, así como de instrucciones para hacerlo. Está el ejemplo que dio Jesús de dar gracias[7], y los creyentes que daban gracias a Cristo[8], por medio de Él[9] y en Su nombre[10]. Dice también que daban gracias antes de comer[11], por la provisión de sus necesidades básicas[12], por el amor manifestado por otros[13], por ser liberados del pecado que moraba en ellos[14], por el triunfo sobre la muerte y el sepulcro[15]. De hecho, se nos manda dar gracias a Dios por todo[16] y siempre[17]. La gratitud debería permear toda nuestra vida. Si bien expresamos también nuestra gratitud a otras personas, nuestra mayor gratitud debería ser hacia Dios, que nos ha dado vida.
Cuando nos concentramos en cultivar la gratitud, nuestra visión de la vida cambia, ya que con el tiempo da lugar a un nuevo contexto o una nueva lente a través de la cual interpretamos nuestras circunstancias. Comenzamos a ver nuestras experiencias y todo lo que tenemos a la luz del amor de Dios, lo cual es motivo de agradecimiento. Eso cambia nuestra perspectiva, ya que nos damos cuenta de que, sea cual sea nuestra situación, podría estar peor, y no lo está. Eso no significa que no hagamos lo posible por mejorarla, sino que la vemos con una actitud agradecida: agradecidos por lo que tenemos, por estar vivos, porque aunque no gocemos de abundancia y no tengamos lo que otros tienen, tenemos suficiente.
En cierto modo, la gratitud es una mentalidad, una cosmovisión. Sean cuales sean nuestras circunstancias, escogemos verlas a través del lente de nuestro agradecimiento a Dios por Su amor, Sus cuidados y Su provisión. En vez de compararnos con otros o lamentarnos por lo que nos ha tocado en suerte en la vida, le agradecemos lo que tenemos. Eso requiere una nueva manera de ver las cosas, centrando nuestros pensamientos en las bendiciones que hemos recibido y no en lo que nos falta, sin hacer cábalas sobre lo mucho mejor que nos iría si tan solo tal y cual. La gratitud nos hace querer lo que tenemos, estar contentos cualquiera que sea nuestra situación y darle frecuentemente gracias a Dios por las bendiciones que nos ha concedido, sean estas escasas o abundantes.
Para llegar a tener una actitud agradecida es preciso que condicionemos nuestra mente para rechazar los pensamientos que nos hagan estar descontentos con nuestras circunstancias y envidiosos de los demás. Cuanto más nos comparamos con otros y deseamos lo que ellos tienen, más insatisfechos nos sentimos con nuestra situación. Eso crea en nosotros una actitud envidiosa, que no nos permite reconocer el amor y la providencia de Dios para con nosotros y nos lleva a ser desagradecidos con lo que Él ha hecho y sigue haciendo en nuestra vida. Si no nos liberamos del descontento y la envidia, nos quedamos atrapados en una mentalidad que nos priva de la alegría y la dicha que produce en nosotros la conciencia de la presencia y las bendiciones divinas.
¿Cómo se adquiere una actitud agradecida? Para empezar, tenemos que esforzarnos por erradicar la envidia, el deseo de lo que tienen otros, el resentimiento o la infelicidad que nos invade cuando nos comparamos con alguien que nos parece que está mejor que nosotros, tiene más éxito o posee cualidades o bienes que nos gustaría tener. En el Antiguo Testamento se expresa como codicia:
No codiciarás […] ni desearás […] cosa alguna de tu prójimo[18].
En el Nuevo Testamento, la envidia está entre los pecados de los que se nos previene tanto en los escritos de Pablo como en los de Pedro[19]. (En un futuro artículo hablaremos más de la envidia.)
Zigarelli con su encuesta descubrió que los cristianos con un puntaje más alto en gratitud eran los que aprendían a sentirse satisfechos y rara vez deseaban lo que otros tenían. A lo largo del día se acordaban frecuentemente de lo mucho que Dios los había bendecido. Es interesante observar que en la encuesta los más agradecidos solían pertenecer a un estrato económico bajo, por lo que no eran sus bienes materiales los que motivaban o sustentaban su actitud agradecida.
Zigarelli escribe:
[La gratitud] está motivada por la adecuada perspectiva de las cosas, por una visión clara y una conciencia permanente de lo que Dios nos ha concedido. Los cristianos muy virtuosos son sabedores en todo momento de la abundancia de que disfrutan, independientemente de cómo sea su día a día. Han educado su mente para pensar en la abundancia que hay en su vida y no en las carencias. Y ese hábito —el de tener la perspectiva adecuada— es lo que los transporta a un nivel superior de gratitud y carácter[20].
Una actitud agradecida emana de la confianza en el infalible amor de Dios por nosotros. Con frecuencia nos cuesta sentirnos agradecidos cuando atravesamos adversidades, cuando la vida no parece tener sentido y nuestras oraciones a primera vista no obtienen respuesta. Pero una actitud agradecida no depende de lo que suceda a nuestro alrededor, sino que está anclada en la confianza de que Dios nos ama y oye nuestras oraciones, y la convicción de que, aunque no cambien las circunstancias, siempre hay algo por lo que estar agradecidos, aun en la peor situación.
Una manera de cultivar la gratitud es anotar todo aquello por lo que estamos agradecidos. Un diario de gratitud nos ayuda a tener presentes nuestras bendiciones, a pensar en ellas. Eso contribuye al desarrollo de una mentalidad positiva y agradecida. Aunque todos, en nuestra vida cotidiana, tenemos cosas por las que estamos agradecidos, rara vez hacemos una pausa para tomar conciencia de nuestro agradecimiento. Al no reconocer esas cosas, no quedan registradas en nuestra mente como bendiciones, como cosas por las que estamos agradecidos.
Hace poco comencé un diario de ese tipo, y me he quedado sorprendido ante la multitud de cosas por las que estoy agradecido y en las que muy pocas veces pensaba. Me paso el día rodeado de bendiciones —comida, ropa, vivienda, una esposa amorosa, amigos, trabajo, un clima agradable, salud, etc.—; pero hasta que no empecé a anotar cada día cinco cosas por las que estaba agradecido, rara vez me daba cuenta de las muchas bendiciones de que disfruto. Por supuesto, con frecuencia daba gracias al Señor por ellas, pero en términos generales. He comprobado que al anotar hechos concretos que me han sucedido, o cosas habituales que suponen una bendición para mí, me he vuelto más consciente de las bendiciones que he recibido y más agradecido al Señor por numerosas cosas específicas que durante muchos años había dado por sentadas. Aun en el poco tiempo que llevo haciendo esto, he visto que mis reacciones están cambiando. Ayer mismo me enteré de que debía pagar una cuenta que no tenía prevista, y mi primera reacción fue quejarme; pero poco después reformulé mis pensamientos y le agradecí al Señor que tuviera fondos para pagarla. Pasé de quejarme a estar agradecido. Y me sentí mucho mejor.
Nuestras vidas están llenas de cosas, pequeñas y grandes, que podemos reconocer como bendiciones de Dios: nuestros dones y talentos, las metas que hemos alcanzado, las oportunidades que se nos han presentado, nuestra salud, y muchas más. Algunas son más prosaicas, como tener el auto arreglado, comida en la mesa, agua que sale de la llave, y un inodoro. También están nuestros familiares y amigos que nos aman, y las personas que nos han ayudado o han cuidado de nosotros de alguna manera. Las cosas por las que podemos estar agradecidos son innumerables, pero a menudo no nos tomamos la molestia de reconocerlas. Un diario nos ayuda a hacer eso. Al llevar un diario, vamos educando nuestra mente para que reconozca esas cosas, y con el tiempo nuestra actitud cambia y la gratitud se convierte en parte integral de nuestra personalidad, lo cual nos conduce a una mayor semejanza con Cristo.
Según el estudio de Zigarelli, otro paso que podemos dar para llegar a ser más agradecidos es ayunar periódicamente. Él descubrió que el ayuno es una de las disciplinas espirituales que ayudan a la gente a cultivar una firme y continua gratitud. Los cristianos ayunan por diversos motivos: para conferir más fuerza a sus oraciones, cuando buscan la guía divina, en momentos de profunda pena, cuando buscan liberación o protección, o para vencer tentaciones[21]. Y hay dos más —para humillarse ante Dios y para expresar el amor y la veneración que sienten por Él— que parecen ser los más estrechamente relacionados con la gratitud. Cuando ayunamos como acto de humildad ante el Señor, nos volvemos intensamente conscientes de que dependemos de Él y nos sentimos agradecidos por el hecho de que provea para nuestras necesidades y nos cuide. El ayuno como expresión de nuestro amor y nuestra veneración de Dios es un acto de devoción. Es reconocer que Él es nuestro Creador, quien da la vida y la sostiene. El ayuno nos ayuda a ser más conscientes de nuestra dependencia de Él y más agradecidos por cómo nos cuida. Puede ayudarnos a valorar más a Aquel que nos mantiene vivos y darle las gracias.
Existe también un vínculo entre confesar nuestros pecados y una mayor gratitud. Presentarle frecuentemente nuestros pecados a Dios nos sirve para recordar nuestra imperfección y Su misericordia. El sabernos perdonados y beneficiarios de Su misericordia genera en nosotros un sentimiento de gratitud. Eso a su vez puede conducir a un ciclo habitual de buscar Su perdón. Confesarle al Señor nuestros pecados forma parte del proceso de despojarnos del viejo hombre y revestirnos «del nuevo. Este, conforme a la imagen del que lo creó, se va renovando hasta el conocimiento pleno»[22].
Tener presentes a los pobres en nuestras oraciones también puede volvernos más agradecidos. Al orar por los que tienen menos que nosotros, nos acordamos de lo difícil que es la vida para algunos y nos sentimos agradecidos por la nuestra. Orar por refugiados que han tenido que dejarlo todo y arriesgar su vida para llegar a un sitio seguro nos ayuda a enfocar más objetivamente nuestra propia situación.
Zigarelli escribe:
De pronto, nuestro marco de referencia es la viuda empobrecida, el niño hambriento, el padre sin trabajo, el bebé enfermo, el refugiado al que la guerra obligó a abandonar su país, el vecino del Tercer Mundo sin electricidad ni agua corriente. Orar a diario por esas personas es una práctica que alumbra nuestra propia existencia con la resplandeciente luz de la providencia divina, de resultas de lo cual puede producirse en uno una serie de cambios impresionantes. La envidia da lugar a la satisfacción; el resentimiento, al contentamiento; las quejas, a la alabanza. El catalizador de todo ello es la gratitud, que nace de una perspectiva más diáfana adquirida a través de la reflexión en la situación de los pobres[23].
Los cristianos hemos recibido la mayor de las bendiciones: la salvación, el conocimiento de que viviremos eternamente con Dios. Disfrutamos de una relación con el Creador y sostenedor de todas las cosas. Nuestro Dios es también nuestro Padre, que sabe lo que necesitamos y promete cuidar de nosotros. Sean cuales sean nuestras circunstancias, estamos en Su presencia. Nuestra vida debería estar llena de gratitud, de agradecimiento a Dios. Y como no es ese nuestro estado natural, debemos ir desarrollando esa virtud. Al hacerlo, al esforzarnos por cultivar la gratitud, iremos pareciéndonos más a Cristo.
(En la segunda, tercera y cuarta parte seguiremos con el tema de la gratitud.)
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.
[1] Romanos 13:14.
[2] Efesios 4:22–24.
[3] Michael Zigarelli, Cultivating Christian Character (Colorado Springs: Purposeful Design Publications, 2005).
[4] Zigarelli, Cultivating Christian Character, 24.
[5] 1 Tesalonicenses 5:16–18 (NVI).
[6] E. E. Carpenter y P. W. Comfort, Glosario Holman de términos bíblicos: Exposición de importantes expresiones hebreas y griegas (Nashville, EE. UU.: B&H Español, 2003).
[7] Mateo 11:25, 26:27; Juan 11:41.
[8] 1 Timoteo 1:12.
[9] Romanos 1:8; Colosenses 3:17; Hebreos 13:15.
[10] Efesios 5:20.
[11] Juan 6:11; Hechos 27:35.
[12] 1 Timoteo 4:3,4.
[13] 2 Tesalonicenses 1:3.
[14] Romanos 7:23–25.
[15] 1 Corintios 15:55–57.
[16] 1 Tesalonicenses 5:18.
[17] Efesios 5:20.
[18] Deuteronomio 5:21.
[19] Gálatas 5:21; 1 Timoteo 6:4; Tito 3:3; 1 Pedro 2:1.
[20] Zigarelli, Cultivating Christian Character, 31.
[21] Esta enumeración está tomada de Disciplinas espirituales: El ayuno, en Rincón de los Directores.
[22] Colosenses 3:9,10.
[23] Zigarelli, Cultivating Christian Character, 36.
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