Más como Jesús: Gozo (2ª parte)

Enviado por Peter Amsterdam

abril 4, 2017

[More Like Jesus: Joy (Part 2)]

Mientras estudiaba sobre el gozo cristiano me pareció interesante que este se halla íntimamente ligado a la fe, la esperanza y la gratitud. Como ya mencioné en el primer artículo sobre el tema, para un creyente, el gozo o alegría están vinculados a una perspectiva de la vida a largo plazo basada en la fe en Dios, la confianza en lo que nos ha expresado a través de la Escritura y la noción de que nuestra vida terrenal es apenas la fase inicial de nuestra eterna relación con el Señor.

Nuestro gozo se basa en la fe que depositamos en lo que nos enseña la Escritura, a saber: que Dios es nuestro Creador; que aunque la humanidad está distanciada de Él por culpa de nuestros pecados, ha allanado el camino para que nos reconciliemos con Él mediante la muerte expiatoria de Jesús y el perdón de nuestros pecados; que gracias a esa reconciliación, entablamos relación con Él, Su Espíritu mora dentro de nosotros y nuestro vínculo perdura por la eternidad.

Nuestra fe en Dios y profunda confianza en Sus promesas de salvación, reconciliación, el alojamiento del Espíritu Santo dentro de nosotros y el fruto definitivo de nuestra salvación —la eternidad con Dios— contribuye a darnos paz interior y una perspectiva optimista y serena del futuro. Nuestras creencias generan esperanza —la expectativa de un futuro halagüeño— y propician que vivamos con gozo.

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por Su gran misericordia y mediante la resurrección de Jesucristo nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, para que recibamos una herencia incorruptible, incontaminada e imperecedera. Esta herencia les está reservada en los cielos a ustedes, que por medio de la fe son protegidos por el poder de Dios, para que alcancen la salvación, lista ya para manifestarse cuando llegue el momento final[1].

Para que sepan cuál es la esperanza de Su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos[2].

La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a toda la humanidad, y nos enseña que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, mientras aguardamos la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo[3].

La gratitud tiene parentesco con el gozo. Cuando estamos agradecidos por lo que Dios ha hecho por nosotros… cuando ponemos el foco en Su bondad, amor y atención, y nos contentamos con Sus bendiciones, tenemos motivo para regocijarnos. Estar agradecidos por las bendiciones que Dios nos otorga contribuye a que vivamos con gozo, toda vez que adoptamos una actitud positiva hacia la vida.

La alegría es una reacción a la acción de Dios en nuestra vida: a Sus bendiciones, presencia, promesas; la relación que mantenemos con Él; el hecho de que somos Sus hijos. Es un modo de responder a lo que Él representa y a Su actuar en nuestra vida, a Su amor.

A quien sin haber visto, ustedes lo aman, y a quien ahora no ven, pero creen en Él, y se regocijan grandemente con gozo inefable y lleno de gloria[4].

Dado que el gozo es una reacción a lo que es Dios y a las bendiciones de las que gozamos con Él, y no a nuestras circunstancias, puede crecer y estar saludable aun en tiempos de pesar y sufrimiento.

Nos gloriamos en las tribulaciones[5].

Ustedes se hicieron imitadores nuestros y del Señor cuando, a pesar de mucho sufrimiento, recibieron el mensaje con la alegría que infunde el Espíritu Santo[6].

En medio de una gran prueba de aflicción, abundó su gozo, y su profunda pobreza sobreabundó en la riqueza de su liberalidad[7].

Como entristecidos, pero siempre gozosos[8].

No es fácil regocijarnos en nuestras penas. Es más, en términos generales, no es natural estar gozosos y regocijándonos constantemente. Así y todo, la Escritura reza: Estad siempre gozosos[9]. Muchos queremos cultivar un espíritu alegre, pero no es algo que podamos hacer por virtud propia. La alegría o gozo es un fruto del Espíritu, y para cultivarlo es preciso izar nuestras velas de modo que el aliento del Espíritu nos impulse con rumbo al gozo.

Una forma de izar nuestras velas es leer, absorber y llevar a la práctica las enseñanzas de la Escritura. Dirigiéndose a Sus discípulos poco antes de Su crucifixión, Jesús dijo:

Si guardan Mis mandamientos, permanecerán en Mi amor, así como Yo he guardado los mandamientos de Mi Padre y permanezco en Su amor. Estas cosas les he hablado, para que Mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea perfecto[10].

Cuando nos asaltan las olas, vientos y tempestades de la vida, hallamos gozo sabiendo que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito[11]. Encontramos consuelo y fe para soportar las dificultades que enfrentamos y ser victoriosos en tanto que fijamos los ojos en las promesas de la Palabra de Dios:

Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse[12].

Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él los exalte a su debido tiempo. Depositen en Él toda ansiedad, porque Él cuida de ustedes[13].

Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman[14].

Oír la voz del Señor y el consuelo del Espíritu Santo en versículos de este estilo nos da esperanza en momentos de prueba. Esa esperanza puede inspirar gozo, sabiendo que Dios está siempre ahí, aun en medio de nuestras aflicciones.

Yo soy el Señor, tu Dios, que sostiene tu mano derecha; Yo soy quien te dice: «No temas, Yo te ayudaré»[15].

Al leer la Biblia, el Espíritu de Dios se vale de la Escritura para hablarnos al corazón, consolarnos y guiarnos, y así insuflarnos fe y esperanza, que sirven de peldaños para alcanzar el gozo. Hacemos lo que podemos permaneciendo en la Palabra de Dios, y el Espíritu se mueve en nosotros para comunicarnos alegría.

Cultivamos el gozo depositando nuestra confianza en Dios. Ser digno de confianza es parte de la esencia de Dios, parte de Su carácter. A lo largo de las Escrituras se nos exhorta a poner en Él nuestra confianza. Confiar en Él significa ponernos al cuidado de Él, sabiendo que nos ama y vela por nuestros mejores intereses.

En Él se alegrará nuestro corazón, porque en Su santo nombre hemos confiado[16].

Tú, Señor, eres mi esperanza, mi refugio[17].

En ti confían los que conocen Tu nombre, porque Tú, Señor, jamás abandonas a los que te buscan[18].

Bendito es el hombre que confía en el Señor[19].

La confianza conduce a la esperanza, y la esperanza al gozo.

Potenciamos nuestro gozo cuando cultivamos agradecimiento y gratitud ante cualquier situación en la que nos encontramos.

Den gracias a Dios en toda situación, porque esta es Su voluntad para ustedes en Cristo Jesús[20].

Sean o no agradables nuestras circunstancias, debemos mostrarnos agradecidos. Eso no quiere decir que debemos agradecer las circunstancias difíciles que se nos presentan, pero sí dar gracias en medio de cada circunstancia, sea buena o sea mala. La Escritura nos enseña a dar gracias al Señor por obrar para bien en nuestras actuales circunstancias, sabiendo que Él no nos dará cargas que no podamos sobrellevar y que Su gracia nos basta para poder sobrellevarlas. A medida que agradecemos y alabamos, experimentamos el gozo que representa nuestra herencia en Cristo[21].

Como ya hemos visto, la alegría cristiana está asociada a nuestro credo. Consideramos a Dios nuestro Padre y Creador. Creemos en Su Palabra, que nos habla de Él; empleamos Su Palabra como base para las decisiones. Mantenemos una relación viva y recíproca con Él, que continuará por la eternidad. Su Espíritu Santo se aloja en nosotros, y el gozo es el fruto de ese alojamiento. Los cristianos nos suscribimos a esas creencias; no obstante, la pregunta que me he hecho a mí mismo y que ustedes tal vez quieran hacerse también es: Esas creencias, ¿me producen gozo? El autor Michael Zigarelli escribió sobre lo que significa poseer ese gozo. Después de leer lo que escribió, oré para determinar si yo estaba viviendo con la plenitud de gozo con la que podría vivir.

Desde una óptica bíblica, podemos definir el gozo como «conservar a diario un espíritu de regocijo en medio de toda circunstancia». Es más que un contentamiento interior, más que estar alegre y satisfecho con la vida en términos generales[22].

Basándose en una encuesta efectuada a 5.000 cristianos, Zigarelli llegó a la conclusión de que el gozo constante en la vida del cristiano es sumamente beneficioso para su carácter. Escribió:

En círculos cristianos a menudo nos referimos al gozo como una virtud que genera la semejanza con Cristo[23].

Richard Foster comentó sobre la importancia del gozo en la vida del cristiano:

El gozo es el motor, el agente que mantiene andando todo lo demás. [...] El gozo produce energía. El gozo nos hace fuertes[24].

Zigarelli descubrió que quienes manifestaron sentirse gozosos «con frecuencia» o «siempre», exhibían también otras características afines a Cristo en mayor medida que quienes «rara vez» o «solo a veces» estaban gozosos. Explicó que las virtudes en las que más influye el gozo reiterado eran la bondad y la paciencia[25].

Si bien es cierto que las cosas de naturaleza espiritual son difíciles de cuantificar o medir, y una encuesta desde luego se basa en interpretación, me pareció que el sondeo de Zigarelli proporciona una orientación útil al señalar que la puesta en práctica de determinadas virtudes al parecer lo ayuda a uno a alcanzar una mayor semejanza con Cristo. Este investigador encontró que aunque muchos cristianos eran duchos en teocentrismo y gratitud, revelaban en su vida un gozo por debajo del promedio. Según la misma encuesta a esas personas en general les costaba practicar bondad y paciencia. Indicó que cuando una persona —que en otros aspectos vive en armonía con Dios— no experimenta un gozo constante, tiende a ser brusca con los demás, poco tolerante con las irritaciones de la vida y menos generosa. En muchos casos ello obedece a que tiene demasiado que hacer, lo que le impide ser bondadosa y generosa. Evidentemente el agotamiento mental es un tremendo matadichas.

Al referirse al beneficio de cultivar un gozo continuo en nuestra vida, expresó que quien se muestra más alegre será perceptiblemente más paciente y bondadoso, a grandes rasgos más como Jesucristo. Si bien no nos es posible determinar los mecanismos exactos por los que esto sucede, no es aventurado especular que el gozo continuo realza la paciencia y la bondad, ya que esas dos cualidades son producto natural de nuestro modo de ser en conjunto. Es decir que una persona que de continuo mantiene un temperamento alegre es susceptible de comunicar esa alegría poniendo primero a los demás, reconociendo y procurando satisfacer las necesidades ajenas. En tal estado de ánimo nos mostramos más benévolos con nuestros semejantes, más indulgentes con sus defectos, más relajados frente a situaciones enojosas. En contraste, una persona que regularmente no se muestra gozosa, no puede entregar lo que no posee. Esa fuerza para amar y tolerar al prójimo que nos genera el gozo no se halla presente con fiabilidad en su vida. No obstante, algo que no exige ninguna especulación es que el gozo incesante por lo visto nos ayuda a superar toda tendencia a la dureza de corazón o al legalismo que por su parte nos puede convertir en seres encallecidos, impacientes e indolentes, o sea, gente que en verdad es la antítesis de Jesús[26].

La encuesta que realizó Zigarelli también arroja que quienes «con frecuencia» o «siempre» perdonan a otras personas tienen el doble de posibilidades de ser jubilosos que los no inclinados a perdonar. Eso es coherente, pues uno de los factores esenciales que animan el gozo cristiano es nuestra salvación, el hecho de que se nos han perdonado nuestros pecados.

Al parecer la falta de perdón hace arraigar en nosotros la ira, la amargura, la indignación y el resentimiento, los cuales obstruyen nuestra paz interior y gozo. En cambio, optar por el perdón puede eliminar esos obstáculos y allanar el camino para alcanzar —entre otras cosas— una alegría más perdurable[27].

Para crecer en alegría es requisito pensar y meditar con regularidad en la benevolencia y el amor con que Dios nos trata. El gozo es producto de nuestra lectura, creencia y práctica de la Palabra de Dios; de la morada del Espíritu Santo en nosotros, amén del sacrificio que Jesús hizo por nosotros. El gozo cristiano implica llevar una vida dentro del marco de conciencia del amor y desvelo que Dios manifiesta por nosotros, afrontar los altibajos de nuestra existencia con fe profunda en que el Señor siempre está presente, consolándonos y atendiéndonos, y contentarnos y regocijarnos porque estamos siempre bajo Su amoroso amparo.

El gozo del Señor es nuestra fortaleza[28].


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


[1] 1 Pedro 1:3–5 (RVC).

[2] Efesios 1:18 (NBLH).

[3] Tito 2:11–13.

[4] 1 Pedro 1:8 (NBLH).

[5] Romanos 5:3.

[6] 1 Tesalonicenses 1:6.

[7] 2 Corintios 8:2 (LBLA).

[8] 2 Corintios 6:10.

[9] 1 Tesalonicenses 5:16.

[10] Juan 15:10,11 (NBLH).

[11] Romanos 8:28 (LBLA).

[12] Romanos 8:18.

[13] 1 Pedro 5:6,7 (NVI).

[14] Santiago 1:12 (LBLA).

[15] Isaías 41:13 (NVI).

[16] Salmo 33:21.

[17] Salmo 71:5 (BLPH).

[18] Salmo 9:10 (NVI).

[19] Jeremías 17:7 (LBLA).

[20] 1 Tesalonicenses 5:18 (NVI).

[21] Bridges, Jerry, The Practice of Godliness (Colorado Springs: Navpress, 2012), 129–30.

[22] Zigarelli, Michael A., Cultivating Christian Character (Colorado Springs: Purposeful Design Publications: 2005), 49.

[23] Zigarelli, Cultivating Christian Character, 50.

[24] Foster, Richard J., Celebración de la disciplina (Peniel, 2009).

[25] Zigarelli, Cultivating Christian Character, 50.

[26] Ibídem, 52.

[27] Ibídem, 54.

[28] Nehemías 8:10 (NVI).

 

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