Enviado por Peter Amsterdam
mayo 30, 2017
[Jesus—His Life and Message: Miracles (Part 10). Nature Miracles (Part 4)]
Hay un milagro que hizo Jesús y que aparece inmediatamente después de la alimentación de los cinco mil en los Evangelios de Mateo[1], Marcos[2] y Juan[3]. La versión de Mateo es la más extensa y la que citaré aquí, con algunos añadidos tomados de las otras.
En seguida Jesús hizo a Sus discípulos entrar en la barca e ir delante de Él a la otra ribera, entre tanto que Él despedía a la multitud. Después de despedir a la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas, porque el viento era contrario. Pero a la cuarta vigilia de la noche, Jesús fue a ellos andando sobre el mar. Los discípulos, viéndolo andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: «¡Un fantasma!» Y gritaron de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: «¡Tened ánimo! Soy Yo, no temáis»[4].
Si bien no se sabe con precisión dónde alimentó Jesús a los cinco mil, es probable que fuera en algún punto al este de donde el río Jordán desagua en el mar de Galilea. Zarpar del lado oriental de dicha desembocadura y cruzar el lago hacia algún lugar situado al oeste de la misma se consideraría ir «a la otra ribera».
Cuando Jesús terminó de orar, ya era de noche, y la barca en la que había enviado a los discípulos había recorrido algunas millas. El Evangelio de Juan indica que habían avanzado como veinticinco o treinta estadios. La palabra estadio viene del término griego stádion, que correspondía a una distancia de aproximadamente 182 metros. O sea, que los discípulos no habían recorrido más de dos o tres millas (de 4 a 5,5 kilómetros) en seis o siete horas, ya que la barca estaba siendo «azotada por las olas, porque el viento era contrario»[5]. En Juan dice que «el mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento»[6], y en Marcos que «remaban con mucha fuerza y luchaban contra el viento y las olas»[7].
En aquella época, las barcas de pesca del lago solían contar con dos juegos de remos, un timón y una pequeña vela. Cuando el viento era propicio, la vela ayudaba a impulsarlas; pero era frecuente que hubiera cuatro hombres remando y uno que gobernaba el timón. Los costados de las barcas eran bajos, para que a los pescadores les resultara fácil echar las redes y recogerlas llenas de peces. Pero precisamente porque eran bajos, no hacían falta olas muy altas para hundir esas barcas.
«A la cuarta vigilia de la noche, Jesús fue a ellos andando sobre el mar». Los judíos, griegos y romanos dividían la noche en vigilias militares en vez de horas; cada vigilia representaba un turno de la guardia. Los judíos dividían la noche en tres vigilias; los romanos, en cuatro. La cuarta vigilia de la noche, según la manera de contar romana, cubría el período de las 3 a las 6 de mañana. Eso quiere decir que los discípulos llevaban remando siete o más horas y todavía no habían cruzado el lago. Probablemente estaban exhaustos de tanto remar. Aún había oscuridad, y de pronto vieron a alguien caminar sobre el agua. Lo primero que sintieron fue miedo, terror. Nunca habían visto a nadie andar sobre el agua, por lo que pensaron que se trataba de un fantasma. Debían de conocer algunas supersticiones paganas antiguas según las cuales los espíritus de las personas que se ahogaban en el mar luego quedaban errando perpetuamente sobre las aguas. Jesús enseguida disipó sus temores diciéndoles: «¡Tened ánimo! Soy Yo, no temáis».
En los Evangelios de Juan y de Marcos, el pasaje en que Jesús cruza el lago caminando sobre el agua termina cuando se monta en la barca en la que están Sus discípulos y el viento inmediatamente cesa. Mateo cuenta que Pedro salió de la barca para caminar hacia Jesús. Enseguida veremos esa parte.
El Antiguo Testamento decía que andar sobre el agua era algo que solo Dios era capaz de hacer.
Él solo extiende los cielos, y anda sobre las olas del mar[8].
En el mar fue Tu camino y Tus sendas en las muchas aguas; Tus pisadas no fueron halladas[9].
En este pasaje, Jesús una vez más demuestra Su autoridad sobre la naturaleza haciendo lo que solo Dios puede hacer.
El Evangelio de Marcos incluye una frase interesante que no figura en los otros Evangelios y que puede entenderse como una evocación de los encuentros con Dios del Antiguo Testamento. Marcos escribe:
A eso de las tres de la madrugada, Jesús se acercó a ellos caminando sobre el agua. Su intención era pasarlos de largo, pero cuando los discípulos lo vieron caminar sobre el agua, gritaron de terror pues pensaron que era un fantasma[10].
Eso de que Jesús tenía pensado pasarlos de largo no encaja con Su manera habitual de reaccionar ante los que se encontraban en algún apuro. Algunos comentaristas interpretan esa frase en el sentido de que Jesús quería poner a prueba la fe de los discípulos; otros opinan que quería pasar de incógnito; otros más, que simplemente se trata de una impresión equivocada de lo que Jesús pretendía hacer[11]. No obstante, es posible entenderlo como una evocación de ciertos actos de Dios mencionados en el Antiguo Testamento.
Cuando Moisés estuvo en el monte Sinaí, le dijo a Dios: «Te ruego que me muestres Tu gloria». Dios le respondió: «Yo haré pasar toda Mi bondad delante de tu rostro y pronunciaré el nombre del Señor delante de ti»[12]. «“Pero no podrás ver Mi rostro —añadió—, porque ningún hombre podrá verme y seguir viviendo”. Luego dijo el Señor: “Aquí hay un lugar junto a Mí. Tú estarás sobre la peña, y cuando pase Mi gloria, Yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con Mi mano hasta que haya pasado. Después apartaré Mi mano y verás Mis espaldas, pero no se verá Mi rostro”»[13]. En ese pasaje, a Moisés se le permite ver a Dios pasar y contemplar Su gloria. Ese fenómeno se llama epifanía, y se define como la «manifestación o aparición de un ser divino». Algunos comentaristas de la Biblia ven una relación entre esa vez en que Dios pasó al lado de Moisés y la frase que dice que la intención de Jesús era «pasarlos de largo».
Las escrituras del Antiguo Testamento refieren otra epifanía que también tuvo lugar en el monte Sinaí (conocido asimismo como monte Horeb[14]), cuando el profeta Elías huyó para salvar su vida. En el curso de su huida se le apareció un ángel que le ofreció alimentos.
Se levantó, pues, comió y bebió. Fortalecido con aquella comida anduvo cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios[15].
Cuando estaba allá, Dios le habló y le dijo: «“Sal fuera y ponte en el monte delante del Señor”. En ese momento pasaba el Señor, y un viento grande y poderoso rompía los montes y quebraba las peñas delante del Señor»[16].
En ambas epifanías se dice que Dios pasó en un acto de autorrevelación. Muchos comentaristas de la Biblia interpretan de manera similar el pasaje en que Jesús caminó sobre el agua.
Por consiguiente, en vez de ser un pasaje en que Jesús rescata a Sus discípulos —que se hallaban en dificultades pero no en peligro—, resulta ser un pasaje sobre una epifanía, en que Jesús se revela ante Sus propios seguidores[17].
En el pasaje en que Jesús anda sobre el agua hay otra posible evocación del Antiguo Testamento en lo que Jesús dijo a Sus discípulos después que lo vieron caminar sobre el mar: «¡Tened ánimo! Soy Yo». Las palabras griegas traducidas como «soy Yo» —eimi egō— son un reflejo del egō eimi («Yo soy») que se utiliza en los Evangelios:
Si no creéis que Yo soy, en vuestros pecados moriréis[18].
Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces conoceréis que Yo soy y que nada hago por Mí mismo[19].
Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda creáis que Yo soy[20].
El uso por parte de Jesús de la expresión «Yo soy» hace pensar en el incidente del Éxodo en que Dios le dijo a Moisés que Su nombre era «Yo soy».
Dijo Moisés a Dios: «Si voy a los hijos de Israel y les digo: “El Señor, el Dios de vuestros padres, me ha enviado a vosotros”, me preguntarán: “¿Cuál es Su nombre?” Entonces ¿qué les responderé?» Respondió Dios a Moisés: «Yo soy el que soy». Y añadió: «Así dirás a los hijos de Israel: “‘Yo soy’ me envió a vosotros”»[21].
Habiendo examinado esos pasajes del Antiguo Testamento que el texto parece evocar, regresamos ahora al Evangelio de Mateo, que se centra en el papel del apóstol Pedro en este hecho.
Le respondió Pedro, y dijo: «Señor, si eres Tú, manda que yo vaya a Ti sobre las aguas». Y Él dijo: «Ven». Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: «¡Señor, sálvame!» Al momento Jesús, extendiendo la mano, lo sostuvo y le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?» En cuanto ellos subieron a la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca se acercaron y lo adoraron, diciendo: «Verdaderamente eres Hijo de Dios». Terminada la travesía, llegaron a tierra de Genesaret[22].
Jesús tenía autoridad para compartir con otra persona Su milagrosa capacidad de caminar sobre el mar, de la misma manera que había dado a Sus discípulos autoridad para expulsar demonios y sanar enfermos[23]. Pedro se atrevió a salir de la barca y ponerse a andar sobre el agua hacia Jesús: pero cuando se distrajo con el viento, su fe flaqueó, se asustó y comenzó a hundirse. Reaccionó gritándole a Jesús que lo salvara, la misma reacción que habían tenido los discípulos en una ocasión anterior cuando temieron que se fuera a hundir su barca: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!»[24]
Tras extender la mano y agarrar a Pedro, Jesús dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?» En el Evangelio de Mateo, Jesús se refiere otras cuatro veces con esas mismas palabras a la falta de fe de Sus discípulos[25]. Evidentemente Pedro tenía fe, la cual le permitió caminar sobre el mar; pero cuando esta flaqueó, empezó a hundirse. En el momento en que Jesús le dijo a Pedro que se acercara a Él, ese llamado a andar sobre el agua equivalía a un llamado a confiar en quien ya había hecho muchos milagros. El hecho de que Pedro fuera capaz de caminar sobre el mar puso de manifiesto su fe en que el poder de Dios podía sostenerlo; pero cuando puso la mirada en las circunstancias naturales, su fe titubeó, y eso hizo que se hundiera.
Los comentaristas de la Biblia tienen distintas posturas sobre lo que motivó a Pedro a pedirle a Jesús que le mandara ir hacia Él sobre el agua. Algunos lo ven como un intento de impresionar a los demás discípulos o como un ansia pueril de fuertes emociones. Otros opinan que lo que hizo fue casi tentar a Dios, algo que Jesús se negó a hacer cuando el diablo se enfrentó a Él en el desierto[26]. Otros consideran que es un caso de una fe legítima que no funcionó.
Una interpretación más positiva sería entender que Jesús estaba enseñando a Sus discípulos a hacer lo que Él hacía. Les concedió poder para expulsar demonios y sanar enfermos, y los envió de dos en dos a hacer los mismos milagros que Él había hecho. Estaban aprendiendo a actuar con la autoridad de Dios, tal como habían visto a Jesús hacerlo. Durante la etapa de aprendizaje, no siempre lograban los mismos resultados que Jesús. Por ejemplo, una vez que un hombre llevó a su hijo epiléptico a los discípulos, ellos fueron incapaces de curarlo. La reacción de Jesús fue decir:
«¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá». Entonces reprendió Jesús al demonio, el cual salió del muchacho, y este quedó sano desde aquella hora. Se acercaron entonces los discípulos a Jesús y le preguntaron aparte: «¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera?» Jesús les dijo: «Por vuestra poca fe. De cierto os digo que si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: “Pásate de aquí allá”, y se pasará; y nada os será imposible»[27].
Al igual que todos los creyentes, los discípulos pasaron por un proceso en el que fueron adquiriendo fe.
Pedro tuvo suficiente fe para pedirle a Jesús que le mandara acercarse a Él sobre el agua y para obedecer cuando Jesús lo hizo. Da la impresión de que Jesús vio con buenos ojos la petición de Pedro, por lo que este se atrevió a salir de la barca y anduvo sobre el mar. Cuando comenzó a hundirse, reaccionó bien, rogándole a Jesús que lo ayudara. La suave reprensión de Jesús no se debió al hecho de que Pedro se pusiera a caminar sobre el agua, sino a que dejó de confiar y tener fe.
Al leer este pasaje nos damos cuenta de que cuando nosotros, al igual que los discípulos, nos vemos en apuros, cuando nos asustamos y nos da la impresión de que todo se va a acabar, la presencia de Jesús en nuestra vida puede disipar nuestros temores si depositamos nuestra confianza en Él, seguros de que Él nos sacará adelante. Los discípulos no se vieron libres al instante de la difícil situación en que se encontraban, pero continuaron remando y haciendo todo lo que podían, a pesar de que no avanzaban mucho. En el momento indicado, Jesús calmó la situación y los libró de sus problemas.
Mateo dice que en cuanto Jesús y Pedro «subieron a la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca se acercaron y lo adoraron, diciendo: “Verdaderamente eres Hijo de Dios”. Terminada la travesía, llegaron a tierra de Genesaret»[28]. Desde luego, la adoración, la alabanza y la acción de gracias parecen ser nuestra mejor respuesta cuando el Señor actúa en nuestra vida, cuando misericordiosamente nos guarda y protege, nos orienta en las situaciones difíciles, responde a nuestras oraciones y calma nuestras tormentas.
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.
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[1] Mateo 14:22–34.
[2] Marcos 6:45–53.
[3] Juan 6:16–22.
[4] Mateo 14:22–27.
[5] Mateo 14:24.
[6] Juan 6:18.
[7] Marcos 6:48 (NTV).
[8] Job 9:8.
[9] Salmo 77:19.
[10] Marcos 6:48,49 (NTV).
[11] Guelich, World Biblical Commentary: Mark 1–8:26, 350.
[12] Éxodo 33:18,19.
[13] Éxodo 33:20–23. V. también Éxodo 34:6.
[14] Los nombres monte Sinaí y monte Horeb se emplean indistintamente. V. Éxodo 3:1; 33:6; 19:20; Números 3:1.
[15] 1 Reyes 19:8. El relato completo se encuentra en 1 Reyes 19.
[16] 1 Reyes 19:11.
[17] Guelich, World Biblical Commentary: Mark 1–8:26, 350.
[18] Juan 8:24.
[19] Juan 8:28.
[20] Juan 13:19.
[21] Éxodo 3:13,14.
[22] Mateo 14:28–34.
[23] France, The Gospel of Matthew, 570. V. Mateo 10:7,8; Marcos 6:12,13; Lucas 9:1, 10:17.
[24] Mateo 8:25.
[25] Mateo 6:30, 8:26, 16:8, 17:20.
[26] El diablo lo llevó a la santa ciudad, lo puso sobre el pináculo del Templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, pues escrito está: “A Sus ángeles mandará acerca de ti”, y “En sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra”». Jesús le dijo: «Escrito está también: “No tentarás al Señor tu Dios”» (Mateo 4:5–7).
[27] Mateo 17:17–20.
[28] Mateo 14:32–34.
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