Jesús, Su vida y mensaje: Los «Yo soy»

Enviado por Peter Amsterdam

enero 30, 2018

El pan de vida (2ª parte)

[Jesus—His Life and Message: The “I Am” Sayings. The Bread of Life (Part 2)]

En la 1ª parte vimos que Jesús declaró ser el pan de vida[1], el pan de Dios que «descendió del cielo y da vida al mundo»[2], tras lo cual agregó: «El que a Mí viene nunca tendrá hambre, y el que en Mí cree no tendrá sed jamás»[3]. Algunos de los que lo escuchaban habían estado presentes cuando alimentó a los cinco mil. Habían comido el pan y el pescado que Él había multiplicado y, si bien entendían que Él no estaba hablando de ningún pan físico, no sabían con certeza a qué se refería. Por otra parte, en el momento en que dijo que Él era el pan, algunos claramente no le creyeron.

Aunque me habéis visto, no creéis. Todo lo que el Padre me da, vendrá a Mí, y al que a Mí viene, no lo echo fuera. He descendido del cielo, no para hacer Mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y la voluntad del Padre, que me envió, es que no pierda Yo nada de todo lo que Él me da, sino que lo resucite en el día final. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: que todo aquel que ve al Hijo y cree en Él tenga vida eterna; y Yo lo resucitaré en el día final[4].

La gente ha pedido una señal, y Jesús responde que Él es la señal. Declara explícitamente haber descendido del Cielo y que Su propósito es hacer la voluntad de Su Padre. Lo mismo manifiesta en el huerto de Getsemaní al rezar: «Padre, si quieres, pasa de Mí esta copa; pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya»[5].

Explica asimismo que la voluntad de Su Padre era que no pierda a ninguno de todos los que Él le ha dado, y que los resucitaría en el día final. En este sermón se repite tres veces la frase: «Yo lo resucitaré en el día final»[6].

Murmuraban entonces de Él los judíos, porque había dicho: «Yo soy el pan que descendió del cielo», y decían: «Este, ¿no es Jesús el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo dice ahora: “Del cielo he descendido”?»[7]

Los que lo oyen comienzan a murmurar entre sí, probablemente porque están confusos o no se ponen de acuerdo sobre lo que Él ha querido decir. Como conocen a sus padres, les cuesta aceptar que Él haya descendido del Cielo.

Jesús respondió y les dijo: «No murmuréis entre vosotros. Nadie puede venir a Mí, si el Padre, que me envió, no lo atrae; y Yo lo resucitaré en el día final»[8].

Antes ha dicho: «Todo lo que el Padre me da, vendrá a Mí»[9]. Aquí dice lo mismo pero con mayor contundencia: Nadie puede acercarse a Él como no sea que el Padre lo atraiga. Los que se acercan a Él lo hacen atraídos por el Padre. Cierto autor explica que hay quienes «no se acercan a Jesús porque no son atraídos o arrastrados hacia Él. El mismo verbo se emplea para la acción de desenvainar una espada[10], sacar del agua una red llena de peces y subirla a una barca[11] o arrastrarla hasta la orilla[12]. La imagen nos hace evocar lo que prometió Jesús en los otros evangelios, que Sus discípulos serían “pescadores de hombres”[13] o “pescarían personas”[14]. Es el Padre quien atrae a las personas a Jesús; pero después que alguien ha sido atraído, dice Jesús que Él lo resucitará en el día final»[15].

Jesús prosigue diciendo:

Escrito está en los Profetas: «Y todos serán enseñados por Dios». Así que, todo aquel que oye al Padre y aprende de Él, viene a Mí. No que alguien haya visto al Padre; solo aquel que viene de Dios, ese ha visto al Padre[16].

Jesús parafrasea Isaías 54:13, que dice: «Todos tus hijos serán enseñados por el Señor, y se multiplicará la paz de tus hijos». A lo que acaba de decir de que es el Padre quien atrae a Él a las personas, le agrega algo: una persona es atraída a Jesús cuando es enseñada por Dios, cuando oye el llamado divino y responde. Jesús señala que oír a Dios no es equivalente a verlo, y que el único que lo ha visto es Él, ya que Él está «en el seno del Padre»[17]. Más adelante en este mismo evangelio Jesús dice: «Yo hablo lo que he visto estando junto al Padre»[18]. Jesús ha estado en presencia del Padre.

De cierto, de cierto os digo: El que cree en Mí tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida[19].

Esta es la tercera frase de este capítulo que comienza por «de cierto, de cierto». Está haciendo una promesa solemne de que todo el que cree tiene vida eterna, porque Él es el pan de vida.

Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y aun así murieron. Este es el pan que desciende del cielo para que no muera quien coma de él. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguien come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que Yo daré es Mi carne, la cual Yo daré por la vida del mundo[20].

Antes la muchedumbre ha hablado del maná e indicado que le gustaría ver un milagro similar. Por eso Jesús dice: «Yo soy el pan de vida». Habiendo dicho eso, alude a las limitaciones del maná. Si bien era alimento enviado por Dios, debía comerse en el mismo día en que se recogía, ya que al día siguiente lo que hubiera sobrado estaba podrido[21]. Sirvió para mantener vivos a los israelitas, pero en su momento ellos igual se murieron. En cambio, los que coman del pan que dice Jesús no morirán. En la frase «para que no muera quien coma de él», el tiempo del verbo griego traducido como «coma» se refiere a una acción que no es preciso realizar sino una vez; o sea, que cualquiera que pruebe este pan una sola vez nunca morirá.

Ya que no se trata de comida normal y corriente, ¿cómo se come? La respuesta, por supuesto, es creyendo, tal como Jesús ya ha explicado: «De cierto, de cierto os digo: El que cree en Mí tiene vida eterna». Ese concepto de que el acto de creer o tener fe es similar al de comer nos permite captar mejor lo que significa creer. Al creer en algo, participamos de ello y lo absorbemos como quien ingiere un alimento, con lo que se convierte en parte de nosotros. Los que ingieren a Jesús nunca morirán.

Lo que dijo Jesús de que ese pan era Su carne, Su cuerpo, fue una declaración desconcertante; y más aún cuando anunció que se entregaría a Sí mismo —que daría Su propio cuerpo, Su propia carne— «por la vida del mundo». Los que lo estaban escuchando no sabían lo que sabemos ahora, que Jesús se refería a Su muerte por la salvación del mundo. En otros momentos previos a Su crucifixión dio a entender lo mismo. «Yo soy el buen pastor; el buen pastor Su vida da por las ovejas»[22]. «Pongo Mi vida por las ovejas»[23]. «Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos»[24].

Entonces los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo puede este darnos a comer Su carne?»[25]

Las palabras de Jesús provocan discusiones entre los oyentes. Probablemente están confusos y al mismo tiempo turbados.

Jesús les dijo: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del hombre y bebéis Su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come Mi carne y bebe Mi sangre tiene vida eterna, y Yo lo resucitaré en el día final, porque Mi carne es verdadera comida y Mi sangre es verdadera bebida. El que come Mi carne y bebe Mi sangre permanece en Mí y Yo en él»[26].

Jesús contesta con una cuarta frase que comienza por «de cierto, de cierto», con la intención de enfatizar lo que va a decir. No se retracta, sino que ahonda en lo que ya ha dicho, lo explicita aún más. Uno no solo debe comer Su carne, ¡sino también beber Su sangre! A los judíos debió de parecerles repugnante, ya que las Escrituras prohibían el consumo aun de sangre animal:

Si cualquier hombre de la casa de Israel, o de los extranjeros que habitan entre ellos, come alguna sangre, Yo pondré Mi rostro contra la persona que coma sangre, y la eliminaré de su pueblo[27].

Al igual que con lo de comer el pan, el tiempo del verbo en el original griego en la frase «bebe Mi sangre» indica una acción que se realiza una sola vez, no una repetición de actos de comer y beber[28]. Jesús dejó bien claro que si no comemos Su carne y bebemos Su sangre no tenemos vida en nosotros; en cambio, quien la come y la bebe tiene vida eterna. Cierto autor explica:

Decir que debemos comer la carne de Cristo y beber Su sangre es una forma muy gráfica de decir que debemos aceptarlo en lo más recóndito de nuestro ser[29].

Los que se nutren de Él permanecen en Él. El término griego traducido como «permanecer» significa también «seguir», y el tiempo del verbo da a entender una continua permanencia. Los que participan de Él permanecen en Él, y Él en ellos. Es un estado de mutua habitación en el otro.

Así como me envió el Padre viviente y Yo vivo por el Padre, también el que me come vivirá por Mí[30].

Aquí se descubre algo sobre la relación entre el Padre y el Hijo. En un pasaje anterior de este mismo evangelio Jesús dice: «Como el Padre tiene vida en Sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en Sí mismo»[31], y también: «Mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe Su obra»[32]. Jesús no dice nada de comer a Su Padre, pero sí señala que Su comida, es decir, Su vida, depende de Su Padre. De manera similar, los que comen a Jesús son los que le confían su vida[33].

Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres, que comieron el maná y murieron; el que come este pan vivirá eternamente[34].

Jesús se refiere a lo que ha dicho antes sobre sus antepasados, a quienes Dios dio el maná: aunque ese pan les sirvió de sustento en el desierto, terminaron por morirse[35]. También repite que todo el que coma este pan vivirá para siempre[36]. El «pan de vida» que desciende «del cielo» no es como ningún pan terrenal. Los que coman este pan, los que den cabida a Jesús en su vida, aunque sufran una muerte física no conocerán la muerte espiritual. Como Jesús ya ha dicho:

La voluntad del Padre, que me envió, es que no pierda Yo nada de todo lo que Él me da, sino que lo resucite en el día final. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: que todo aquel que ve al Hijo y cree en Él tenga vida eterna; y Yo lo resucitaré en el día final[37].

Todos los que hemos gustado el pan de la vida eterna, compartámoslo diligentemente con los demás.


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Este es un artículo interesante sobre ese concepto: https://cheftalk.com/ams/bread-in-history-religion-and-as-metaphor-part-iii.6927/

[2] Juan 6:33.

[3] Juan 6:35.

[4] Juan 6:36–40.

[5] Lucas 22:42. V. también Marcos 14:36, Mateo 26:39.

[6] Juan 6:40,44,54.

[7] Juan 6:41.42.

[8] Juan 6:43,44.

[9] Juan 6:37.

[10] Juan 18:10.

[11] Juan 21:6.

[12] Juan 21:11.

[13] Marcos 1:17.

[14] Lucas 5:10 (NTV).

[15] Michaels, The Gospel of John, 386.

[16] Juan 6:45,46.

[17] Juan 1:18.

[18] Juan 8:38.

[19] Juan 6:47,48.

[20] Juan 69–51.

[21] Como en el séptimo día, el sábado, todos debían descansar y no realizar ningún trabajo, Dios les mandó recoger maná para dos días en el día sexto. «En el sexto día se prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día» (Éxodo 16:5).

[22] Juan 10:11.

[23] Juan 10:15.

[24] Juan 15:13.

[25] Juan 6:52.

[26] Juan 6:53–56.

[27] Levítico 17:10. V. también Génesis 9:4, Hechos 15:20, 29; 21:25.

[28] Morris, El evangelio según Juan.

[29] Ibíd., 335.

[30] Juan 6:57.

[31] Juan 5:26.

[32] Juan 4:34.

[33] Michaels, The Gospel of John, 402.

[34] Juan 6:58.

[35] Juan 6:49.

[36] Juan 6:51.

[37] Juan 6:39,40.

 

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