Jesús, Su vida y mensaje: Los «Yo soy»

Enviado por Peter Amsterdam

abril 24, 2018

El buen pastor

[Jesus—His Life and Message: The “I Am” Sayings. The Good Shepherd]

En la primera parte del capítulo 10 de Juan, Jesús dice:

De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que antes de Mí vinieron, ladrones son y salteadores […]. Yo soy la puerta: el que por Mí entre será salvo; entrará y saldrá, y hallará pastos[1].

Jesús muestra el contraste entre Él y los «ladrones y salteadores», términos con los que probablemente se refería a la jerarquía religiosa judía de Su época. Un poco más adelante en este mismo capítulo también pone de manifiesto las diferencias entre los que trabajan a sueldo (asalariados) y el pastor que es dueño de las ovejas.

Jesús comienza diciendo:

Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Pero el asalariado, que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye porque es asalariado y no le importan las ovejas[2].

Jesús pone de relieve el contraste entre las acciones de un buen pastor y las de uno que simplemente recibe una paga por cuidar las ovejas. El principal interés de un asalariado era su sueldo. Si venía un lobo, era probable que el asalariado no se arriesgara y que se escapara para salvar su propia vida, con lo que el lobo mataba y devoraba algunas ovejas, y el resto del rebaño se dispersaba en distintas direcciones.

A lo largo del Antiguo Testamento, Dios comparó metafóricamente a los líderes de Israel con pastores que se comportaban como asalariados.

«¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de Mi rebaño!», dice el Señor. Por tanto, esto ha dicho el Señor, Dios de Israel, a los pastores que apacientan mi pueblo: «Vosotros dispersasteis Mis ovejas y las espantasteis. No las habéis cuidado. Por eso, Yo castigo la maldad de vuestras obras», dice el Señor[3].

Así ha dicho el Señor Dios: ¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿Acaso los pastores no apacientan a los rebaños? Os alimentáis con la leche de las ovejas, os vestís con su lana y degolláis a la engordada, pero no las apacentáis. No fortalecisteis a las débiles ni curasteis a la enferma; no vendasteis la perniquebrada ni volvisteis al redil a la descarriada ni buscasteis a la perdida, sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia. Andan errantes por falta de pastor y son presa de todas las fieras del campo. ¡Se han dispersado![4]

En ese contexto, Jesús declara: «Yo soy el buen pastor»[5]. El buen pastor es mucho más que un asalariado: está comprometido con las ovejas. Quizá sea el propietario del rebaño o un familiar suyo. Cuando las ovejas están en peligro, hace todo lo posible por defenderlas. Se preocupa por ellas porque las considera importantes. Atiende fielmente a sus necesidades: las conduce a buenos pastos y a lugares donde hay agua, les recorta las pezuñas cuando hace falta, ayuda a las hembras en la temporada de cría, y las esquila una o dos veces al año según la raza. La salud y el bienestar de las ovejas dependen de que el pastor cumpla aplicadamente todas sus obligaciones. Para que un rebaño de ovejas prospere, el pastor debe ser diligente.

Jesús no solo declaró ser el pastor de las ovejas, sino que dijo: «Yo soy el buen pastor». ¿Por qué? Cierto autor escribe:

Jesús parece usar el adjetivo «bueno» de una forma muy similar a como se emplea el adjetivo «verdadero» en otros pasajes (por ejemplo, en Juan 1:9, «la luz verdadera»; Juan 6:32, «el verdadero pan»; Juan 15:1, «la vid verdadera»), para aludir a lo que es auténtico o genuino a los ojos de Dios y presentarse como un modelo o prototipo de cómo debe ser un pastor[6].

Tras decir: «Yo soy el buen pastor», Jesús agrega:

Conozco Mis ovejas, y las Mías me conocen, así como el Padre me conoce y Yo conozco al Padre; y pongo Mi vida por las ovejas[7].

La frase: «Conozco Mis ovejas, y las Mías me conocen» repite el concepto presentado anteriormente en este capítulo, cuando dice:

Las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas lo siguen porque conocen su voz[8].

Sus ovejas son aquellas que el Padre le ha dado, como se refleja en una oración que hace en un pasaje posterior de este evangelio:

Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque Tuyos son[9].

Al mencionar que conoce Sus ovejas y que Sus ovejas lo conocen, Jesús no se refiere a un simple reconocimiento mutuo, sino que el lenguaje que emplea denota una relación, un vínculo profundo y un fuerte apego. En otros pasajes de las Escrituras se encuentran frases similares:

Os tomaré como Mi pueblo y seré vuestro Dios. Así sabréis que Yo soy el Señor, vuestro Dios[10].

Les daré un corazón para que me conozcan que Yo soy el Señor; y ellos serán Mi pueblo y Yo seré su Dios, porque se volverán a Mí de todo corazón[11].

Este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré Mi ley en su mente y la escribiré en su corazón; Yo seré su Dios y ellos serán Mi pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: «Conoce al Señor», porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice el Señor[12].

Es hermoso que Jesús equipare la relación que tiene con los que son Suyos a la íntima relación que tiene con Su Padre.

Conozco Mis ovejas, y las Mías me conocen, así como el Padre me conoce y Yo conozco al Padre[13].

En este evangelio hay otros pasajes que indican que semejante intimidad con Dios debería ser característica de los creyentes[14]. Los creyentes, por ejemplo, conocemos al Padre:

Si me conocierais, también a Mi Padre conoceríais; y desde ahora lo conocéis y lo habéis visto[15].

El Espíritu Santo está continuamente instruyéndonos:

El Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre, Él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que Yo os he dicho[16].

Cuando venga el Espíritu de verdad, Él os guiará a toda la verdad, porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará, porque tomará de lo Mío y os lo hará saber[17].

La relación de Jesús con Su Padre constituye un modelo para la relación de Sus seguidores con Él:

De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por Sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre. Todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente[18].

Yo hago siempre lo que le agrada[19].

Haré lo que el Padre me manda, para que el mundo sepa que amo al Padre[20].

Les he dado a conocer Tu nombre y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado esté en ellos y Yo en ellos[21].

Tras explicar que Él conoce Sus ovejas así como el Padre lo conoce a Él, Jesús dice: «Pongo Mi vida por las ovejas»[22]. Aquí Jesús revela hasta qué extremo sacrifica Él Su propio bienestar por Su rebaño. Más adelante en este mismo evangelio veremos que Él hace lo que es mejor para Sus ovejas, muriendo en la cruz por los pecados del mundo.

Seguidamente dice:

Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; a esas también debo atraer y oirán Mi voz, y habrá un rebaño y un pastor[23].

En este momento, Jesús nos informa que habrá otros creyentes además de los discípulos y seguidores de Su época. Habrá otros judíos que abracen la fe y, aparte de ellos, habrá gentiles que oirán Su mensaje y se volverán creyentes. «Mis ovejas oyen Mi voz —sea cual sea su nacionalidad, etnia o período en que vivan— y Yo las conozco, y me siguen»[24].

Conozco Mis ovejas, y las Mías me conocen[25].

No ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en Mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como Tú, Padre, en Mí y Yo en Ti, que también ellos sean uno en nosotros[26].

El resultado será que todas las ovejas —del pasado, del presente y del futuro— formarán un solo rebaño, el de Cristo, con un solo pastor.

Habiendo hablado de las otras ovejas, Jesús retoma la idea que había expresado antes con la frase:

Pongo Mi vida por las ovejas[27].

Por eso me ama el Padre, porque Yo pongo Mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que Yo de Mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de Mi Padre[28].

La palabra «mandamiento» viene traducida como «misión que debo cumplir» en otras versiones de la Biblia.

A lo largo de este capítulo, Jesús habla de poner Su vida. Cierto autor explica:

El amor de Jesús por Sus ovejas y Su disposición para morir por ellas es parte integral de Su misma naturaleza en tanto que Hijo de Dios, y por ende en tanto que objeto del amor del Padre. Como Pastor se juega la vida por las ovejas, pero como Hijo del Padre va más allá y se entrega a la muerte por ellas[29].

El Evangelio de Juan indica quién quería matar a Jesús:

Por eso los judíos aún más intentaban matarlo, porque no solo quebrantaba el sábado, sino que también decía que Dios era Su propio Padre, haciéndose igual a Dios[30].

Sé que sois descendientes de Abraham; sin embargo intentáis matarme, porque Mi palabra no halla cabida en vosotros[31].

Aunque Sus enemigos procuraban matarlo, Jesús dijo bien claramente: «Nadie me […] quita [Mi vida], sino que Yo de Mí mismo la pongo». Algunos se propusieron aprehenderlo o apedrearlo, pero no lo consiguieron[32].

Jesús tenía autoridad tanto para poner Su vida como para volverla a tomar, autoridad que Su Padre le había dado. La voluntad de Su Padre era que entregara Su vida, y como Él le fue obediente, tuvo autoridad para volver a recibirla de Su Padre.

Jesús es el buen Pastor que hizo mucho más de lo que haría la mayoría y murió en la cruz por nosotros, para salvarnos. Entregó Su vida conforme a la voluntad de Su Padre y posteriormente se levantó de entre los muertos. A consecuencia de ello, nosotros, Sus ovejas, también resucitaremos para vivir eternamente con Dios. ¡Gracias, Jesús!


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Juan 10:7–9.

[2] Juan 10:11–13.

[3] Jeremías 23:1,2.

[4] Ezequiel 34:2–5.

[5] Juan 10:14.

[6] Michaels, The Gospel of John, 585.

[7] Juan 10:14,15.

[8] Juan 10:3,4.

[9] Juan 17:9.

[10] Éxodo 6:7.

[11] Jeremías 24:7.

[12] Jeremías 31:33,34.

[13] Juan 10:14,15.

[14] Los argumentos presentados en este y en el siguiente párrafo son un resumen de los expuestos en Keener, The Gospel of John: A Commentary, Volume 1.

[15] Juan 14:7.

[16] Juan 14:26.

[17] Juan 16:13,14.

[18] Juan 5:19.

[19] Juan 8:29.

[20] Juan 14:31 (NTV).

[21] Juan 17:26.

[22] Juan 10:15.

[23] Juan 10:16.

[24] Juan 10:27.

[25] Juan 10:14.

[26] Juan 17:20,21.

[27] Juan 10:15.

[28] Juan 10:17,18.

[29] Michaels, The Gospel of John, 590.

[30] Juan 5:18.

[31] Juan 8:37.

[32] V. Juan 7:30,32,44; 8:20,59.

 

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