Enviado por Peter Amsterdam
mayo 15, 2018
[Jesus—His Life and Message: The “I Am” Sayings. The Way, the Truth, and the Life]
El siguiente «Yo soy» de Jesús que vamos a examinar es una frase que dijo en el curso de Su última cena con Sus discípulos. Está registrada en el capítulo 14 de Juan, y el contexto viene dado por el capítulo anterior. El capítulo 13 de Juan explica que la noche que precedió al arresto y la crucifixión de Jesús, Él comió con Sus discípulos en lo que el Evangelio de Marcos y el de Lucas describen como un gran aposento alto[1]. Los discípulos no se imaginaban que esa sería su última comida con Jesús.
Mientras comían, Judas salió para traicionar a Jesús ante las autoridades. Una vez que se hubo marchado, Jesús dijo a Sus discípulos que sería glorificado y añadió:
Hijitos, aún estaré con vosotros un poco. Me buscaréis, pero, como dije a los judíos, así os digo ahora a vosotros: A donde Yo voy, vosotros no podéis ir[2].
Cuando el apóstol Pedro le preguntó a Jesús adónde iba, Él le respondió:
A donde voy, no me puedes seguir ahora, pero me seguirás después[3].
Es fácil imaginarse la sorpresa que debió de causar esta noticia a los discípulos. Ellos habían dejado su casa, su familia y sus medios de subsistencia para seguir a Jesús durante años, y ahora Él les decía que se iba y que ya no estarían con Él. Pedro no fue el único que le hizo preguntas a Jesús. También se las hicieron Tomás[4], Felipe[5] y Judas (no el Iscariote)[6]. En el capítulo anterior, Pedro había dicho: «¡Mi vida daré por Ti!»[7], a lo que Jesús repuso: «De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo sin que me hayas negado tres veces»[8]. Debió de ser desconcertante y tremendamente entristecedor para ellos enterarse de que Jesús se iba, sobre todo después de escuchar que uno de sus mejores amigos lo iba a traicionar[9]. Fue ese el contexto en que Jesús dijo Su siguiente «Yo soy».
Jesús confortó a Sus discípulos diciéndoles:
No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en Mí. En la casa de Mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, Yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo esté, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino[10].
Tras hablarles de Su partida, les explicó que todo se arreglaría, que Su marcha no sería tan desastrosa como se imaginaban, que iba a la casa de Su Padre a prepararles un lugar para poder estar juntos de nuevo. Muy probablemente en este caso cuando habla de que volverá se refiere a Su regreso al final de esta era, a Su segunda venida, conocida como la parusía.
También hizo hincapié en que ellos sabían adónde iba. Sabían seguirlo, ya que eso era lo que Él les había enseñado desde que eran Sus discípulos. Si seguían por el camino por el que Él los había conducido, llegarían adonde Él estaría. No obstante, Tomás, al igual que Pedro antes, estaba perplejo y pidió una aclaración.
Le dijo Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?»[11]
Probablemente se imaginaba el camino como una vía hacia un destino concreto, no una forma de ser. Su pregunta motivó a Jesús a hacer la siguiente clarificación.
Jesús le dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí»[12].
La cuestión principal era que Él era el camino. Pero Jesús no estaba dando indicaciones, sino explicando que el camino era una persona —Él mismo— y el destino una persona —Su Padre—. Por ser el camino, Jesús hace de enlace entre los perdidos y Su Padre. Sin Él, nadie puede ir al Padre.
Jesús estaba diciendo que la única manera de que una persona estableciera una relación con Su Padre y accediera a la vida eterna era por medio de Él. Ese mismo mensaje aparece en múltiples versículos del Nuevo Testamento.
De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a Su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. El que en Él cree no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios[13].
El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que se niega a creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él[14].
Jesús entró en nuestro mundo y dio Su vida para hacer posible nuestra salvación. Él es el camino que conduce a la salvación.
Yo soy la puerta: el que por Mí entre será salvo; entrará y saldrá, y hallará pastos[15].
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguien come de este pan, vivirá para siempre[16].
Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre[17].
Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo[18].
Por ser el camino, Jesús es la única manera de entablar una relación con el Padre.
En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos[19].
Dios ama al mundo y a todos sus pobladores. Por consiguiente, abrió un camino para la salvación ofreciéndonos a Su Hijo, que murió por nosotros para que pudiéramos acceder a la presencia de Dios, formar parte de Su familia y llamarlo Padre. El camino que conduce a Dios pasa por Jesús.
Jesús dijo también que Él era la verdad. En el Antiguo Testamento, a Dios se lo llama «Dios de verdad».
Tú me has redimido, Señor, Dios de verdad[20].
El que se bendiga en la tierra, en el Dios de verdad se bendecirá; y el que jure en la tierra, por el Dios de verdad jurará[21].
Por lo general entendemos la verdad como lo contrario de la falsedad, o la realidad como lo contrario de lo que es mera apariencia[22]. No obstante, la palabra hebrea ‘emeth, que en el Antiguo Testamento se traduce como «verdad», puede significar también fidelidad, confiabilidad, estabilidad, firmeza. Al referirse a Dios, ese término denota no solo Su sinceridad y veracidad, sino también Su absoluta confiabilidad e integridad. El Padre es el Dios de verdad en ambos sentidos.
El Nuevo Testamento dice que Jesús está «lleno de gracia y de verdad»[23].
Sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en Su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna[24].
La verdad […] está en Jesús[25].
Tal como Él dijo a Pilato justo antes de Su crucifixión:
Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad[26].
Así como el Padre es verdad, también el Hijo es verdad.
Además de decir que Él es el camino y la verdad, Jesús dijo que Él es «la vida». En este contexto, vida significa principalmente vida eterna:
Esto les anunciamos respecto al Verbo que es vida. Esta vida se manifestó. Nosotros la hemos visto y damos testimonio de ella, y les anunciamos a ustedes la vida eterna que estaba con el Padre y que se nos ha manifestado[27].
En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres[28].
Una y otra vez, el Nuevo Testamento aclara que Jesús es el medio para acceder a la vida eterna, y que la fe en Él resulta en vida eterna.
Como el Padre tiene vida en Sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en Sí mismo[29].
Como el Padre levanta a los muertos y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida[30].
Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en Mí, no morirá eternamente[31].
La paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro[32].
Somos sepultados juntamente con Él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva[33].
Dios nos ha dado vida eterna y esta vida está en Su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida[34].
Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado[35].
Estas [señales] se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en Su nombre[36].
Jesus, a quien amamos y servimos, es el camino que conduce —que nos da acceso— a la vida eterna con el Padre. Él es la verdad, tanto en el sentido de absoluta veracidad como en el de fidelidad y confiabilidad. Es también la vida, el dador de vida; y cuando dio Su vida por nosotros, hizo posible que viviéramos para siempre con Él.
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.
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[1] Lucas 22:12; Marcos 14:15.
[2] Juan 13:33.
[3] Juan 13:36.
[4] Juan 14:5.
[5] Juan 14:8.
[6] Juan 14:22.
[7] Juan 13:37.
[8] Juan 13:38.
[9] Juan 13:11, 21–26.
[10] Juan 14:1–4.
[11] Juan 14:5.
[12] Juan 14:6.
[13] Juan 3:16–18.
[14] Juan 3:36.
[15] Juan 10:9.
[16] Juan 6:51.
[17] 1 Timoteo 2:5.
[18] Romanos 10:9.
[19] Hechos 4:12.
[20] Salmo 31:5.
[21] Isaías 65:16.
[22] Morris, El Evangelio según Juan.
[23] Juan 1:14.
[24] 1 Juan 5:20.
[25] Efesios 4:21.
[26] Juan 18:37.
[27] 1 Juan 1:1,2 (NVI).
[28] Juan 1:4.
[29] Juan 5:26.
[30] Juan 5:21.
[31] Juan 11:25,26.
[32] Romanos 6:23.
[33] Romanos 6:4.
[34] 1 Juan 5:11,12.
[35] Juan 17:3.
[36] Juan 20:31.
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