Parábolas de Jesús: Los niños en la plaza, Lucas 7:31-35

Enviado por Peter Amsterdam

julio 17, 2018

[The Stories Jesus Told: Children in the Marketplace, Luke 7:31–35]

La parábola de los niños o muchachos en la plaza es una de las menos conocidas. Previamente, en el capítulo 7 de Lucas, se nos dice que Juan el Bautista había instruido a algunos de sus discípulos para que fueran a preguntarle a Jesús:

«¿Eres Tú el que había de venir o esperaremos a otro?»[1]

En presencia de ellos Jesús sanó a ciegos, cojos, leprosos y sordos, y resucitó muertos. Luego les indicó que regresaran y le contaran a Juan los milagros que habían visto[2].

Una vez que se retiraron los discípulos de Juan, Jesús dijo a los que estaban con Él:

¿Qué fueron ustedes a ver al desierto? ¿Querían ver una caña sacudida por el viento? [...] ¿A un profeta? Pues yo les digo que sí, ¡y a alguien mayor que un profeta! Porque este es de quien está escrito: «Yo envío Mi mensajero delante de ti, para que te prepare el camino». Yo les digo que, entre los que nacen de mujer, no hay nadie mayor que Juan el Bautista. [...] Al oír esto, todo el pueblo y los cobradores de impuestos reconocieron la justicia de Dios y se bautizaron con el bautismo de Juan[3].

La gente que había sido bautizada por Juan se alegró mucho por lo que dijo Jesús. Sin embargo, se nos hace ver que los fariseos y los expertos en la ley allí presentes no creyeron: desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, y no quisieron ser bautizados por Juan[4]. Fue en esas circunstancias en que Jesús relató la parábola de los niños en la plaza.

¿A qué, entonces, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes? Son semejantes a los muchachos que se sientan en la plaza y se llaman unos a otros, y dicen: «Les tocamos la flauta, y no bailaron; entonamos endechas, y no lloraron». Porque ha venido Juan el Bautista, que no come pan, ni bebe vino, y ustedes dicen: «Tiene un demonio». Ha venido el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: «Miren, un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores»[5].

En varios pasajes del Evangelio de Lucas Jesús habló en términos negativos sobre la generación que vivía en aquella época:

¡Ah, generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes y soportarlos?[6]

Esta es una generación malvada[7].

A la gente de esta generación se le demandará la sangre de todos los profetas, que desde la fundación del mundo ha sido derramada. [...] Sí, les aseguro que será demandada de esta generación[8].

Como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del hombre en su día. Pero primero es necesario que padezca mucho y sea desechado por esta generación[9].

Jesús se valió de una alegoría para describir la reacción que tuvieron los fariseos hacia Él y Juan: Se trataba de un grupo de niños; algunos que participaron en las actividades que realizaban en conjunto y otros que se mantuvieron al margen. Jesús dio a entender que los discípulos de Juan Bautista, así como Sus propios discípulos, fueron quienes participaron en las actividades. Además señaló la diferencia entre Su planteamiento y el de Juan, el cual se veía reflejado en los actos de sus respectivos discípulos.

Juan llevó una vida ascética, ya que a su entender la abnegación y el ayuno eran necesarios para la venida del Reino de Dios. El libro de Mateo da una idea del estilo de vida que practicaba Juan:

Juan estaba vestido de pelo de camello, tenía un cinto de cuero alrededor de su cintura, y su comida era langostas y miel silvestre[10].

Lucas describe el estilo de vida austero de Juan diciendo que no comía pan ni bebía vino. Antes de su concepción, un ángel reveló que Juan no debía tomar vino.

Será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre[11].

Jesús, en cambio, presentó la venida del reino de Dios como una ocasión para celebrar y regocijarse, lo cual expresó con la analogía de la fiesta de bodas[12]. Comía, bebía y se asociaba con pecadores. Si bien Juan y Jesús llevaban estilos de vida muy dispares, compartían un mismo mensaje.

A Juan, que llevaba una vida de asceta, se lo criticaba por tener un demonio. Más adelante, en el Evangelio de Lucas, a Jesús se lo acusó de la misma cosa:

Algunos de ellos decían:

—Por Beelzebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios[13].

A Jesús se lo acuso reiteradamente de tener un demonio en el Evangelio de Juan:

Respondió la multitud y dijo:

—Demonio tienes[14].

Los judíos le dijeron:

—¿No decimos bien nosotros, que Tú eres samaritano y que tienes demonio?[15]

Muchos de ellos decían: «Tiene un demonio, y ha perdido el juicio. ¿Por qué hacerle caso?»[16]

Evidentemente había quienes no tenían en alta estima a Jesús ni a Juan.

Cuando Jesús sacó a colación las acusaciones y quejas proferidas contra Él por no llevar una vida austera como Juan, lo tildaron de comilón y de borracho; para mayor sarcasmo añadieron que era amigo de recaudadores de impuestos y pecadores. Anteriormente en este mismo Evangelio se expresa el desagrado que produce en los fariseos y los escribas ver a Jesús comiendo con recaudadores de impuestos y pecadores.

Los fariseos y los escribas murmuraban contra los discípulos de Él, diciendo:

—¿Por qué comen y beben con los publicanos y pecadores?

Respondiendo Jesús, les dijo:

—Los sanos no tienen necesidad de médico sino los que están enfermos. No he venido a llamar a justos sino a pecadores al arrepentimiento[17].

Jesús comía y bebía con los que necesitaban curación y arrepentimiento. Queda claro que los fariseos tenían subvertidas sus prioridades.

En Su parábola Jesús apuntó hacia quienes lo rechazaron a Él y a Juan el Bautista. Por mucho que hicieran los muchachos en la plaza para atraerlos, algunos de los otros niños no quisieron participar. Aunque entonaran una alegre canción en la flauta y bailaran, algunos no se unían al festejo. Si tocaban una endecha —un canto fúnebre triste— algunos muchachos no lloraban. Con ello Jesús demostraba que había gente que rechazaría el mensaje sin importar el estilo en que se presentara. A Juan lo repudiaron por su ascetismo. Jesús no era un asceta y no propugnaba la abnegación en el mismo sentido que Juan; sin embargo, esas mismas personas lo rechazaron a Él también. De haber estado bien fundadas sus críticas, los que no aceptaron a Juan hubieran estado inclinados a seguir a Jesús; y lo mismo a la inversa, si rechazaron a Jesús, hubieran debido seguir a Juan. No obstante, ni los fariseos ni los expertos en la ley judaica hicieron ninguna de las dos cosas.

Jesús termina Su explicación diciendo que la sabiduría es justificada por todos sus hijos[18]. Los hijos de la sabiduría representan a los que respondieron positivamente a Juan y a Jesús y aceptaron su mensaje, en contraposición con la élite religiosa de la época que los rechazó a ambos. Los que despreciaron el mensaje, viniera este de Juan o de Jesús, eran como niños malcriados que se negaban a jugar con los demás, independientemente de los juegos que practicaran. Querían que los otros niños jugaran según las reglas que ellos mismos imponían.

El interrogante que se le plantea al lector es: ¿Qué piensas de Jesús y de Juan? ¿Serás tú uno de los hijos de la sabiduría? ¿O serás más bien como uno de los que rehusaron aceptar los mensajes de Jesús y de Juan y que querían jugar según sus propias reglas?


Los niños en la plaza, Lucas 7:31–35 (NBLH)

31 «¿A qué, entonces, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?

32 Son semejantes a los muchachos que se sientan en la plaza y se llaman unos a otros, y dicen: “Les tocamos la flauta, y no bailaron; entonamos endechas, y no lloraron”.

33 Porque ha venido Juan el Bautista, que no come pan, ni bebe vino, y ustedes dicen: “Tiene un demonio”.

34 Ha venido el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: “Miren, un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores”.

35 Pero la sabiduría es justificada por todos sus hijos.»


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


[1] Lucas 7:19.

[2] Lucas 7:21,22.

[3] Lucas 7:24–29 (RVC).

[4] Lucas 7:29,30.

[5] Lucas 7:31–34 (NBLH).

[6] Lucas 9:41 (NVI).

[7] Lucas 11:29 (NVI).

[8] Lucas 11:50,51 (RVC).

[9] Lucas 17:24,25.

[10] Mateo 3:4.

[11] Lucas 1:15.

[12] Lucas 5:33,34.

[13] Lucas 11:15.

[14] Juan 7:20.

[15] Juan 8:48.

[16] Juan 10:20 (RVC).

[17] Lucas 5:30–32 (RVA-2015).

[18] Lucas 7:35 (NBLH).

 

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