Vivir el cristianismo: Las bendiciones de obedecer a Dios

Enviado por Peter Amsterdam

octubre 16, 2018

[Living Christianity: The Blessings of Obedience to God]

Cada uno de nosotros se ve ante la disyuntiva de tomar decisiones de índole moral y no moral. Elegir qué comida pedir en un restaurante, de qué color pintar tu dormitorio, si comprarte o no unos guantes nuevos, por mencionar algunas, son decisiones amorales, es decir moralmente neutras, ya que no llevan aparejado ningún valor ético. Son cuestión de preferencia nada más. La mayor parte de las decisiones que tomamos diariamente caben en esta categoría. No obstante, a veces nos vemos obligados a tomar decisiones de índole moral. ¿Exagero mi nivel de educación en mi currículum vitae? ¿Miento adrede para salir de alguna situación comprometedora? ¿Debo apoyar la decisión de mi gobierno de emprender una guerra injusta?

Las decisiones éticas y morales que tomamos desempeñan un importante papel en nuestra relación con Dios y con los demás. Para nosotros, los creyentes, nuestra ética está fundada en la Biblia. Una vida consagrada al servicio de Dios encuentra su norte dentro de la Escritura; además, obedeciendo sus enseñanzas descubrimos la dicha de agradar al Señor.

Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento enseñan que la obediencia a Dios trae beneficios a nuestra vida y que el pecado tiene consecuencias negativas. También exponen que cada uno de nosotros peca: No hay justo, ni aun uno[1].

Como creyentes que somos, deseamos complacer a Dios viviendo en obediencia a Su Palabra; sin embargo, siendo también seres humanos pecadores, no tenemos la capacidad de obedecer plenamente todo lo que enseña la Escritura. Todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios[2]. A pesar de nuestra humana inclinación natural al pecado, la Escritura nos indica que si nos empeñamos en glorificar a Dios por medio de nuestros actos, nos haremos acreedores a Sus bendiciones. Veamos cuáles son algunas de esas bendiciones[3].

La bendición del amor y de la amistad que tenemos con Él.

Si guardan Mis mandamientos, permanecerán en Mi amor, así como Yo he guardado los mandamientos de Mi Padre y permanezco en Su amor[4].

El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él[5].

El gozo y placer de la presencia de Dios.

En Tu presencia hay plenitud de gozo, delicias a Tu diestra para siempre[6].

¡Cuán preciosa es, oh Dios, Tu bondad! Por eso los hijos del hombre se refugian bajo la sombra de Tus alas. Se sacian de la abundancia de Tu casa; les das a beber del torrente de Tus delicias[7].

La dicha de expresar nuestro amor a Dios obedeciendo Su Palabra.

Si me aman, guardarán Mis mandamientos[8].

El que tiene Mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por Mi Padre, y Yo lo amaré y me manifestaré a él[9].

Este es el amor a Dios: que guardemos Sus mandamientos; y Sus mandamientos no son gravosos[10].

La bendición de agradar a Dios. En el Evangelio de Juan, Jesús dijo:

El que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque Yo hago siempre lo que le agrada[11].

En otra parte del Evangelio, con ocasión del bautismo de Jesús, Dios dijo:

Este es Mi Hijo amado, en quien tengo complacencia[12].

Jesús agradó a Su Padre.

Leyendo las Epístolas entendemos que debemos conducirnos de manera que complazca a Dios, como lo hizo Jesús.

Cuando Él [Jesús] recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: «Este es Mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia»[13].

Se nos insta a agradar a Dios por medio de nuestras acciones.

Que vivan de manera digna del Señor, agradándole en todo. Esto implica dar fruto en toda buena obra, crecer en el conocimiento de Dios[14].

Dios es el que produce en ustedes tanto el querer como el hacer para cumplir Su buena voluntad[15].

Averigüen bien lo que agrada al Señor[16].

No se olviden de hacer el bien y de compartir con otros lo que tienen, porque esos son los sacrificios que agradan a Dios[17].

Procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables[18].

Por lo demás, hermanos, les rogamos y exhortamos en el Señor Jesús que conforme aprendieron de nosotros acerca de cómo les conviene andar y agradar a Dios, tal como están andando, así sigan progresando cada vez más[19].

¿Cómo vivimos de manera que agrade a Dios? Esforzándonos lo más posible por aplicar los principios de Su Palabra a nuestra vida y permitiendo que el fruto de esos principios se deje ver a través de nuestras acciones, lo que derivará en las «buenas obras» que la Palabra de Dios nos indica que hagamos.

Somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras[20].

Así alumbre la luz de ustedes delante de los hombres, de modo que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos[21].

Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos y generosos[22].

La bendición de ser eficaces en nuestro ejemplo y testimonio. Cuandonuestras palabras y acciones se guían por la Escritura, estas serán éticas y conforme a la moral, y por tanto, ejemplares. El apóstol Pedro escribió:

Mantengan entre los incrédulos una conducta tan ejemplar que, aunque los acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y glorifiquen a Dios en el día de la salvación[23].

Si actuamos de conformidad con Cristo, aun quienes no simpatizan con nosotros o hablan contra nosotros notarán el bien que hacemos y quizá se impresionarán. Pedro expresó también este concepto cuando escribió[24]:

Así mismo, esposas, sométanse a sus esposos, de modo que, si algunos de ellos no creen en la palabra, puedan ser ganados más por el comportamiento de ustedes que por sus palabras, al observar su conducta íntegra y respetuosa[25].

La bendición de que Dios esté más atento a nosotros. La Escritura nos enseña que recibimos beneficios complementarios de Dios cuando nos esforzamos por evitar el mal.

El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal y sus labios no hablen engaño; apártese del mal y haga el bien; busque la paz y sígala, porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal[26].

Se nos indica que cuando nos presentamos ante Dios en oración con la conciencia limpia y somos consecuentes con lo que enseña la Escritura, tenemos confianza.

Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquiera cosa que pidamos la recibiremos de Él, porque guardamos Sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de Él[27].

El Señor dirige los caminos del hombre cuando se complace en su modo de vida[28].

El gozo de una conciencia limpia. El apóstol Pablo aleccionó a Timoteo a que enseñara a la gente a conservar una buena conciencia ante Dios.

El propósito de este mandamiento es el amor que nace de un corazón limpio, de una buena conciencia y de una fe sincera[29].

Además lo instruyó diciéndole que pelees la buena batalla, guardando la fe y una buena conciencia, que algunos han rechazado y naufragaron en lo que toca a la fe[30]. Naturalmente que para tener una buena conciencia es preciso esforzarse por vivir con obediencia a la Palabra de Dios y resistir la tentación de pecar.

La bendición de la paz. El apóstol Pablo escribió que practicar lo que había enseñado les reportaría la paz de Dios.

Lo que aprendieron, recibieron, oyeron y vieron en mí, esto hagan; y el Dios de paz estará con ustedes[31].

En el libro de Isaías leemos algo parecido.

¡Si hubieras atendido a Mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río y tu justicia como las olas del mar[32].

La bendición de librarse de la disciplina de Dios. La Escritura compara la amorosa disciplina que Dios aplica a Sus hijos con la que un padre terrenal imparte a sus hijos cuando desobedecen. Tal disciplina es un acto de amor, toda vez que tiene por objeto corregir al niño por su mala conducta para enseñarle a portarse bien. En el libro del Apocalipsis oímos a Jesús decir:

Yo reprendo y disciplino a todos los que amo. Por lo tanto, sé fervoroso y arrepiéntete[33].

En Hebreos leemos:

Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados[34].

Si nos descarriamos es una bendición que Dios nos discipline. No obstante, es mejor aún vivir de tal manera que resulte innecesario recibir Su disciplina.

La bendición de experimentar un anticipo del cielo. La Biblia nos dice que no habrá pecado ni desobediencia en la ciudad celestial que vendrá:

No entrará en ella ninguna cosa impura o que haga abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero[35].

Allá la vida se vivirá en completa armonía con las normas y el amor de Dios, y no se hará presente ninguna iniquidad.

Nosotros […] esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva que sean morada de rectitud[36].

Si vivimos con obediencia a los mandamientos de Dios en la Escritura, en cierto sentido tendremos un adelanto de lo que será el cielo.

La bendición de un galardón celestial. Las Epístolas demuestran que la salvación es un obsequio gratuito de Dios. Además enseñan que en la vida venidera existen diversos grados de remuneración para los creyentes y que las recompensas que recibamos serán proporcionales al modo en que hemos vivido en la Tierra.

Procuramos [...], o ausentes o presentes, serle agradables, porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo[37].

Todos compareceremos ante el tribunal de Cristo, pues escrito está: «Vivo Yo, dice el Señor, que ante Mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios». De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí[38].

Cuando comparezcamos delante del Señor y le rindamos cuentas de nuestra vida será un momento de bendición y recompensa para los que lo hayamos amado y obedecido. El libro del Apocalipsis habla de la hora de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos y a los que temen Tu nombre, a los pequeños y a los grandes[39].

No es fácil vivir en obediencia a la Palabra de Dios; mas cuando lo hacemos, hallamos Sus bendiciones. En el siguiente artículo exploraremos los efectos y consecuencias del pecado en nuestra vida.


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


[1] Romanos 3:10.

[2] Romanos 3:23 (RVA-2015).

[3] Los siguientes puntos son una síntesis del capítulo 5 del libro Christian Ethics de Wayne Grudem (Wheaton: Crossway, 2018).

[4] Juan 15:10 (NBLH).

[5] Juan 14:23.

[6] Salmo 16:11.

[7] Salmo 36:7,8 (RVA-2015).

[8] Juan 14:15 (RVA-2015).

[9] Juan 14:21.

[10] 1 Juan 5:3.

[11] Juan 8:29.

[12] Mateo 3:17. Véase también Marcos 1:11, Lucas 3:22, Mateo 17:5.

[13] 2 Pedro 1:17.

[14] Colosenses 1:10 (NVI).

[15] Filipenses 2:13 (RVA-2015).

[16] Efesios 5:10 (NTV).

[17] Hebreos 13:16 (NVI).

[18] 2 Corintios 5:9.

[19] 1 Tesalonicenses 4:1 (RVA-2015).

[20] Efesios 2:10.

[21] Mateo 5:16 (RVA-2015).

[22] 1 Timoteo 6:18.

[23] 1 Pedro 2:12 (NVI).

[24] Para estudiar más a fondo el papel que la mujer desempeñaba generalmente en el Nuevo Testamento y en particular con respecto al matrimonio, véase Mujeres piadosas, partes 1-4.

[25] 1 Pedro 3:1,2 (NVI).

[26] 1 Pedro 3:10–12.

[27] 1 Juan 3:21,22.

[28] Salmo 37:23 (NVI).

[29] 1 Timoteo 1:5 (RVC).

[30] 1 Timoteo 1:18,19 (NBLH).

[31] Filipenses 4:9 (RVA-2015).

[32] Isaías 48:18.

[33] Apocalipsis 3:19 (NVI).

[34] Hebreos 12:11.

[35] Apocalipsis 21:27.

[36] 2 Pedro 3:13 (BLPH).

[37] 2 Corintios 5:9,10.

[38] Romanos 14:10–12.

[39] Apocalipsis 11:18.

 

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