Jesús, Su vida y mensaje: Jonás y la reina

Enviado por Peter Amsterdam

septiembre 18, 2018

[Jesus—His Life and Message: Jonah and the Queen]

En los evangelios se presenta a los escribas y fariseos como que están en conflicto con Jesús: dudan de Él, lo critican, lo acusan y a la larga causan Su ejecución. En Mateo, capítulo 12, leemos que los fariseos acusan a los discípulos de Jesús de infringir la ley mosaica (versículos 1-8), conspiran juntos para destruirlo (versículo 14), y lo acusan de echar fuera demonios con el poder del Diablo (versículo 24). Aunque habían visto a Jesús sanar a los enfermos, dar vista a los ciegos, resucitar a los muertos y dar alimento a multitudes, de todos modos muchos no creían en Él. Independientemente de lo que Jesús hiciera, ellos mantenían una firme postura contra Él.

Hacia el final del capítulo 12, leemos que los escribas y fariseos una vez más expresaron su oposición a Jesús al pedirle prueba de que Él era quien afirmaba ser.

Respondieron algunos de los escribas y de los fariseos diciendo: «Maestro, deseamos ver de ti una señal».

Más adelante en ese evangelio, vuelven a preguntarle lo mismo:

Llegaron los fariseos y los saduceos para tentarlo, y le pidieron que les mostrara una señal del cielo[1].

El hecho de solicitar una señal de autentificación se describe varias veces en el Antiguo Testamento. Cuando Moisés dijo al Señor que los egipcios no lo escucharían cuando les pidiera que dejaran ir al pueblo de Dios, el Señor le dijo que arrojara su vara al suelo. Al hacerlo Moisés, la vara se convirtió en una serpiente; cuando tomó la serpiente en la mano, se volvió a convertir en una vara[2]. Moisés también puso la mano entre su manto y al sacarla, vio que la mano estaba leprosa. Y al repetir la acción, su mano ya no tenía lepra[3]. Además, ordenó que llegaran plagas a Egipto para acreditar que sus palabras venían de Dios[4]. Gedeón, asimismo, pidió y recibió una señal de Dios[5], y lo mismo hizo Elías cuando pidió que enviara fuego del cielo[6].

Jesús también dirigió la atención hacia Sus milagros como prueba de Su autoridad y poder.

«Para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados» —dijo entonces al paralítico—: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». Entonces él se levantó y se fue a su casa[7].

Respondiendo Jesús, les dijo: «Id y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que no halle tropiezo en Mí»[8].

Los escribas y fariseos conocían los milagros de Jesús y probablemente habían sido testigos de algunos de ellos. Así pues, es difícil imaginar qué otras señales necesitaban ver.

Él respondió y les dijo: «La generación mala y adúltera demanda señal»[9].

Jesús reaccionó fuertemente ante la petición de que les diera otra señal; también tuvo una fuerte reacción cuando el diablo le pidió lo mismo:

Después el diablo lo llevó a la santa ciudad, Jerusalén, al punto más alto del templo, y dijo:

—Si eres el Hijo de Dios, ¡tírate! Pues las Escrituras dicen:

«Él ordenará a Sus ángeles que te protejan. Y te sostendrán con sus manos para que ni siquiera te lastimes el pie con una piedra».

Jesús le respondió:

—Las Escrituras también dicen: «No pondrás a prueba al Señor tu Dios»[10].

Al llamarla generación mala y adúltera, Jesús se hizo eco de una canción que Moisés escribió acerca del pueblo hebreo, poco antes de morir:

En forma pervertida se han portado con Él. No son Sus hijos, debido a los defectos de ellos; son una generación perversa y torcida[11].

Jesús los llamó malos y adúlteros porque no creyeron a pesar de que Él puso de manifiesto el poder de Dios por medio de milagros, curaciones y liberaciones.

Entonces, Jesús añadió:

Pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches[12].

Jesús ya había dado señales por medio de Sus milagros y, solo en ese capítulo de Mateo, había sanado a un hombre con una mano seca (paralizada)[13] y a un endemoniado ciego y mudo[14]. Esos escribas y fariseos no necesitaban más señales. La «señal del profeta Jonás» era suficiente.

¿Y cuál era la señal de Jonás? Jesús hizo referencia a los tres días y tres noches que Jonás pasó en el vientre del gran pez o monstruo marino[15]. La palabra que se emplea para describir el pez solo se encuentra en ese versículo de la Biblia, y significa «monstruo marino o gran pez». Jonás permaneció en el vientre del pez tres días y tres noches. Al hacer referencia a la permanencia de Jonás en el vientre del pez, Jesús predecía Su muerte y que estaría en el sepulcro tres días. En la actualidad, entendemos que tres días serían tres períodos de 24 horas; o 72 horas. Y al contar de esa manera, Jesús no estuvo en el sepulcro tanto tiempo. Un autor lo explica así:

El período entre el medio día del viernes (cuando fue crucificado) hasta temprano en la mañana del domingo (cuando fue visto con vida) es menos de lo que entendemos como tres días y tres noches. Sin embargo, los judíos no calculaban como lo hacemos nosotros: contaban el día en que empezaba un período determinado como un día, y luego hacían lo mismo el día en que terminaba el período. Por lo tanto, tenemos viernes, sábado y domingo; tres días. No importa que el viernes y el domingo no fueran días completos[16].

La historia de Jonás se encuentra en el libro homónimo del Antiguo Testamento. En síntesis, Dios pidió a Jonás que fuera a Nínive y clamara «contra ella, porque su maldad ha subido hasta Mí»[17]. En vez de seguir las instrucciones de Dios, Jonás abordó un barco que iba en dirección opuesta. Dios envió una gran tormenta y el barco estuvo a punto de partirse. Los marineros echaron suertes para ver quién tenía la culpa de la tormenta, y todo señalaba a Jonás. Le preguntaron qué podían hacer para calmar el mar y Jonás les dijo que lo lanzaran al agua y así lo hicieron. Seguidamente, vemos que el Señor «tenía dispuesto un gran pez para que se tragara a Jonás, y Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches»[18]. Al final, Jonás se arrepintió, oró y terminó así su oración: «Yo, en cambio, te ofreceré sacrificios y cánticos de gratitud. Cumpliré las promesas que te hice. ¡La salvación viene del Señor!» Entonces el Señor dio una orden y el pez vomitó a Jonás en tierra firme[19]. Seguidamente, Jonás fue a Nínive a predicar, diciendo: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!»[20] La gente y el rey de Nínive creyeron el mensaje. El rey mandó que se pregonara: «Por decreto del rey y de su corte: Ninguna persona o animal, ni ganado lanar o vacuno, probará alimento alguno, ni tampoco pastará ni beberá agua. Al contrario, el rey ordena que toda persona, junto con sus animales, haga duelo y clame a Dios con todas sus fuerzas. Ordena así mismo que cada uno se convierta de su mal camino y de sus hechos violentos»[21]. Dios vio que se habían apartado de su mal camino y entonces cambió de parecer y no llevó a cabo la destrucción que les había anunciado[22].

Jesús continuó diciendo:

Los hombres de Nínive se levantarán con esta generación en el juicio y la condenarán, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás; y miren, algo más grande que Jonás está aquí[23].

Jesús habla del «juicio», refiriéndose al juicio final en el fin del mundo. En ese tiempo, los habitantes de Nínive junto con los de la generación de la época de Jesús que lo rechazaban, se levantarán para enfrentar el juicio final. El testimonio del arrepentimiento de los gentiles ninivitas que escucharon y obedecieron el mensaje de Dios demostrará un marcado contraste con los judíos que no creyeron en la época de Jesús, que estuvieron frente a frente con el Hijo de Dios y que escucharon el mensaje de algo más grande que Jonás.

Entonces, Jesús hizo referencia a otro acontecimiento registrado en el Antiguo Testamento:

La reina del Sur se levantará con esta generación en el juicio y la condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón; y miren, algo más grande que Salomón está aquí[24].

En el Antiguo Testamento, 1 de Reyes capítulo 10, leemos que cuando la reina de Sabá oyó de la fama de Salomón, por causa del nombre del Señor, vino a probarlo con preguntas difíciles[25]. Y Salomón contestó todas sus preguntas; no hubo nada tan difícil que el rey no pudiera explicárselo[26]. Una reina gentil, del sur de Arabia, había hecho el arduo viaje para verificar la reputación de sabiduría de Salomón; y descubrió que lo que había oído hablar de él era muy cierto. Concluyó señalando: «¡Era verdad lo que había oído en mi tierra acerca de sus palabras y de su sabiduría! Pero yo no podía creer lo que me decían, hasta que he venido y mis propios ojos lo han visto. No se me había contado ni la mitad. Usted supera en sabiduría y prosperidad la fama que había oído[27].

Los antiguos habitantes de Nínive y la reina del Sur, todos gentiles, escucharon y respondieron al mensaje de Dios. Cuando llegue el momento del juicio final, la fe y la obediencia de Jonás y de los que creyeron en él, y la reina del Sur, condenarán a la generación de la época de Jesús que lo desdeñó, lo despreció y lo crucificó. Los habitantes de Nínive recibieron el mensaje de Dios cuando Jonás lo dio; se lo tomaron en serio y actuaron en consecuencia al arrepentirse de sus pecados. Salomón era el portador de la sabiduría de Dios y la reina del Sur valoró esa sabiduría a tal grado que recorrió grandes distancias para escucharla. Sin embargo, la «generación adúltera», los judíos incrédulos de la época de Jesús, desdeñó al mensajero de Dios y la sabiduría de Su mensaje. Alguien que era mayor que el profeta Jonás y mayor que el rey Salomón —que fue el que tenía más riquezas, sabiduría y poderío de los reyes de Israel— estuvo en presencia de ellos; sin embargo, se negaron a creer en Él.

Jonás y Salomón simbolizan dos de las principales autoridades por las que se entregó el mensaje de Dios a Su pueblo en el Antiguo Testamento: el profeta y el rey y sabio. La tercera autoridad era el templo (que incluía a los sacerdotes)[28]. Anteriormente en ese capítulo, Jesús dijo: les digo que algo mayor que el templo está aquí[29]. Al responder de esa manera a los escribas y fariseos incrédulos, Jesús señaló que algo más grande que los aspectos fundamentales del judaísmo —el templo, los sacerdotes, el profeta, el rey y el sabio— estaba presente en Él.


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Mateo 16:1.

[2] Éxodo 4:1-5.

[3] Éxodo 4:6-7.

[4] Éxodo 7:14-12:32.

[5] Jueces 6:36-40.

[6] 1 Reyes 18:36-39.

[7] Mateo 9:6-7.

[8] Mateo 11:4-6.

[9] Mateo 12:39.

[10] Mateo 4:5-7 (NTV).

[11] Deuteronomio 32:5 (NBLH).

[12] Mateo 12:39-40.

[13] Mateo 12:10-13.

[14] Mateo 12:22.

[15] Jonás 1:17.

[16] Leon Morris, The Gospel According to Matthew (Grand Rapids: Eerdmans, 1992), 325-26.

[17] Jonás 1:2.

[18] Jonás 1:17.

[19] Jonás 2:9-10 (NVI).

[20] Jonás 3:4.

[21] Jonás 3:7-8 (NVI).

[22] Jonás 3:10 (NVI).

[23] Mateo 12:41 (NBLH).

[24] Mateo 12:42 (NBLH).

[25] 1 Reyes 10:1 (NBLH).

[26] 1 Reyes 10:3 (NBLH).

[27] 1 Reyes 10:6-7.

[28] R. T. France, The Gospel of Matthew (Grand Rapids: Eerdmans, 2007), 493.

[29] Mateo 12:6 (NBLH).

 

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