Jesús, Su vida y mensaje: Conflictos con los fariseos (1ª parte)

Enviado por Peter Amsterdam

noviembre 6, 2018

[Jesus—His Life and Message: Conflict with the Pharisees (Part 1)]

Los cuatro evangelios hablan de las tensas relaciones que había entre Jesús y los fariseos. Los fariseos eran un grupo de líderes religiosos judíos que observaban meticulosamente tanto las leyes escritas de la Torá —los cinco primeros libros del Antiguo Testamento— como las leyes orales, conocidas también como la tradición oral o la «tradición de los ancianos», que fue como las llamó Jesús[1]. La tradición oral eran interpretaciones de la Ley, y los fariseos consideraban que la tradición oral era necesaria para completar la Torá. Como Jesús separó esas tradiciones de los textos del Antiguo Testamento y no consideró que formaran parte de la Ley, los fariseos a menudo lo cuestionaban y lo acusaban de haber quebrantado las leyes religiosas. En este y en los siguientes tres artículos estudiaremos la interacción entre Jesús y los fariseos.

La oposición de los fariseos a Jesús se hace patente en sus preguntas, actitudes, acusaciones y acciones, tal como han quedado registradas en los evangelios. Veamos algunos ejemplos:

Algunos de los fariseos les dijeron: «¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en sábado?»[2]

Lo acechaban los escribas y los fariseos para ver si en sábado lo sanaría, a fin de hallar de qué acusarlo[3].

Los escribas y los fariseos comenzaron a pensar, diciendo: «¿Quién es este que habla blasfemias?»[4]

Se fueron los fariseos y consultaron cómo sorprenderlo en alguna palabra[5].

Salieron entonces los fariseos y se confabularon contra Jesús para destruirlo[6].

En Mateo 15 se describe uno de esos enfrentamientos:

Se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: «¿Por qué Tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos?, pues no se lavan las manos cuando comen pan»[7].

Unos fariseos de Jerusalén se habían desplazado hacia el norte hasta Galilea, donde estaban Jesús y Sus discípulos, y el carácter directo de su pregunta revela que su propósito era investigar las enseñanzas de Jesús, dado que en Galilea y los alrededores se estaba volviendo bastante popular.

De hecho, su pregunta representaba una acusación. La conducta de los discípulos de Jesús —en este caso, el hecho de que no se lavaban las manos antes de comer— reflejaba supuestamente lo que Jesús debía de haberles enseñado. Según la interpretación de las leyes de pureza que hacían los fariseos, estas incluían que había que lavarse las manos antes de comer, aunque eso no constaba en la ley mosaica. Como las acciones de los discípulos contravenían la interpretación farisea de las leyes de pureza ritual, le atribuyeron la culpa a Jesús, su maestro. De hecho, el propio Jesús había quebrantado en varias ocasiones las leyes de pureza, como cuando tocó a un leproso[8], cuando visitó una región impura habitada por gentiles, donde expulsó espíritus inmundos de un hombre y mandó que fueran a unos cerdos impuros[9], cuando fue tocado por una mujer impura que tenía una hemorragia[10], y cuando Él tocó un cadáver[11].

La pureza ritual era importantísima para los fariseos. La ley del Antiguo Testamento enseñaba que los israelitas, para ser el pueblo de Dios, debían evitar contaminarse, algo que podía ocurrir si comían alimentos impuros, si su cuerpo estaba en un estado de impureza o si entraban en contacto con cosas o personas impuras. Una persona que se contaminara debía purificarse mediante ciertos ritos religiosos y esperar determinado período de tiempo para ser considerada nuevamente limpia.

La ley del Antiguo Testamento exigía que los sacerdotes se lavaran ritualmente las manos antes de cumplir ciertos deberes religiosos y de comer la comida de los sacrificios. A los laicos solo se les pedía que se lavaran las manos en ciertos casos concretos[12], ninguno de ellos relacionado con la comida. Pero por lo visto en tiempos de Jesús se consideraba que comer sin lavarse las manos era violar las leyes de pureza. Cuando los fariseos preguntaron por qué los discípulos de Jesús quebrantaban la tradición de los ancianos, no los estaban acusando de transgredir la ley mosaica, sino la tradición oral.

Respondiendo Él, les dijo: «¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? Dios mandó diciendo: “Honra a tu padre y a tu madre”, y “El que maldiga al padre o a la madre, sea condenado a muerte”, pero vosotros decís: “Cualquiera que diga a su padre o a su madre: ‘Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte’, ya no ha de honrar a su padre o a su madre”. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición»[13].

Jesús no respondió la pregunta de los fariseos, sino que les hizo por Su parte una pregunta y puso de manifiesto que sus tradiciones, que ellos pensaban que les ayudaban a observar la Ley, en realidad les hacían quebrantarla. Citó un mandamiento divino de la Ley, el de honrar a los padres, y lo confrontó con las tradiciones de los fariseos: «Pero vosotros decís…» De esa manera, mostró que tales tradiciones no estaban al nivel de la Palabra de Dios, sino que eran simples reglas humanas, «vuestra tradición».

Jesús citó dos leyes del Antiguo Testamento:

Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que el Señor, tu Dios, te da[14].

El que maldiga a su padre o a su madre, morirá[15].

El segundo versículo refuerza el primero, pues declara que deshonrar al padre o a la madre es sancionable con la muerte. El uso que hace Jesús de estos versículos indica que honrar a los padres no es solo hacerlo de palabra, sino también proveer para sus necesidades y cuidar de ellos en su vejez. El mismo concepto aparece en el Nuevo Testamento.

Si alguna viuda tiene hijos o nietos, aprendan estos primero a ser piadosos para con su propia familia y a recompensar a sus padres, porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios[16].

Seguidamente, Jesús aludió a una táctica común de la época, consistente en dedicar alimentos, dinero o propiedades al tesoro del Templo con el fin de evitar que pasaran a manos de otros. (En el libro de Marcos, esta táctica es llamada Corbán). Si bien hoy en día no se sabe del todo cuál era el mecanismo, da la impresión de que quien hacía una donación en forma de Corbán seguía disfrutando de lo que hubiera donado hasta el día de su muerte, cuando pasaba a ser propiedad del Templo. Eso quiere decir que si uno poseía riquezas y propiedades sobre las que otros, en una situación normal, podrían tener pretensiones (en este ejemplo, los padres), podía dedicar al Templo la propiedad, con lo que esta quedaba definitivamente fuera del alcance de las otras partes. Jesús subrayó que esa tradición invalidaba el mandamiento de Dios.

Esta regla es un ejemplo de cómo los mandamientos divinos podían quedar anulados por los mismos fariseos que pretendían obedecer escrupulosamente a Dios. Jesús los puso en evidencia con lo siguiente que les dijo:

Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: «Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de Mí, pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres»[17].

Jesús consideró que los fariseos de Su época eran igual de hipócritas que los israelitas a los que Isaías había fustigado 800 años antes.

Al decir que lo honraban «en vano», Jesús se refería a que su culto era superficial, hueco, que carecía de sentido. Puede que cumplieran con las formalidades del culto, que realizaran los diversos ritos y ceremonias; pero lo hacían con muy poca o ninguna devoción o amor a Dios. En vez de enseñar la Palabra de Dios, impartían enseñanzas y doctrinas humanas, porque habían sustituido los mandamientos divinos por reglas y disposiciones inventadas por hombres.

Y llamando a Sí a la multitud, les dijo: «Oíd, y entended: No lo que entra por la boca contamina al hombre; pero lo que sale de la boca, esto contamina al hombre»[18].

Aunque Jesús había empezado respondiendo a los fariseos, en este momento se dirigió a otras personas que estaban presentes. Quería que prestaran atención, porque se disponía a decir algo chocante. Si bien los judíos podían contaminarse y volverse ritualmente impuros de diversas maneras, la más común era el quebrantamiento de las leyes del Levítico sobre los alimentos. Sin embargo, Jesús relegó esas leyes a un segundo plano diciendo que lo que entra por la boca —es decir, la comida— no contamina a una persona. Abrogó las leyes judías sobre los alimentos declarando que ningún alimento debe considerarse impuro. También afirmó que uno no se contamina con lo que come, sino que lo que hace que una persona sea impura es lo que hay dentro de ella. (Posteriormente, con la muerte y resurrección de Jesús, todas las leyes del Antiguo Testamento se cumplieron y dejaron de ser vinculantes para los creyentes.)

Entonces, acercándose Sus discípulos, le dijeron: «¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra?» Pero respondiendo Él, dijo: «Toda planta que no plantó Mi Padre celestial será desarraigada»[19].

Los fariseos se ofendieron con lo que les dijo Jesús, que entre otras cosas los llamó hipócritas, y posiblemente se retiraron. La explicación que había dado Jesús a los fariseos y al público había sido muy breve; sin embargo, cuando cambió la escena y los fariseos ya no estaban presentes, comenzó a exponer Su punto de vista a los discípulos con más detalle.

Al hablar del pueblo de Israel como si fueran plantas, Jesús aludió al libro de Isaías, en el Antiguo Testamento, que menciona que el pueblo de Dios fue plantado por Él:

Ciertamente la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá, planta deliciosa Suya[20].

Dios también habla de la destrucción de Su viña cuando dejó de producir fruto[21]:

Ahora, pues, vecinos de Jerusalén y varones de Judá, juzgad entre Mí y Mi viña. ¿Qué más se podía hacer a Mi viña, que Yo no haya hecho en ella? ¿Cómo, esperando Yo que diera uvas buenas, ha dado uvas silvestres? Os mostraré, pues, ahora lo que haré Yo a Mi viña: Le quitaré su vallado y será consumida; derribaré su cerca y será pisoteada. Haré que quede desierta[22].

Los fariseos, que eran falsos maestros, y otros que despreciaban a Jesús serían rechazados por haberlo rechazado. Lo mismo se ilustra en la parábola del trigo y la cizaña[23].

Jesús continuó hablando en contra de los fariseos:

Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guía al ciego, ambos caerán en el hoyo[24].

Aunque esos dirigentes religiosos se enorgullecían de su conocimiento e interpretación de la Palabra de Dios, Jesús los comparó con guías ciegos que trataban de conducir a personas ciegas. Si el corazón de esos dirigentes religiosos estaba lejos de Dios, si lo honraban en vano y si enseñaban preceptos humanos en vez de los mandamientos divinos, era lógico que solo supieran conducir a otros al mismo hoyo o zanja en que ellos mismos iban a caer. Lamentablemente, había gente que los seguía ciegamente.

Respondiendo Pedro, le dijo: «Explícanos esta parábola». Jesús dijo: «¿También vosotros estáis faltos de entendimiento? ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre, porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre»[25].

Pedro, en representación de los discípulos, pidió una explicación. En un pasaje anterior de este evangelio, dirigiéndose a Sus discípulos, Jesús había dicho:

A vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no les es dado[26].

Parece que Jesús esperaba que Sus discípulos entendieran lo que acababa de decir; pero como por lo visto no lo entendieron, se lo explicó.

En la descripción de este incidente que hay en el Evangelio de Marcos dice:

«¿No entendéis que nada de fuera que entra en el hombre lo puede contaminar, porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina?» Esto decía, declarando limpios todos los alimentos[27].

Jesús dejó claro que lo que importa no es lo que uno coma, sino el estado de su corazón. El apóstol Pablo expresó algo similar cuando escribió:

El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo[28].

Lo que contamina a una persona procede de las decisiones internas que toma, las cuales luego se manifiestan en forma de actos pecaminosos. Pensamientos que germinan internamente, en el corazón, pueden conducir a malas acciones visibles. A continuación, Él enumeró una serie de pecados que son el resultado de malos pensamientos. En el Evangelio de Marcos, la lista es más completa:

De dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lujuria, la envidia, la calumnia, el orgullo y la insensatez[29].

Los fariseos estaban obsesionados por el hecho de que los discípulos comían sin lavarse las manos, con lo que quebrantaban la tradición de los ancianos. Jesús aclaró que los actos visibles de una persona, fueran buenos o malos, eran consecuencia de lo que tenía dentro, salían de su corazón, y no tenían nada que ver con la observancia de las leyes dietéticas y las tradiciones de pureza. Mandó a Sus seguidores que se apartaran del mal que contamina espiritualmente a las personas, en vez de centrar su atención en las leyes para evitar la contaminación ceremonial, las cuales no tienen ningún efecto espiritual, ni en un sentido ni en otro. Cierto autor escribe:

Jesús está llamando la atención sobre el hecho de que la maldad tiene su origen en lo profundo de nuestro ser. Advierte a Sus seguidores que no pueden permitir que sus deseos y ambiciones personales guíen su conducta[30].

Si bien en este pasaje Jesús se centra en los males que pueden proceder del corazón (lo más profundo de nuestro ser), es importante señalar que en otras ocasiones habló positivamente de lo bueno que puede brotar del corazón de una persona.

El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva[31].

De la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas, y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas[32].

Bienaventurados los de limpio corazón, porque verán a Dios[33].

Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente[34].

(Continúa en la 2ª parte.)


Nota

Todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Mateo 15:2; Marcos 7:3,5.

[2] Lucas 6:2.

[3] Lucas 6:7.

[4] Lucas 5:21.

[5] Mateo 22:15.

[6] Mateo 12:14.

[7] Mateo 15:1,2.

[8] Mateo 8:3, Lucas 5:13.

[9] Marcos 5:1–19.

[10] Mateo 9:20–22.

[11] Mateo 9:23–26.

[12] Levítico 15:11, Deuteronomio 21:6.

[13] Mateo 15:3–6.

[14] Éxodo 20:12.

[15] Éxodo 21:17.

[16] 1 Timoteo 5:4.

[17] Mateo 15:7–9.

[18] Mateo 15:10,11.

[19] Mateo 15:12,13.

[20] Isaías 5:7.

[21] Isaías 5:1–7.

[22] Isaías 5:3–6.

[23] Mateo 13:24–30. V. también Parábolas de Jesús: El trigo y la cizaña.

[24] Mateo 15:14.

[25] Mateo 15:15–20.

[26] Mateo 13:11.

[27] Marcos 7:18,19.

[28] Romanos 14:17.

[29] Marcos 7:21,22.

[30] Morris, The Gospel According to Matthew, 400.

[31] Juan 7:38.

[32] Mateo 12:34,35.

[33] Mateo 5:8.

[34] Mateo 22:37.

 

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