Sin conocer la bancarrota

Enviado por María Fontaine

marzo 11, 2011

Al pensar en las personas que admiro y cuyo ejemplo intento emular, veo que —más allá de ser famosos o no— todos han elegido una vida de sacrificio a fin de que otros conozcan al Señor de manera íntima y personal.

Muchos no parecen haber alcanzado el éxito, al menos no en términos físicos o en la adquisición de artículos materiales, cosas que se pueden medir o contar. Algunos no se ven a sí mismos como gran cosa, en especial cuando comparan su situación con la de personas ricas o exitosas del mundo. Pero para mí son héroes.

Yo creo —y la Biblia hace hincapié en este punto, pues demuestra la perspectiva divina— que Dios considera sabios inversionistas a las personas que eligen una vida de sacrificio y entrega, personas que trabajan para obtener bienes eternos, y cuyos tesoros y riquezas nunca desaparecerán[1]. Son los ricos y famosos a los ojos de Dios. Son también las personas que yo admiro: quienes se sacrifican para que otros obtengan la vida eterna.

Si el lector también ha tomado duras decisiones a lo largo de muchos años y aún no le parece recibir gran cosa a cambio, yo creo que a la larga verá que el reembolso de sus inversiones superará ampliamente sus expectativas. Si no en esta vida, ciertamente en la venidera[2].

Han sido empleados fieles de Dios. Han trabajado como para Él. En los tiempos actuales, cuando en la sociedad abundan casos de personas sin la seguridad de un trabajo o una pensión de jubilación, pueden estar seguros que, si bien las bendiciones de Dios no siempre se manifiestan de forma física ni se pueden contar en metal, el servicio de Dios no conoce el desempleo ni la bancarrota, y Él cuida de los Suyos.

Dios aún lidera el ranking de seguridad social, asistencia médica y todos los beneficios que podrían desear. A veces toma un tiempo obtener todas las remuneraciones y no siempre las reciben de la manera que esperaban, pero conviene recordar que tienen acceso ilimitado a lo que necesitan mediante su cuenta bancaria del Cielo. El Señor es bueno, y todo hombre o mujer que confíe en Él será bendecido[3].

Querido Jesús, ayúdanos a tener presente Tus inquebrantables promesas. Ayúdanos a recordar la brevedad de la vida terrestre, y a concentrarnos en los dividendos eternos que producen vivir para Ti y dar a conocer Tu amor al mundo. Recuérdanos en todo momento los principios de Tu Palabra y que si vivimos conforme a ellos, no fallaremos.


[1] Mateo 6:19-20.

[2] Mateo 19:21.

[3] Jeremías 17:7.

 

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