Vivir el cristianismo: Los Diez Mandamientos (Matrimonio y sexualidad, 2ª parte)

Enviado por Peter Amsterdam

noviembre 26, 2019

[Living Christianity: The Ten Commandments (Marriage and Sex, Part 2)]

(Partes de este artículo provienen del libro Christian Ethics[1], de Wayne Grudem.)

Como vimos en Matrimonio y sexualidad, 1ª parte, el matrimonio es una alianza, un vínculo sagrado, que inician un hombre y una mujer por medio de una promesa que se hacen mutuamente delante de Dios, al que piden que sea testigo de su solemne compromiso. Una vez que se hacen dicha promesa, se comprometen a llevar una vida unidos como «una sola carne».

En los Evangelios Jesús confirmó lo que se determinó acerca del matrimonio en el libro de Génesis cuando dijo:

Al principio de la creación, hombre y mujer los hizo Dios. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre[2].

Jesús afirmó que el matrimonio es una unión para toda la vida y que una vez que Dios ha juntado a una pareja, Su intención es que dicha unión dure hasta que uno de los cónyuges muera.

La decisión de casarse es una de las más importantes que puede tomar una persona, puesto que implica el compromiso de permanecer junto a otra toda la vida. Durante la ceremonia nupcial, el novio y la novia se comprometen a permanecer unidos, a ser fieles el uno al otro y amarse mutuamente. Suele ocurrir en los casamientos que el pastor o sacerdote pronuncia un sermón que toca varios aspectos del matrimonio. Al investigar el tema di con un libro que contiene varios sermones de ese tenor que expresan puntos profundos y buenos para reflexionar, los cuales incluiré más abajo, pues me parecieron provechosos.

Si bien estos párrafos que citaremos provienen de sermones pronunciados en bodas, ofrecen muy acertados consejos e instrucciones para matrimonios, independientemente de si la pareja lleva mucho o poco tiempo casada.

(Primero figura el nombre del autor, seguido de fragmentos del sermón nupcial. Al final de cada cita aparece el número de página donde se encuentra ésta en el libro The Pastor’s Book[3], del cual fue extraída.)

James A. Johnston

Primero, recuerden que Dios los creó a los dos a su imagen. […] En calidad de marido y mujer, cada uno de ustedes lleva estampada la imagen de Dios: son retratos del propio Dios. [...] Tanto el marido como la esposa tienen idéntico valor, toda vez que ambos son portadores de la imagen de Dios. Al iniciar su relación matrimonial acuérdense de que viven, hablan y duermen con una figura del propio Dios, a la que también cuidan y atienden. Sean tiernos y háblense con amabilidad. Protéjanse mutuamente. Vean ambos en el otro el reflejo de Dios. Hónrense mutuamente. (166)

El segundo principio es que Dios es el artífice e inventor de los sexos masculino y femenino. Dios nos creó varón y mujer. [...] Su matrimonio honrará a Dios y les proporcionará la mayor alegría cuando reconozcan que son iguales y a la vez diferentes. No deben pretender que la otra persona tenga las mismas fortalezas, las mismas perspectivas, los mismos roles. Dios los creó para que se complementaran, para que encajaran el uno en el otro como las piezas de un rompecabezas. (166)

Dios creó funciones armoniosas para el marido y la mujer; iguales, pero a la vez distintas. Matthew Henry advirtió que a Eva Dios «no la hizo de su cabeza [la de Adán] para que estuviera encima de él; tampoco la hizo de sus pies para que fuese pisoteada; la hizo de su costado para que fuese igual a él, de debajo de su brazo para que fuese protegida y cerca de su corazón para que fuese amada.»[4] (167)

Cuando creó el matrimonio también creó una nueva familia. Génesis 2:24 nos dice: «Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne». Eso significa que su matrimonio tiene prioridad por sobre todas las demás relaciones que tengan en su vida, incluida la que mantienen con sus propios padres. El pacto que están sellando hoy es una ilustración de la relación de fidelidad que existe entre Cristo y Su iglesia. Nada se puede anteponer a dicha relación. (167)

Algunos matrimonios terminan en conflicto porque el marido y la mujer nunca dejan a sus padres. Vacían y limpian la alcoba en la que crecieron, establecen su propio hogar, compran sus propios muebles y hasta tienen sus propios hijos, pero su lealtad primordial queda atada a su mamá y su papá. No logran decir adiós y unirse los dos. Hoy su primera lealtad debe situarse en la relación que existe entre ustedes. Ya no pueden irse a su casa; la casa está donde está tu marido; la casa está donde está tu esposa. Sus padres los amarán, los apoyarán y los animarán con entusiasmo, pero la relación que hay entre ustedes está primero. (168)

No solo te creó a ti; los creó a los dos —hombre y mujer— a Su imagen. [...] A medida que vayan explorando los nuevos terrenos de la vida conyugal, recuerden que caminan, hablan y duermen con un invalorable retrato del propio Dios. Trátense con afecto. Miren más allá del pecado del otro para poder apreciar la imagen de Cristo mismo que se renueva en él o ella. Ampárense el uno al otro y trátense gentilmente, ya que Dios los creó a ambos a Su imagen, y por ende son preciosos. (170)

Como dos personas creyentes, lleven a la práctica los mandatos que la Escritura nos insta a realizar los unos por los otros: aliéntense el uno al otro, tengan paciencia el uno con el otro, sean bondadosos y misericordiosos los unos con los otros, perdonándose unos a otros como Dios también los perdonó a ustedes en Cristo (Efesios 4:32); estimúlense el uno al otro en la práctica del amor y las buenas obras; oren diariamente el uno por el otro. Ejemplifiquen lo que significa vivir juntos en el reino de Dios. (171)

Su matrimonio es una relación concebida por Dios para traer bendiciones espirituales a este mundo conforme el evangelio gane terreno en la propia vida de ustedes y se difunda a través de ustedes en el mundo. Eso comienza con cada uno de ustedes personalmente. Den prioridad, pues, a su propio crecimiento espiritual y estimúlense mutuamente a crecer en su amor y obediencia a Dios. (171)

Jay Thomas

Los primeros capítulos del Génesis constituyen el fundamento de un matrimonio y echan los cimientos para lo que el resto de la Escritura dice o asume acerca del matrimonio, sobre todo Efesios 5. Nos explican por qué se creó el matrimonio, su finalidad: «No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea» (Génesis 2:18). Dios no tomó otro pedazo de tierra ni formó a la ayudante de Adán de otro sustrato externo. Más bien, tomó una parte del interior de Adán, una costilla, y la labró transformándola en su esposa, Eva. Es crucial observar que Dios no tomó a los dos y los conformó en uno. Tomó uno y los conformó en dos: las partes del todo, el todo en partes. ¿Por qué? Porque Dios creó al hombre a Su imagen, para reflejarse en él ante el mundo. Dios configuró en el matrimonio la gran realidad de Su propia imagen: Él es uno y, sin embargo, tres. Su trinidad no contradice Su unicidad, ni Su unicidad Su trinidad. Se acoplan perfectamente. (172-173)

La primera clave para un matrimonio fuerte es que no intenten vivir como dos personas que trajinan para llegar a ser una, sino que tomen conciencia de que son inseparablemente una sola persona que vive la vida como dos. Háganse cargo de su unidad; vivan luego su diversidad a la luz de eso. (173)

Deben vivir como si fueran uno, porque de hecho lo son. Pero ¿cómo toma eso forma? ¿Cómo resulta eso en la práctica? Su unicidad, tal como Dios los concibió a los dos, se demuestra con amor. (173)

Si el amor es un rasgo fundamental de nuestra relación con Dios y si esa relación es el arquetipo del matrimonio, el amor entonces es la mayor expresión de la alianza que están forjando ustedes hoy. (173)

El Señor nos ha dado otra viva imagen del motivo por el que se ideó el matrimonio, y es que constituye el reflejo de la relación de Cristo con la iglesia. Efesios 5 es un gran ejemplo de ello. Dice que el matrimonio es una clara demostración a todo color de cómo Cristo ama a la iglesia. (173-174)

Randall Gruendyke

¿Qué es el matrimonio? Esa es la pregunta de nuestra época. Cómo la respondamos tendrá un profundo efecto sobre el futuro del mundo. Los primeros dos capítulos de la Biblia revelan que el matrimonio no se originó en la mente del hombre. Fue más bien idea de Dios, idea que se expresó por primera vez cuando Él dijo: «No es bueno que el hombre esté solo» (Génesis 2:18). [...] Es decir, que no era bueno que Adán viviera solo en la creación de Dios. (175)

Adán no encontró ayudante que le correspondiera. [...] Dios se dispuso a resolver su problema realizando cinco cosas: Puso a dormir a Adán. Le sacó una de sus costillas. Cerró la parte de donde le extrajo la costilla. Transformó la costilla en una mujer (nótese que ella provino de Adán, no de la tierra como los animales). Se la trajo al hombre. Al despertar, la respuesta de Adán a Dios fue literalmente un poema. Dijo entonces el hombre:

«¡Esta sí que es hueso de mis huesos
y carne de mi carne!
Será llamada “Mujer”,
porque del hombre fue tomada.» (Génesis 2:23). (175-176)

Kent Hughes

Además de la cruz, deben abrazar el hecho de que el matrimonio no es una relación contractual, sino una alianza para toda la vida. No es matrimonio cristiano si es condicional o contractual. El matrimonio cristiano exige un solemne juramento delante de Dios: jurarse mutuamente ante Él que nunca jamás quebrantarán esa promesa.

Al novio: Esa vida [de encarnación] significa que deberás ser un hombre sensible, consciente de que tu masculinidad se enaltece según tu sensibilidad a la femineidad de tu esposa. Deberás predisponerte a entender su corazón y las sutilezas de su mente y sus emociones, el termómetro de su alma. ¡Nunca lo lograrás a la perfección! Sin embargo, el esfuerzo que hagas en pos de ello te hará más semejante a Cristo y un mejor marido. Tus actos deben expresar: «Mi vida por la tuya». (155)

A la novia: Anímalo a ser un hombre de Dios que ama a Dios más de lo que te ama a ti. Incentívalo a ser un hombre, un hombre que hace honor a su palabra, un hombre que siempre dice la verdad, un hombre que nunca cede en su ética, un hombre generoso, un hombre que ama a los pobres, un hombre que ama a la iglesia, un hombre que ama el evangelio y al mundo perdido. (157)

Ora por tu marido basándote en la analogía del Espíritu Santo, que «nos ayuda en nuestra debilidad; porque no sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles» (Romanos 8:26, NBLA).

Siendo tú su esposa, su alma constante, con quien conformas «una sola carne», conocerás su centro inarticulado y las cosas que es incapaz de expresar. Intercede entonces por él en los asuntos demasiado profundos para expresar con palabras. (157)

A la pareja: Sus votos son por toda la vida. ¡Jamás deben quebrantarse! Dios y esta congregación son sus testigos. Tan apuestos como se ven hoy, llegará el día en que la flor se marchitará. Mas cuando caiga el pétalo, que su amor irradie con la belleza de Cristo. (157)

Doug O’Donnell

¡Todos somos pecadores! Y a veces cuesta mucho trabajar y vivir con pecadores y amarlos día tras día, año tras año, decenio tras decenio. [...] «hasta que la muerte nos separe». Por este motivo Pablo ora como oró en Efesios 3, pidiendo a Dios fortaleza interior, que los dos estén «arraigados y cimentados en amor», «para que por fe Cristo habite en sus corazones» (Efesios 3:17, NVI). A todos nos hace falta Jesús, que nos salva del pecado. Y todos precisamos el poder del Espíritu Santo que more en nosotros para poder vivir por Dios y por los demás más que para nosotros mismos. Esa es la prueba de fuego en toda relación, pero muy particularmente en el pacto matrimonial. ¿Yo (pecador) te serviré a ti (pecador/a), me sacrificaré por ti y me comprometeré contigo? ¿Te amaré? Eso es lo que se preguntan y se responden el uno al otro el día de hoy. Y por lo tanto, como somos pecadores, necesitamos a Dios y Su poder. (163-164)

En este espléndido texto conyugal, Jesús dijo: «Lo que Dios ha unido…» ¿Se han puesto a pensar alguna vez en esa afirmación? ¡Es una expresión increíble! ¿Qué se afirma ahí? Que cuando ustedes dan el sí, cuando digan «con este anillo contraigo matrimonio contigo» y cuando los dos junten esos labios anhelantes y luego se den vuelta y recorran el pasillo con caras sonrientes, no es un error. Es parte del designio divino. Él los unió. [...] Él los está casando en este día. Y el propósito de dicha unión todavía les es desconocido. ¿Serán ricos o serán pobres juntos? ¿Gozarán ambos de magnífica salud y vivirán largas vidas, o uno de ustedes o los dos se enfermarán quizá mucho antes de lo esperado?

El voto o promesa es el siguiente: «Te tomo por esposa/o a partir de este día, tanto en las alegrías como en las penas, tanto en los buenos como en los malos tiempos». [...] Dios los ha juntado, pero no les ha dicho por qué. ¿Será para dicha y alegría o para penas y trajines? Independientemente de lo que les sobrevenga, [...] quiero que sepan que el matrimonio no es primordialmente cuestión de felicidad, de reproducción o de ninguna otra cosa que consideremos de máxima importancia en la vida. Tiene que ver principalmente con la santificación, aprender a amar como Dios ama, amar a los no amables, amar al pecador, amar cuando amar es lo último que queremos hacer. [...] Cuando los tiempos sean buenos, o cuando sean malos o difíciles, recuerden esta singular frase de Jesús, que hoy leímos y comentamos: «Lo que Dios ha unido…» Tengan eso presente y aprendan a regocijarse en esa realidad a despecho de las tristezas o de las alegrías con que se encuentren en el camino. (164-165)

Todd Wilson

El matrimonio, dice la Biblia, es un misterio (Efesios 5:32). No es que sea algo misterioso que deba mantenerse en secreto. El matrimonio es más bien algo simbólico, algo que existe para atraer la atención hacia otra cosa. De ahí que el matrimonio de ustedes es un drama, una obra teatral que representa la relación entre Cristo y la iglesia.

Mientras buscan desempeñar sus papeles de Cristo y la iglesia, consideren estos tres dichos como frases que deben decirse entre ustedes. La primera es muy sencilla: «Te amo». Tal vez porque es tan sencillo es tan fácil omitirlo. Pero díganse «te amo» el uno al otro con frecuencia, todos los días, múltiples veces al día. Sí, ustedes saben —todos sabemos— que se aman; no obstante, es bueno que se lo digan el uno al otro con regularidad. La segunda es decir: «Los siento» o «perdóname». Es facilísima de expresar verbalmente, pero muchas veces nos cuesta un mundo decirla, ¿cierto? Esas palabras tienen una enorme potencia en toda relación, sin excluir el matrimonio, pues como pronto se darán cuenta, si es que todavía no lo han hecho, [su cónyuge] no es perfecto. Los dos van a quedarse cortos, van a caer en falta, en este matrimonio. Por eso no vacilen en decir «lo siento mucho» y buscar el perdón. La tercera y última frase para decir es esta: «¿En qué puedo ayudar?» Todos los días necesitarán ayudarse mutuamente. El matrimonio se trata de eso: del aliento, apoyo y amor mutuo, y de sacrificarse el uno por el otro. Que haya en ustedes esa aspiración de preguntarle con regularidad a la otra persona: «¿En qué puedo ayudarte? ¿Cómo puedo servirte?» (177)


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.


[1] Grudem, Wayne, Christian Ethics (Wheaton: Crossway, 2018).

[2] Marcos 10:6-9.

[3] Hughes, R. Kent, The Pastor’s Book: A Comprehensive and Practical Guide to Pastoral Ministry (Wheaton: Crossway, 2015).

[4] Henry, Matthew, Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI, Editorial Mundo Hispano, 1999, página 76.

 

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