El Credo (9ª parte)

Enviado por Peter Amsterdam

mayo 26, 2020

[The Creed (Part 9)]

(Los puntos presentados en este artículo se han tomado del libro The Creed, de Luke Timothy Johnson[1].)

Tras mencionar algunos acontecimientos futuros relacionados con el retorno de Jesús (Su segunda venida), así como Su juicio de vivos y muertos y Su reino eterno, el Credo pasa al tema del Espíritu Santo.

Dice:

Creemos en el Espíritu Santo,
      Señor y dador de vida,
      que procede del Padre y del Hijo,
      que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria,
      y que habló por los profetas.

Creemos en el Espíritu Santo

Al decir «creemos en el Espíritu Santo», esta sección del Credo sigue la misma estructura que las secciones sobre el Padre y el Hijo. Con esa repetición, el Credo da a entender que debemos concebir al Espíritu Santo de la misma manera que concebimos al Padre y al Hijo; que, al igual que ellos, el Espíritu es Dios. Al decir que el Espíritu Santo es «Señor y dador de vida», «que procede del Padre y del Hijo» y «que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria», el Credo expresa que el Espíritu tiene un estatus equivalente al del Padre y el Hijo.

El Espíritu como poder

Las Escrituras hablan de la influencia del Espíritu Santo en la vida de los creyentes. En sus textos, el apóstol Pablo dice que el Espíritu Santo es un poder que obra en los seres humanos.

El Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en la fe, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo[2].

No osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí […] en el poder del Espíritu de Dios[3].

Nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre. […] Vosotros vinisteis a ser imitadores nuestros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con el gozo que da el Espíritu Santo[4].

Ese poder habita en los cristianos.

¿Acaso no sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios está en vosotros?[5]

Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros[6].

Vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios está en vosotros[7].

Si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús está en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por Su Espíritu que está en vosotros[8].

El poder del Espíritu Santo da vida a los creyentes.

Si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, pero el espíritu vive a causa de la justicia[9].

El que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna[10].

La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte[11].

La vida que da el Espíritu es una primicia, un sello o una promesa de lo que vendrá, de la gloria futura.

Sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora. Y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo[12].

En Él también ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Este garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de Su gloria[13].

El que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado y nos ha dado, como garantía, el Espíritu en nuestros corazones[14].

Sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por manos, eterna, en los cielos. El que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado el Espíritu como garantía[15].

El Espíritu como persona

Aparte de ser un poder que obra en los creyentes, el Espíritu Santo es también una persona. Desde los inicios del cristianismo, los creyentes, al referirse al Espíritu, dieron a entender que no se trataba de una simple fuerza impersonal. Hablaron de que el Espíritu «sabía» y «quería», como solo podría hacerlo una persona.

Por ejemplo, el apóstol Pablo dice que «el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu»[16], que «el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad» y que «intercede por nosotros»[17].

El Espíritu enseña.

De estas cosas hablamos, no con palabras enseñadas por la sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu[18].

El Espíritu conoce.

Nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios[19].

El Espíritu también reparte dones.

A cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para el bien de todos. A uno es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de conocimiento […]; a otro, fe […]; y a otro, dones de sanidades […], el hacer milagros; […] profecía; […] discernimiento de espíritus; […] diversos géneros de lenguas, […] interpretación de lenguas[20].

La Epístola a los hebreos menciona que el Espíritu «dice», «da a entender» y «atestigua». «Como dice el Espíritu Santo…»[21], «El Espíritu Santo da a entender con esto…»[22] y «El Espíritu Santo nos atestigua lo mismo»[23]. La 2ª Epístola de Pedro dice que el Espíritu «inspira» a las personas, es decir, las guía u orienta.

Hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo[24].

En la 1ª Epístola de Juan dice que «el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad»[25].

En los evangelios se presenta al Espíritu Santo como un poder que desciende sobre Jesús.

Jesús […] fue bautizado por Juan en el Jordán. Luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos y al Espíritu como paloma que descendía sobre Él[26].

Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto[27].

El Libro de los Hechos es llamado a veces el «libro del Espíritu Santo», ya que en él se menciona con frecuencia al Espíritu, el cual desempeñó un papel destacado en la iglesia primitiva.

Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra[28].

Pedro les dijo: «Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo»[29].

Cuando terminaron de orar, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban con valentía la palabra de Dios[30].

Señor

Las Escrituras se refieren al Espíritu Santo como «Señor».

El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad[31].

El Espíritu del Señor habla por mí, Su palabra está en mi lengua. El Dios de Israel ha hablado[32].

A lo largo del Antiguo Testamento, se emplea la expresión «Señor Dios» para referirse a Dios Padre, creador de todo lo que existe.

El Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente. El Señor Dios plantó un huerto en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado. E hizo el Señor Dios nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista y bueno para comer[33].

En el Nuevo Testamento, Jesús es llamado «Señor».

Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús[34].

Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa[35].

Para nosotros, sin embargo, solo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y para quien nosotros existimos; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual han sido creadas todas las cosas y por quien nosotros también existimos[36].

En el Nuevo Testamento, al Espíritu Santo también se le llama «Señor» o «el Espíritu del Señor».

El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en Su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor[37].

El Espíritu del Señor está sobre Mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos[38].

Cuando el Credo declara que el Espíritu Santo es Señor, está diciendo que es Dios.

Dador de vida

Las Escrituras enseñan que solo Dios da vida.

¡Solo Tú eres el Señor! […] Tú le das vida a todo lo creado […]. ¡Por eso te adoran los ejércitos del cielo![39]

En la Epístola a los Romanos, el apóstol Pablo dice que Dios es quien «da vida a los muertos y llama las cosas que no son como si fueran»[40].

Si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús está en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por Su Espíritu que está en vosotros[41].

Solo Dios puede dar vida; no obstante, el don de la vida se atribuye a la acción del Espíritu Santo, lo cual indica que el Espíritu es Dios.

El Evangelio de Juan dice que el Padre y el Hijo son quienes tienen poder para dar vida.

Como el Padre levanta a los muertos y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida[42].

Más adelante en el Evangelio de Juan Jesús dice:

El Espíritu es el que da vida[43].

Procede del Padre y del Hijo

Esta frase no figuraba en la versión original del credo niceno de 325 d. C., ni en el credo niceno-constantinopolitano de 381 d. C. Las primeras versiones decían: «Que procede del Padre». En un concilio regional de la iglesia celebrado en Toledo, España, se añadieron las palabras «y del Hijo». Posteriormente, ese añadido fue aceptado por la Iglesia de Occidente, pero rechazado por la de Oriente, conocida como la Iglesia ortodoxa, que es preponderante en Europa Central y Oriental, incluida Rusia.

No hay duda de que el Espíritu Santo procede del Padre.

Cuando venga el Consolador, a quien Yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, Él dará testimonio acerca de Mí[44].

Ningún versículo dice explícitamente que el Espíritu Santo proceda del Hijo. No obstante, sí hay algunos que expresan el concepto de que el Espíritu tiene Su origen en el Padre y en el Hijo.

Este, por ejemplo, dice que el Espíritu viene del Padre:

No sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros[45].

El Espíritu es llamado asimismo el Espíritu de Dios.

Vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios está en vosotros[46].

También se le llama el «Espíritu del Hijo».

Por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de Su Hijo, el cual clama: «¡Abba, Padre!»[47]

Y se le llama el «Espíritu de Jesucristo».

Sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación[48].

Basándose en esos versículos, los antiguos teólogos cristianos de Occidente llegaron a la conclusión de que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo.

Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria

Esta frase hace hincapié en el hecho de que, al igual que el Padre y el Hijo, el Espíritu Santo es Dios y merece la misma adoración y culto que el Padre y el Hijo. En el Nuevo Testamento, dar gloria a Dios no es solo alabarlo, sino también reconocer Su presencia y poder.

Jesús entonces le dijo: «Recibe la vista, tu fe te ha sanado». Al instante recobró la vista y lo seguía glorificando a Dios[49].

La multitud se maravillaba al ver que los mudos hablaban, los mancos quedaban sanos, los cojos andaban y los ciegos veían. Y glorificaban al Dios de Israel[50].

El Credo nos manda adorar y glorificar al Espíritu Santo porque, al igual que el Padre y el Hijo, el Espíritu es Dios.

Habló por los profetas

Los profetas del Antiguo Testamento anunciaron el mensaje de Dios y hablaron en Su nombre y desde Su perspectiva. El hecho de que Dios decidiera dirigirse a Su pueblo por intermedio de profetas muestra que el Creador desea comunicarse con los seres que ha creado; y una forma de hacer eso es que el Espíritu Santo transmita Su mensaje a un ser humano para que este lo retransmita en un lenguaje comprensible para los demás.

Los que anunciaron la Palabra de Dios a lo largo de las Escrituras fueron profetas, como los cuatro profetas mayores —Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel—; los doce profetas menores —Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías—; y también otros como Moisés.

Este Moisés es el que dijo a los hijos de Israel: «Profeta os levantará el Señor vuestro Dios de entre vuestros hermanos»[51].

El Espíritu Santo desempeña un papel significativo en la vida de los cristianos. La Biblia dice que el Espíritu Santo es un consolador que enseña y recuerda.

El Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre, Él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que Yo os he dicho[52].

El Espíritu mora en nosotros.

¿Acaso no sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios está en vosotros?[53]

El Espíritu Santo es fuente de revelaciones, sabiduría y poder.

El Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios, porque ¿quién de entre los hombres conoce las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios[54].

Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra[55].

El Espíritu Santo nos guía a toda la verdad y nos da a conocer lo que vendrá.

Cuando venga el Espíritu de verdad, Él os guiará a toda la verdad, porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará, porque tomará de lo Mío y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es Mío; por eso dije que tomará de lo Mío y os lo hará saber[56].

El Espíritu concede a los creyentes dones espirituales: sabiduría, conocimiento, fe, dones de sanidades, el hacer milagros, profecía, discernimiento de espíritus, lenguas e interpretación[57].

Se entiende que el Espíritu Santo que Dios concede a los que creen en Jesús es una garantía de su salvación.

En Él también ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Este garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de Su gloria[58].

El Espíritu da testimonio:

El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo[59].

El Espíritu renueva a los creyentes y les da vida eterna.

Si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, pero el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús está en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por Su Espíritu que está en vosotros[60].

El Espíritu Santo está continuamente obrando en los que somos cristianos. Nos guía, nos ayuda, nos orienta y propicia nuestro crecimiento espiritual; también nos hace tomar conciencia de nuestros pecados y nos da poder para difundir el evangelio.

(Continuará y terminará en la décima parte.)


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


[1] The Creed—What Christians Believe and Why It Matters (Nueva York: Doubleday, 2003).

[2] Romanos 15:13.

[3] Romanos 15:18,19.

[4] 1 Tesalonicenses 1:5,6.

[5] 1 Corintios 3:16.

[6] 2 Timoteo 1:14.

[7] Romanos 8:9.

[8] Romanos 8:11.

[9] Romanos 8:10.

[10] Gálatas 6:8.

[11] Romanos 8:2.

[12] Romanos 8:22,23.

[13] Efesios 1:13,14 (NVI).

[14] 2 Corintios 1:21,22.

[15] 2 Corintios 5:1,5.

[16] Romanos 8:16.

[17] Romanos 8:26.

[18] 1 Corintios 2:13.

[19] 1 Corintios 2:11.

[20] 1 Corintios 12:7–10.

[21] Hebreos 3:7.

[22] Hebreos 9:8.

[23] Hebreos 10:15.

[24] 2 Pedro 1:21.

[25] 1 Juan 5:6.

[26] Marcos 1:9,10.

[27] Lucas 4:1.

[28] Hechos 1:8.

[29] Hechos 2:38.

[30] Hechos 4:31.

[31] 2 Corintios 3:17.

[32] 2 Samuel 23:2,3.

[33] Génesis 2:7–9.

[34] Hechos 4:33.

[35] Hechos 16:31.

[36] 1 Corintios 8:6.

[37] 2 Corintios 3:17,18.

[38] Lucas 4:18.

[39] Nehemías 9:6 (NVI).

[40] Romanos 4:17.

[41] Romanos 8:11.

[42] Juan 5:21.

[43] Juan 6:63.

[44] Juan 15:26.

[45] Mateo 10:20.

[46] Romanos 8:9.

[47] Gálatas 4:6.

[48] Filipenses 1:19.

[49] Lucas 18:42,43 (NBLA).

[50] Mateo 15:31.

[51] Hechos 7:37.

[52] Juan 14:26.

[53] 1 Corintios 3:16.

[54] 1 Corintios 2:10,11.

[55] Hechos 1:8.

[56] Juan 16:13–15.

[57] 1 Corintios 12:4–11.

[58] Efesios 1:13,14 (NVI).

[59] Romanos 8:16,17.

[60] Romanos 8:10,11.

 

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