Vivir el cristianismo: Los Diez Mandamientos (No robarás, 3ª parte)

Enviado por Peter Amsterdam

agosto 11, 2020

Trabajo

[Living Christianity: The Ten Commandments (You Shall Not Steal, Part 3). Work]

(Partes de este artículo provienen de los libros Christian Ethics de Wayne Grudem[1] y The Doctrine of the Christian Life de John M. Frame[2].)

El octavo mandamiento, no robarás, aborda el tema de la protección de propiedad decretando que lo que pertenece a una persona no lo debe robar otra. Como tal, cubre la propiedad de las posesiones y a la vez los medios para obtener posesiones destinadas a beneficiar la vida de una persona. Desde el principio el trabajo ha sido el medio para obtener las necesidades de la vida. Este es el tema que trataremos en el presente artículo.

La Escritura presenta un concepto favorable del trabajo. Antes que el pecado se introdujera en el mundo, Dios instruyó a Adán y Eva a que trabajaran cuando les dijo:

Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla[3].

Tomó, pues, el SEÑOR Dios al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo guardara[4].

El trabajo no es consustancial a la condición del ser humano caído luego del pecado original, sino algo que forma parte de la creación de Dios calificada de «buena en gran manera».

El libro del Génesis indica que la creación del mundo fue una obra que hizo Dios.

El séptimo día concluyó Dios la obra que hizo, y reposó el séptimo día de todo cuanto había hecho[5].

El cuarto mandamiento evidencia la obra o trabajo de la creación de Dios, toda vez que hace referencia a no trabajar el séptimo día —sabbat— y sí trabajar en los otros días de la semana.

Acuérdate del día sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día será sábado para el SEÑOR tu Dios[6].

Al decir eso, Dios estableció en los Diez Mandamiento el requisito de trabajar, ya que expresó que el trabajo que realizamos es para imitar el Suyo.

En seis días el SEÑOR hizo los cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y reposó en el séptimo día[7].

Así como Dios trabajó en la creación y descansó luego el séptimo día, los seres humanos debemos trabajar y así también tomarnos un día de descanso.

En el libro de los Proverbios se hallan alusiones a las bondades del trabajo.

Todo esfuerzo tiene su recompensa, pero quedarse solo en palabras lleva a la pobreza[8].

El que cultiva su tierra se saciará de pan, pero el que sigue a los ociosos se colmará de pobreza[9].

En el Nuevo Testamento también encontramos referencias favorables al trabajo. Por épocas, durante sus viajes misioneros, el apóstol Pablo trabajó de fabricante de tiendas.

Halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila, su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos salieran de Roma. Fue a ellos y, como era del mismo oficio, se quedó con ellos y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas[10].

En otros pasajes Pablo hizo referencia a su trabajo:

«No he codiciado ni la plata ni el oro ni el vestido de nadie. Ustedes saben que estas manos proveyeron para mis necesidades y para aquellos que estaban conmigo. En todo les he demostrado que trabajando así es necesario apoyar a los débiles, y tener presente las palabras del Señor Jesús, que dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir”.»[11]

Pablo también escribió a los efesios:

El que robaba, no robe más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad[12].

En su carta a la iglesia de Tesalónica Pabló resalta la importancia de que los creyentes provean para su sustento por medio del trabajo.

Tengan por aspiración vivir en tranquilidad, ocuparse en sus propios asuntos y trabajar con sus propias manos, como les hemos mandado; a fin de que se conduzcan honestamente para con los de afuera y que no tengan necesidad de nada[13].

En su segunda epístola a los Tesalonicenses, Pablo escribió:

Les mandamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se aparten de todo hermano que ande desordenadamente y no conforme a la doctrina que recibieron de parte nuestra. Ustedes mismos saben de qué manera deben imitarnos, porque no hemos vivido desordenadamente entre ustedes ni hemos comido de balde el pan de nadie. Más bien, trabajamos arduamente hasta la fatiga, de noche y de día, para no serles gravosos a ninguno de ustedes; no porque no tuviéramos autoridad sino para darles en nuestras personas un ejemplo a imitar. Aún estando con ustedes los amonestábamos así: que si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque hemos oído que algunos andan desordenadamente entre ustedes, sin trabajar en nada sino entrometiéndose en lo ajeno. A los tales les ordenamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo que trabajando sosegadamente coman su propio pan[14].

Trabajo no remunerado

Por supuesto que no todo trabajo es compensado económicamente. Uno de los oficios más importantes del mundo es el de ama de casa. La Escritura habla de la importancia de quienes cuidan a sus hijos y atienden el hogar, pese a que dicha labor no constituye un empleo remunerado. En tiempos bíblicos la función de ama de casa la cumplía la esposa; hoy en día esa función la puede realizar el marido o puede ser una labor compartida entre marido y mujer. Proverbios 31 hace un elogio del ama de casa y el oficio que desempeña.

Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Su valor sobrepasa largamente al de las piedras preciosas. […] Ella busca la lana y el lino, y trabaja gustosamente con sus manos. Es como la nave del mercader, que trae su pan desde lejos. Siendo aún de noche, se levanta para dar la comida a su familia y la ración a sus criadas. […] Alarga su mano al pobre; extiende sus manos al menesteroso. […] Ella se teje los tapices, y de lino fino y de púrpura es su vestido. […] Abre su boca con sabiduría y la ley de la clemencia está en su lengua. […] Considera la marcha de su casa y no come el pan de balde[15].

Si bien este pasaje trata de la labor del ama de casa, también habla de que la «excelente esposa» se ocupa en bienes raíces y en el comercio.

Considera la heredad y la compra, y con sus propias manos planta una viña. […] Ve que van bien sus negocios […]. Teje telas y las vende, y provee de cintas al mercader. […] Considera la marcha de su casa y no come el pan de balde[16].

Estos versículos indican que las amas de casa también pueden dedicarse a trabajos remunerados fuera de su hogar.

Otros trabajos no remunerados que tienen mucha importancia son las labores voluntarias: gente que dona generosamente su tiempo para ayudar a otros, por ejemplo a su iglesia o a otras organizaciones.

Una tarea tremendamente importante que suele realizarse de forma voluntaria es la labor misionera. Muchos cristianos consagrados tienen vocación para dedicarse al servicio de Dios y anuncian el evangelio en su propio país o en las misiones. La labor misionera por lo general no conlleva un sueldo; no obstante, esos cristianos de gran valor y entrega recurren al Señor para que les supla todo lo que les haga falta mientras llevan a cabo su misión: que prediquen el evangelio a toda criatura[17].

La pereza

En contraste con los que trabajan diligentemente, hay varios versículos aleccionadores en el libro de los Proverbios que describen a los perezosos y remolones para el trabajo.

Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás del sueño? Un poco de sueño, dormitar otro poco, y otro poco descansar mano sobre mano: así te llegará la miseria como un vagabundo, la pobreza como un hombre armado[18].

El alma del perezoso desea y nada alcanza, pero el alma de los diligentes será prosperada[19].

La pereza hace caer en profundo sueño y la persona negligente padecerá hambre[20].

El perezoso no ara al comienzo de la estación; buscará en el tiempo de la siega y no hallará[21].

El deseo del perezoso lo mata, porque sus manos no quieren trabajar[22].

La puerta gira sobre sus bisagras, y el perezoso gira sobre la cama[23].

El perezoso mete la mano en el plato, pero le pesa llevarse el bocado a la boca[24].

¿Es el trabajo una maldición?

Si bien cuando Dios creó a Adán y Eva les dio trabajo que hacer, el libro del Génesis explica que después que pecaron se produjeron cambios en el orden creado que hicieron más dificultoso su trabajo. Dios le dijo a Adán:

Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer y comiste del árbol de que te mandé diciendo: «No comerás de él», maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida, espinos y cardos te producirá y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres y al polvo volverás[25].

La maldición que Dios profirió sobre la tierra significó que desde entonces esta no produciría alimento sino a fuerza de arduo trabajo. Adán y Eva todavía vivirían del consumo de alimentos, pero a costa de su laboriosa faena, con el sudor de su rostro. Pese a que Dios introdujo la molestia en el trabajo que los seres humanos están obligados a realizar, sigue siendo posible hallar gozo en el cumplimiento de esa labor. A lo largo del Antiguo Testamento encontramos pasajes sobre la capacidad de gozar del trabajo que desempeñamos y de verlo como una bendición de Dios.

[El Señor] bendecirá todas tus cosechas y todo el trabajo de tus manos, y eso te hará sentir tremendamente dichoso[26].

Él te abrirá Su buen tesoro, los cielos, para dar lluvia a tu tierra en su tiempo y para bendecir toda la obra de tus manos[27].

Mi corazón se alegraba de todo mi duro trabajo. Esta fue mi parte de todo mi duro trabajo[28].

No hay cosa mejor para el hombre que comer y beber, y gozar del fruto de su trabajo. He visto que esto también procede de la mano de Dios. Porque, ¿quién comerá y quién se gozará sino uno mismo?[29]

Independientemente del empleo que tengamos o del trabajo que estemos realizando, sea o no remunerado, debemos considerar que ahí es donde nos puso Dios, al menos por el momento actual. Para algunos, el trabajo que desempeñan es su llamamiento, su vocación, algo a lo que dedicarán su vida entera. A otros, Dios quizá los lleve a realizar una ocupación por determinado periodo de tiempo y más adelante los llame a dedicarse a otra. Cualquiera que sea la labor hacia la que el Señor nos encauce, cualquiera que sea el oficio que tengamos, los creyentes debemos realizar nuestro trabajo con dignidad y honra, por cuanto se nos insta a hacerlo todo para la gloria de Dios[30].


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.


[1] Grudem, Wayne, Christian Ethics (Wheaton: Crossway, 2018).

[2] Frame, John, The Doctrine of the Christian Life (Phillipsburg: P&R Publishing, 2008).

[3] Génesis 1:28 (NVI).

[4] Génesis 2:15.

[5] Génesis 2:2.

[6] Éxodo 20:8–10.

[7] Éxodo 20:11.

[8] Proverbios 14:23 (NVI).

[9] Proverbios 28:19.

[10] Hechos 18:2,3.

[11] Hechos 20:33–35.

[12] Efesios 4:28.

[13] 1 Tesalonicenses 4:11,12.

[14] 2 Tesalonicenses 3:6–12.

[15] Proverbios 31:10, 13–15, 20, 22, 26, 27.

[16] Proverbios 31:16, 18, 24, 27.

[17] Marcos 16:15.

[18] Proverbios 6:9–11.

[19] Proverbios 13:4.

[20] Proverbios 19:15.

[21] Proverbios 20:4.

[22] Proverbios 21:25.

[23] Proverbios 26:14 (RVC).

[24] Proverbios 26:15 (NVI).

[25] Génesis 3:17–19.

[26] Deuteronomio 16:15 (BLPH).

[27] Deuteronomio 28:12.

[28] Eclesiastés 2:10.

[29] Eclesiastés 2:24,25.

[30] 1 Corintios 10:31.

 

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