Enviado por Peter Amsterdam
septiembre 8, 2020
[Living Christianity: The Ten Commandments (You Shall Not Steal, Part 4). Why Work?]
(Partes de este artículo provienen de los libros Christian Ethics de Wayne Grudem[1] y The Doctrine of the Christian Life de John M. Frame[2].)
El artículo anterior de esta serie abordó el tema del trabajo. Reveló que antes que el pecado se introdujera en el mundo Dios instruyó a Adán y Eva a que trabajaran, lo que demuestra claramente que el trabajo no es parte de la naturaleza humana venida abajo, sino más bien parte de la «muy buena» creación divina.
¿Por qué les encargó Dios trabajo a los seres humanos? Ser criaturas hechas a imagen de Dios implica en parte la capacidad de reflejar en menor magnitud Su actividad creativa[3]. Cuando elaboramos algo, por ejemplo hornear una barra de pan, construir una cabaña o trabajar en una fábrica para producir un automóvil, estamos creando una cosa que no existía antes. Dichos trabajos irradian también de otros modos los atributos divinos, como son la sabiduría, la fortaleza, la paciencia y el conocimiento. La Escritura nos exhorta a ser imitadores de Dios como hijos amados[4].
Si bien toda la creación manifiesta la gloria de Dios —por ejemplo, el reino vegetal y el reino animal—, la creatividad de los seres humanos manifiesta Su gloria de formas sumamente variadas. Los seres humanos son los únicos que crean, inventan e innovan. Los animales por lo general no se sirven del pensamiento inteligente para crear o producir cosas que otros valorarían. La facultad de los humanos para realizar obras de inventiva indica que fuimos creados por Dios a Su imagen.
Nosotros, en calidad de seres humanos, podemos crear valor. Los productos que elaboramos los humanos tienen valor, tanto para nosotros como para otros. Una vez que una persona hace una barra de pan, edifica una casa o ensambla un producto, esas cosas cobran entonces mayor valor que el que poseía la materia prima de la que fueron elaboradas. Cuando efectuamos trabajos productivos, agregamos al valor total de las cosas que existen para el bien de la humanidad. Esto también es válido para el trabajo que no produce cosas materiales pero que de todos modos añade valor a la humanidad, como sería educar un niño, cuidar de los necesitados, etc.
Otro aspecto importante del trabajo es que nos permite sustentarnos económicamente. El apóstol Pablo exhortó a los cristianos de Tesalónica a trabajar con sus propias manos… a fin de que se conduzcan honestamente para con los de afuera y que no tengan necesidad de nada[5]. Poder mantenernos por nuestros propios medios y no depender más de nuestros padres o de otras personas nos infunde un sentido inmanente de dignidad y de amor propio. Además, el trabajo glorifica a Dios, toda vez que constituye una imitación de Su atributo de independencia: Él no depende de nada ni nadie para Su existencia.
A eso se debe en parte que cuando la gente es despedida del trabajo y no encuentra otro empleo, o cuando no puede trabajar por alguna enfermedad o lesión, le resulta tan difícil. La carencia de un trabajo productivo puede causar un sentimiento de impotencia al no poder cumplir con aquello para lo que Dios creó a los seres humanos: dedicarnos a un trabajo productivo y por ende ganarnos la vida.
Dios nos creó con distintas destrezas, habilidades, preferencias y deseos respecto al tipo de trabajo que elegimos realizar. Gracias a esa diversidad la gente se especializa en distintas clases de trabajo, lo que hace que la humanidad sea mucho más productiva que si cada individuo tuviera que producir por sí solo todo lo que necesita. Gracias a la especialización, las personas se pueden concentrar en trabajos para los que están capacitadas.
Dios les encargó trabajo a Adán y Eva en el Edén cuando los instruyó que llenaran la tierra y la sometieran[6]. No obstante, después que pecaron, Él introdujo cambios dentro de la creación que hicieron que el trabajo resultara más difícil. Le dijo a Adán:
«Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer y comiste del árbol de que te mandé diciendo: “No comerás de él”, maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida, espinos y cardos te producirá y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres y al polvo volverás.»[7]
La maldición que Dios profirió sobre la tierra significó que para producir alimentos los seres humanos tendrían que laborar. Así y todo, aunque a partir de entonces Dios dispuso que el trabajo acarreara cierto disgusto, todavía es posible hallar dicha en nuestra labor. Una serie de versículos del Antiguo Testamento se refieren a esto.
[El Señor] bendecirá todas tus cosechas y todo el trabajo de tus manos, y eso te hará sentir tremendamente dichoso[8].
Él te abrirá Su buen tesoro, los cielos, para dar lluvia a tu tierra en su tiempo y para bendecir toda la obra de tus manos[9].
Mi corazón se gozaba de todo lo que hacía. Ésta fue la recompensa de todas mis fatigas[10].
Nada hay mejor para el hombre que comer y beber, y llegar a disfrutar de sus afanes. He visto que también esto proviene de Dios, porque ¿quién puede comer y alegrarse, si no es por Dios?[11]
Asimismo, el que Dios le dé a un hombre riquezas y posesiones, permitiéndole también comer de ellas, tomar su porción y gozarse de su duro trabajo, esto es un don de Dios. Ciertamente no se acordará mucho de los días de su vida, ya que Dios lo mantiene ocupado con la alegría de su corazón[12].
La mayoría de los cristianos no trabajan a plena dedicación en la iglesia o en labores misioneras; más bien tienen empleos seglares y trabajan codo a codo o a las órdenes de personas no cristianas. Eso mismo ocurría en la iglesia primitiva, en una época en que los cristianos representaban una pequeña minoría que trabajaba en un mundo predominantemente secular. No obstante, el apóstol Pablo consideraba que los creyentes desempeñaban oficios para los que Dios los había llamado.
Cada uno viva según los dones que el Señor le repartió y según era cuando Dios lo llamó: esto ordeno en todas las iglesias[13].
Cualquiera que sea el trabajo que desempeñe un creyente —siempre y cuando no sea ilícito o inmoral—, constituye una situación a la que Dios lo llamó, al menos por el momento actual. Eso no quiere decir que las personas no puedan o no deban cambiarse de trabajo si el Señor les indica que lo hagan. Los cristianos tenemos la libertad de seguir la guía divina para asumir otros empleos. Sea cual sea el trabajo que Dios ha llevado a un creyente a realizar, es posible que más adelante lo llame a desempeñar otra ocupación. En ese caso el creyente debe sentirse libre de seguir a Dios.
Si bien la Escritura presenta el trabajo como fundamentalmente bueno, puede haber tentaciones para pecar en el lugar de trabajo. El apóstol advirtió a los creyentes de estas tentaciones. Como empleados, los cristianos deben ser honrados, dignos de confianza y realizar su labor con integridad. No deben robar, trátese de cosas materiales o de tiempo malgastado; tampoco deben ser contenciosos. Se insta a los creyentes a dar testimonio del cristianismo, a ser ejemplos de Jesús y así adornar la doctrina de Dios, nuestro Salvador[14].
El empleado cristiano no debe ser perezoso ni descuidado en su trabajo. En el libro de los Proverbios leemos:
El que es negligente en su trabajo es hermano del hombre destructor[15].
Los perezosos o descuidados en su trabajo pueden ocasionar consecuencias perjudiciales en su oficio o puesto. El apóstol Pablo escribió:
Todo lo que hagan, háganlo de buen ánimo como para el Señor y no para los hombres[16].
Para los creyentes, parte de nuestro testimonio cristiano consiste en tener la integridad para realizar nuestro trabajo como es debido, con honradez y diligencia.
Otra tentación que se presenta en el plano laboral es trabajar demasiado, volverse trabajólico. En el Antiguo Testamento Dios ordenó al pueblo de Israel que un día a la semana, el sábado, se refrenara de trabajar.
«Acuérdate del día sábado para santificarlo. […] No harás en él obra alguna.»[17]
Habrá momentos en que afrontamos una intensa actividad laboral que exigirá largas horas y una alta dosis de trabajo arduo por ciertos periodos de tiempo. Pero eso no debiera hacerse habitual. Si bien debemos trabajar duro en nuestros empleos y ser diligentes en nuestra labor, al mismo tiempo debemos esmerarnos por evitar que nuestro trabajo cobre tanta intensidad y nos ocupe tanto tiempo que nos lleve a desatender a nuestros seres queridos, nuestras obligaciones familiares, nuestra salud o nuestra relación con el Señor y Su Palabra.
Cabe señalar que aunque la Biblia nos insta a trabajar, al mismo tiempo nos avisa que no confiemos en nosotros mismos ni en nuestras habilidades para coronar con éxito nuestro trabajo. En el Antiguo Testamento Moisés previno al pueblo de Israel cuando dijo:
«No sea que digas en tu corazón: “Mi fuerza y el poder de mi mano me han traído esta prosperidad”. Al contrario, acuérdate del SEÑOR tu Dios. Él es el que te da poder para hacer riquezas, con el fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día.»[18]
En el libro de los Salmos vemos que Salomón hace una advertencia similar.
Si el SEÑOR no edifica la casa en vano trabajan los que la edifican. Si el SEÑOR no guarda la ciudad en vano vigila el guardia[19].
La oración que Jesús enseñó a Sus discípulos nos recuerda que hemos de confiar en Dios para Su provisión.
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy[20].
Si bien el trabajo es parte importante de la vida, resulta también vital tomarse periódicamente tiempo para descansar y apartarse del trabajo. Además de separar un día (o dos) a la semana para reposar, es prudente también tomarse algunos periodos más largos para desconectarse del trabajo. En la Escritura leemos que el pueblo hebreo celebraba la fiesta de las Enramadas, que duraba siete días[21], y que cada séptimo año era un año sabático. Diríase que en la medida de lo posible es sensato tomarse unas vacaciones de una o dos semanas al año. Naturalmente no siempre es factible darse unas vacaciones así, pues en ello inciden diversos factores, como la cantidad de tiempo permitida por los empleadores, la situación económica del individuo, etc. Partamos, sin embargo, de la base de que tomarse un tiempo desligados del trabajo es beneficioso.
Siendo seres humanos creados a imagen de Dios, reflejamos Su creatividad. Como hijos Suyos debemos glorificarlo en todo lo que hacemos, incluido nuestro trabajo. En todo aspecto de nuestra vida hemos de ser imitadores de Dios como hijos amados. Sea cual sea el trabajo que desempeñamos, hagámoslo como para Él, con el fin de glorificarlo.
Háganlo todo para la gloria de Dios[22].
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.
[1] Grudem, Wayne, Christian Ethics (Wheaton: Crossway, 2018).
[2] Frame, John, The Doctrine of the Christian Life (Phillipsburg: P&R Publishing, 2008).
[3] Génesis 1:26.
[4] Efesios 5:1.
[5] 1 Tesalonicenses 4:11,12.
[6] Génesis 1:28.
[7] Génesis 3:17–19.
[8] Deuteronomio 16:15 (BLPH)
[9] Deuteronomio 28:12.
[10] Eclesiastés 2:10.
[11] Eclesiastés 2:24,25 (NVI).
[12] Eclesiastés 5:19,20.
[13] 1 Corintios 7:17.
[14] Tito 2:10.
[15] Proverbios 18:9.
[16] Colosenses 3:23.
[17] Éxodo 20:8–10.
[18] Deuteronomio 8:17,18.
[19] Salmo 127:1.
[20] Mateo 6:11.
[21] Levítico 23:34–43.
[22] 1 Corintios 10:31.
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