Enviado por Peter Amsterdam
febrero 2, 2021
[The Stories Jesus Told: The Wicked Tenants, Luke 20:9–19]
Nota: Hace poco, mientras repasaba la serie sobre las Parábolas de Jesús, me di cuenta de que había una que me faltaba por comentar. La abordaré, pues, en este artículo.
La parábola de los labradores malvados se encuentra en los tres Evangelios Sinópticos[1]. El presente artículo se centrará en la versión del Evangelio de Lucas con algunos puntos prestados de los evangelios de Mateo y de Marcos. En el Evangelio de Lucas esta parábola se halla en el capítulo 20, inserta en medio del incidente en que los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos pusieron en tela de juicio la autoridad de Jesús y aquel en que le preguntaron si era lícito para el pueblo judío pagar tributos al César[2].
Comenzó luego a decir al pueblo esta parábola: «Un hombre plantó una viña, la arrendó a labradores y se ausentó por mucho tiempo. A su tiempo envió un siervo a los labradores para que le dieran del fruto de la viña, pero los labradores lo golpearon y lo enviaron con las manos vacías[3].
En tiempos de Jesús las viñas y los viñedos eran muy corrientes en Israel; es más, en esa parte del mundo lo siguen siendo hasta el día de hoy. Casi todos los hacendados tenían algunas viñas en su tierra. En el caso de esta parábola, sin embargo, Jesús se refería a una viña de mayor extensión con un propietario absentista que dejó a unos labradores trabajando en la hacienda. El Evangelio de Mateo nos ofrece más detalles sobre la viña. El dueño de esta no solo la plantó, sino que la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, edificó una torre[4]. Esto sugiere que el hacendado había invertido una importante cantidad de dinero en la viña y que esperaba obtener un buen rédito de su inversión. Podría inferirse que ese era el primer año de cosecha, toda vez que las viñas recién plantadas tardan varios años en dar fruto. Con todo y con eso, los arrendatarios, en lugar de entregar al propietario lo que por derecho le correspondía, golpearon al siervo que este envió a cobrar lo que se le debía. Luego de la golpiza lo mandaron de vuelta al patrón sin pagar nada en absoluto.
Volvió a enviar otro siervo; pero ellos a este también golpearon, insultaron y enviaron con las manos vacías. Volvió a enviar un tercer siervo; pero ellos también a este echaron fuera, herido[5].
La segunda vez que el propietario envió a su representante para recoger lo que le correspondía, lo maltrataron y lo denigraron. En un tercer intento por recaudar lo que legítimamente le correspondía, el dueño de la viña mandó a otro siervo más, el cual resultó herido. Suponemos que lo golpearon igual que a los anteriores. En los evangelios de Marcos[6] y de Mateo[7] se nos cuenta que los labradores golpearon, apedrearon y hasta mataron a los enviados por el propietario de la viña.
«Entonces el señor de la viña dijo: “¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizás, cuando lo vean a él, le tendrán respeto”. Pero los labradores, al verlo, discutían entre sí, diciendo: “Éste es el heredero; venid, matémoslo para que la heredad sea nuestra.” Lo echaron fuera de la viña y lo mataron.»[8]
Como no bastó con mandar a sus siervos, el propietario envió a su hijo, dotado de mucha más autoridad que los siervos. Se imaginó que los labradores a los que había arrendado la viña respetarían la autoridad del hijo, pero se equivocó. Estos vieron la oportunidad de eliminar al heredero y así asegurarse ellos mismos la propiedad. Quizás hasta pensaron que el dueño de la viña había muerto y que el hijo era ya el propietario. De ser así, eliminar al hijo dejaría la viña sin dueño y ellos tendrían posibilidad de apropiarse de la misma. Sea cual fuere su razonamiento, echaron al hijo de la viña y posteriormente lo mataron.
Jesús interpretó entonces la parábola planteando y respondiendo una pregunta.
«¿Qué, pues, les hará el señor de la viña? Irá, destruirá a estos labradores y dará su viña a otros.» Cuando ellos oyeron esto, dijeron: —¡Dios nos libre![9]
La posibilidad de que aquellos arrendadores tomaran posesión de la viña después de haber matado al hijo era nula. El dueño de la misma y padre del hijo asesinado habría liquidado a los responsables de la muerte de su hijo. El Evangelio de Mateo narra el episodio con palabras todavía más fuertes: A los malos destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores que le paguen el fruto a su tiempo[10].
Los oyentes quedaron atónitos por la interpretación de la parábola y la implicancia de que acarrearía duras penas a la dirigencia judía y de que la viña le sería entregada a otros, que por deducción serían los gentiles. No obstante, la descripción de Jesús coincidió de hecho con lo sucedido en el año 70 d.C., cuando los romanos destruyeron la ciudad de Jerusalén y el templo judío y procedieron a deportar al pueblo de Israel.
Jesús concluyó citando el Salmo 118 e Isaías 8.
Pero él, mirándolos, dijo: —¿Qué, pues, es lo que está escrito?: “La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo.” Todo el que caiga sobre aquella piedra, será quebrantado; pero sobre quien ella caiga, lo desmenuzará[11].
La piedra angular mencionada en el Salmo 118:22 era una piedra que se empleaba en construcción. Hacía esquina y sobrellevaba el peso y la tensión de los muros que se erigían sobre ella. Sin la piedra angular, los muros y por tanto todo el edificio podía colapsar. Jesús es la piedra angular, el cimiento del edificio divino, que representa al cuerpo de creyentes, la iglesia.
Seguidamente Jesús cita Isaías 8:14 y 15, que alude a los que se escandalizan del evangelio y rechazan la piedra, lo que les acarrea una severa sentencia. La primera parte se refiere a la dirigencia judía, que caería sobre la piedra y quedaría hecha pedazos, es decir que experimentaría un desastroso castigo. La misma idea se repite luego, con la imagen de la piedra que cae y hace polvo a dichos dirigentes.
La parábola de Jesús refleja lo escrito en otro pasaje en el libro de Isaías.
Quiero cantar ahora por mi amado el canto de mi amado a su viña: Mi amado tenía una viña en una ladera fértil. La cercó y la despejó de piedras, y luego plantó en ella vides escogidas; en medio del campo levantó una torre, y además construyó un lagar. Esperaba que su viña diera buenas uvas, pero dio uvas silvestres. Y ahora, habitantes de Jerusalén, hombres de Judá: juzguen entre mi viña y yo. ¿Qué más podía hacerse a mi viña, que yo no le haya hecho? ¿Cómo es que dio uvas silvestres, cuando yo esperaba que diera buenas uvas? Pues voy a mostrarles lo que haré con mi viña: Le quitaré la cerca, para que sea consumida; abriré una brecha en su muralla, para que sea pisoteada. Haré que se quede desierta. Nadie la podará ni la cultivará. Crecerán en ella cardos y espinos, y ordenaré a las nubes que no derramen lluvia sobre ella. En realidad, la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá son la planta en que Él se complace. Esperaba Él justicia, y solo hay injusticia; equidad, y solo hay iniquidad[12].
La parábola de los labradores malvados sirvió de escenario a Jesús para describir la historia de Israel. Dios había enviado profetas para guiar y advertir a Su pueblo; pero uno tras otro fueron rechazados. Luego mandó a Su propio Hijo al pueblo de Israel, y Jesús, con paciencia, lo llamó a seguirle y llevar fruto. Lamentablemente el pueblo que sistemáticamente había rechazado a los profetas tampoco recibió al Hijo de Dios ni creyó en Él. Con la narración de esta parábola Jesús predijo que Su propia muerte sería la culminación del rechazo del que fue objeto.
Naturalmente es importante reconocer que no todo el pueblo de Israel rechazó a Jesús. Él y Sus primeros discípulos eran todos judíos. El apóstol Pablo, que desempeñó un papel preponderante en la difusión del cristianismo en el mundo occidental, era también judío. Pablo a menudo señalaba que en lo tocante a la salvación la nacionalidad no tenía ninguna relevancia; lo importante es creer, convertirse en nueva criatura.
Ni la circuncisión vale nada ni la incircuncisión, sino la nueva criatura. A todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios[13].
9 Comenzó luego a decir al pueblo esta parábola: «Un hombre plantó una viña, la arrendó a labradores y se ausentó por mucho tiempo.
10 A su tiempo envió un siervo a los labradores para que le dieran del fruto de la viña, pero los labradores lo golpearon y lo enviaron con las manos vacías.
11 Volvió a enviar otro siervo; pero ellos a éste también golpearon, insultaron y enviaron con las manos vacías.
12 Volvió a enviar un tercer siervo; pero ellos también a éste echaron fuera, herido.
13 Entonces el señor de la viña dijo: “¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizás, cuando lo vean a él, le tendrán respeto.”
14 Pero los labradores, al verlo, discutían entre sí, diciendo: “Éste es el heredero; venid, matémoslo para que la heredad sea nuestra.”
15 Lo echaron fuera de la viña y lo mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña?
16 Irá, destruirá a estos labradores y dará su viña a otros.»
Cuando ellos oyeron esto, dijeron:
—¡Dios nos libre!
17 Pero Él, mirándolos, dijo:
—¿Qué, pues, es lo que está escrito?:
“La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo.”
18 Todo el que caiga sobre aquella piedra, será quebrantado; pero sobre quien ella caiga, lo desmenuzará.
19 En aquella hora, los principales sacerdotes y los escribas procuraban echarle mano, porque comprendieron que contra ellos había dicho esta parábola; pero temían al pueblo.
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.
[1] Mateo 21:33–46, Marcos 12:1–11 y Lucas 20:9–19.
[2] Véase «Jesús, Su vida y mensaje: La cuestión de la autoridad de Jesús».
[3] Lucas 20:9,10.
[4] Mateo 21:33.
[5] Lucas 20:11,12.
[6] Marcos 12:5.
[7] Mateo 21:35.
[8] Lucas 20:13–15.
[9] Lucas 20:15,16.
[10] Mateo 21:41.
[11] Lucas 20:17,18.
[12] Isaías 5:1–7 (RVC).
[13] Gálatas 6:15,16.
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