Jesús, Su vida y mensaje: Los griegos

Enviado por Peter Amsterdam

abril 6, 2021

[Jesus—His Life and Message: The Greeks]

El Evangelio de Juan narra un hecho ocurrido justo antes de la pasión y muerte de Jesús y que no está incluido en los evangelios sinópticos[1]. Describe el encuentro de Jesús con unos griegos que querían verlo. Es significativo que, al escuchar la petición de estos griegos, Jesús reconociera que Su misión ya llegaba a su fin.

Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta[2].

La fiesta a la que aquí alude era la de la Pascua. En la fiesta había también personas no judías que creían en el Dios de Israel y lo adoraban; en este caso, creyentes griegos. A tales creyentes no judíos se los llamaba frecuentemente piadosos o temerosos de Dios.

Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: «Señor, queremos ver a Jesús». Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús[3].

No dice por qué esos griegos se dirigieron a Felipe. Quizá porque él, al igual que Andrés, tenía nombre griego. Se supone que formularon su petición en griego. Tampoco dice cuántos griegos había en ese grupo, solo que había «ciertos griegos».

Jesús les respondió diciendo: «Ha llegado la hora para que el Hijo del hombre sea glorificado»[4].

Jesús dijo esto a Felipe y Andrés. (No consta que fuera a ver o se dirigiera a los griegos que habían solicitado verlo.) En dos pasajes anteriores de este evangelio también se hace referencia a la «hora»:

Jesús le dijo: «¿Qué tiene que ver esto con nosotros, mujer? Aún no ha llegado Mi hora»[5].

Intentaban prenderlo; pero ninguno le echó mano, porque aún no había llegado Su hora[6].

Anteriormente Su hora no había llegado, así que no podían arrestarlo; ahora sí ha llegado, por lo que puede caer en manos de las autoridades judías.

Jesús continúa diciendo:

De cierto, de cierto os digo que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo, pero si muere, lleva mucho fruto[7].

Jesús empleaba la expresión «de cierto, de cierto» para enfatizar la trascendencia de lo que iba a decir. El uso de una frase condicional negativa, si… no, se observa también en otras declaraciones importantes de Jesús, como: «Te digo la verdad, a menos que nazcas de nuevo, no puedes ver el reino de Dios»[8], y: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del hombre y bebéis Su sangre, no tenéis vida en vosotros»[9].

Jesús describió dos posibles situaciones. O bien el grano de trigo se queda donde está y por tanto permanece solo y no lleva fruto, o cae en la tierra (o sea, es plantado) y lleva mucho fruto. La capacidad de dar fruto solo se convierte en una realidad por medio de la muerte. El apóstol Pablo explica lo mismo en la 1ª epístola a los Corintios. «Necio, lo que tú siembras no vuelve a la vida si no muere antes»[10].

Volvamos al Evangelio de Juan:

El que ama su vida, la perderá; y el que odia su vida en este mundo, para vida eterna la guardará[11].

Jesús comienza refiriéndose a la vida en este mundo. Los que aman su vida en este mundo la perderán. El término griego traducido como perder se traduce también como destruir en otros pasajes del Nuevo Testamento. Amar este mundo puede destruir nuestra vida. La 1ª epístola de Juan contiene una advertencia similar.

No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él, porque nada de lo que hay en el mundo —los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida— proviene del Padre, sino del mundo[12].

Quien «ama su vida» vive para el presente. Quien «odia su vida» vive pensando en la vida venidera. Tal persona no se hace «tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde ladrones entran y hurtan», sino que se hace «tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho destruyen, y donde ladrones no entran ni hurtan, porque donde esté [n]uestro tesoro, allí estará también [n]uestro corazón»[13]. En este contexto, aborrecer nuestra vida significa renunciar a nuestros deseos personales, ponerlos en manos de Dios y concentrarnos en Sus prioridades, no las nuestras.

Si alguno me sirve, sígame; y donde Yo esté, allí también estará Mi servidor. Si alguno me sirve, Mi Padre lo honrará[14].

Sirven a Jesús los que lo siguen. Se infiere que los que sirven a Jesús imitan Su conducta y sirven al prójimo como Él lo hacía. Quienes lo siguen, quienes se ponen a Su servicio, reciben honra del Padre.

Ahora está turbada Mi alma, ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Pero para esto he llegado a esta hora[15].

Jesús continúa hablando, pero ahora ha comenzado a orar a Su Padre. Su plegaria tiene semejanzas con las que dicen los evangelios sinópticos que hizo en el período inmediatamente anterior a Su muerte[16].

Padre, glorifica Tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez»[17].

Tras dirigirse a Su Padre en oración, oyó Su respuesta. Nos hace pensar en la . Es como cuando se oyó voz del Cielo que se oyó cuando Jesús fue bautizado[18], o en la voz que salió de la nube cuando se transfiguró[19], episodios que se narran en los evangelios sinópticos. Jesús ya ha glorificado el nombre del Padre por medio de Su ministerio y lo volverá a hacer cuando entregue Su vida en la cruz.

Y la multitud que estaba allí y había oído la voz, decía que había sido un trueno. Otros decían: «Un ángel le ha hablado»[20].

Hasta ahora, Jesús estaba hablando con Felipe y Andrés; pero ahora dice que también está presente una multitud. La gente está dividida, al igual que en otras ocasiones que se describen en este evangelio[21]. Todos han oído algo: unos dicen que ha sido un trueno, y otros que un ángel se ha comunicado con Jesús. No está claro si algunos de la muchedumbre llegaron a captar las palabras que se dijeron.

Respondió Jesús y dijo: «No ha venido esta voz por causa Mía, sino por causa de vosotros»[22].

Independientemente de que unos oyeran un trueno y otros pensaran que un ángel había hablado, Jesús aclaró que la voz venida del Cielo era una señal para ellos de que la oración de Jesús había sido escuchada y respondida.

Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera[23].

Tanto en este pasaje como en otros de este evangelio, Jesús llama a Satanás «el príncipe de este mundo»[24]. En sus epístolas, Pablo lo llama «el dios de este mundo»[25].

«Y Yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a Mí mismo». Esto decía dando a entender de qué muerte iba a morir[26].

La frase «cuando sea levantado de la tierra» insinúa el tipo de muerte que iba a sufrir en la cruz. En un pasaje anterior de este evangelio, Jesús le dice a Nicodemo:

Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna[27].

La frase «a todos atraeré a Mí mismo» se ha interpretado de diversas maneras. Algunos opinan que es una alusión a la salvación universal; otros entienden que al decir «todos» se refiere a todos los grupos étnicos, no a todas las personas; o sea, a gentiles y judíos. En el contexto de estos versículos, probablemente se refería a la presencia de griegos.

Le respondió la gente: «Nosotros hemos oído que, según la Ley, el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices Tú que es necesario que el Hijo del hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del hombre?»[28]

Jesús dijo a los que lo escuchaban que iba a morir; eso no cuadraba con el concepto del Mesías que tenía la gente, que consideraba que el Mesías iba a permanecer para siempre. Sin embargo, ambas cosas eran ciertas. Jesús tenía que ser levantado, y aun así viviría para siempre. Lo mismo vino a decir cuando enseñó: «El esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así que, si el Hijo os liberta, seréis verdaderamente libres»[29]. La gente no lo entendía. Consideraba que la muerte era definitiva, y eso era incompatible con la idea de que permanecería para siempre. Al final le preguntaron: «¿Quién es este Hijo del hombre?» Era como preguntarle: «¿Quién eres?» Querían saber cómo era posible que pretendiera ser el Mesías, que debía permanecer para siempre, y al mismo tiempo admitiera que lo iban a crucificar.

Entonces Jesús les dijo: «Aún por un poco de tiempo la luz está entre vosotros; andad entretanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas, porque el que anda en tinieblas no sabe a dónde va»[30].

En vez de responder directamente a la pregunta que le habían hecho, «¿Quién es este Hijo del hombre?», o de declarar explícitamente que Él era el Cristo, Jesús se refirió a Sí mismo como «la luz». Coincide con lo que dice al principio de este evangelio.

En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la dominaron[31].

La luz verdadera que alumbra a todo hombre venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por medio de Él; pero el mundo no lo conoció[32].

En un pasaje anterior de este evangelio, Jesús señaló que la manifestación de «la luz» estaba sujeta a un límite de tiempo. «Me es necesario hacer las obras del que me envió, mientras dura el día; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, luz soy del mundo»[33].

Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz. Habiendo dicho Jesús esto, se fue y se ocultó de ellos[34].

En esta metáfora, se entiende que la luz es Jesús. Al decir: «Creed en la luz», Jesús está diciendo: «Crean en Mí». Ser «hijos de luz» quiere decir ser gente que sigue la luz, gente de Dios. Tal como escribió el apóstol Pablo:

Todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas[35].

También dijo:

En otro tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad)[36].

Todos los creyentes somos «hijos de luz»[37].


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995 © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Mateo, Marcos y Lucas.

[2] Juan 12:20.

[3] Juan 12:21,22.

[4] Juan 12:23.

[5] Juan 2:4.

[6] Juan 7:30.

[7] Juan 12:24.

[8] Juan 3:3 (NTV).

[9] Juan 6:53.

[10] 1 Corintios 15:36.

[11] Juan 12:25.

[12] 1 Juan 2:15,16.

[13] Mateo 6:19–21.

[14] Juan 12:26.

[15] Juan 12:27.

[16] Mateo 26:39, Marcos 14:35,36, Lucas 22:42.

[17] Juan 12:28.

[18] Mateo 3:16,17, Marcos 1:7–11, Lucas 3:21,22.

[19] Mateo 17:1–5, Marcos 9:1–7, Lucas 9:28–35.

[20] Juan 12:29.

[21] Juan 7:12, 40–43.

[22] Juan 12:30.

[23] Juan 12:31.

[24] Juan 14:30, 16:11.

[25] 2 Corintios 4:4.

[26] Juan 12:32,33.

[27] Juan 3:14,15.

[28] Juan 12:34.

[29] Juan 8:35,36.

[30] Juan 12:35.

[31] Juan 1:4,5.

[32] Juan 1:9,10.

[33] Juan 9:4,5.

[34] Juan 12:36.

[35] 1 Tesalonicenses 5:5.

[36] Efesios 5:8,9.

[37] Juan 12:36.

 

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