Enviado por Peter Amsterdam
junio 8, 2021
[Jesus—His Life and Message: John 14: The Way, the Truth, and the Life]
El capítulo 14 de Juan se desarrolla en las mismas circunstancias que el 13, durante una comida de Jesús con Sus discípulos. Judas, el traidor, se ha marchado; Jesús le ha dicho al apóstol Pedro que lo va a negar tres veces. A continuación, comienza a hablarles a los once de su próxima partida a un lugar al que no podrán seguirlo. La noticia de que Jesús los iba a dejar debió de ser inesperada y chocante. Por consiguiente, les dirigió unas palabras de consuelo.
No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en Mí[1].
Jesús animó a los discípulos a encarar con fe y confianza lo que iba a suceder. Los instó a seguir creyendo en el Padre y a creer también en Él. Los discípulos, como judíos que eran, tenían naturalmente fe en Dios, en aquel que había obrado en favor de Su pueblo a lo largo de la Historia. Sin embargo, lo que iba a ser puesto a prueba era su acatamiento del llamado de Jesús de creer también en Él. En aquel momento estaba siendo traicionado por uno de Sus seguidores, e iba a ser negado tres veces por otro de Sus discípulos, abandonado por los demás y crucificado por los líderes religiosos.
En la casa de Mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, Yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros[2].
«La casa de Mi Padre» es el Cielo. En Su casa hay muchas moradas. La versión Reina-Valera Contemporánea habla de «muchos aposentos», otras traducciones de «muchas viviendas»[3], y otras más de «muchas moradas»[4]. Ya sean aposentos, moradas o viviendas, el caso es que en la casa del Padre hay lugar para todos los redimidos de todas las épocas. Jesús iba a preparar un lugar para los creyentes. Lo que eso significa exactamente es algo que escapa a nuestra comprensión.
Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo esté, vosotros también estéis[5].
Jesús va a ir a preparar un lugar, y en algún momento volverá, probablemente una alusión a Su segunda venida. Si bien no da muchos detalles sobre el lugar que va a preparar, lo principal es que los creyentes estarán con Él.
Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino[6].
Jesús podía decir que los discípulos conocían el camino porque habían estado con Él y habían escuchado Sus enseñanzas. Habían sido fieles seguidores y, si continuaban así, llegarían a donde Él iba.
Le dijo Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?»[7]
En ese momento, Jesús todavía no había declarado: «Yo soy el camino». Solo había dicho que los discípulos conocían el camino hacia donde Él iba. Da la impresión de que Tomás entendía por camino una ruta o un itinerario, no un compromiso interior o una manera de vivir. Al decir «no sabemos a dónde vas», probablemente hablaba en nombre de todos los discípulos, no solo en nombre propio.
Jesús le dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí»[8].
Jesús estaba hablando de dejar a Sus discípulos, pero aquí cambió un poco de tema. Dijo que Él muestra el camino al revelárnoslo, pero también que Él es el camino, por cuanto es Él quien nos redime. Él es la vía, la conexión entre Dios y los pecadores. Es el único camino por el que la humanidad pecadora puede acceder al Padre.
Si me conocierais, también a Mi Padre conoceríais; y desde ahora lo conocéis y lo habéis visto[9].
En ese momento, Jesús dejó de responder solo a Tomás y se dirigió a todos los discípulos, ya que en el texto original griego se emplea la segunda persona del plural. La estructura de la frase da a entender que los discípulos no habían conocido plenamente a Jesús y por tanto tampoco al Padre. Por supuesto que lo habían conocido hasta el punto de dejar a su familia, su casa, su trabajo y sus amigos para seguirlo. Sin embargo, todavía no habían alcanzado un pleno conocimiento de Su significación. Eso iba a cambiar a partir de entonces; pronto entenderían la trascendencia de Jesús y de Su misión. Comprenderían que, al conocer a Jesús, conocían a Dios, tal como ya se menciona en un pasaje anterior de este mismo evangelio. «A Dios nadie lo ha visto jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él lo ha dado a conocer»[10].
Felipe le dijo: «Señor, muéstranos el Padre y nos basta»[11].
La petición de Felipe abre la puerta para que Jesús hable de Su íntima y profunda relación con Su Padre. Tal vez Felipe ansiaba que se produjera una teofanía, una manifestación de Dios, como cuando Moisés le pidió a Dios: «Te ruego que me muestres Tu gloria»[12].
Jesús le dijo: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a Mí ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: “Muéstranos el Padre”?»[13]
Le respuesta que le dio a Felipe fue un suave reproche. De nuevo, Jesús se refiere a todos los discípulos, pues en el texto original se emplea la segunda persona del plural. Seguidamente, hace una profunda declaración: dice que verlo a Él es ver al Padre. Ya había dicho cosas similares en otros pasajes de este evangelio: «El que me ve, ve al que me envió»[14], «El que me recibe a Mí, recibe al que me envió»[15]. Sin embargo, aquí es más concreto, ya que nombra al Padre que lo envió.
¿No crees que Yo soy en el Padre y el Padre en Mí? Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre, que vive en Mí, Él hace las obras[16].
Este versículo alude a la relación interna entre el Padre y el Hijo. Ambos están el uno en el otro. A lo largo de este evangelio, las acciones de Jesús, así como Sus palabras, han revelado la manera de ser del Padre. Desde un punto de vista humano, son cosas que hizo Jesús; no obstante, aquí dice que Sus palabras y obras procedían del Padre, que vivía en Él.
Creedme que Yo soy en el Padre, y el Padre en Mí; de otra manera, creedme por las mismas obras[17].
Jesús pidió a Felipe y a los demás que le creyeran, no solo que creyeran en Él. Les señaló los milagros que había realizado, llamados obras en este evangelio. Si no eran capaces de creer en la unicidad del Padre y de Jesús, al menos podían creen en Él por las obras —los milagros— que había realizado.
De cierto, de cierto os digo: El que en Mí cree, las obras que Yo hago, él también las hará; y aún mayores hará, porque Yo voy al Padre[18].
La expresión «de cierto, de cierto os digo» enfatiza la importancia de lo que está a punto de afirmar. «El que en Mí cree» son todos aquellos que se han comprometido personalmente. No se refiere a los que son simples creyentes nominales, sino a los que tienen una fe activa. Quienes tienen una fe activa harán las obras que hacía Jesús e incluso mayores obras. El motivo probable por el que harán mayores obras es que después que Jesús vaya al Padre —o sea, después de Su muerte, resurrección y ascensión— el Espíritu Santo vendrá sobre ellos. El Espíritu no puede venir antes. «Yo os digo la verdad: Os conviene que Yo me vaya, porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré»[19]. Después que el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles en Pentecostés, comenzó su misión de anunciar a Jesús y enseñar quién era. Fue por medio de su apostolado como el evangelio echó raíces, se predicó por todo Israel y con el tiempo se extendió más allá de sus fronteras y por todo el mundo.
Todo lo que pidáis al Padre en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pedís en Mi nombre, Yo lo haré[20].
Jesús dijo a Sus discípulos que debían orar en Su nombre. Eso indica que sus oraciones deberían estar en consonancia con todo lo que representa el nombre de Jesús. Esas oraciones son fruto de la fe en Jesús y buscan glorificar al Padre. Las oraciones pueden dirigirse a Jesús y por supuesto también al Padre. Cierto autor escribe:
Ambos son inseparables. […] Por eso la oración puede dirigirse a cualquiera de los dos. Una característica del pensamiento juanino es que el Padre y el Hijo están tan íntimamente ligados que lo que hace uno lo hace también el otro[21].
(Continuará.)
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995 © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.
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[1] Juan 14:1.
[2] Juan 14:2.
[3] NVI, NBV.
[4] RVR 95, NBLA.
[5] Juan 14:3.
[6] Juan 14:4.
[7] Juan 14:5.
[8] Juan 14:6.
[9] Juan 14:7.
[10] Juan 1:18.
[11] Juan 14:8.
[12] Éxodo 33:18–23; v. también Éxodo 24:9–11, Isaías 6:1.
[13] Juan 14:9.
[14] Juan 12:45.
[15] Juan 13:20.
[16] Juan 14:10.
[17] Juan 14:11.
[18] Juan 14:12.
[19] Juan 16:7.
[20] Juan 14:13,14.
[21] Morris, El Evangelio según Juan, Vol. 2, 269,270.
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