Jesús, Su vida y mensaje: El juicio ante Pilato

Enviado por Peter Amsterdam

marzo 1, 2022

[Jesus—His Life and Message: The Trial Before Pilate]

Después de Su detención, Jesús fue conducido a la casa de Caifás, el sumo sacerdote. Allí fue donde compareció a juicio ante «los principales sacerdotes y todo el Concilio»[1]. Cuando el sumo sacerdote le dijo: «Te conjuro por el Dios viviente que nos digas si eres Tú el Cristo, el Hijo de Dios», Jesús le respondió: «Tú lo has dicho»[2]. La respuesta de Jesús fue considerada blasfemia, la cual se castigaba con la muerte según la ley judía. Sin embargo, como Israel estaba bajo la autoridad de Roma, las autoridades judías no estaban autorizadas a ejecutar a delincuentes; solo Roma podía hacerlo. Así que tuvieron que acudir al procurador romano, que era el responsable de mantener el orden público en la zona, con el fin de que les diera permiso para ejecutar a Jesús. El procurador se llamaba Poncio Pilato.

El Evangelio de Mateo narra:

Cuando llegó la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo dispusieron contra Jesús un plan para entregarlo a muerte. Lo llevaron atado y lo entregaron a Poncio Pilato, el gobernador[3].

El Evangelio de Juan añade que los que llevaron a Jesús a la sede del gobernador «no entraron en el pretorio para no contaminarse y así poder comer la Pascua. Entonces salió Pilato a donde ellos estaban»[4].

Los funcionarios romanos solían atender asuntos temprano, por lo que era importante que los líderes judíos actuaran a primera hora de la mañana. Además, en los juicios judíos se exigía que la sentencia se dictara de día y no de noche. Por ello, el juicio de Jesús comenzó por la mañana. La expresión «todos los principales sacerdotes»da a entenderque se celebró una asamblea a la que asistieron todos los funcionarios del templo. También estaban presentes «los ancianos del pueblo», término que alude a laicos eminentes que formaban parte del consejo judío de máximo nivel. El Evangelio de Marcos menciona que los principales sacerdotes consultaron «con los ancianos, con los escribas y con todo el Concilio»[5]. Esos funcionarios del templo conversaron sobre los distintos cargos que pensaban formular cuando hablaran con Pilato. Su objetivo era lograr que ejecutaran a Jesús, por lo que era importante que presentaran pruebas de que era culpable de un delito punible con la muerte.

Poncio Pilato fue el quinto gobernador de la provincia romana de Judea. En tiempos del emperador Tiberio, ocupó ese cargo durante diez años. Era miembro de la media nobleza romana, conocida como el orden ecuestre. Es probable que fuera culto, algo adinerado, y que estuviera bien relacionado tanto política como socialmente. Teniendo en cuenta el cursus honorum —un orden secuencial de cargos públicos que debían ocupar los aspirantes a políticos—, es probable que desempeñara un mando militar antes de ser gobernador de Judea.

Como gobernador, presidía el sistema judicial y, por tanto, tenía autoridad para condenar a muerte a los delincuentes. Su residencia principal estaba en Cesarea, aunque iba a Jerusalén con ocasión de las grandes fiestas para mantener el orden. Su cargo le confería derecho a nombrar al sumo sacerdote judío. Mantuvo a Caifás en ese puesto los diez años que estuvo de gobernador. Fue ante Pilato, el gobernador, adonde llevaron a Jesús para ser juzgado.

En ese punto del Evangelio de Mateo, la narración hace un paréntesis para centrarse en Judas y su muerte.

Entonces Judas, el que lo había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: «Yo he pecado entregando sangre inocente». Pero ellos dijeron: «¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú!»[6]

Viendo que Jesús era sentenciado a morir, Judas se arrepintió. Otras traducciones de la Biblia dicen que «se llenó de remordimiento» (NTV), «sintió remordimiento» (NVI y NBLA) o «sintió pesar» (PDT). No es posible saber si Judas, al ver el daño que había causado, de veras se arrepintió o solo tuvo remordimientos. El remordimiento es un intenso sentimiento de tristeza y pesar por algo malo que se ha hecho, mientras que el arrepentimiento es sentir tanto pesar por un pecado o una falta que uno está dispuesto a cambiar para mejor. La confesión de Judas de que había pecado y su intento de devolver el dinero fueron rechazados por los líderes religiosos.

Entonces, arrojando las piezas de plata en el Templo, salió, y fue y se ahorcó[7].

No dice dónde exactamente estaba Judas cuando tuvo esta conversación con los principales sacerdotes y los ancianos, pero sí sabemos que en algún momento arrojó al templo la plata que le habían dado. Probablemente lo hizo motivado por un deseo de repudiar su traición a Jesús. Luego se suicidó ahorcándose.

Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: «No está permitido echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre». Y, después de consultar, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros. Por lo cual aquel campo se llama hasta el día de hoy: «Campo de sangre»[8].

El hecho de que Judas arrojara el dinero al templo originó un problema para los sacerdotes, ya que se trataba básicamente de dinero que había servido para «pagar un asesinato»[9]. Por supuesto, ese dinero, ese «precio de sangre», procedía de los propios sacerdotes, que se lo habían dado a Judas por traicionar a Jesús. Sin embargo, como era dinero manchado de sangre, no podían volver a ponerlo en el tesoro del templo, así que tenían que encontrarle otro uso. Tras deliberar, decidieron comprar un terreno que llamaron «campo del alfarero» para enterrar a los «extranjeros». Algunas traducciones de la Biblia dicen «forasteros» en lugar de «extranjeros». Ciertos comentaristas sugieren que al decir extranjeros o forasteros se referían a los judíos de otras tierras que morían estando en Judea. Cuando se escribió este evangelio, el terreno todavía se llamaba Campo de sangre.

Así se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: «Tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, según precio puesto por los hijos de Israel, y las dieron para el campo del alfarero, como me ordenó el Señor»[10].

El evangelista habla de una profecía del profeta Jeremías. Sin embargo, la parte principal de esta profecía proviene del libro de Zacarías, que dice:

El Señor me dijo: «Échalo al tesoro. ¡Hermoso precio con que me han apreciado!» Tomé entonces las treinta piezas de plata y las eché en el tesoro de la casa del Señor[11].

En el Evangelio de Mateo, algunas palabras parecen proceder del libro de Jeremías, puesto que este habló de la «casa del alfarero»[12], de una «vasija de barro»[13] y de comprar un campo[14]. Con esto termina el paréntesis sobre el suicidio de Judas y volvemos al juicio de Jesús ante Pilato.

Jesús, pues, estaba en pie delante del gobernador; y este le preguntó, diciendo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» Jesús le dijo: «Tú lo dices». Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, nada respondió[15].

Los tres evangelios sinópticos cuentan que Jesús fue llevado ante Pilato para ser juzgado y que este le preguntó si era el Rey de los judíos. Su respuesta fue: «Tú lo dices»[16]. El Evangelio de Mateo no menciona de qué delitos lo incriminaron. El de Marcos dice que «los principales sacerdotes lo acusaban mucho». El libro de Lucas es más concreto:

Comenzaron a acusarlo, diciendo: «Hemos encontrado que este pervierte a la nación, y que prohíbe dar tributo a César diciendo que Él mismo es el Cristo, un Rey»[17].

Los acusadores de Jesús presentaron tres cargos contra Él. Los dos primeros eran de tipo general sobre lo que le estaba haciendo a la nación judía. El primero era que Jesús inducía a engaño a la nación. Jesús afirmaba haber sido enviado por Dios para mostrarle a Israel el camino de Dios. Sin embargo, los líderes religiosos y los ancianos rechazaron ese mensaje; por lo tanto, lo consideraban un agitador religioso que engañaba al pueblo.

El segundo cargo era que Jesús prohibía «dar tributo a César». Lo acusaron de prohibir pagar impuestos romanos. Eso era completamente falso, ya que Jesús había aprobado explícitamente que se le pagaran impuestos a Roma. En un pasaje anterior de Mateo dice:

Se fueron los fariseos y consultaron cómo sorprenderlo en alguna palabra. Y le enviaron sus discípulos junto con los herodianos, diciendo: «Maestro, sabemos que eres amante de la verdad y que enseñas con verdad el camino de Dios, y no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres. Dinos, pues, qué te parece: ¿Está permitido dar tributo a César, o no?» Pero Jesús, conociendo la malicia de ellos, les dijo: «¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo». Ellos le presentaron un denario. Entonces les preguntó: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?» Le dijeron: «De César». Y les dijo: «Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios»[18].

El tercer cargo era que Jesús afirmaba ser Él mismo «el Cristo, un rey»[19]. Pilato no prestó mucha atención a las dos primeras acusaciones, pero sí a la tercera; así que le hizo una pregunta relacionada, ya que tenía el deber de determinar si Jesús era un revolucionario y un peligro para Roma.

Entonces Pilato le preguntó, diciendo: «¿Eres Tú el Rey de los judíos?» Respondiéndole Él, dijo: «Tú lo dices»[20].

En el Evangelio de Juan, Jesús responde a la pregunta de Pilato con una pregunta propia.

Jesús le respondió: «¿Dices tú esto por ti mismo o te lo han dicho otros de Mí?»[21]

A Jesús le interesa saber si esa pregunta se la han sugerido otros a Pilato o si se trata de una pregunta que a él mismo se le ha ocurrido. Si es una pregunta que se le ha ocurrido a él, el significado es: «¿Eres un rey desde el punto de vista político, un rey que conspira contra César?» Si le hace la pregunta a petición de Caifás, el significado es: «¿Eres Tú el rey mesiánico de Israel?»

Ante la pregunta de Jesús,

Pilato le respondió: «¿Soy yo acaso judío? Tu nación y los principales sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?»[22]

La respuesta de Pilato denota desprecio. No se le podía pedir que supiera esas cosas por sí mismo, ya que él no era judío. No estaba dispuesto a creerse al pie de la letra lo que decían los acusadores de Jesús. Quería averiguar qué más había, qué había hecho Jesús para que los principales sacerdotes se mostraran tan hostiles con Él. Le interesaba determinar si Jesús había cometido alguna infracción de la ley romana.

Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo; si Mi Reino fuera de este mundo, Mis servidores pelearían para que Yo no fuera entregado a los judíos; pero Mi Reino no es de aquí»[23].

Antes Pilato le ha preguntado a Jesús: «¿Eres Tú el Rey de los judíos?»[24] Jesús da a entender que, en cierto sentido, sí tiene un reino; pero no es un reino según el concepto que se tiene en el mundo. Dos veces dice que Su reino no es de aquí, de este mundo. Si lo fuera, habría reclutado soldados, y estos estarían luchando para brindarle protección.

Le dijo entonces Pilato: «Luego, ¿eres Tú rey?» Respondió Jesús: «Tú dices que Yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye Mi voz»[25].

En respuesta a la pregunta de Pilato, Jesús no lo contradice, sino que cambia de tema. Afirma que ha venido a este mundo para dar testimonio de la verdad, para conducir a los demás a la verdad; y que los que son de la verdad escucharán.

Le dijo Pilato: «¿Qué es la verdad?» Y dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos, y les dijo: «Yo no hallo en Él ningún delito»[26].

La pregunta de Pilato sobre la verdad fue desdeñosa. No esperaba que Jesús respondiera, sino que quería poner fin a la conversación. En ese momento, Pilato fue a decirles a los que acusaban a Jesús que él no consideraba que hubiera cometido delito alguno. En el Evangelio de Lucas, Pilato también afirma que Jesús no ha incurrido en ninguna falta.

Pilato dijo a los principales sacerdotes y a la gente: «Ningún delito hallo en este hombre»[27].

Sin embargo, el juicio de Jesús no terminó aquí, ya que cuando Pilato se enteró de que Jesús era galileo, decidió enviarlo al rey Herodes, que se encontraba en Jerusalén en ese momento, ya que Galilea estaba bajo la jurisdicción de Herodes.

(Continuará.)


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995 © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Mateo 26:59.

[2] Mateo 26:63,64. V. también Marcos 14:61,62.

[3] Mateo 27:1,2.

[4] Juan 18:28,29.

[5] Marcos 15:1.

[6] Mateo 27:3,4.

[7] Mateo 27:5.

[8] Mateo 27:6–8.

[9] Los principales sacerdotes recogieron las monedas. «No sería correcto poner este dinero en el tesoro del templo —dijeron—, ya que se usó para pagar un asesinato» (Mateo 27:6, NTV).

[10] Mateo 27:9,10.

[11] Zacarías 11:13.

[12] Jeremías 18:2,3.

[13] Jeremías 19:1.

[14] Jeremías 32:6,7.

[15] Mateo 27:11,12.

[16] Mateo 27:11, Marcos 15:2, Lucas 23:3.

[17] Lucas 23:2.

[18] Mateo 22:15–21.

[19] Lucas 23:2.

[20] Lucas 23:3. V. también Marcos 15:2, Mateo 27:11.

[21] Juan 18:34.

[22] Juan 18:35.

[23] Juan 18:36.

[24] Juan 18:33.

[25] Juan 18:37.

[26] Juan 18:38.

[27] Lucas 23:4.

 

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