Enviado por María Fontaine
mayo 17, 2022
[Life Essentials—Communication]
Además de Jesús —que mejora todo cuando Él es parte de nuestra vida cotidiana—, hay un elemento importante que está presente en casi todo lo que hacemos: la comunicación. Es un medio esencial que se presenta de distintas formas, y a veces incluso lo empleamos sin ser conscientes de ello. Todos nos comunicamos con otros en cierta medida; sin embargo, uno de nuestros mayores desafíos es entender lo que otros nos comunican y cómo contribuir a que entiendan lo que tratamos de expresar.
En casi todo lo que hacemos, nos comunicamos. Empleamos lenguaje corporal, lo que incluye cosas como un guiño, hacer una señal con la cabeza, expresiones faciales y la postura de nuestro cuerpo. Asimismo, nos comunicamos al hablar, leer, escribir, con el lenguaje de gestos, y con muchas otras señales que animan, instruyen o advierten a la gente. Nos comunicamos por medio del tono de nuestra voz, las palabras que elegimos, o incluso al guardar silencio. También comunicamos nuestras intenciones por medio de nuestros actos.
Aunque nuestras comunicaciones con Dios por lo general no incluyen muchas de las formas visibles de comunicación, Él nos habla por medio de Su Palabra, junto con el Espíritu Santo, o por medio de una voz apacible que escuchamos en nuestro corazón. Asimismo, se comunica por medio de Su creación y con muchas otras muestras de Su amor por medio de otros, lo que nos ayuda a comprender Su amor por nosotros. Así pues, Dios también se comunica con nosotros.
La ciencia ha descubierto que nos comunicamos en maneras que nuestra mente consciente tal vez no reconozca. Esa comunicación empieza a ser más reconocida como real, porque existe equipo muy sensible que puede detectarla. Nuestro cerebro está conectado para enviar y recibir esas comunicaciones, pero es posible que nuestra mente consciente solo las perciba levemente o tal vez no las capte, en particular cuando estamos preocupados con otras cosas.
Muchas personas han experimentado lo que algunos llaman premoniciones, o intuición, o presentimientos que nos entregan mensajes o que parece que nos avisan para que hagamos algo a lo que no encontramos una razón lógica. Simplemente se siente que está bien. Además, nos comunicamos por medio de la oración o de oír la voz del Señor que nos susurra al corazón.
Empleamos muchas de esas formas de comunicación en nuestro trato con los demás, desde las más sencillas transacciones comerciales en una tienda u oficina, a los simples saludos en la calle a personas que no conocemos, a actos de amabilidad que comunican respeto y reconocimiento del valor de otro ser humano, a amistades, ya sean casuales o de largo plazo; a las relaciones profundas, de toda la vida, con un cónyuge u otros familiares y que van en aumento y a veces se prolongan por muchas décadas. Cuando dejamos de persistir y de estar entregados a la buena comunicación en nuestras relaciones con los demás, esas relaciones empiezan a debilitarse, se vuelven confusas, con exceso de familiaridad, o hasta pueden desaparecer.
Las palabras son una de las formas más comunes de comunicación, pero no siempre podemos apoyarnos solo en palabras para entender lo que se comunica. En el mundo actual, la comunicación es cada vez más compleja, y es menos probable que gran parte de esa comunicación se haga en persona.
Empleamos muchos medios de comunicación, como el correo electrónico, las redes sociales, el teléfono, mensajes de texto, conversaciones y reuniones por Internet, donde vemos a las personas en la pantalla, etc. En muchos casos, podemos encontrarnos en una situación en la que tratamos de descifrar el significado de un mensaje de texto o correo electrónico que alguien envió rápidamente, o que nos preguntemos si hay un significado más profundo cuando no podemos ver la cara de una persona o el lenguaje corporal o mirarla a los ojos para entender plenamente su intención. Esas comunicaciones no dan la oportunidad de ver a la otra persona de manera completa que incluya su relación con otros.
En muchos casos, solo tenemos atisbos de la persona completa; y eso a veces nos lleva a que interpretemos lo que otros dicen de manera imprecisa o completamente equivocada. Suponemos que entendemos las intenciones o motivos de alguien, pero lamentablemente las comunicaciones personales limitadas pueden hacer que malinterpretemos lo que trata de expresar.
Alguien recientemente me dijo que cree que una de las maravillas del Cielo será poder entender completamente los pensamientos y sentimientos de la otra persona. La Biblia señala que nada estará oculto en el Cielo, y entenderemos plenamente a los demás y ellos nos comprenderán completamente.
Entender y ser entendido es una formidable manifestación del amor del Señor por nosotros. En los tiempos difíciles, puede ser muy consolador recordar que Jesús sí nos entiende completamente. Nos conoce y nos ama tal como somos. Él da el primer paso para comunicarnos Su amor y eso crea en nosotros un deseo de crecer y desarrollarnos. A veces, entendemos las cosas al revés; pensamos que Jesús nos amará más porque cambiamos o hacemos todo lo correcto. La verdad es que Él nos ama tal como somos. A medida que aumenta nuestra confianza en Su enorme amor, nos motiva a hacer lo que podemos a fin de complacerlo a Él.
Es fundamental en las relaciones aprender a comunicarse eficazmente unos con otros, y eso no se aprende rápidamente. Puede llevar toda una vida de práctica y de ensayo y error. Y todos necesitamos aprender a tener paciencia unos con otros a medida que aumenta nuestro sincero deseo de entendernos y apoyarnos unos a otros.
Hace años tuve una secretaria a quien le costaba comunicar las cosas de manera que otros entendieran con claridad. Más adelante, esa persona dijo que lo que le hizo comprenderlo bien y la ayudó a mejorar en su aptitud para comunicarse fue algo que el Señor me impulsó a decirle. Dije: «Si de verdad quieres comunicarte con los demás, no basta con que utilices palabras que expresen lo que tú quieres comunicar. Debes pensar en términos de la perspectiva de la otra persona. Debes esforzarte por encontrar las palabras que entiendan claramente las personas con las que te comunicas».
Eso puede parecer evidente, pero puede ser un verdadero desafío ponerlo en práctica porque requiere entender a la otra persona, y para eso se necesita tiempo, esfuerzo y la humildad para hacer preguntas y escuchar. Lo que una palabra o concepto puede significar para una persona, basado en su personalidad, experiencias pasadas, cultura, relación con Jesús, etc., puede ser muy diferente de lo que significa para ti.
Todos tenemos diversas relaciones —con familiares, amigos, socios, etc.— en las que necesitamos desarrollar nuestras dotes de comunicación. Creo que el matrimonio nos da un ejemplo muy claro de lo importante que es la comunicación. Podemos leer libros y artículos en Internet que explican en términos generales que tu cónyuge es así o asá porque él o ella es hombre o mujer.
Basado en eso, se dan más explicaciones de lo que en general puede pensar y sentir, y por lo tanto, se aconseja tratar a esa persona de una manera o de otra. Sin embargo, sabemos que no hay una norma o regla que se aplique a todo hombre o mujer. Hay tendencias que tal vez destaquen más entre hombres o mujeres, pero sabemos que todo ser humano necesita ser amado y valorado, y que en todas las personas está presente la necesidad innata de tener una unión con el Espíritu de Dios.
Únicamente podemos conocer bien a otros cuando dedicamos tiempo a ver más allá de la superficie. Para hacer eso, tenemos que desarrollar confianza y franqueza entre nosotros y ellos. En gran medida, se trata de aprender a respetarse mutuamente. Para tener una comunicación eficaz, necesitamos ver a otros sin opiniones preconcebidas.
No hay nada que sustituya a dedicar tiempo a escuchar y aprender más acerca de alguien con quien quieres tener una relación con mucho sentido. La buena comunicación lleva tiempo, y en muchos casos el proceso se acelera al pasar juntos por dificultades y desafíos.
Los principios de comunicación que hacen que sea buena una relación de matrimonio son fundamentalmente los mismos que los que crean amistades duraderas, relaciones de trabajo eficaces, e incluso nuevas relaciones. La unión con otros da forma a nuestra vida y a la de ellos. Por otro lado, la falta de vínculo con otros a menudo es un factor importante en las enfermedades mentales, la ira, el comportamiento violento, la depresión, la toxicomanía, y tantos males que al parecer actualmente se presentan en proporciones epidémicas.
La comunicación lleva tiempo, y necesitamos ser pacientes y perseverar. Con gran frecuencia, nuestra naturaleza humana quiere que todo termine, de modo que podamos disfrutar los beneficios tan rápidamente como sea posible. Sin embargo, en muchos casos, y en particular con la comunicación, no existen soluciones rápidas. Debemos perseverar.
Creo que Jesús hizo que las relaciones sean de esa manera para ayudarnos a evitar la familiaridad, y para ayudarnos a ver que toda relación necesita atención periódicamente. Es posible que a veces se deba hacer un gran esfuerzo para recordar el valor de una comunicación abierta y sincera. Con la ayuda del Señor, podemos recuperar el gozo y la riqueza en que se estableció una relación.
A veces me frustro con algunos procesos de crecimiento de largo plazo, como la comunicación. Tengo la tentación de pensar: «¿Por qué no pude dominarlo desde el principio? ¿Por qué no puedo hacer las acciones correctas, entender y avanzar a las otras cosas importantes?»
Sin embargo, como tantas cosas en esta vida, es un proceso y desarrollarlo lleva tiempo. Aprender a proporcionárselo a otros es parte de cómo podemos amarlos, respetarlos, y a la vez, ser mucho más eficaces en nuestro trabajo y relaciones.
Esta vida es una aventura de aprendizaje. Tenemos que madurar, y para eso hace falta pensar más en otros que en nosotros mismos, a fin de descubrir el gran gozo y satisfacción que viene al amar a los demás.
Es posible que los mecanismos básicos de persuasión lleguen con mayor naturalidad a algunos que a otros. Las competencias básicas de la comunicación pueden desarrollarse mediante la experiencia o por medio de otros métodos, como libros, clases y asesoramiento, como pasa con casi cualquier habilidad en esta vida. Pero es importante recordar que incluso la persona más capacitada en esto o en cualquier otro aspecto, igual debe tener en cuenta lo que 1 Corintios 13 expresa muy acertadamente. Sin el amor del Señor como la motivación, todas las otras competencias se quedan muy lejos de llegar a su potencial más importante, el de ejemplificar el amor de Dios a un mundo que necesita esperanza, y dar un recordatorio que seguirá por mucho tiempo después de que este mundo temporal haya caído en el polvo. Comunicarse con eficacia es un instrumento muy valioso. Utilicémoslo completamente para beneficio de tantas personas como podamos.
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