Valorar el envejecimiento, 1ª parte

febrero 4, 2017

Enviado por María Fontaine

[Appreciating Aging!—Part 1]

La vejez es tanto una oportunidad,
con otro vestido, como la mocedad.
Y en el crepúsculo se viste el firmamento
de estrellas invisibles hasta ese momento.  Henry Wadsworth Longfellow

«El regalo que conlleva tener esta edad no es solamente estar viva, es el regalo de vivir más plenamente, como nunca».  Joan Chittister

«Nunca se es demasiado viejo para fijarse una nueva meta o tener un nuevo sueño».  Les Brown

Desde que cumplí 70 años he estado pensando en las ventajas del envejecimiento. Aunque muchos de nosotros ya hemos sentido algunas de las desventajas o dificultades, también se encuentran muchas cosas buenas en esta etapa de nuestra vida. Quiero explorar algunas de ellas con ustedes al contarles mis ideas y experiencias. Claro, me doy cuenta de que no todos los que lean este artículo estarán en la etapa de la vida en que todo eso se les aplica personalmente. Sin embargo, si apacientan a personas de la tercera edad, tal vez les interese el tema.

Luego, en la segunda parte, presentaré algunos beneficios más y ventajas de la edad, junto con artículos de estudios sociales y científicos que se han hecho y que muestran una extraordinaria variedad de oportunidades y las posibilidades que se presentan en esta etapa de la vida.

Algo que es importante que recordemos es que a medida que envejecemos, estaremos más felices y la vida será más fácil si nos concentramos en los aspectos positivos de ser mayores. Como sabemos que esta etapa de la vida, como cualquier otra, es un regalo de parte del Señor y parte de Su plan, podemos elegir vivirla plenamente y aceptarla como una época extraordinaria que nos manda Dios para que vivamos la experiencia y maduremos en aspectos que harán que nuestra vida sea más valiosa.

Al igual que en cualquier otra etapa de la vida, el envejecimiento traerá algunos grandes desafíos. Para algunos, esos desafíos llegan antes, para otros llegan más adelante. Las experiencias de cada persona son diferentes. Algunas cosas que enfrentamos pueden parecer grandes trastornos en nuestros planes y deseos, pero si dedicamos tiempo a ver las posibilidades que se abren con esos desafíos, en realidad podemos hacer que el proceso de envejecimiento se convierta en un elemento muy positivo. A medida que envejecemos adquirimos dones valiosos que podemos emplear para ayudar a los demás. Tenemos la sabiduría y el entendimiento que adquirimos por medio de la experiencia. Tenemos la compasión y la empatía adquiridas al enfrentar los desafíos de la vida, las pérdidas y las desilusiones. Tenemos la aspiración de poder ser valiosos para Jesús de formas que tal vez no habíamos visto antes.

Aunque reconozco que hay veces en que puede parecer que los dolores y otros inconvenientes no son beneficiosos, tomé la determinación de ver estos años como una oportunidad única de crecimiento en aspectos importantes de mi vida. Quiero seguir corriendo con paciencia la carrera que tengo por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de mi fe[1].

A esta actitud positiva algunos la llaman envejecer con dignidad, envejecer victoriosamente o envejecer con actitud triunfante. Si tenemos esa actitud, veremos oportunidades que sin duda se presentarán en los últimos años de nuestra vida. Habrá oportunidades y podremos compartir bendiciones, beneficios, aportes y lecciones aprendidas de los tesoros de las experiencias de nuestra vida.

Mencionaré algunas de mis reflexiones con relación a vivir bien a medida que envejecemos. Claro, tengan presente que estos puntos no abarcan todos los aspectos del envejecimiento. Estas ideas se basan en mi situación personal y en las experiencias que he tenido. Y espero que aunque tal vez la situación de ustedes sea muy distinta, podrán poner en práctica estas ideas de cierta forma.

Un mayor respeto por el tiempo. Al envejecer se da más importancia a emplear el tiempo prudentemente. Tengo más motivación para plantearme objetivos claros que alcanzaré mientras tengo oportunidad, en vez de posponerlos. Dejarlos para otro momento parece mucho menos seguro ahora porque tal vez ese otro momento no llegue nunca. A medida que somos más conscientes de la importancia de aprovechar prudentemente el tiempo, eso se vuelve un aliciente de valor incalculable que contribuye a que las distracciones de esta vida sean menos importantes. Ese es un don que nos ofrece el envejecimiento.

La eficiencia por medio de la determinación. En mi caso, la clave para recordar es concentrarme en una sola cosa a la vez. Es posible que ser capaz de realizar varias tareas a la vez sea una costumbre de muchas personas, pero tiene grandes desventajas. A menudo, es una manera menos eficiente de llevar a cabo las tareas con esmero. Cuando tratas de hacer muchas cosas a la vez, al principio parece como que se hace más. Sin embargo, cuando se añaden todas las revisiones, comparaciones y detalles que a menudo se omiten al trabajar de esta manera, en realidad no es tan eficaz.

Como siempre, tengo mucho que hacer, y si no trato de hacer varias cosas a la vez significa que debo ser más eficiente con la manera en que administro el tiempo. Apresurarse más, que parece la solución evidente, no funciona. En cambio, debo hallar maneras de hacer lo que haga falta sin perder la concentración; así haré que cada momento cuente. A fin de permanecer concentrada en lo que haré a continuación, anoto varias cosas que tengo en mente y que debo hacer en el siguiente rato. Eso funciona de maravilla, ¡si no olvido consultar mi cuaderno! ¡Ja! Hasta he pedido que me pongan varios bolsillos en algunas prendas, lo que hace que sea más fácil seguir con mi costumbre de llevar conmigo una libreta. Hacer todo eso me ayuda a aprovechar mejor el tiempo que el Señor me ha dado. Al trabajar en ello, también aprendo a tener más autodisciplina, lo que hace que sea más fácil adquirir nuevos hábitos en muchos otros aspectos de mi vida.

Depender más de los demás. Puede ser frustrante sentirse menos independiente o que eres menos capaz o incluso incapaz de hacer algunas cosas que has hecho en el pasado. Sin embargo, el lado positivo es que cuando hace falta más ayuda de otras personas eso trae humildad y ofrece oportunidades de animar a los demás con tu agradecimiento por la ayuda que te dan. Asimismo, contribuye a tener una estrecha comunión con Jesús.

Los desafíos mantienen activo el cerebro. Descubro que aunque hay muchos nuevos desafíos en mi vida ahora, con cada nuevo desafío siempre hay una solución si trabajo junto con mi director ejecutivo celestial. Debido a que nuestras situaciones serán únicas para nosotros en algunos aspectos, debemos trabajar junto con el Señor para ver cuáles son las mejores soluciones para nosotros en particular. Eso mantiene nuestro cerebro activo: pensar, desarrollar nuevas ideas, mejorar y mantener nuestra mente concentrada.

La actitud de permanecer animados y flexibles espiritualmente. Para muchos de nosotros, nuestra vida de servir a Jesús ha contribuido a mantenernos jóvenes espiritualmente. Esa es una cualidad que es importante conservar a medida que envejecemos. Ser jóvenes espiritualmente no depende de la cantidad de años biológicos que hayamos vivido. Lo que decidas creer acerca de ti es lo que se reflejará en tus pensamientos, palabras y actos.

Mientras más actúes acerca de ti con una actitud positiva, más te convencerás de que eres parte del reino de Dios. Si optas por tratar cada nuevo día y los cambios que pueda traer como una oportunidad de mantenerte joven de corazón y con un espíritu dinámico, entonces sí puedes hacerlo.

Nos hemos beneficiado de un asesoramiento muy prudente acerca del poder de una actitud positiva. A medida que esperamos en el Señor, podemos renovar nuestra fuerza. Podemos remontarnos con alas como las águilas. Podemos correr y no cansarnos; podemos caminar y no desmayar[2]. Hasta nuestra mente se puede renovar, como dice uno de mis versículos favoritos con relación al envejecimiento: «Es por esto que nunca nos damos por vencidos. Aunque nuestro cuerpo está muriéndose, nuestro espíritu va renovándose cada día»[3]. Esa es una magnífica promesa a la que aferrarse. Podemos invocar las bendiciones de renovarnos a diario y cada año que transcurre. ¡Ese es un gran regalo!

Los ultimátums y cambios en el estilo de vida son bendiciones. Para la mayoría de nosotros, el cambio ha sido parte integral de nuestra vida. Experiencias como vivir en entornos comunitarios con personas de varias generaciones en las que el cambio, los viajes y la necesidad de ser flexibles y adaptables son prácticamente parte de la supervivencia nos han permitido a muchos de nosotros no dejar de ver oportunidades en los obstáculos que enfrentamos. El envejecimiento no es la excepción.

Por muchas razones, algunos cambios son más fáciles de hacer que otros. Sin embargo, algunas veces, a medida que envejece nuestro cuerpo, adaptarse a esos cambios requiere más esfuerzo y puede ser un desafío. Cuando el Señor sabe que algo que es difícil para nosotros es también fundamental, como nos ama tal vez Él nos haga ver por qué un cambio en particular es necesario y las posibles consecuencias si no hacemos el cambio. En otras palabras, tal vez nos dé un ultimátum.

Estoy agradecida por los ultimátums que me exigen cambiar, incluso si en el momento parece ser algo incómodo, inconveniente, humillante y a veces hasta puede dar miedo. Son muestras de Su amor para nosotros a fin de evitarnos algo peor.

Tengo amigos que tuvieron ultimátums como infartos que los obligaron a ir más despacio, a analizar y cambiar su estilo de vida. Como consecuencia de esos cambios, en muchos casos han descubierto una nueva oportunidad en la vida, y tienen una nueva perspectiva de lo que es importante.

Claro que no todos los ultimátums son tan drásticos. En mi caso, el Señor me habló en profecía. Me advirtió claramente en varias ocasiones que necesitaba tomar medidas rigurosas para disminuir el estrés. Lo que incluía hacer más ejercicio, dormir más, relajarme más y asegurarme de ser más consciente de mi alimentación y del consumo de agua. Además me advirtió que era necesario llevar un ritmo de vida más lento.

¡Hacer lo que el Señor pidió ha dado un fruto positivo! Seguir esos ultimátums ha mejorado mi salud de varias maneras y he podido hacer las tareas que el Señor me da con un mínimo de efectos secundarios negativos. Me ha llevado tiempo y determinación efectuar algunos de esos cambios, pero se ha hecho progreso. Con cada cambio, puedo afirmar que los beneficios han hecho que valga la pena el esfuerzo.

Concienciación en materia de salud. Una parte de valorar más la vida a medida que envejezco es que veo la importancia que Dios ha dado a la salud. Incluso más que antes, tiendo a notar lo que pasa en mi organismo. Lo que ocurría antes con frecuencia era que estaba muy ocupada haciendo otras cosas y no hacía caso de los síntomas hasta que eran tan intensos que me veía obligada a prestar atención.

La salud es una parte muy importante de nuestra calidad de vida y no se puede minimizar ni descuidar. David tuvo una postura firme acerca de este tema. Desde el principio, estableció reglas de salud para que las siguieran los integrantes de la Familia. Así pues, ahora que tengo más años, tengo mayor interés por estudiar temas de salud, tener asesoramiento de fuentes confiables y encontrar soluciones o remedios buenos, naturales.

Establecer lazos con otras personas de la tercera edad. Los adultos mayores tenemos mucho en común. Es útil encontrar un grupo de apoyo donde sea que estemos. Juntos podemos ayudarnos mutuamente a apreciar muchos aspectos positivos de la vejez. Podemos ser testigos de la manera en que Dios nos cuida y nos ayuda para que todo sea más llevadero, incluso a remontarnos y ser positivos pese a los aspectos negativos. Un grupo de apoyo de personas de la tercera edad es estupendo para animarse unos a otros, y también para compartir notas, ideas e información.

Más satisfacción con un ritmo más lento. He aceptado que debo ir a un ritmo más lento, porque tengo menos energía y mi cuerpo no puede seguir un ritmo tan rápido ni trabajar físicamente tanto como antes. Además, ir a un ritmo más lento evita que cometa tantos errores.

El que vaya a un ritmo más lento y proceda de forma más intencional es mucho menos estresante y me da más tranquilidad de que Jesús me guía.

Con la edad, nuestro ritmo más lento también nos da oportunidad de dar ejemplo de amor y ánimo a otras personas, y hacerlo de manera que en nuestra vida ajetreada de antes no nos daba tiempo para hacerlo. Es posible que pueda ser una oportunidad para relacionarnos con los vecinos o con otras personas de la tercera edad o con nuestros nietos (ya sea personalmente o por otros medios de comunicación).

Transmitir experiencia valiosa. Poder transmitir nuestras experiencias, la sabiduría que esta vida nos ha dejado, nuestros testimonios o nuestra historia tanto a personas de nuestra edad como a las generaciones más jóvenes, es un privilegio de incalculable valor.

He descubierto que muchas personas muy jóvenes aceptan el ánimo y consejos más fácilmente de alguien con edad para ser su abuelo o abuela que de alguien de su edad o que podría ser su padre o madre. En nuestros últimos años, podemos ser una mayor bendición para las generaciones más jóvenes, y tal vez hasta ser un confidente o mentor, o ambas cosas. Si en tu hogar hay personas de varias generaciones, o en tu comunidad hay personas jóvenes y de la tercera edad, se pueden encontrar oportunidades en que otros se beneficien de tu amoroso cuidado, sugerencias y experiencia. Puedes tener oportunidad de animar tanto a jóvenes como a mayores, de ayudarlos a esperar el futuro con ilusión, no solo el resto de su vida en la Tierra, sino también en la otra vida.

Claro, ofrecer consejos o intercambiar experiencias con otros no puede ser en forma de prédica o sermón. Muchas veces, tu espíritu tranquilo y disposición de escuchar a los demás sin juzgarlos puede ser la clave para que te vean como un refugio en las tormentas que los acosan. En esa situación tienes la oportunidad de ofrecer sugerencias formuladas con la sabiduría adquirida en toda una vida de experiencia.

Beneficios del aprendizaje perpetuo. Si aprendes algo nuevo y te parece que te debes esforzar mucho, de todos modos te diviertes mucho en lo que te propones conseguir o al hacer algo en que debes concentrarte mucho. Eso hará que no pienses tanto en ti ni en lo negativo. Ya sea que esas oportunidades sean físicas o mentales, puede ser una enorme ventaja cuando tienes más edad, pues contribuye a mantener activa la mente.

Es posible que encuentres nuevas cosas que disfrutar. Una de mis amigas de LFI dijo que, por necesidad, había empezado por primera vez a enseñar inglés como segundo idioma. Entonces se dio cuenta de que le encantaba enseñar y se convirtió en una pasión.

Tiempo para reflexionar en el Cielo. El que por la edad sea necesario ir más despacio contribuye a tener tiempo para reflexionar en la próxima vida, y para prepararse. Poco a poco se va soltando esta vida y se alarga la mano para tomar la siguiente. Puedes empezar a disfrutar vislumbres de la próxima vida mientras piensas, reflexionas y sueñas acerca de ella.

Manifestar compasión, ofrecer consuelo y tener motivación para fortalecer a los demás. A medida que envejecemos, por lo general nos compadecemos más de otras personas que tienen enfermedades y temores acerca de la muerte. Te vuelves más capaz de dar consuelo, pues puedes identificarte con esos desafíos; y has llegado a ver esta etapa de la vida como una ocasión de fortalecerse más por haber pasado al siguiente curso, por así decirlo.

El don de la sencillez. Otra ventaja de la vejez es reconocer las bendiciones más sencillas de la vida. Te vuelves más consciente de las pequeñas cosas que hace la gente para ayudarte: abrirte la puerta o detenerse para que cruces la calle, darte una pequeña flor o decirte que envejeces muy bien.

Las oportunidades para una vida más equilibrada. He visto las ventajas de concentrarse más en vivir el momento en vez de esforzarse constantemente por hacer más. Claro, las dos cosas son necesarias. Sin embargo, esto último tiene menos prioridad a medida que envejecemos y nos concentramos más en lo importante que es maximizar la experiencia que vivimos.

A medida que envejecemos, empezamos a darnos cuenta de que podemos equilibrar nuestros actos y esfuerzo al ver la vida más como una experiencia que se vive que como algo que debe soportarse o superar. Por eso, prestar atención a los demás y a sus necesidades individuales puede tener prioridad sobre mucha acción.

Cuando las circunstancias requieren que vayamos a un ritmo más lento, podemos aprovechar la oportunidad para dar al prójimo. Lo hacemos por medio de orar e infundir ánimo, y al hacer lo que el Señor nos indica en esas ocasiones de descanso y meditación. Hacer una pausa a fin de recibir la guía del Señor nos permite entender en qué momento conviene ir más despacio y cuándo invertir nuestras fuerzas en hacer lo que tal vez requiera un mayor esfuerzo. Tenemos que esforzarnos, pero cuando Él nos indica que gastemos nuestras fuerzas, incluso eso va en nuestro favor para mantenernos vivos y en movimiento. Lo mejor de todo es que tenemos el tiempo para hallar un equilibrio.

Llenar espacios vacíos. Si sientes soledad debido a que tus hijos o nietos viven muy lejos, o tu cónyuge ya está en el Cielo, con el Señor, o no puedes salir mucho y ver a otras personas, puedes hacer que la pérdida se convierta en una oportunidad de acercarte a otros que se encuentran solitarios, ya sea que se trate de alguien que esté cerca de donde vives, o bien por Skype u otro medio de las redes sociales. La mejor manera de llenar el vacío que hay en nuestra vida es contribuir a llenar los espacios vacíos que tiene otra persona.

Los beneficios de la risa. La risa contribuye mucho a mejorar el estado de ánimo. Poder reírme, sobre todo de mí misma, hace que lo que podría ser desalentador se convierta en algo más positivo. Por ejemplo, para algunos un desafío es que falla la memoria a corto plazo y las cosas graciosas que hacemos como consecuencia de ello. Esos pequeños pasos en falso pueden ser excelentes para dar inicio a una conversación y al mismo tiempo mantenerte humilde.

Algunas cosas que hago a veces son muy graciosas. Por ejemplo, tomo algo que quiero llevar a otro cuarto. Voy al otro cuarto y no sé qué pasó con ese objeto. Regreso al primer cuarto y me doy cuenta de que había tomado ese objeto, me distraje y lo puse de nuevo en el mismo lugar en vez de llevármelo al otro cuarto. O bien, ¿has buscado tu teléfono por todas partes antes de darte cuenta de que lo tienes en la mano? ¡A mí me ha pasado!

A veces olvido que llevo puestos los anteojos. O bien, no recuerdo dónde he puesto mi bolígrafo o si envié ese archivo hace un minuto o no.

La risa puede ser muy buena para disminuir el estrés. Asimismo, es muy buena para la salud. Relaja todo el cuerpo. Una buena carcajada alivia la tensión física y el estrés, y deja los músculos relajados hasta cuarenta y cinco minutos después[4]. La risa estimula el sistema inmunitario. La clínica Mayo dice: «Cuando se trata de aliviar el estrés, más risitas y carcajadas son precisamente lo que el médico aconseja. Esta es la razón: Ya sea que te rías a carcajadas al ver una comedia en la televisión o que sueltes unas risitas cuando ves los chistes de los periódicos, la risa hace bien. La risa es una forma excelente de aliviar el estrés, y eso no es broma. […] Cuando comienzas a reír, eso no solo te alivia la carga mentalmente. En realidad causa cambios físicos en el organismo. La risa puede estimular muchos órganos; activa y alivia la respuesta al estrés y disminuye la tensión, entre otras cosas»[5].

Me gustó una charla que alguien dio en una conferencia acerca de la vejez. Es posible que a ustedes también les guste. ¡Me reí tanto que pensé que sin duda debe haber disminuido bastante mi estrés! (Descargo de responsabilidad: Claro, con respecto al humor, no a todos les gusta el mismo estilo.)

Continuará.