Jesús, Su vida y mensaje: El reino de Dios, 1ª parte
junio 30, 2015
Enviado por Peter Amsterdam
Jesús, Su vida y mensaje: El reino de Dios, 1ª parte
[Jesus—His Life and Message: The Kingdom of God, Part 1]
Las enseñanzas de Jesús en los tres evangelios sinópticos giran en torno al tema «el reino de Dios». En total aparecen 76 declaraciones distintas sobre el reino, y otras 27 que se repiten en dos o más evangelios[1]. En el cuarto evangelio, el de Juan, se nombra el reino cinco veces. Dado que «elreino» era el eje en las enseñanzas de Jesús y aparece en lugares clave como son el Padrenuestro[2], el sermón del monte[3], la última cena[4], y en numerosas parábolas[5], es importante entender a qué se refería Él. El caso es que no tenemos una definición exacta; nos transmitió el sentido con una serie de dichos, parábolas, actos y señales.
Se han escrito incontables libros y comentarios acerca del tema, y aunque casi todos los autores concuerdan en cuanto a los conceptos generales, también difieren en algunos puntos. En el breve espacio de este artículo y los dos subsiguientes no me da para hablar de todos los detalles, pero sí presentaré lo que me parece que es el consenso general de lo que se entiende por reino de Dios en las enseñanzas de Jesús, basándome en los estudios que he hecho.
Empezaremos considerando los distintos aspectos del tema, cada uno en un apartado, dado que entre todos pintan la idea general de lo que es «el reino». Para terminar enlazaré los diversos puntos de tal manera que podamos hacernos una idea general de a qué se refería Jesús cuando hablaba del reino de Dios.
Antecedentes
Mientras que en el Antiguo testamento no aparece el término reino de Dios, el concepto del reino de Dios, Su majestad, sí está presente en numerosos versículos, tales como:
El Señor preside en el diluvio y se sienta el Señor como rey para siempre[6]. Han visto mis ojos al Rey, Señor de los ejércitos[7]. Tu trono, Dios, es eterno y para siempre; cetro de justicia es el cetro de Tu reino[8]. Atiende a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque a ti oraré[9]. Porque del Señor es el reino y Él regirá las naciones[10].
Durante siglos el pueblo judío/hebreo consideró a Dios —a quien se referían como YHWH— un rey, tanto en el sentido universal de que gobierna toda la Tierra[11] como en el específico de que era el rey de ellos y ellos, Su pueblo. Dios le dio un llamado particular al antiguo pueblo de Israel para que viviera bajo Su mando y reconociera Su majestad; que Él era el rey y debían obedecer Sus mandamientos.
Yo, el Señor, Santo vuestro, Creador de Israel, vuestro Rey[12]. Y [el Señor] fue rey en Jesurún, cuando se congregaron los jefes del pueblo con las tribus de Israel[13].
Desgraciadamente, Israel no vivió por lo general según los términos que Dios le había marcado en Sus mandamientos. Al cabo de un tiempo exigieron tener un rey. Dios dijo: «A Mí me han desechado, para que no reine sobre ellos»[14]. Aunque hubo algunos buenos reyes —siendo David el mejor de todos—, el pueblo y sus reyes se fueron apartando de la obediencia a Dios. Por ese motivo Dios les envió profetas que hablaban de la necesidad de renovar el corazón:
Esparciré sobre vosotros agua limpia y seréis purificados de todas vuestras impurezas, y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros. Quitaré de vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros Mi espíritu, y haré que andéis en Mis estatutos y que guardéis Mis preceptos y los pongáis por obra[15].
Las Escrituras hablaban de uno que habría de venir, que se sentaría en el trono de David, y se daba por sentado que sería el Mesías venidero:
Porque un niño nos ha nacido, hijo nos ha sido dado, y el principado sobre Su hombro. Se llamará Su nombre «Admirable consejero», «Dios fuerte», «Padre eterno», «Príncipe de paz». Lo dilatado de Su imperio y la paz no tendrán límite sobre el trono de David y sobre Su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará esto[16].
En la época de Jesús ya llevaban tiempo esperando que surgiera el Mesías. Los judíos entendían que su aparición iba a tener algo que ver con la esperanza que tenían de ser liberados o salvados de la ocupación extranjera, a la que habían estado subyugados desde que volvieron del exilio babilónico. Llevaban siglos bajo dominio griego, ptolomeico y seleúcida. Después, tras apenas cien años de autogobierno, los ocuparon los romanos. Anhelaban profundamente volver a estar libres del dominio extranjero y regidos por Dios en Su reino. Esperaban ansiosos al Mesías prometido que pensaban los libraría de la opresión foránea y establecería otra vez el reino de Israel, que para ellos era el reino de Dios.
Por eso, cuando se enteraron de que había un hombre que hacía milagros y hablaba del reino de Dios, se ilusionaron. Tal vez era que había llegado el momento de la liberación del pueblo de Israel, de que lo liberaran de los extranjeros, y se estableciera materialmente el reino nacional que habían estado esperando. Sin embargo, Jesús hablaba de un reino que iba más allá de esa expectativa de un ente político y geográfico. Esencialmente lo que hizo fue redefinir las expectativas judías acerca del reino y reemplazarlas por otro concepto.
¿Reino de Dios o reino de los cielos?
En los evangelios de Marcos y Lucas solo aparece el término «reino de Dios»,mientras que Mateo lo llama «reino de los cielos» 31 veces y «reino de Dios»solamente cinco veces. El evangelio de Mateo iba dirigido a un público judío, por lo que sustituyó la palabra Dios (YHWH) por cielo, porque los judíos evitaban usar el nombre propio de Dios (para no tomarlo en vano sin querer, lo cual estaba prohibido por la Ley).
No tomarás el nombre del Señor, tu Dios, en vano, porque el Señor no considerará inocente al que tome Su nombre en vano[17].
Las dos expresiones significan lo mismo y son intercambiables en los evangelios; reino de Dios y reino de los cielos.
¿Presente o futuro?
Jesús, hablando del reino, a veces decía que ya había llegado, y otras veces daba a entender que llegaría al final de los tiempos o fin del mundo. Según una de las explicaciones que se han dado, el periodo del Antiguo Testamento constituyó la preparación para el reino; éste se estableció con el ministerio, la muerte y la resurrección de Cristo; y el juicio final será la culminación[18].
A continuación, unos versículos que hablan de que el ministerio de Jesús dio inicio al reino de Dios en la Tierra:
Si expulso a los demonios con el poder de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el reino de Dios[19].
Jesús afirmó que la expulsión de demonios es prueba de que el reino ya está presente. La palabra griega que aquí aparece traducida como ha llegado da a entender que ya está aquí[20].
La Ley y los Profetas llegan hasta Juan. Desde entonces es anunciado el reino de Dios y todos se esfuerzan por entrar en él[21].
Aquí se mencionan dos periodos de tiempo distintos: El primero, el de la Ley y los profetas, llegó hasta Juan Bautista; y el segundo comenzó cuando Juan empezó a anunciar la venida de Jesús. Juan pertenece a la primera era, pero su ministerio inauguró la segunda. Él hizo como de puente entre las dos. Con el ministerio de Juan y la llegada de Jesús se dio inicio a la era del reino de Dios[22].
Preguntado por los fariseos cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: «El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: “Helo aquí”, o “Helo allí”, porque el reino de Dios está entre vosotros»[23].
Según la aclaración de Jesús, el reino no solamente no es algo material, sino que ya estaba entre ellos.
En esos versículos Jesús dio a entender que el reino ya estaba en el mundo. Sin embargo, en otros casos dejó entrever que se trataba de algo futuro:
No todo el que me dice: «¡Señor, Señor!», entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿no profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre echamos fuera demonios, y en Tu nombre hicimos muchos milagros?» Entonces les declararé: «Nunca os conocí. ¡Apartaos de Mí, hacedores de maldad!»[24]
En este caso, por ejemplo, cuando dice «en aquel día», se refiere a un momento futuro.
Entonces el Rey dirá a los de Su derecha: «Venid, benditos de Mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo»[25].
De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios[26].
En varios casos más habló también del reino como algo futuro[27]. Entonces, ¿el reino ya estaba presente en la época de Jesús (y en la actualidad), o se refiere a un reino futuro que se hará presente el día del juicio final? Para poder responder a esa pregunta hay que entender qué significa el término «reino».
Definiciones
La palabra griega que aparece en los evangelios y que se ha traducido como «reino» es basileia. Corresponde al término hebreo malkut, que es el que aparece en el Antiguo Testamento y se traduce también como «reino». Basileia tiene dos sentidos: 1) «reinado, dominio, poder o autoridad de un rey» y 2) «territorio o pueblo regido por un rey». La primera acepción es la que corresponde al uso que se le da en los evangelios. Cuando Jesús habla del reino no se refiere a un espacio o territorio concreto, sino más bien a la autoridad o poder del rey, a su derecho a reinar. Eso queda evidente, por ejemplo, cuando dice:
Dijo, pues: «Un hombre noble se fue a un país lejano para recibir un reino y volver»[28].
Otras traducciones lo expresan así: «Un hombre de familia noble se fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar después»[29], «Un príncipe fue nombrado rey de su país, y tuvo que hacer un largo viaje para que el emperador lo coronara. Después de la coronación volvería a su país»[30]. Es algo así como lo que pasó con Herodes el Grande, que recibió su investidura real, su basileia, cuando fue a Roma, y luego retornó a Israel para reinar y ejercer su autoridad.
Aunque alguna que otra vez se emplea el término basileia para referirse a un reino o territorio espacial, material, en los evangelios casi en todos los casos se entiende como que se está refiriendo al reinado, el poder o autoridad del rey.
Sanen a los enfermos que encuentren allí y díganles: «El reino de Dios ya está cerca de ustedes»[31].
No van a decir: «¡Mírenlo acá! ¡Mírenlo allá!» Dense cuenta de que el reino [poder, jurisdicción o autoridad] de Dios está entre ustedes[32].
Presente y futuro
Cuando se entiende el reino como la jurisdicción de Dios, algo dinámico, se puede entender como algo presente que se inició con el ministerio de Jesús cuando vivió en la Tierra, y al mismo tiempo como algo que se terminará de manifestar perfecta y completamente en un momento del futuro.
Stein lo explica así:
El reino de Dios llegó y se hizo presente con la venida de Jesús. Fue el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento, si bien el establecimiento del reino no se consumará hasta un momento futuro. Esta dualidad es «el secreto del reino de Dios» (Marcos 4:11). El reino no llegó como casi todo el mundo de la época de Jesús pensaba que iba a llegar, es decir, en su plenitud. Su plenitud se consumirá recién cuando el Hijo del Hombre vuelva para juzgar al mundo. Esta tensión entre «ahora» y «todavía no» nos da la clave para entender las enseñanzas de Jesús con respecto al reino de Dios[33].
Derrotar al mal
La doctrina de Jesús de que el reino era una realidad ya presente que se terminaría de manifestar y cumplir más adelante supuso redefinir las expectativas judías de lo que iba a ser y hacer el Mesías; no iba a ser un salvador de lo terrenal que los libraría de la opresión foránea y establecería un reino temporal. La misión de Jesús no consistía en derrotar al mal de la ocupación extranjera, que era lo que esperaban que hiciera el tan ansiado Mesías. Para Él, el enemigo por antonomasia no era Roma; era el diablo. La presencia del reino o poder de Dios se manifestaba en la autoridad con la que Jesús derrotaba las obras malignas de Satanás. Él afirmó concretamente que el poder que tenía sobre Satanás y sus obras era una manifestación de que el reino ya está en el mundo.
Si expulso a los demonios con el poder de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el reino de Dios. Cuando un hombre fuerte y bien armado cuida su hacienda, sus bienes están seguros. Pero si lo ataca otro más fuerte que él y lo vence, le quita las armas en que confiaba y reparte el botín[34].
Jesús nos hace ver que al expular demonios está venciendo al verdadero malo, Satanás. Jesús es el que es más fuerte y atacó a Satanás, le quitó la armadura y lo venció, lo derrotó, y expolió sus bienes[35].
Otro ejemplo se dio cuando Jesús sanó a la mujer que, «por causa de un demonio llevaba dieciocho años enferma. Andaba encorvada y de ningún modo podía enderezarse. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: “Mujer, quedas libre de tu enfermedad”. Al mismo tiempo, puso las manos sobre ella, y al instante la mujer se enderezó y empezó a alabar a Dios[36]. Respondiendo a las protestas del jefe de la sinagoga porque había sanado en sábado, Jesús declaró: «A esta mujer, que es hija de Abraham, y a quien Satanás tenía atada durante dieciocho largos años, ¿no se le debía quitar esta cadena en sábado?»[37] Él, con Sus curaciones, le arrebataba a Satanás sus presas.
Cuando los setenta discípulos (72 según algunas traducciones) a quienes había enviado a las ciudades y lugares donde él habría de ir[38] regresaron diciendo: «¡Señor, hasta los demonios se nos sujetan en Tu nombre!», Él respondió: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo»[39]. Su poder, manifestado en las curaciones y exorcismos que realizaban Él y Sus discípulos, era uno de los medios por los que derrotaba a Satanás y demostraba que el reino de Dios ya estaba en la Tierra.
Darrell Bock lo explica así:
El ministerio de Jesucristo da a entender que Satanás ya está derrotado. Es evidente que el reino ha llegado, y su poder. Aunque a la larga ese poder se ejercerá de una manera mucho más completa y abarcadora, ya está operando en la obra de liberación que reflejan los milagros de Jesús […] Lo que se desprende es que el reino en última instancia es la obra de Dios de redimir a la humanidad tal como había prometido. El reino es la solución definitiva de Dios al yugo bajo el que Satanás tiene a la humanidad, que necesita que la rescaten […] Los milagros en sí no lo son todo, sino que sirven de prueba e ilustración de una liberación mucho más completa que un día se extenderá a toda la creación. En parte por eso la prédica del reino se llamaba también la buena nueva, la gran noticia[40].
Jesús proclamaba la buena noticia de que el poder, el reino y la autoridad de Dios como rey —Su reino— ya habían empezado a intervenir en la historia, por medio de Su ministerio.
(Continúa en la segunda parte.)
Nota
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.
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[1] Joel B. Green y Scot McKnight, Dictionary of Jesus and the Gospels, 425.
[2] Mateo 6:10.
[3] Mateo 5:3, 10, 19, 20; 6:10, 33; 7:21.
[4] Marcos 14:25.
[5] Marcos 4:26, 30; Mateo 13:24, 33, 44, 45, 47; Lucas 19:11, etc.
[6] Salmo 29:10.
[7] Isaías 6:5.
[8] Salmo 45:6.
[9] Salmo 5:2.
[10] Salmo 22:28.
[11] El Señor estableció en los cielos Su trono y Su reino domina sobre todos (Salmo 103:19).
[12] Isaías 43:15.
[13] Deuteronomio 33:5 (RVC).
[14] 1 Samuel 8:7.
[15] Ezequiel 36:25–27.
[16] Isaías 9:6,7.
[17] Deuteronomio 5:11.
[18] Williams, Renewal Theology, 290.
[19] Lucas 11:20 (NVI).
[20] Stein, The Method and Message of Jesus’ Teachings, 70.
[21] Lucas 16:16.
[22] Stein, The Method and Message of Jesus’ Teachings, 70,71.
[23] Lucas 17:20,21.
[24] Mateo 7:21–23.
[25] Mateo 25:34.
[26] Marcos 14:25.
[27] Mateo 8:11,12; 5:18–20; 13:24–30, 47–50.
[28] Lucas 19:12 (NVI).
[29] RVA.
[30] BLPH.
[31] Lucas 10:9.
[32] Lucas 17:21.
[33] Stein, The Method and Message of Jesus’ Teachings, 78.
[34] Lucas 11:20–22.
[35] V. Mateo 12:28,29.
[36] Lucas 13:11–13.
[37] Lucas 13:16.
[38] Lucas 10:1.
[39] Lucas 10:17,18.
[40] Bock, Jesus According to Scripture, 577,578.