Lo esencial: Naturaleza y personalidad de Dios

Enviado por Peter Amsterdam

agosto 23, 2011

Un Dios vivo, con características de persona

(En Lo esencial: Introducción se puede consultar un preámbulo y una explicación de toda esta colección de artículos.)

En esta serie de artículos estamos analizando diversos aspectos de la naturaleza, esencia y personalidad de Dios. Comenzaremos por examinar el hecho de que Dios está vivo y tiene características de persona, y lo que eso significa para nosotros.

Ciertos sistemas teológicos consideran que todo es parte de Dios y que Dios está en todo. El núcleo de tales sistemas está lo que se conoce como panteísmo, la creencia de que todos somos parte de Dios, o parte de la fuerza del universo, o de que todo está conectado por medio de la naturaleza, o que Dios es energía, la naturaleza o el destino, pero no un ser. Otros sistemas filosóficos, como el deísmo, reconocen la existencia de Dios, pero sostienen que después que creó el universo dejó de interferir en él, de modo que no hay conexión o relación directa entre Dios y la humanidad.

El Dios vivo

Habiendo leído lo que dice la Biblia sobre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo —la Trinidad—, es evidente que Dios es más que una simple fuerza o energía. No se desentendió del universo después de crearlo, sino que se relaciona con Su creación. Eso está claro en la Biblia, tanto en los relatos del Antiguo Testamento como en todo el Nuevo Testamento; y particularmente en el caso de Jesús, la segunda persona de la Trinidad, que tomó forma humana y vivió en la Tierra, seguido del Espíritu Santo, que mora para siempre en los creyentes. Todo ello demuestra una relación continua entre Dios y Su creación[1].

¡Dios vive! Eso quiere decir que existe, sí, pero también mucho más. Él se relaciona con la humanidad y especialmente con los que lo aman y son Sus seguidores.

Él vive para Su pueblo, y está presto a acudir en su auxilio, intervenir en su defensa y bendecirlo por amor a Su nombre[2].

Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se le llama numerosas veces «el Dios vivo». Se le describe como un ser viviente que se relaciona con Su pueblo.

Añadió Josué: «En esto conoceréis que el Dios viviente está en medio de vosotros, y que Él echará de delante de vosotros al cananeo, al heteo, al heveo, al ferezeo, al gergeseo, al amorreo y al jebuseo»[3].

Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo vendré y me presentaré delante de Dios?[4]

El Señor es el Dios verdadero: Él es el Dios vivo y el Rey eterno; ante Su ira tiembla la tierra, y las naciones no pueden sufrir Su indignación[5].

Respondiendo Simón Pedro, dijo: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente»[6].

Hemos venido a anunciarles que deben abandonar esos ídolos para convertirse al Dios viviente que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos[7].

Es manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón[8].

Vi también otro ángel, que subía desde donde sale el sol y que tenía el sello del Dios vivo. Clamó a gran voz a los cuatro ángeles a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar[9].

La expresión «Dios vivo» se emplea para marcar un gran contraste entre Dios y los ídolos que con frecuencia se adoraban en la Antigüedad. Las palabras hebreas con las que se refiere el Antiguo Testamento a los ídolos significan inútil, sin valor, vano, carente o sin sustancia. Los ídolos no tienen vida, son simples imágenes hechas por los hombres, a diferencia del Dios vivo, que actúa y responde. La Biblia señala claramente la diferencia al afirmar que los ídolos no tienen aliento, con lo que se indica que no tienen vida.

Todo orfebre se avergüenza de su ídolo; porque engañosas son sus imágenes fundidas, y no hay aliento en ellas[10].

Los ídolos de las naciones son plata y oro,  obra de manos de hombres. Tienen boca y no hablan;  tienen ojos y no ven; tienen orejas y no oyen; tampoco hay aliento en sus bocas[11].

Tienen boca, pero no hablan; tienen ojos, pero no ven; orejas tienen, pero no oyen; tienen narices, pero no huelen; manos tienen, pero no palpan; tienen pies, pero no andan, ni hablan con su garganta[12].

Al desafiar a los falsos profetas y sus ídolos, el profeta Isaías dejó clara la diferencia entre un Dios viviente, que lo sabe todo —el pasado, el presente y el futuro—, y los ídolos, que no saben nada.

Acérquense y anuncien lo que ha de suceder, y cómo fueron las cosas del pasado, para que las consideremos y conozcamos su desenlace. ¡Cuéntennos lo que está por venir! Digan qué nos depara el futuro; así sabremos que ustedes son dioses. Hagan algo, bueno o malo, para verlo y llenarnos de terror. ¡La verdad es que ustedes no son nada, y aun menos que nada son sus obras! ¡Abominable es quien los escoge![13]

El Dios vivo —el Ser Supremo que creó el universo y todo lo que hay en él, incluidos nosotros— merece nuestra lealtad, adoración, alabanza y amor. Desde el punto de vista de Dios, es un insulto rendir culto a ídolos inertes e inútiles.

Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de Mí. No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las honrarás, porque yo soy el Señor, tu Dios, fuerte, celoso[14].

Guardad todo lo que os he dicho. No invocaréis el nombre de otros dioses ni los mencionará vuestra boca[15].

Si llegas a olvidarte del Señor, tu Dios, y vas tras dioses ajenos, los sirves y ante ellos te inclinas, Yo lo afirmo hoy contra vosotros, que de cierto pereceréis[16].

Dios tiene características de persona

El Dios vivo es un ser activo con cualidades de persona. Eso se evidencia por el hecho de que tiene conciencia de Sí mismo, raciocinio, autodeterminación, inteligencia, emociones, conocimiento y voluntad, todas las características necesarias para ser persona. Nosotros, los seres humanos, somos personas y nos relacionamos como personas porque estamos hechos a imagen de Dios. La diferencia entre nosotros y todas las demás criaturas de la Tierra es que estamos hechos a imagen de Dios, y ellas no. Como dijo William Lane Craig: «Los hombres somos personas, porque Dios lo es; eso nos permite relacionarnos con Él»[17]. El hecho de que Dios tenga características de persona y se relacione como tal no significa que sea humano; más bien es que los seres humanos participamos de las mismas características que Él.

Dios trata personalmente con la humanidad, como se evidencia en la Biblia. Establece relaciones con las personas. Hace acuerdos o pactos, llamados alianzas. A lo largo de la Biblia habla con distintos individuos. Son gestos propios de una persona.

En el Antiguo Testamento Dios intervino activamente en favor de Su pueblo Israel en momentos críticos, por ejemplo abriendo el mar Rojo y el río Jordán, proporcionándole comida y agua y dándole tierras. Envió mensajeros, los profetas, que comunicaron Sus palabras, y premió o castigó a la gente según su obediencia o desobediencia a esos mensajes. En todo el Antiguo Testamento está claro que Dios actúa como persona y participa en los asuntos de Su pueblo[18].

En el Génesis se ve a Dios en múltiples ocasiones relacionarse como persona con Sus criaturas: en la creación del mundo, en Sus actos y conversaciones con Adán y Eva, en Su establecimiento de alianzas personales con Noé, Abraham, Isaac y Jacob… Y en Su trato con Moisés y los hijos de Israel continuó comportándose como persona.

La Palabra de Dios atribuye emociones a Dios: amor, aborrecimiento, furor, arrepentimiento, dolor, compasión, indignación, paciencia, generosidad, gozo, etc. Son emociones propias de una persona[19].

Cuando Moisés le preguntó a Dios Su nombre, Él se lo dijo: «Yahveh, Yo soy». El hecho de tener un nombre y dárselo a otro es un acto propio de una persona. Tiene también títulos que lo describen como persona, a saber: Padre, Juez, Pastor y Marido[20].

Nada demostró más claramente que Dios actúa como persona que Su revelación de Sí mismo en Jesús. En Jesús, Dios anduvo por la Tierra, y en todo, en cada acto, se condujo como persona, tanto que murió personalmente para que pudiéramos alcanzar la salvación.

Gordon Lewis y Bruce Demarest escribieron que Dios «es activo, en el sentido de que crea, hace alianzas con Su pueblo, preserva la línea de descendencia mesiánica en Israel, encarga misiones a un profeta tras otro, envía Su Hijo al mundo, proporciona sacrificios expiatorios para satisfacer Su propia justicia, resucita a Cristo, construye la iglesia y juzga a todos con equidad. De ningún modo se comporta como un ente pasivo como puede ser un edificio. El Dios de la Biblia interviene como arquitecto, constructor, combatiente por la libertad, defensor de los pobres y de los oprimidos, consejero empático, servidor sufriente y liberador triunfante»[21].

Nuestro Dios no es un ser distante y desinteresado. Actúa como persona y se relaciona con Su creación. Se nos ha dado a conocer a través de Su Palabra. Nos ha mostrado cómo es Él. Se interesa en nosotros como individuos. Con la salvación ha dispuesto una vía para que podamos vivir eternamente con Él. Por la fe en Jesús, Dios Hijo, nos volvemos hijos de Dios, lo cual nos permite establecer contacto personal con Él, comunicarnos con Él, oír Su voz y tenerlo como confidente. Él tiene comunión con nosotros, permanece en nosotros y nos ama. Nosotros tenemos comunión con Él, permanecemos en Él y lo amamos. Existe una relación personal entre Él y nosotros. ¡Qué increíble y qué maravilloso!


Notas

A menos que se indique otra cosa, los versículos citados proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso. También se citan versículos de El Libro del Pueblo de Dios (LPD), de la Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy (NBLH) y de la Nueva Versión Internacional (NVI).


Bibliografía

Barth, Karl: The Doctrine of the Word of God, Vol.1 Part 2, Hendrickson Publishers, Peabody, 2010.

Berkhof, Louis: Teología sistemática, Libros Desafío, 1998.

Cottrell, Jack: What the Bible Says About God the Creator, Wipf and Stock Publishers, Eugene, 1996.

Craig, William Lane: The Doctrine of God, charla de la serie Defenders.

Garrett, Jr., James Leo: Teología sistemática, bíblica, histórica, evangélica, tomo I, Mundo Hispano, 2007.

Grudem, Wayne: Teología sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica, Vida, 2007.

Lewis, Gordon R., y Demarest, Bruce A.: Integrative Theology, Zondervan, Grand Rapids, 1996.

Milne, Bruce: Conocerán la verdad, un manual para la fe cristiana, Ediciones Puma, 2009.

Mueller, John Theodore: Christian Dogmatics, A Handbook of Doctrinal Theology for Pastors, Teachers, and Laymen, Concordia Publishing House, St. Louis, 1934.

Ott, Ludwig, Fundamentals of Catholic Dogma, Tan Books and Publishers, Inc., Rockford, 1960.

Packer, J. I.: The Attributes of God 1 and 2 (charlas).

Williams, J. Rodman: Renewal Theology, Systematic Theology from a Charismatic Perspective, Zondervan, Grand Rapids, 1996.


[1] Yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce; pero vosotros lo conocéis, porque vive con vosotros y estará en vosotros (Juan 14:16,17).

[2] Cottrell, Jack: What the Bible Says About God the Creator, Wipf and Stock Publishers, Eugene, 1996.

[3] Josué 3:10.

[4] Salmo 42:2.

[5] Jeremías 10:10.

[6] Mateo 16:16.

[7] Hechos 14:15 (LPD).

[8] 2 Corintios 3:3.

[9] Apocalipsis 7:2.

[10] Jeremías 10:14 (NBLH).

[11] Salmo 135:15–17.

[12] Salmo 115:5–7.

[13] Isaías 41:22–24 (NVI).

[14] Éxodo 20:2–5.

[15] Éxodo 23:13.

[16] Deuteronomio 8:19.

[17] Craig, William Lane: The Doctrine of God, Part 4, charla de la serie Defenders.

[18] V. Salmos 78, 105, 106 y 136.

[19] The Oberlin Evangelist, 9 de octubre de 1839, charla XVIII del profesor Finney, «Affections and Emotions of God».

[20] Padre: Seré para vosotros por Padre,  y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso (2 Corintios 6:18).

Juez: El Señor es nuestro juez, el Señor es nuestro legislador, el Señor es nuestro Rey. ¡Él mismo nos salvará! (Isaías 33:22).

Pastor: El Señor es mi pastor, nada me faltará (Salmo 23:1).

Marido: Tu marido es tu Hacedor («Señor de los ejércitos» es Su nombre). Él es tu Redentor, el Santo de Israel, el que será llamado «Dios de toda la tierra» (Isaías 54:5).

[21] Lewis, Gordon R., y Demarest, Bruce A.: Integrative Theology, Zondervan, Grand Rapids, 1996.

Traducción: Jorge Solá.
Revisión: Cedro Robertson y Gabriel García V.

 

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