Enviado por Peter Amsterdam
julio 17, 2012
Aunque perdonar es algo que debe hacerse por causa de la unidad, la armonía y la hermandad, lo primordial es que es el medio por el que tú te recuperas del daño que te han hecho y sigues hacia el futuro sin que los sucesos pasados te afecten negativamente. Perdonar a alguien no significa que digas que esa persona no tiene culpa, o que no se equivocó. No es exonerarla de la responsabilidad que tiene debido a sus actos. Es, sin embargo, un paso importante para tu curación, y sin ello tal vez no te sanes.
Tal vez haya algo que te enfade, algo que alguien te haya hecho y que estuvo mal. Tal vez fueron hirientes o indiferentes, tal vez te causaron dificultades; sin embargo, perdonar es la manera de sanar, hay que soltarlo, entregar ese tema al Señor y dejarlo en el pasado. Y aunque te encuentres en el proceso de perdonar a otros, es prudente que pidas al Señor que te perdone por el daño que hayas causado a otros, ya sea que haya sido a sabiendas o que no te hayas dado cuenta.
Otra cosa que hay que tener en cuenta cuando alguien hace algo que a tu juicio no es correcto o que es hiriente, es reconocer que a menudo las personas se comportan de cierta forma debido a algo que ocurre en su vida y que tal vez desconozcas. Es posible que alguien haga algo que parezca muy egoísta, pero que no sea tan malo ni tan egoísta como supones. No conoces la situación en que se encuentra esa persona. No sabes lo que piensa. He hecho eso. Quise saber por qué alguien actuó de determinada forma o dijo algo que parecía hiriente, y he pensado de manera negativa acerca de esa persona. Luego, más adelante, descubrí que esa persona había estado muy enferma, o algo importante le había pasado a ella o a sus hijos, y pasaba por una gran prueba. Enfrentaba dificultades, y debido a eso, no se encontraba en su mejor momento. Los actos que me parecieron egoístas pueden haber sido los correctos para esa persona en su situación difícil. Es importante actuar con oración, tener compasión y entender que cada persona es como un universo y no siempre uno sabe lo que pasa en el universo del otro. Así que es prudente no erigirse en juez.
Tengo la certeza de que todos nos esforzamos al máximo y tratamos de ser afectuosos, de ser como el Señor y de no hacer daño a la gente; sin embargo, somos pecadores, es un hecho. Por eso está la salvación, y por eso vino Jesús, porque por mucho que nos esforcemos, por mucho que no queramos herir a la gente, por muy perfectos que queramos ser, por mucho que queramos vivir conduciéndonos con amor, no siempre podemos, porque somos humanos, somos pecadores. Nadie podría hacerlo todo bien, salvo Jesús. Solo Él lo hizo todo bien; y por esa razón vino, porque es el único que podía hacerlo.
Jesucristo vino a este mundo para salvar a los pecadores del castigo que merecen, ¡y yo soy el peor pecador de todos![1]
En realidad, no es fácil que alguien esté dispuesto a morir en lugar de otra persona, aunque sea buena y honrada. Tal vez podríamos encontrar a alguien que diera su vida por alguna persona realmente buena. Pero aunque nosotros todavía éramos pecadores, Dios nos demostró Su gran amor al enviar a Jesucristo a morir por nosotros[2].
Ustedes ya saben que Jesucristo vino al mundo para quitar los pecados, y que Él no tiene pecado alguno[3].
Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en Él recibiéramos la justicia de Dios[4].
El Señor ha perdonado nuestros pecados. Todos pecamos, pecamos a diario, pero somos perdonados debido a que Jesús murió en la cruz. Aun aquellos que nos parece que nos han perjudicado o que se han portado mal con nosotros son perdonados por el Señor; y si Él los ha perdonado, entonces es razonable que nosotros también los perdonemos. Perdonar a otros es parte de ser cristiano. Si queremos ser como Cristo, entonces necesitamos perdonar a quienes se portaron mal con nosotros. Todos necesitamos perdonar, y todos necesitamos que nos perdonen. Creo que cuando recordamos la parte de «necesito perdón», es más fácil perdonar a otros por lo que nos han hecho.
Si tienen un profundo dolor, y sé que algunos de ustedes lo tienen, hoy es un buen día para deshacerse de él. Hoy es un buen día para perdonar. Hoy es también un buen día para pedir perdón. Tengo la certeza de que ninguno de nosotros quiere que otros piensen en lo que hemos hecho o dicho que los ha herido. Estoy seguro de que esperas que te hayan perdonado. Y si quieres eso, entonces es lógico que la persona que te haya hecho algo parecido quiera lo mismo. Quiere perdón, al igual que tú. El principio bíblico es que si quieres perdón, debes perdonar a otros.
A veces es difícil perdonar cuando los actos de alguien te han causado dificultades a largo plazo. He escuchado a algunos decir: «Lo que pasa es que hay injusticias. Hay personas que han hecho cosas para beneficiarse a costa mía. Ahora están en una buena situación y yo paso dificultades.» Lamentablemente, esto muy bien puede ser cierto. Hay casos en los que parece que todo está muy bien para quien ha sido injusto contigo, y que tus circunstancias son bastante malas. Es posible que hayas tratado de seguir al Señor de cerca, o que hayas tratado de comportarte con amor y hacer lo correcto, y fuiste la persona que sufrió.
Pues tienes razón; ahora mismo eso no es justo. Sin embargo, es importante comprender que Dios es justo; Él es rectitud. Además de justo, Él es justicia. La justicia está en Sus manos. La rectitud está en Sus manos. Él obrará en la vida de quienes tal vez te han perjudicado. Tu trabajo es perdonar. Permite que el Señor sea el juez. Si no comprendes algún suceso de tu vida, recuerda que para Dios ese suceso sí tiene sentido. Todo se reduce a confiar en Dios. Sí, tal vez te encuentres en una situación difícil. Sin embargo, no la ves como Dios la ve.
Vemos todo día a día porque vivimos en el tiempo. Cuando algo nos ocurre, esa es nuestra realidad. Centramos la atención en temas como: «perdí mi empleo» o «estaba a punto de adquirir una casa, y otra persona la consiguió». Recuerda, sin embargo, que Dios conoce el futuro; sabe cuál es el final de la historia. Sabe cuáles serán los efectos de los sucesos de hoy, aunque a ti ahora te parezcan muy negativos. Es posible que Dios sepa que lo malo que te ocurre hoy será lo que en el futuro te traiga una oportunidad que haga que tu situación mejore mucho. Vivimos en el tiempo, y el tiempo es malo en cierta medida, porque la verdad es que tienes que vivir tu vida momento a momento, sin saber lo que sucederá después. Tal vez sufras perjuicio por los pecados de otra persona y tal vez algunos de tus sufrimientos actuales sean debido a ello. Es posible que Dios sepa que a la larga esa experiencia conducirá a algo bueno más adelante en tu vida, pero ahora mismo no sabes qué será. Cuando eso ocurre puedes guardarle rencor a esa persona, lo que hará que empeore lo que estés pasando, o puedes perdonar, ponerlo en las manos del Señor, y seguir adelante por fe, sabiendo que el Señor es justo y amoroso.
Deja todo eso en Sus manos omnisapientes y benevolentes. Perdona y sigue con tu vida. Líbrate de lo que te molesta de otras personas, porque eso evitará que avances. Esas cosas harán que te aferres tenazmente a tus heridas emocionales. Te mantendrán con firmeza en el pasado, cuando lo que Dios quiere es que avances en tu vida hoy y en el futuro.
Cuando perdonas, en cierto sentido es como si dijeras: «Señor, tomo todo este dolor y lo que esa persona me hizo, y lo pongo en Tus manos, en Tus manos justas. Confío en que obrarás en la vida de esa persona como te parezca conveniente, y confío en que sabes qué es mejor». También dices: «Dejo partir todo eso. No quiero que sea parte de mi vida. No quiero que eso me afecte. De verdad perdono a esa persona por lo que me ha hecho. Es cosa del pasado. Te lo entrego, Señor.» Luego, el asunto está en las manos de Dios y lo dejas allí. Una vez que lo hayas entregado al Señor, Él puede empezar a sanar la herida de tu corazón y a enmendar tu situación, aunque la otra persona no esté arrepentida y no se haya resuelto todo perfectamente.
No sabes cómo obrará el Señor en la vida de alguien, y tal vez desde tu perspectiva, jamás sabrás lo que hizo Dios. Sin embargo, el Señor tiene Su forma de obrar. Ya no es asunto tuyo, es de Dios. Sin embargo, si no lo sueltas, sigue siendo problema tuyo y te afecta negativamente. Así pues, te pido que te deshagas de todas las heridas, por mucho que te duelan, sea lo que sea que te hayan hecho.
Si quieres perdonar a alguien, te ruego, mientras oramos, que entregues al Señor ese asunto. Líbrate de ese tema. Aferrarte a eso no te hará ningún bien espiritualmente y seguirá lastimándote toda la vida. Además, afectará adversamente la unidad del cuerpo.
Creo que también sería bueno que cada uno de nosotros dedicara un corto tiempo a una oración en privado en la que pida perdón al Señor por lo que ha hecho a otras personas, porque todos hemos hecho algo. Necesitamos perdonar y pedir perdón.
(Oración:) Señor, todos sabemos que somos pecadores y que te necesitamos a Ti y Tu perdón. Sabemos que hemos hecho daño a otros y que necesitamos que ellos nos perdonen. También necesitamos perdonar a quienes nos han hecho daño, que han pecado contra nosotros. Todos hemos pecado y no alcanzamos la gloria de Dios. No hay un solo justo, ni siquiera uno.
A todos nos han sucedido cosas que nos han herido, y por las que tenemos que perdonar a otros. Puede parecer muy injusto que alguien haya hecho algo que ha afectado mucho nuestra vida, y que esa persona siga su vida y tal vez hasta prospere. Pareciera como que todo va bien para esa persona. Pareciera que recibe bendición y nosotros no. Y es muy difícil de entender. Parece tan injusto. Pero Jesús, Tú eres Dios. Eres justo, recto. Es posible que no parezca justo, tal vez ahora mismo no sea justo, pero Tú ves a largo plazo. Sabes lo que pasará más adelante en la vida. Sabes lo que debe ocurrir en la vida de esa persona, en la vida de cada uno de nosotros. Así pues, vamos a confiar en Ti y en Tu justicia, en Tu rectitud, en Tu amor y Tu misericordia.
Las personas que nos hicieron daño también son Tus hijos y necesitan Tu amor y Tu perdón. Necesitan Tu gracia. Y es posible que en algunos casos también necesiten Tu justicia; sin embargo, eso depende de Ti. Ellas están en Tus manos. Así pues, te rogamos que Tú nos ayudes a poner a esas personas en Tus manos y a confiar en Ti, en que obrarás en su vida de manera que lleguen a entender o a aprender lo que sea que necesiten aprender.
Señor, te entregamos esas cosas. Oramos que nos ayudes a perdonar, y oramos que nos ayudes a ser perdonados, y que nos perdones por el dolor que hemos causado.
Pedimos Tus bendiciones mientras participamos de la comunión; pedimos que sanes físicamente a quienes necesiten curación, y que sanes espiritual, mental y emocionalmente a quienes necesiten sanarse en esos aspectos, a medida que participan de la comunión.
Mientras participamos de Tu cuerpo y de Tu sangre, también rogamos que Tu Espíritu llene a cada uno de nosotros, como ocurrió cuando Tus discípulos estuvieron reunidos en el día de Pentecostés y Tu Espíritu descendió con fuerza sobre todos: esa infusión de Ti que llevó fruto; que trajo fruto de testificación, fruto de la misión.
Ayúdanos a andar en Tu luz y a reflejar Tu luz sobre los demás. Ayúdanos a amarte, a vivir conforme a Ti, a predicar acerca de Ti, a enseñar a otros acerca de Ti de la manera que nos resulte posible, de la manera que Tú nos indicas. Oramos que te lleves toda condenación o sensación de fracaso o de desánimo, o falta de fe. Ayúdanos a confiar en Ti, a saber que Tú amas a cada uno, que aunque la situación personal de cada uno no sea exactamente como quisiéramos, Tú estás presente. Tu mano está en la vida de cada persona y nadie está solo. Estás ahí con ellos, y siempre estarás presente. No los desampararás ni los dejarás, porque los amas. Jesús, ninguno de nosotros tiene que ganarse Tu amor. Nos amas simplemente porque nos amas, porque somos quienes somos: Tu creación.
Ayúdanos a aceptar Tu amor, a darnos cuenta de que no tenemos que ganarlo; ya lo tenemos. Y al saber eso, ayúdanos a tener la confianza de hacer lo que nos indiques, a movernos con el viento de Tu Espíritu donde Tú nos guíes. Oramos que nos lleves a lugares donde podamos ayudar a otros, donde podamos llevarlos hacia Ti, porque ese es el llamado y la misión de quienes somos discípulos. Así pues, ayúdanos a hacer eso, Señor. Ayúdanos a seguirte, a seguir Tu Espíritu, a permitir que Tu Espíritu habite en nosotros y resplandezca a través de nosotros, de modo que nuestra vida sea de tal manera que otros te vean a Ti en nosotros y te glorifiquen.
Ayúdanos a saber que nos amas, que nos perdonas. Ayúdanos a amarnos unos a otros y a perdonarnos unos a otros, en el nombre de Jesús.
En estos artículos, también del Rincón de los directores, se trata el tema del perdón:
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