Jesús, Su vida y mensaje: El Sermón del Monte

Enviado por Peter Amsterdam

octubre 13, 2015

La Ley y los Profetas (1ª parte)

[Jesus—His Life and Message: The Sermon on the Mount: The Law and the Prophets (Part 1)]

Jesús dedicó buena parte del Sermón del Monte al tema de la Ley y los Profetas, es decir las escrituras hebreas o lo que los cristianos llamamos el Antiguo Testamento.

Las escrituras hebreas, a las que también se alude como la Biblia judía y que el pueblo judío conoce comúnmente como Tanaj, contienen exactamente los mismos libros que el Antiguo Testamento cristiano, pese a que existen algunas diferencias en cuanto a la división y el orden de los mismos. La palabra Tanaj es una sigla (TNK) que corresponde a las tres divisiones principales de las escrituras hebreas:

Torá (Ley), que abarca los primeros cinco libros: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.

Neviim (Profetas): Los Neviim están divididos en tres secciones, a saber, los Primeros Profetas —Josué, Jueces, 1º y 2º de Samuel, 1º y 2º de Reyes—; los Últimos Profetas —Isaías, Jeremías y Ezequiel—, y el Libro de los Doce —Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Hahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías—.

Ketuvim (Escritos): Salmos, Proverbios, Job, Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester, Daniel, Esdras, Nehemías y 1º y 2º de Crónicas.

Cuando Jesús habla de la Ley y los Profetas[1], por lo general se da por entendido que se trata de una forma abreviada de referirse al Tanaj en su totalidad, el grueso de las escrituras hebreas (el Antiguo Testamento).

En esta porción del Sermón —versículos 17 a 48— Jesús ofrece una nueva perspectiva e interpretación de la Escritura y al mismo tiempo nos expresa Su relación con ella. En los versículos 21 al 48 nos presenta seis ejemplos que ilustran la diferencia entre la interpretación habitual de la época y la enseñanza que Él profesaba. En el siguiente artículo pasaremos a estudiar esos seis ejemplos; en este abordaremos los versículos 17 al 20, que dicen:

No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolir, sino a cumplir, porque de cierto os digo que antes que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Ley, hasta que todo se haya cumplido.

De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; pero cualquiera que los cumpla y los enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielos.

Por tanto, os digo que si vuestra justicia no fuera mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos[2].

El hecho de que al principio de su alocución Jesús aclara a Sus oyentes que no deben pensar que vino a abolir —otras traducciones dicen anular o poner fin— la Ley o los Profetas, infiere que algunos consideraban o decían que eso era en realidad lo que estaba haciendo, ya que Su planteamiento de la Ley difería del pensamiento tradicional[3]. No obstante, Jesús declara sin lugar a dudas que no vino a abolir o a poner fin a las escrituras hebreas, sino a cumplirlas.

Jesús, empleando Su afirmación autoritativa de cierto os digo[4], declara luego que hasta que no pasen el cielo y la tierra no se invalidará una jota ni una tilde de la Ley. Al oír a Jesús referir que el cielo y la tierra —toda la creación— pasarán antes que la Ley, Sus oyentes deducían que la Palabra de Dios jamás quedaría incumplida. Se verificaría a cabalidad. La jota era la letra más pequeña del alfabeto griego; sin embargo, en este contexto se suele entender que se refería a la yod, la letra más pequeña del alfabeto hebreo. En todo el conjunto de las escrituras hebreas aparecen 66.420 yods. La tilde es una marca o cuerno pequeñísimo sobre algunas letras hebreas que ayuda a distinguir letras parecidas. Declarar que la más ínfima letra o trazo de la Escritura no desaparecería antes que esta se cumpliese fue una afirmación muy tajante por parte de Jesús en cuanto a la función de los textos del Antiguo Testamento.

¿Qué significado tiene que hubiera venido a cumplir la Ley y los Profetas, el conjunto de la escritura hebrea? La respuesta se encuentra a lo largo del Evangelio de Mateo, en el que repetidamente se afirma que Jesús cumplió las escrituras del Antiguo Testamento[5]. He aquí varios ejemplos:

Para que se cumpliera lo que dijo el profeta Isaías: «Este es mi siervo, a quien he escogido; mi amado, en quien se agrada mi alma. Pondré mi Espíritu sobre él, y a los gentiles anunciará juicio»[6].

Para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías: «Él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias»[7].

Todo esto aconteció para que se cumpliera lo que dijo el profeta: «Decid a la hija de Sión: tu Rey viene a ti, manso y sentado sobre un asno, sobre un pollino, hijo de animal de carga»[8].

Cumplir, en el contexto del Evangelio de Mateo, denota llevar a efecto lo que señala la Escritura, ya sea por predicción directa o tipológicamente, como en el caso de Jesús representando al cordero expiatorio[9]. Jesús exponía que lo escrito dentro de la Ley y los Profetas se estaba cumpliendo en Su misión. En otro pasaje de Mateo, Jesús dice: Todos los profetas y la Ley profetizaron hasta Juan (el Bautista)[10].

El autor R. T. France escribió:

En este texto la Ley se vincula a los Profetas con un sentido de proyección hacia una época de cumplimiento que ya se iniciaba. La Torá [Ley] no es la última palabra de Dios para Su pueblo, sino en cierto modo un anhelo o proyección provisional de cara a un futuro cumplimiento personificado en el Mesías. A la luz de ese concepto y del sentido general de «cumplir» en Mateo, podríamos, pues, parafrasear de la siguiente manera las palabras de Cristo: «Lejos de querer hacer a un lado la ley y los profetas, mi función es realizar lo que estos señalaban en un futuro, trasladarlos a una nueva era de cumplimiento»[11].

Según Jesús, el papel que desempeñaba la Escritura del Antiguo Testamento no se anuló, sino que se transformó. Dado que lo que auguraba —el Mesías, Jesús— ya se había consumado, a partir de ese momento las Escrituras debían interpretarse y practicarse a la luz de las enseñanzas de Cristo. Como veremos en Mateo 5:21-48 —pasaje que abordaremos en los siguientes capítulos—, Jesús ofrece ejemplos de una comprensión más profunda de las enseñanzas de la Torá (Ley) cuando dice: Oísteis que fue dicho… pero Yo os digo…[12]. De ahí en adelante la enseñanza autoritativa de Jesús es la que rige en Sus discípulos para la interpretación y aplicación práctica de la Ley. Ya no se trata de una observancia literal de reglas, sino de un entendimiento más profundo de los principios sobre los que se sustentan esas reglas. Así lo expresa Darrell Bock: Busca una pauta que mira la ley desde una perspectiva interna y no externa[13]. La Ley no fue abrogada; más bien, en esta era de consumación, es Jesús —el consumador de la Ley—, quien representa la autoridad definitiva[14].

Como veremos en Mateo 5:21-48, Jesús establece un modelo que trasciende la aplicación externa de la Ley y pone el foco, no en una serie de reglas, sino en una respuesta interior del corazón[15]. Él sabe que una obediencia literal de la Ley resulta inadecuada. Esa misma obediencia era la que sostenían los escribas y fariseos; sin embargo, Él manifestó:

Os digo que si vuestra justicia no fuera mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos[16].

Al dar cumplimiento a la Ley y los Profetas, Jesús inauguraba una nueva era para la humanidad, que iba más allá de acatar la letra de la Ley y consistía más bien en discernir y aplicar los principios subyacentes de la Ley. Jesús instala esa nueva aplicación de la Ley, que no actúa ya como regla de conducta, sino como indicador que apunta hacia una «justicia mayor», y que desbanca la antigua manera de observar la Ley[17].

Warren Wiersbe escribió:

Los dirigentes religiosos tenían una justicia artificial, externa, basada en la Ley. En cambio, la descrita por Jesús es una justicia real y vital que se origina interiormente, en el corazón[18].

Jesús prosigue diciendo:

Cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; pero cualquiera que los cumpla y los enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielos[19].

Téngase en cuenta que al aludir al reino de los cielos, Jesús se refiere a basileia, el reinado de Dios en nuestra vida, y no al cielo en la otra vida[20]. Habiendo explicado que Él es el cumplimiento o consumación de la Ley y habiendo expresado además Su nuevo enfoque de la Ley (en los versículos 21 al 48 ofrece ejemplos de Su nuevo planteamiento), explica que los laxos en Su enseñanza de la Ley serán pequeños en el reino, mientras que los que apliquen Sus enseñanzas a su vida y se las transmitan a otros serán llamados grandes en el reino. Llegar a ser grande o pequeño en el reino no es indicativo de la posición o categoría que tendrá una persona en la otra vida, sino si será un mal o un buen representante de quienes llevan una vida gobernada por Dios, su rey.

Os digo que si vuestra justicia no fuera mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos[21].

Los escribas de la época de Jesús obtenían formación profesional en la enseñanza, exposición e interpretación de las Leyes de Moisés. Esas leyes no eran simples preceptos religiosos; constituían la legislación misma del país. Se juzgaba y se castigaba al que las quebrantaba. Si bien cualquier judío reunía los requisitos para dirimir un asunto legal en una localidad, cuando había un escriba presente generalmente se lo elegía a él, por su conocimiento de la Escritura. Algunos escribas se dedicaban a estudiar la doctrina de las Escrituras y estaban calificados para hablar en las sinagogas. Además copiaban la Escritura a mano, de manera que cuando los rollos empleados en el templo o en las sinagogas se desgataban, había copias para reponerlos. Copiaban las escrituras de un rollo o pergamino a otro nuevo. Ciertos escribas eran profesores, tenían discípulos (estudiantes) y les decían «maestro» (rabí). En el Evangelio de Lucas se califica a los escribas de intérpretes[22] y doctores de la Ley[23], y se los considera hostiles a Jesús y resueltos a destruir Su ministerio[24]. Los escribas, al igual que los fariseos, los principales sacerdotes y ancianos, encarnaban la oposición a Jesús. (Para un mejor conocimiento de los fariseos, véase Jesús, Su vida y mensaje: Gobernantes y grupos religiosos.)

Los escribas y fariseos eran meticulosos en cuanto a la obediencia de la Torá (Ley). Si la justicia o rectitud se equiparaban con una obediencia literal de la Ley, no había nadie más recto que los escribas y fariseos. Era prácticamente imposible que alguien pudiera superarlos en cuanto a la observancia de la Ley. En todo caso, la justicia o rectitud a la que Jesús se refería no consistían en un cumplimiento literal de la Ley.

R. T. France escribió:

Jesús no habla de vencer a los escribas y fariseos con sus armas tradicionales, sino de un grado o concepto completamente distinto de justicia… En el marco de ese nuevo régimen [el reino de los cielos], se aplican nuevas normas. Quienes han de pertenecer a la nueva esfera de Dios deberán pasar de una observancia literal de las reglas —por muy buenas y apegadas que estas sean a las escrituras— a una nueva conciencia de lo que significa agradar a Dios, la cual penetra bajo el nivel superficial de reglas que hay que obedecer y accede a una actitud más radical, abierta a conocer y hacer la subyacente voluntad de «vuestro padre que está en el cielo».[25]

Jesús no abolió el Antiguo Testamento. ¿Cómo hubiera podido, si el Antiguo Testamento apuntaba hacia Él y Él fue su cumplimiento? Como veremos en los siguientes versículos del capítulo 5 de Mateo, Jesús va más allá del concepto de que la estricta obediencia a la Ley trae consigo justicia e introduce un entendimiento y aplicación más profundos de los principios que yacen detrás de la Ley. Con ello revela la actitud interior del espíritu que coincide con las Bienaventuranzas y da lugar a una justicia que supera la de los escribas y fariseos.

(Continúa en la segunda parte)


Nota

Todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Mateo 5:17; 11:13; 22:40; Lucas 16:16; 24:44; Juan 1:45.

[2] Mateo 5:17-20.

[3] Stott, The Message of the Sermon on the Mount, 70. Bock, Jesus According to Scripture, 131.

[4] Una explicación más detallada de esta expresión se encuentra en Jesús, Su vida y mensaje: Autoridad

[5] Mateo 1:22,23; 2:14,15, 17,18 y 23; 4:13–16; 8:17; 12:17–21; 13:35; 21:4,5; 27:9,10.

[6] Mateo 12:17,18. Con referencia a Isaías 42:1–4.

[7] Mateo 8:17. Con referencia a Isaías 53:4,5.

[8] Mateo 21:4,5. Con referencia a Zacarías 9:9.

[9] France, The Gospel of Matthew, 182.

[10] Mateo 11:13.

[11] France, The Gospel of Matthew, 183.

[12] En numerosas ocasiones Jesús utiliza la frase «oísteis que fue dicho a los antiguos». Conviene saber que en esa frase Jesús hacía uso de un giro idiomático rabínico. El verbo «decir» (en hebreo amar) lo empleaban los rabíes en el sentido de «interpretar» correctamente las escrituras con respecto a la aplicación de sus leyes. Jesús a menudo anteponía a sus resoluciones judiciales las frases «oísteis que fue dicho» —dando a entender que otros adjudicaban determinado sentido a la palabra de Dios— y «pero Yo os digo» —es decir, Yo la interpreto distinto, de la siguiente manera—.  Lois A. Tverberg, «Amar - You Have Heard It Said».

[13] Bock, Jesus According to Scripture, 131.

[14] France, The Gospel of Matthew, 183.

[15] Bock, Jesus According to Scripture, 132.

[16] Mateo 5:20.

[17] France, The Gospel of Matthew, 186.

[18] Wiersbe, Warren W. The Bible Exposition Commentary, Vol. 1 (Wheaton: Victor Books, 1989), 21.

[19] Mateo 5:19.

[20] Para ahondar en el significado de basileia, véase Jesús, Su vida y mensaje: El reino de Dios, 1ª parte.

[21] Mateo 5:20.

[22] Lucas 7:30; 10:25; 11:45,46; 14:3.

[23] Lucas 5:17, además de Hechos 5:34.

[24] Lucas 5:21; 14:1–6; 19:47; 22:66.

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[25] France, The Gospel of Matthew, 190.

 

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