Enviado por Peter Amsterdam
julio 4, 2016
[Jesus—His Life and Message: The Sermon on the Mount. How to Pray (Part 2)]
(Si lo deseas, puedes consultar el artículo introductorio en el que se explican el propósito y el plan de esta serie.)
Tras enseñar a Sus discípulos que nuestra motivación para orar debe ser comunicarnos con Dios y entablar contacto con Él, y recomendarles que eviten las oraciones sin sentido llenas de vanas repeticiones, Jesús les muestra —a ellos y a nosotros— una oración que podemos usar en nuestros ratos de comunión con Dios.
Su oración, denominada comúnmente el Padrenuestro o la Oración del Señor, está integrada en el Sermón del Monte:
Vosotros, pues, oraréis así: «Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre. Venga Tu Reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. No nos metas en tentación, sino líbranos del mal»[1].
El Evangelio de Lucas muestra también a Jesús enseñando esta oración a Sus discípulos, solo que en otras circunstancias:
Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminó, le dijo uno de Sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oren, digan: “Padre, santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino. Danos cada día nuestro pan cotidiano. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos ofenden. Y no nos metas en tentación”»[2].
Antes de ahondar en el significado de la oración, me pareció que podría ser útil presentar un poco de información básica que nos ayudará a entender lo que enseñó Jesús en el Padrenuestro.
El hecho de que haya dos versiones del Padrenuestro ha generado variadas opiniones entre los estudiosos de la Biblia acerca de cuál de ellas es más antigua, cuál se aproxima más a lo que Jesús enseñó y si Él pretendía que la oración se rezara exactamente en la forma en que Él la dijo. Sin entrar en los pormenores de las discrepancias, cabe imaginar que Jesús enseñó esta oración más de una vez y que posiblemente usó distintas versiones. Las diferencias entre las dos versiones son menores, y no dan lugar a contradicción alguna.
Antes de analizar el Padrenuestro frase por frase —algo que haremos a partir del próximo artículo—, me gustaría comenzar abordando algunas cuestiones de fondo.
La primera es si Jesús pretendía que recitáramos la oración palabra por palabra o si la idea era que nos sirviera de modelo para rezar. Jesús la introdujo diciendo:
Vosotros, pues, oraréis así.
O como se tradujo en la versión NBLH:
Ustedes, pues, oren de esta manera.
O en la NVI:
Ustedes deben orar así[3].
Las opiniones están divididas sobre si Jesús enseñó a Sus discípulos a recitar la oración tal como Él la dijo o si lo que enseñó fueron los elementos que debemos incluir en general en nuestras oraciones. Los estudiosos que consideran que Jesús enseñó que esta oración debería rezarse palabra por palabra basan su postura en el hecho de que Lucas escribió: «Cuando oren, digan…»[4], de lo que deducen que la oración debe hacerse con esas precisas palabras.
Scot McKnight explica esta postura:
Los discípulos se acercan a Jesús, le piden que les enseñe a orar y le piden que les enseñe tal como Juan enseñó a orar a sus seguidores. Ahora bien, las siguientes palabras aclaran la petición y la vuelven mucho más concreta. Jesús les dice —y voy a hacer una traducción más literal para poner de relieve los matices del texto griego—: «Siempre que oren, reciten esto». Las palabras de Jesús ponen de manifiesto que cree que le están pidiendo una oración fija —algo muy propio de los judíos—, y eso es justo lo que les enseña. Luego dice que deben hacer esa oración siempre que oren (quizá solo cuando lo hagan en grupo, aunque probablemente también cuando cualquiera de ellos ore). Y la palabra «decir» puede traducirse como «recitar».
Por consiguiente, no es que en esos versículos les enseñe la manera de orar, sino más bien qué decir siempre que oren. Jesús aprovecha la gran tradición judía de las oraciones memorizadas y da a Sus discípulos un nuevo modelo de oración, pero un modelo de esos que se recitan una y otra vez como método de formación espiritual. Si el libro de los Salmos ha llegado hasta nosotros es porque contiene oraciones que se consideraron dignas de recitarse en público, y el Padrenuestro es un ejemplo más de oración recitada[5].
Leon Morris tiene una perspectiva distinta:
Si la idea era que [el Padrenuestro] sirviera de modelo y no tanto que tuviera una forma rígida, sería de lo más lógico que variara un poco de una ocasión a otra. La frase «oraréis así» indica que lo que sigue está concebido como una pauta, un modelo, más que un conjunto rígido de palabras. Eso no quiere decir que el Padrenuestro no se puede usar práctica y eficazmente tal como está enunciado, pero apunta hacia la verdad de que Jesús nos está dando un modelo que puede servir para componer otras oraciones[6].
R. T. France escribe:
Algunos proponen que las fórmulas introductorias que hay en Mateo y en Lucas reflejan distintos conceptos de la naturaleza de la oración. La expresión de Lucas, «cuando oren, digan», [da a entender] una serie establecida de palabras para repetir; mientras que la de Mateo, «vosotros, pues, oraréis así», sugiere una pauta para orar bien y no tanto una fórmula litúrgica. De todos modos, cabe la posibilidad de que esa sea una distinción excesivamente artificial, y es probable que Jesús, cuando enseñó esas palabras (en cualquiera de sus formas), se habría dado por satisfecho de que se emplearan de una u otra manera. La tradición cristiana siempre las ha encontrado idóneas para la simple repetición, pero también como modelo para oraciones más extensas y como base para meditar (y enseñar) sobre la oración y lo prioritario en ella[7].
Yo estoy de acuerdo en que la oración puede cumplir un doble propósito. Puede recitarse legítimamente palabra por palabra; y también aporta ciertos principios —que estudiaremos en los próximos artículos—aplicables a la oración en general y útiles para nuestras oraciones personales.
(Es posible que algunos se pregunten si, en general, recitar oraciones escritas es inferior a hacer oraciones personales. Podemos decir las palabras de una oración escrita como si fueran nuestras, y la oración puede ser tan sentida como una oración personalizada. Hay confesiones religiosas que tienen libros con oraciones para distintas fechas del año. Lo importante es que, como sea que uno ore, la oración sea sincera.)
Hay consenso en que, a medida que se fue desarrollando la iglesia del siglo II, el Padrenuestro ocupó un lugar destacado en el culto semanal: se rezaba justo antes del sacramento de la comunión. Esta parte del culto era exclusivamente para los que habían sido bautizados y eran creyentes. Los que estaban aprendiendo lo que era el cristianismo eran bien recibidos en la primera parte del culto; pero llegada la hora de la comunión se iban, y quedaban solo los creyentes para rezar el Padrenuestro y comulgar. Los que aspiraban a ser bautizados se aprendían de memoria el Padrenuestro y lo rezaban por primera vez juntamente con los demás cuando hacían su primera comunión, justo después de su bautismo. Después de eso lo rezaban todos los días; era una expresión de su identificación con el cristianismo. Dado que rezar el Padrenuestro era un privilegio reservado a los miembros bautizados de la iglesia, se conocía como la oración de los fieles.
Por ser uno de los tesoros más sagrados de la iglesia, el Padrenuestro —juntamente con la eucaristía— estaba reservado a los creyentes. Era un privilegio que a uno se le permitiera rezarlo. La veneración y respeto del Padrenuestro eran una realidad en la iglesia antigua. Hoy en día ha perdido en parte ese carácter especial; pero es posible que, al entender mejor su significado, reconozcamos más su valor.
La oración que Jesús enseñó a Sus discípulos es en algunos aspectos similar a la Amidá (también conocida como las dieciocho bendiciones), oración judía que se recitaba asiduamente en tiempos de Jesús y que los judíos siguen recitando hoy en día. Ambas oraciones hablan de las necesidades del presente y mencionan asimismo el reino de Dios. Ambas sirven tanto para orar individualmente como para orar en grupo[9].
La Amidá y otras oraciones judías se recitaban en hebreo clásico, que en la época de Jesús muchos judíos no sabían hablar. Su lengua materna era el arameo. En las sinagogas de aquel tiempo las Escrituras se leían en hebreo y a continuación se repetían en arameo para facilitar su comprensión. El escritor Kenney Bailey señala:
Modernamente los estudiosos coinciden en que el Padrenuestro comienza con la palabra aramea abba. Por consiguiente, podemos suponer que Jesús enseñó a Sus discípulos a orar en el arameo de las comunicaciones cotidianas en vez del hebreo clásico de los textos. El judío arameoparlante del siglo I estaba acostumbrado a recitar sus oraciones en hebreo, no en arameo.
Seguidamente destaca que hoy en día los fieles musulmanes recitan sus oraciones tradicionales en el árabe clásico del siglo VII. Tanto el judaísmo como el islam tienen un idioma sagrado, la lengua de Dios; el cristianismo no. Al enseñar el Padrenuestro en arameo, el idioma corriente de Su época, Jesús mostró que para Él no había lengua sagrada.
Bailey continúa diciendo:
Cuando Jesús dio el gigantesco paso de aprobar el arameo como lengua aceptable para orar y adorar, abrió la puerta para que el Nuevo Testamento se escribiera en griego (no en hebreo) y seguidamente se tradujera a otros idiomas. Y si no hay lengua sagrada, se infiere que tampoco hay cultura sagrada. Todo ello es consecuencia natural de la encarnación. Cuando el Verbo (la Palabra) es traducido de lo divino a lo humano y se hace carne, se abre la puerta para que esa Palabra sea nuevamente traducida a otras culturas y lenguas. […] Por tanto, los creyentes pueden acceder a la presencia de Dios empleando el lenguaje del corazón[10].
A lo largo de los Evangelios, Jesús, al referirse a Dios, lo llama Padre, y en el Padrenuestro enseña a Sus discípulos a llamarlo de la misma manera. Algunas personas pueden considerar ofensivo llamar Padre a Dios, pues les parece que refuerza el concepto de patriarcado y de sometimiento de la mujer, y han pedido que se borre toda referencia a Dios como Padre. En el libro Reading the Sermon on the Mount, de Charles Talbert, encontré una buena explicación de por qué Dios es llamado Padre. Voy a reproducir algunos extractos y resumir otras partes.
En las iglesias cristianas de hoy en día hay dos maneras de entender el lenguaje religioso. La primera es la perspectiva relacional; la segunda, la perspectiva política. La perspectiva relacional presupone que el lenguaje religioso nace de una relación continua entre Dios y Su pueblo. Es similar al lenguaje de las relaciones humanas. Uno puede hablar de su relación con Dios en términos similares a los que usaría para referirse a su relación con otra persona; es lo que se conoce como lenguaje confesional. Por ejemplo, un cristiano puede aludir al papel de Jesús en la relación y decir: «Jesús es mi Señor» (igual que en una relación humana uno puede decir: «María es mi esposa», o: «Jorge es mi amigo»). Un cristiano también puede hablar de cómo se ve a sí mismo en la relación: «No soy el mismo que antes de conocer a Cristo. He cambiado». (Uno podría decir lo mismo con referencia a María o Jorge.) Uno puede referirse igualmente a la naturaleza de la relación entre ambos: «Se trata de una relación en la que Dios concede gracia y yo respondo». Esto es lenguaje religioso confesional. Con él el cristiano confiesa el papel que, a su modo de ver, Jesús desempeña en la relación, lo que ha sucedido a raíz de ella y cuáles son las características de la misma.
La perspectiva política del lenguaje religioso presupone que este es, en su origen, una proyección sobre el lienzo celestial de las estructuras de las relaciones humanas en la Tierra, por lo que todo cambio en el orden social humano exige el correspondiente cambio en la manera de referirse al mundo celestial. Esta perspectiva considera que las referencias a Dios en términos masculinos, como al llamarlo Padre, constituyen una proyección sobre el Cielo de un sistema social patriarcal a nivel humano. Da por sentado que el llamar Padre a Dios es un reflejo del mundo patriarcal en que se escribió la Biblia. Parte de la base de que la Biblia la escribieron hombres, por lo que a Dios se le asigna un papel masculino.
La perspectiva relacional del lenguaje religioso presume que la deidad trasciende la sexualidad, que Dios no es ni masculino ni femenino. Sin embargo, las Escrituras, al hablar de Dios, le asignan un género. A veces se refieren a Él en términos femeninos:
«Daré voces como la que está de parto»[11]. «¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? ¡Aunque ella lo olvide, Yo nunca me olvidaré de ti!»[12] «Como madre que consuela a su hijo, así Yo los consolaré a ustedes»[13]. Jesús dijo: «¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas!»[14].
Siempre que hay una referencia a Dios en términos femeninos es en un símil, una comparación. Se compara a Dios con una madre, pero nunca se lo llama «Madre».
En otros pasajes de las Escrituras hay referencias a Dios en términos masculinos, en símiles:
«El Señor saldrá como un gigante y como el de un guerrero despertará Su celo»[15], y también en metáforas: «¡Tú, Señor, eres nuestro padre. Redentor nuestro es Tu nombre desde la eternidad»[16]. «Señor, Tú eres nuestro padre; nosotros somos el barro y Tú el alfarero. Así que obra de Tus manos somos todos nosotros»[17].
Jesús rezó: «¡Abba, Padre!»[18]. En la Biblia, por una parte se compara a Dios con un varón (símil) y por otra se le llama Padre (metáfora).
¿Cómo es que en las Escrituras a veces dice que Dios es como una madre, aunque sin llamarlo madre, y por otra parte dice que es como un padre y se lo llama padre? Las principales razones son dos.
La primera tiene que ver con el concepto de quién es Dios con relación a Su creación. Él, que es todopoderoso y está por encima de la creación, lo creó todo de la nada. Por consiguiente, Él y el universo son cosas distintas. Ciertas religiones o sistemas de creencias tienen una visión diferente: consideran que Dios y la creación son lo mismo o que la creación forma parte de Dios. En general, los sistemas de creencias que no distinguen a Dios de la creación entran en la categoría de panteístas.
Desde el Génesis y a lo largo de todas las Escrituras se habla de que Dios existe por encima e independientemente de la creación. Si en las Escrituras se lo llamara «Madre», podría haberse dado un malentendido en cuanto a la trascendencia de Dios. En la Antigüedad, llamar «Madre» a Dios habría dado a entender que la creación era fruto de un proceso de alumbramiento, con lo que el universo y todo lo que hay en él formarían parte de Dios; en eso caso el universo sería divino (panteísmo) en vez de ser creación de Dios (teísmo).
Dios reveló a los autores del Antiguo Testamento que Él es un Espíritu, por lo que no es ni masculino ni femenino. No obstante, se refirió metafóricamente a Sí mismo como si fuera un ser masculino, a fin de conservar Su alteridad y evitar dar la impresión de que el mundo fue parido en vez de creado. Eso nos permite relacionarnos con Él de un modo personal sin caer en un concepto equivocado de Su relación con la creación.
Otro motivo para llamar Padre a Dios se deriva de la manera de actuar de Jesús. En los Evangelios, no solo lo llamó Padre al referirse a Él[19], sino también al dirigirse a Él. Expresó Su relación con Dios valiéndose del concepto del Padre amoroso que cuida y ama intensamente a Sus hijos, e invitó a Sus discípulos a entablar una relación de amor con Su Padre. Jesús también aclaró que Dios es Espíritu[20], por lo que no tiene sexo; aun así, Él dio a conocer Su relación con Dios mediante el concepto de Padre, lo llamó Padre e invitó a Sus discípulos a hacer lo mismo. Ahora bien, se trata de un concepto para dar a entender la personeidad de Dios, no de una declaración de sexo. Los que, a raíz de sus experiencias con su padre, tengan dificultades para llamar Padre a Dios pueden usar otras expresiones para dirigirse a Él, como Señor, Dios, Todopoderoso, Creador, etc.[21]
La última línea del Padrenuestro en el Evangelio de Mateo, que dice: «Porque Tuyo es el Reino, el poder y la gloria, por todos los siglos. Amén»[22], aparece en algunas versiones españolas de la Biblia, pero no en todas. Esa frase es una doxología y no figura en los manuscritos más antiguos. Da la impresión de que se incluyó en algunos manuscritos a finales del siglo II[23]. Una doxología es una breve expresión de alabanza a Dios, que en las Escrituras suele estar al final de una oración. Por lo general en ella se menciona a quién se ensalza, luego hay unas palabras de alabanza, y a veces termina con una expresión de tiempo, como «para siempre». A continuación, algunos ejemplos de doxologías del Nuevo Testamento:
A Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a Él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén[24].
Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén[25].
Al que nos ama, nos ha lavado de nuestros pecados con Su sangre y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, Su Padre, a Él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén[26].
Dado que el Padrenuestro se utilizó en los cultos desde los inicios del cristianismo, se considera que la doxología «porque Tuyo es el Reino, el poder y la gloria, por todos los siglos. Amén» se agregó a la oración en manuscritos posteriores. Algunas versiones españolas incluyen esas palabras en el texto; algunas lo hacen en letra cursiva o entre corchetes y añaden una nota para aclarar que no figuran en los manuscritos más antiguos de las Escrituras. Otras traducciones no incluyen esas palabras en el texto, sino que optan por ponerlas en una nota con una explicación. Aunque es muy probable que esa doxología se agregara posteriormente, cuando yo rezo el Padrenuestro la incluyo, ya que es congruente con la idea de alabar a Dios y es un magnífico colofón para tan hermosa oración.
(Continuará.)
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.
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[1] Mateo 6:9–13.
[2] Lucas 11:1–4 (NVI).
[3] Mateo 6:9.
[4] Lucas 11:2.
[5] McKnight, Sermon on the Mount, 174.
[6] Morris, The Gospel According to Matthew, 143.
[7] France, The Gospel of Matthew, 241,242.
[8] Esta sección está tomada de Jeremias, The Prayers of Jesus, 85.
[9] Bailey, Jesús a través de los ojos del Medio Oriente.
[10] Ibíd.
[11] Isaías 42:14.
[12] Isaías 49:15.
[13] Isaías 66:13 (NVI).
[14] Lucas 13:34.
[15] Isaías 42:13.
[16] Isaías 63:16.
[17] Isaías 64:8.
[18] Marcos 14:36.
[19] Marcos 13:32.
[20] Juan 4:24.
[21] Talbert, Reading the Sermon on the Mount, 113–115.
[22] Mateo 6:13.
[23] Carson, Jesus’ Sermon on the Mount and His Confrontation with the World, 76.
[24] Efesios 3:20,21.
[25] 1 Timoteo 1:17.
[26] Apocalipsis 1:5,6.
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