Jesús, Su vida y mensaje: Introducción

noviembre 4, 2014

Enviado por Peter Amsterdam

Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la Ley, para redimir a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos[1].

Dios, por amor, envió a Su Hijo al mundo en determinado momento y lugar a fin de que viviera como un ser humano, muriera crucificado y resucitara para redimir a la humanidad pecadora, de manera que la humanidad tuviera oportunidad de entrar en Su reino y gozar de una relación especial con Él. Los cuatro evangelios narran esa historia, la vida de un ser humano único, un judío galileo que si bien en numerosos aspectos fue muy similar a todas las demás personas que han vivido, también era muy diferente.

Los Evangelios nos cuentan lo que distinguía a Jesús. Explican que vino al mundo para entregar Su vida por la humanidad, para que a consecuencia de Su muerte y resurrección los seres humanos pudieran disfrutar de una nueva relación con Dios. No vino con el propósito de enseñar a las personas a portarse bien, sino de capacitarlas para conducirse bien, mediante el supremo sacrificio que hizo por todos nosotros. No hay relato más importante que este, dado que nuestro destino eterno viene determinado por la postura que adoptemos con relación a este personaje único, Jesús[2]. Los Evangelios nos permiten entender el gran regalo que se nos ofrece: el don de convertirnos en hijos de nuestro Padre celestial, el procedimiento para integrarnos en Su familia, y la maravilla de vivir perpetuamente con Él.

Los Evangelios sientan la base de la doctrina cristiana. En sus páginas aprendemos que Jesús fue más que un hombre bueno o recto, más que un maestro de moral y ética y más que un hacedor de milagros. En ellos descubrimos que ese personaje único es el Salvador prometido por Dios. Los Evangelios nos hablan del cumplimiento de la promesa que hizo Dios al antiguo patriarca hebreo Abraham, de que por medio de él sería bendito el mundo entero[3].

Jesús vivió hace dos milenios, y los creyentes de aquel tiempo redactaron los Evangelios pocas décadas después de Su muerte y resurrección. Quisieron poner por escrito la biografía de Jesús para conservarla, de forma que pudiera darse a conocer una y otra vez. Escribieron con el fin de que otros creyeran[4], y lograron su propósito. Desde su época ha habido una sucesión ininterrumpida de cristianos. Dos milenios después, leemos el mismo evangelio que los primeros lectores, el cual puede transformar nuestra vida tanto como transformó la suya.

Los Evangelios no fueron lo primero que se escribió sobre Jesús. Se cree que Pablo escribió sus cartas entre el 49 y el 67 d. C., lo cual significa que probablemente algunas ya estaban en circulación antes de que se escribieran los Evangelios. Puede que algunas de las otras epístolas, escritas poco después del año 60, también sean anteriores a los Evangelios. Las Epístolas no incluyen muchos detalles sobre la vida de Jesús, y lo más probable es que sea porque sus autores se dirigían a creyentes que ya conocían hasta cierto punto Su vida. Como era costumbre en aquel tiempo, los relatos y las enseñanzas de Jesús probablemente circulaban oralmente. Es lógico suponer que los testigos originales, que lo habían conocido, narraron a otros Su vida, describieron Sus milagros, repitieron Sus parábolas y contaron otros detalles sobre Él.

El tiempo transcurrido entre la muerte y resurrección de Jesús (ca. 33 d. C.) y la primera de las epístolas de Pablo fueron probablemente unos quince años. Los primeros evangelios se escribieron unos treinta años después de la muerte de Cristo. Si bien los autores de las Epístolas no entraron en detalles sobre la vida de Jesús, por lo que sí dijeron está claro que lo que incluyeron en sus textos correspondía con lo que los evangelistas pusieron luego por escrito.

Las Epístolas cuentan que Jesús fue descendiente de David[5], un judío criado según la ley mosaica[6], tierno y manso[7], que no pecó[8], que fue tentado[9] y que se condujo rectamente[10]. También explican que sufrió oposición[11], fue traicionado[12], padeció sin ofrecer resistencia[13], fue crucificado[14], resucitó[15] y ascendió al Cielo[16].

Los Evangelios se centran en la vida pública de Jesús. Dos de ellos narran Su nacimiento y uno de ellos menciona brevemente un suceso de Su infancia, cuando tenía unos doce años. Aparte de eso, casi no sabemos detalles de Su vida hasta que fue bautizado por Juan el Bautista. La intención o el objetivo de los evangelistas no fue contar Su vida antes de Su ministerio, sino que relatan lo que dijo e hizo durante Su vida pública, el mensaje que proclamó y la forma en que lo hizo. Narran Sus actos, los milagros que realizó, las parábolas que contó, cómo murió y cómo resucitó. Enseñan que se trataba del unigénito Hijo de Dios, la única persona que ha sido a la vez Dios y hombre, el cual tomó forma humana a fin de que nos fuera posible vivir eternamente con Dios. En resumidas cuentas, el principal propósito de los Evangelios es dar a conocer la buena nueva de la salvación que está a nuestra disposición gracias a Jesucristo.

Los Evangelios también enseñan a los creyentes cuál es la relación a la que accedemos al volvernos hijos de Dios. Sientan las bases para que vivamos como las nuevas criaturas en que nos convertimos al salvarnos y recibamos en nosotros el Espíritu de Dios. Contienen información que puede afectar nuestra existencia para siempre, nos ayudan a tener una cosmovisión cimentada en la verdad y nos sirven de punto de referencia espiritual, moral y ético a lo largo de nuestra vida.

El propósito de la serie Jesús, Su vida y mensaje es doble. El principal es llevar al lector a adquirir una nueva percepción de los Evangelios, enriquecer su comprensión de su contenido. Muchos hemos leído los Evangelios a lo largo de los años, hemos entendido su mensaje general y hemos procurado regirnos por sus enseñanzas. Sin embargo, el hecho de comprender más a fondo lo que enseñan puede servir para fortalecer aún más nuestra fe y ayudarnos a aplicar mejor sus principios en nuestra vida cotidiana.

Los Evangelios se escribieron hace dos mil años en el griego común de la época, denominado griego koiné, lengua hoy en día muerta. Era el principal idioma hablado en el Imperio romano en tiempos de Jesús y también después. La Palestina del siglo I era muy distinta del mundo en que vivimos hoy, por lo que puede resultarnos difícil captar la relevancia de algunas cosas que dijo e hizo Jesús en el curso de Su vida pública. Una descripción del entorno y el ambiente de la época, un examen de los antecedentes, de la política y de la relación entre la potencia dirigente —Roma— y el pueblo judío, así como una explicación de las facciones religiosas que había, son elementos que nos servirán de telón de fondo para entender el contexto en que se escribieron los Evangelios, y eso nos permitirá conocer mejor su significado.

Una mayor comprensión de lo que enseñan los Evangelios puede conducirnos a una relación más gratificante con el Señor, lo cual es otro propósito de esta serie. Si entendemos mejor las palabras escritas sobre el papel; si captamos los conceptos más profundos que se traslucen en lo que Jesús dijo e hizo, en Sus parábolas, Sus sermones y Sus milagros; si logramos ver todo eso a través de los ojos de los primeros testigos, en el entorno de la Palestina del siglo I, captaremos mejor la trascendencia y belleza de Su mensaje. Eso nos puede llevar a comprender mejor Su vida, a valorar más la «profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios»[17] y en definitiva a tener una fe más sólida.

Los Evangelios contienen principios fundamentales que pueden servirnos de pauta para llevar una vida significativa y tomar decisiones basadas en las verdades eternas que nos comunicó nuestro Salvador. El conocimiento de los Evangelios y de sus enseñanzas es esencial para centrar nuestra vida en Dios, lo cual es fuente de alegría en esta y en la otra vida. Espero que todos los que lean esta serie descubran en ella cosas nuevas que los conduzcan a una relación más profunda con el Señor.

En el último lustro he tenido muchas ganas de escribir sobre los Evangelios, y tenía planes para comenzar esta serie hace años. Pero el Señor me mostró que me concentrara primero en la serie Lo esencial a fin de abordar más a fondo las doctrinas cristianas fundamentales. Si bien en aquel momento la idea no me fascinaba, me alegro de haber trabajado primero en esa serie, pues constituye un firme cimiento para ahondar en la vida y las enseñanzas de Jesús. Dicho esto, estoy muy agradecido por la oportunidad de iniciar ahora esta serie sobre Su vida y enseñanzas. Siempre me han encantado los Evangelios, y el haberlos estudiado más minuciosamente en estos últimos años me ha permitido apreciar mejor su profundidad, su belleza y su capacidad para transformar vidas. El hecho de dedicarles más tiempo ha enriquecido mi vida en numerosos aspectos. He adquirido una mayor comprensión, y tanto mi fe como mi conexión con el Señor se han beneficiado. Mi oración es que lo mismo les suceda a todos los que estudien los Evangelios mediante esta serie.

El trabajo de investigación y la redacción de una serie potencialmente larga como esta requiere cierto compromiso, y lo mismo por parte de los lectores. En los últimos años he estudiado mucha teología e historia bíblica, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Algunas partes me resultaron más bien aburridas, bien porque ya conocía esos datos o simplemente porque no me interesaban. No obstante, quería hacer un estudio exhaustivo, y para ello a menudo es necesario absorber información de menor interés. De todos modos, vale la pena, pues así se sientan los fundamentos para entender luego conceptos basados en ellos, que sí son interesantes y espiritualmente enriquecedores.

Algunas secciones de esta serie tratan más que nada del contexto, y aunque espero que resulten interesantes y útiles —y lo suficientemente breves para que sean asimilables—, soy consciente de que su lectura no será fácil. Es posible que te cueste seguir avanzando, sobre todo si algunas partes no te parecen particularmente interesantes o nutritivas para tu espíritu. Comprendo que te resulte difícil hacer progresos en la lectura de material que no sea de tu preferencia; pero creo que vale la pena que inviertas el tiempo y esfuerzo necesarios para completar esas secciones.

En los primeros artículos presentaré información general sobre los Evangelios y algunos datos históricos. Te recomiendo que leas esas partes, por mucho que tengan un regusto académico o te resulten tediosas. Y sobre todo te encarezco que perseveres hasta llegar a los artículos más interesantes e inspirativos que vendrán después, en vez de decidir saltarte toda la serie basándote en los artículos introductorios en los que se presenta el contexto. El hecho de familiarizarte con el material introductorio te resultará útil más adelante, cuando analicemos en detalle las enseñanzas de Jesús y los sucesos de Su vida.

Comenzaré con una explicación sobre los Evangelios: quién los escribió, por qué, cuándo y qué clase de documentos son. Incluiré una descripción de la situación en Israel antes y en el transcurso de la vida de Jesús, y veremos quiénes gobernaban la región y los grupos religiosos que había en Israel, para tener una idea del mundo en el que nació. Luego pasaremos a Su nacimiento y Su vida.

Cuando examinemos todo Su ministerio hasta llegar a Su pasión, muerte y resurrección, tengo pensado centrarme en lo que enseñó, en lo que eso significó para Sus discípulos y en lo que significa para nosotros hoy. Tengo la intención de estudiar a fondo Sus principales enseñanzas y la relación entre Sus milagros, Sus actos y Su mensaje. Puede que haya partes de los Evangelios, como el Sermón del Monte, a las que haya que dedicar múltiples artículos para poder analizarlas en profundidad. Como ya he abordado las parábolas en la serie Parábolas de Jesús, no volveré a comentarlas a fondo, pero sí procuraré ahondar en las demás enseñanzas Suyas.

En esta serie, los versículos que cite serán generalmente de la English Standard Version (ESV)[18], aunque también recurriré a otras traducciones de la Biblia si estas expresan más claramente algún concepto. Al final de cada capítulo se incluirá una bibliografía general, lo cual permitirá abreviar las referencias en las notas a pie de página.

Me siento muy agradecido por el sensacional equipo humano que está colaborando conmigo para que esta serie se convierta en una realidad. Estoy agradecido por mi maravilloso editor y por el grupo de revisores que leen cada palabra, hacen preguntas y sugerencias y señalan las fallas que encuentran en mis borradores. Por mucho que me cueste aceptar sus múltiples sugerencias, doy gracias al Señor por ellos, pues sin duda contribuyen a mejorar el texto. Luego está nuestro fiel corrector, el diseñador gráfico, el webmaster que publica los artículos en Rincón de los Directores y, por supuesto, los traductores y los que cumplen esas mismas funciones en los otros idiomas. Estaré eternamente agradecido por el tiempo, el esfuerzo y —simple y llanamente— el arduo trabajo de estos queridos colaboradores, que hacen posible que ustedes lean estos artículos. Quiero expresarles a todos mi agradecimiento.

Mi meta es escribir artículos interesantes sobre los Evangelios, que presenten amplia información, sean aplicables a nuestra vida cotidiana y resulten útiles para cristianos tanto novicios como veteranos. Mi esperanza y oración es que esta serie sea una ayuda para tu lectura y estudio de los Evangelios, al permitirte entenderlos mejor, y que enriquezca tu conocimiento de la vida y el mensaje de Jesús y de los principios fundamentales que Él enseñó y sobre los que edificamos nuestro diario vivir como hijos de Dios.


Nota:

Todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


[1] Gálatas 4:4,5.

[2] De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a Su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. El que en Él cree no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios (Juan 3:16–18).
     Todo aquel que me confiese delante de los hombres, también el Hijo del hombre lo confesará delante de los ángeles de Dios; pero el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios (Lucas 12:8,9).

[3] Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra (Génesis 12:2,3).

[4] Juan 20:31.

[5] Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, […] era del linaje de David según la carne (Romanos 1:3).

[6] Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la Ley (Gálatas 4:4).

[7] Por la mansedumbre y bondad de Cristo […] (2 Corintios 10:1).

[8] Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado (2 Corintios 5:21).
     …uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado (Hebreos 4:15).
     Él no cometió pecado ni se halló engaño en Su boca (1 Pedro 2:22).

[9] En cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados (Hebreos 2:18).

[10] Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos (1 Pedro 3:18).

[11] Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra Sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar (Hebreos 12:3).
     Ni aun Cristo se agradó a Sí mismo; antes bien, como está escrito: «Los vituperios de los que te vituperaban cayeron sobre mí» (Romanos 15:3).

[12] El Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan (1 Corintios 11:23).

[13] Cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino que encomendaba la causa al que juzga justamente (1 Pedro 2:23).

[14] Nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura (1 Corintios 1:23).

[15] Fue sepultado y […] resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras (1 Corintios 15:4).

[16] Habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y lo recibió una nube que lo ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que Él se iba, se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales les dijeron: «Galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo» (Hechos 1:9–11).

[17] Romanos 11:33.

[18] En la traducción al castellano se empleará preferentemente la versión Reina-Valera 95 (RVR 95).