Jesús, Su vida y mensaje: Los cuatro Evangelios

noviembre 11, 2014

Enviado por Peter Amsterdam

(Si lo deseas, puedes consultar el artículo introductorio en el que se explican el propósito y el plan de esta serie.)

Los Evangelios se escribieron varios decenios después de la muerte y resurrección de Jesucristo. Su autoría se atribuye a creyentes de aquella época. Esas narraciones biográficas acerca de Jesús hicieron posible que Su vida, Sus palabras, Sus actos y Su promesa de salvación se conservaran y se difundieran a lo largo de los siglos. Al cabo de dos mil años seguimos leyendo y estudiando el mismo Evangelio al que tuvieron acceso los primeros lectores.

Antes de zambullirnos en el contenido de los Evangelios conviene tener alguna noción de quién los escribió, por qué y cuándo. Según los historiadores, los primeros 3 Evangelios —Mateo, Marcos y Lucas— datan del año 45 d.C. al 69 d.C. El último, el de Juan, data del año 90 d.C. A los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas se los denomina sinópticos, ya que colocados lado a lado en tres columnas paralelas, es fácil reconocer sus numerosas similitudes, como también sus diferencias.

Aunque nadie tiene una clara certeza de ello, los exégetas suelen sostener que el Evangelio de Marcos fue el primero en redactarse, seguido cronológicamente por los de Mateo y Lucas. El consenso general entre los eruditos es que Mateo y Lucas tuvieron acceso al Evangelio de Marcos cuando escribieron los suyos, y que los dos tuvieron otra fuente común de documentación escrita a la que ambos recurrieron. Además se considera que Mateo tuvo algunos elementos o recursos independientes con los que no contó Lucas, mientras que el propio Lucas tuvo también sus fuentes independientes. De ahí que buena parte de los textos de los Evangelios sinópticos guarde semejanza entre sí[1].

El Evangelio de Juan, escrito décadas después de los otros tres, no sigue el mismo esquema que los Evangelios sinópticos. Se parece a los demás en un sentido amplio, pero contiene características propias en cuanto a contenido, estilo y ordenamiento que lo distinguen de los otros Evangelios[2]. En lugar de narrar el episodio de la Natividad o detallar la historia genealógica como lo hicieron Mateo y Lucas, Juan alude al nacimiento de Jesús como la manifestación de la Palabra de Dios encarnada (que toma forma corporal). En lugar de las parábolas, redacta las enseñanzas de Cristo a modo de dilatados diálogos. Asimismo, dispone los sucesos en distinto orden que los Evangelios sinópticos.

En muchos aspectos los Evangelios se escribieron con parámetros muy similares a los de las biografías de la antigüedad. A diferencia de las historias de vida modernas, los biógrafos e historiadores de la antigüedad no escribieron con los llamados criterios de objetividad. No necesariamente pretendían documentar todos los periodos de la vida de un individuo; tampoco situaban forzosamente sus relatos en orden cronológico. A menudo agrupaban los acontecimientos en una misma narrativa, a pesar de que estos tuvieron lugar en distintos momentos. Las afirmaciones que hacía una persona sobre la cual escribían —sus conversaciones, sus discursos— con frecuencia se abreviaban o se parafraseaban[3]. En ese estilo escribieron los autores de los Evangelios. El relato de Marcos no refiere nada de la vida de Jesús antes del inicio de Su labor. Tanto Mateo como Lucas escribieron sobre la natividad de Jesús, pero recalcaron o incluyeron aspectos distintos de ese episodio. Juan omitió muchos de los detalles que se incluyen en los demás Evangelios y se centró más bien en aspectos concretos de las enseñanzas de Cristo.

El objetivo de los evangelistas no era entregar un detallado recuento de la vida de Jesús. No se nos revela prácticamente nada sobre Su infancia o la interacción que tuvo con Sus padres, hermanos y hermanas. No se hace mención de Sus rasgos de personalidad, sus gustos y disgustos, etc., detalles que figurarían en una biografía moderna. En lugar de reseñar uno por uno los actos de Jesús, estos por lo general se sintetizan en frases como «los sanaba a todos» o «recorrió toda Galilea proclamando el mensaje»[4]. Juan escribió al final de su evangelio que Jesús hizo muchas otras cosas que no han sido recogidas en este libro[5]. Los evangelistas se limitaron a describir aquellas partes de la vida de Jesús que consideraban óptimas para dar a conocer a sus lectores quién era Jesús, qué predicó y qué significaba todo ello en función de Su muerte y resurrección y de nuestra salvación. La finalidad fundamental de los Evangelios era divulgar las buenas nuevas, convocar a otros para que se sumaran a la fe en Jesús y proporcionar un medio de instruir a los nuevos creyentes acerca de Él y el mensaje que pregonó, para que estos a su vez lo transmitieran a otras personas.

Con anterioridad a su redacción, buena parte del contenido de los Evangelios habría circulado por transmisión oral. Muchas de las enseñanzas de Jesús están articuladas poéticamente, de modo similar a los escritos del Antiguo Testamento, lo que las haría más fáciles de memorizar. El método habitual de educación en la antigüedad, particularmente en Israel, era memorización por recitación, el cual permitía a la gente relatar grandes cantidades de enseñanzas, mucho más extensas que todos los Evangelios en conjunto[6].

Además de la transmisión oral de los sucesos de la vida y obra de Cristo, se considera que existían también algunas relaciones escritas de Sus dichos y hechos. Así se desprende de lo escrito por Lucas al principio de su evangelio:

Muchos han intentado hacer un relato de las cosas que se han cumplido entre nosotros, tal y como nos las transmitieron los que desde el principio fueron testigos presenciales y servidores de la palabra. Por lo tanto, yo también, excelentísimo Teófilo, habiendo investigado todo esto con esmero desde su origen, he decidido escribírtelo ordenadamente, para que llegues a tener plena seguridad de lo que te enseñaron[7].

En esa época cobró importancia poner por escrito los conocimientos sobre Jesús y Sus enseñanzas. Ello obedece a dos razones: Una era que los primeros testigos presenciales ya estaban envejeciendo y algunos ya habían fallecido; la otra era que el Evangelio se había difundido por la mayor parte del vasto imperio romano de aquellos tiempos. Eso significaba que ya no era posible que los apóstoles y otros creyentes primitivos viajaran a rincones alejados del imperio para relatar en persona lo aprendido a los pies de Jesús. Era preciso escribir la historia de la vida de Jesús y Sus enseñanzas a fin de preservarlas y divulgarlas más allá de las posibilidades de quienes las exponían oralmente.

Los evangelistas

Ninguno de los cuatro Evangelios declara el nombre de su autor dentro del texto mismo. Existen, sin embargo, escritos cristianos de la primera parte del siglo segundo que sirvieron de sustento para identificar a los autores. Algunos exégetas lo cuestionan, pero existen argumentos históricos que respaldan las afirmaciones de que Mateo, Marcos, Lucas y Juan fueron los autores. Los invito a revisar brevemente estos argumentos.

Mateo

La primera referencia a Mateo como autor del libro que lleva su nombre proviene de Papías (fallecido en 130 d.C.), obispo de Hierápolis, Frigia (cerca de Pamukkale en la actual Turquía). Según escritos de otras personas que citan a Papías, este infiere que Mateo escribió un evangelio en Hebreo o Arameo y que otros tradujeron su obra. Eruditos contemporáneos dudan de si lo escribió en hebreo o en arameo, o si ello significa que Mateo escribió su evangelio en griego, pero en el estilo de escribir judío. Otros padres de la iglesia[8] —Ireneo (c. 120-c.203), Orígenes (c.185-c.254) y Eusebio (c.260-c.340)— avalan la autoría de Mateo.

Marcos

Papías es también la fuente más temprana para acreditar que el autor del Evangelio de Marcos es Juan Marcos, el cual de joven viajó con Pablo. Otros padres de la iglesia primitiva también avalan esa afirmación. Papías escribió que el presbítero —o sea, el apóstol Juan, según se entiende— afirmó que Marcos, quien había trabajado con el apóstol Pedro, redactó con exactitud lo que le contó Pedro y lo que este había predicado sobre los dichos y hechos de Jesús. Marcos no fue testigo ocular, pero escribió el relato que Pedro hizo de la vida de Jesús. Trabajó en estrecha relación con Pedro, que lo llamó su «hijo»[9]. Marcos era primo de Bernabé[10]; compañero de viajes de Bernabé y Pablo[11], y el hijo de una familia pudiente de Jerusalén[12]. Pese a que abandonó a Pablo y Bernabé mientras viajaban provocando una ruptura con Pablo, más adelante se reconciliaría con él, tal como lo indican los escritos del propio Pablo:

Recoge a Marcos y tráelo contigo, porque me es de ayuda en mi ministerio[13].

Lucas

El Evangelio de Lucas es el más largo de los cuatro y el único que tiene una continuación: el libro de los Hechos de los Apóstoles. Si bien Lucas no fue testigo presencial del ministerio de Cristo, las palabras de iniciales de su Evangelio establecen claramente que había recabado información de los primeros creyentes, cotejó sus datos con los aportados por testigos presenciales y ministros de la Palabra[14] [15] y dispuso en orden todas las pruebas reunidas. Lucas era un médico[16], muy probablemente gentil —es decir, no judío—, que conocía a Pablo y a veces lo acompañaba en sus viajes. Numerosos padres de la iglesia primitiva señalan a Lucas como el autor del Evangelio.

Los exégetas consideran que Lucas tuvo acceso al Evangelio de Marcos y que además contó con muchos otros elementos orales y escritos de otras fuentes, ya que más del cuarenta por ciento de su Evangelio es distinto, incluido el relato que hace del nacimiento de Cristo, al igual que dichos y parábolas que no figuran en los otros evangelios[17]. Al someterlas a escrutinio, los estudiosos encuentran que las descripciones que hace Lucas de los ambientes, costumbres y escenarios revelan un gran esmero por la minuciosidad.

Dado que Lucas escribió su Evangelio y el libro de Hechos, que termina cuando Pablo está en la cárcel pero aún no ha sido ejecutado, el primero muy posiblemente se escribió con anterioridad al ajusticiamiento de Pablo, entre los últimos años de la década del 50 d.C. y los primeros de la década del 60 d.C. El público al que iba dirigido parece ser los cristianos de extracción pagana. Los dos libros están dedicados a Teófilo, que pudo haber sido un nuevo cristiano gentil al que Lucas quería narrar con todo detalle la vida y mensaje de Jesús.

Juan

La autoría del Evangelio de Juan se ha debatido ampliamente durante el último siglo. Los antiguos padres de la iglesia entendieron que el apóstol Juan, hijo de Zebedeo, era el autor de este Evangelio. En tiempos más modernos, se ha llegado a cuestionar su autoría dadas las diferencias que tiene este Evangelio con los sinópticos. Quienes ponen en duda la autoría de Juan basan sus posturas, entre otras cosas, en el hecho de que este Evangelio tiene una teología más evolucionada que los demás y que las palabras de Jesús no aparecen en el mismo orden que los sinópticos. Deducen, por lo tanto, que debió de haberse escrito mucho más adelante. La base esgrimida para impugnar la autoría de Juan ha sido el análisis textual más que los documentos históricos.

El sustento histórico para la autoría de Juan se encuentra en los escritos de varios padres de la Iglesia del siglo segundo. Ireneo (c.180) escribió que Juan publicó un evangelio durante su estadía en Éfeso (Asia menor). Buena parte de lo que escribió Ireneo provino de Policarpo (c. 69 - c. 155), que fue seguidor de Juan.

La fecha que tradicionalmente se atribuye a la redacción del Evangelio de Juan oscila entre 90 y 100 d.C. Es muy factible que se hubiera escrito en Éfeso, ciudad ubicada en la actual Turquía.

El Evangelio de Juan difiere de los sinópticos en que no incluye las parábolas que figuran en los otros Evangelios; no hay exorcismos, no se sanan leprosos y no se parte el pan ni se toma el vino durante la Última Cena. Juan destaca conversaciones con individuos como Nicodemo[18], la samaritana[19] y los discípulos en el aposento alto[20]. Ciertos exégetas sugieren que Juan no tuvo conocimiento ni exposición a los otros tres evangelios; otros, en cambio, consideran que no tuvo necesidad de repetir lo que los demás evangelistas ya habían relatado y que más bien se propuso incluir aspectos de la vida y obra de Jesús que no habían sido narrados aún por escrito.

Al final de este Evangelio Juan hace explícito el propósito por el que lo escribió:

Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de Sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en Su nombre[21].

Si bien la identidad de los autores de los Evangelios es objeto de debate entre los eruditos, en la presente serie aludo a Mateo, Marcos, Lucas y Juan como los autores para ahorrarme el uso de frases del estilo de «el autor del Evangelio de Lucas» y otras parecidas.

El Evangelio cuádruple

Dentro de la primera mitad del siglo segundo, quizá en un periodo de 10 o 20 años después de escrito el Evangelio de Juan, los cuatro Evangelios comenzaron a circular juntos y llegaron a conocerse como el Evangelio cuádruple. Esto se hizo posible gracias a la adopción del códice, una técnica de publicación que entró en vigencia al final del primer siglo y que sustituyó a los pergaminos. Un códice es similar a los libros de hoy en día. Consiste en hojas de papiro o vitela cosidas y encuadernadas. En los pergaminos las hojas de papiro se pegaban una tras otra por un costado formando un rollo continuo. Generalmente se adherían a la primera y a la última hoja del rollo unos cilindros de madera que hacían más fácil pasar de una página a otra. Se envolvían horizontalmente de izquierda a derecha. No hubiera sido conveniente ni manejable tener todos los cuatro Evangelios escritos en un solo rollo; sin embargo, sí era adecuado tenerlos todos en un códice[22].

En el momento en que los Evangelios empezaron a circular juntos, el libro de los Hechos de los Apóstoles, que era la continuación del Evangelio de Lucas, se difundió por separado y no iba incluido en los Evangelios. Durante ese mismo periodo, otra colección de escritos circulaba por las iglesias: el conjunto de las cartas de Pablo a las que se aludía como epístolas. Con el tiempo, el libro de los Hechos llegó a ser el conector entre los Evangelios y las cartas de Pablo. Todo ello en combinación con las otras Epístolas a la postre conformó el Nuevo Testamento[23].


Nota:

Todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] De los 1068 versículos de Mateo, aproximadamente 500 de ellos contienen elementos sustanciales de 606 versículos de Marcos. Por otra parte, de los 1149 versículos que componen el Evangelio de Lucas, unos 380 replican textos paralelos en Marcos. Apenas 31 versos de Marcos carecen de textos análogos en Mateo o Lucas. Al comparar los Evangelios de Mateo y Lucas, en los dos figuran hasta 250 versículos que contienen elementos comunes entre sí sin equivalentes en Marcos; a veces esos elementos comunes aparecen expresados en Mateo y Lucas prácticamente en lenguaje idéntico, lo que indica que recurrieron a los mismos textos referenciales. Unos 300 versos de Mateo no tienen homólogos en ninguno de los otros Evangelios; lo mismo se aplica a 520 versículos de Lucas. F. F. Bruce en New Bible Dictionary.

[2] Hurtado en el Diccionario de Jesús y los Evangelios.

[3] Blomberg en el Diccionario de Jesús y los Evangelios.

[4] Marcos 1:38, 39 (BLPH), Lucas 4:40 (NTV).

[5] Juan 20:30,31.

[6] Blomberg en el Diccionario de Jesús y los Evangelios.

[7] Lucas 1:1–4 (NVI).

[8] Los padres de la iglesia fueron dirigentes eclesiásticos que sucedieron cronológicamente a los 12 apóstoles y de los cuales se sabe que escribieron textos durante los primeros cinco siglos. Entre otros cabe mencionar a Clemente, Policarpo, Ireneo, Orígenes, Eusebio, Justino Mártir, Juan Crisóstomo y Jerónimo.

[9] 1 Pedro 5:13.

[10] Colosenses 4:10.

[11] Hechos 13:5.

[12] Hechos 12:12–14.

[13] 2 Timoteo 4:11 (NVI).

[14] Lucas 1:2.

[15] Los «ministros de la palabra» eran probablemente los apóstoles.

[16] Colosenses 4:14.

[17] Bock en el Diccionario de Jesús y los Evangelios.

[18] Juan 3.

[19] Juan 4.

[20] Juan 13-17.

[21] Juan 20:30,31.

[22] Cuando se escribieron los Evangelios no contenían capítulos ni versículos como el resto del Antiguo y del Nuevo Testamento. Las divisiones por capítulos y versículos se introdujeron siglos después. En 1227 d.C. Stephen Langton, profesor de la Sorbona en París y a la postre arzobispo de Canterbury, dividió la Biblia en capítulos. En 1551 un impresor francés, Robert Stephanus, subdividió el Nuevo Testamento griego en versículos. La primera Biblia entera que contenía capítulos y versículos fue la Vulgata latina, impresa en 1555. El primer Nuevo Testamento inglés que incluía capítulos y versículos fue la Geneva Bible, impreso en 1560.

[23] Bruce, en el Diccionario de Jesús y los Evangelios.