Jesús, Su vida y mensaje: El Sermón del Monte

Enviado por Peter Amsterdam

agosto 16, 2016

Cómo se debe rezar (6ª parte)

[Jesus—His Life and Message: The Sermon on the Mount. How to Pray (Part 6)]

(Si lo deseas, puedes consultar el artículo introductorio en el que se explican el propósito y el plan de esta serie.)

Este es el último de una serie de artículos sobre la porción del Sermón del Monte en la que Jesús enseña a orar a Sus discípulos.

En el último artículo estudiamos dos de las tres peticiones en primera persona del plural, las que se centran en nuestras necesidades y en las de nuestros hermanos cristianos. Pasemos ahora a la última petición:

No nos metas en tentación, sino líbranos del mal[1].

La frase anterior, «perdónanos nuestras deudas»[2], se refería a los pecados ya cometidos. La oración aborda ahora los pecados futuros. Hay dos proposiciones, y la segunda, «líbranos del mal»,se entiende como una ampliación de la primera. A veces surge una pregunta acerca de la primera parte de la petición: ¿Nos mete Dios en tentación? En el libro de Santiago dice:

Cuando alguno es tentado no diga que es tentado de parte de Dios, porque Dios no puede ser tentado por el mal ni Él tienta a nadie[3].

El vocablo griego empleado aquí, peirasmos, significa «prueba» o «tentación». La palabra tiene el significado básico de «prueba»; sin embargo, cuando se usa para referirse a las pruebas que nos pone Satanás con la intención de que las fallemos, adquiere el sentido de «tentación». Sabemos que la vida está llena de pruebas morales; son frecuentes las ocasiones en que tenemos que tomar decisiones morales, y no es que podamos eludir tales pruebas. Al hacer la oración no estamos pidiendo que nunca se nos someta a prueba, sino que, conscientes de nuestra debilidad, le pedimos al Padre que nos guarde de ciertas situaciones porque puede que nuestra fe no sea capaz de soportarlas[4].

En la segunda parte de la petición, rezamos: «Líbranos del mal». La palabra griega rhyomai significa «rescatar», «librar». Le pedimos al Señor que nos rescate, que nos libere, que nos libre del mal. Unas versiones traducen el vocablo griego ponēros como «mal», otras como «maligno». Técnicamente, ambas traducciones son correctas, y los comentaristas parecen estar divididos por igual entre los que apoyan una opción y los que apoyan la otra. Sea como sea, le rogamos a Dios que nos rescate. El apóstol Pablo escribió:

El Señor me librará de todo mal y me preservará para Su reino celestial[5].

El Padrenuestro termina con una petición basada en nuestro conocimiento de que nos hace falta la ayuda de Dios para tener una sana relación con Él. Somos pecadores por naturaleza. Somos conscientes de esa debilidad interna que tenemos y sabemos que necesitamos ayuda para evitar el pecado. «No nos metas en tentación, sino líbranos del mal»[6] es la petición de quien desea tener una relación sana y recta con Dios. Le pedimos al Padre que nos guarde de pecar, que nos guarde de situaciones en que fallaremos la prueba, y que nos guarde del mal en todas sus formas: en nuestro corazón, en nuestras actitudes y en nuestros hechos.

Hacemos esas peticiones porque amamos a Dios y deseamos tener con Él una relación sana, que no se interrumpa. Le rogamos al Padre que nos guarde de todo lo que podría interponerse entre Él y nosotros y perjudicar nuestra comunión con Él.

En el Evangelio de Mateo, la oración termina así:

Porque Tuyo es el Reino, el poder y la gloria, por todos los siglos. Amén[7].

En un artículo anterior ya mencioné que esta última frase no figura en muchas traducciones y que se considera que fue añadida a finales del siglo II. De las nueve versiones de la Biblia que suelo consultar cuando estoy estudiando y escribiendo, cuatro no la incluyen en el texto (aunque algunas la ponen como nota a pie de página), tres la escriben en cursiva o entre corchetes y dos como si fuera texto normal. Todos los comentarios que he leído explican que se trata de una doxología que se agregó posteriormente al texto original del Evangelio. Es similar a la oración del rey David en 1 Crónicas 29:11,12:

Tuya es, Señor, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son Tuyas. Tuyo, Señor, es el reino, y Tú eres excelso sobre todos. Las riquezas y la gloria proceden de Ti, y Tú dominas sobre todo; en Tu mano está la fuerza y el poder, y en Tu mano el dar grandeza y poder a todos.

Aunque no formara parte de la enseñanza original de Jesús, se trata de un hermoso final que encaja muy bien con el resto de la oración. Esta comienza hablando del Padre, luego se ocupa de nuestras necesidades, y es procedente volver a centrar nuestra atención en Él declarando la hermosura de Su poder y majestad al terminar de rezar.

En el Evangelio de Mateo, el Padrenuestro está incluido en el Sermón del Monte, justo después del pasaje que dice: «Al orar no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis»[8]. Jesús enseñó a Sus discípulos una oración breve que presenta tanto nuestras necesidades como las de todos los demás cristianos, y que es aun hoy recitada por cristianos de todo el mundo. Es una oración que trata tanto de la gloria de Dios Todopoderoso como de la relación que nosotros, Sus hijos, tenemos con Abba, nuestro amoroso y afectuoso Padre.

Scot McKnight escribe la siguiente reflexión sobre el Padrenuestro:

Al recitar, memorizar y repetir esta oración aprendemos a ansiar la gloria de Dios y a desear que a Su nombre se le dé la máxima honra. Aprendemos a anhelar el reino de Dios (no el nuestro) y a desear que se haga Su voluntad (no la nuestra). Luego aprendemos a anhelar el bien de los demás y a compadecernos de ellos. Ansiamos que todos dispongan de suficiente comida, que todos se reconcilien con Dios mediante el perdón de sus pecados, y que Su gracia los proteja y preserve a todos de las trampas de las tentaciones y de las garras del mal (o del maligno). Al terminar, nuestros deseos han quedado reordenados hacia Dios y el prójimo, y al tener esos deseos alcanzamos el estado para el que Dios nos creó: el de seres concebidos para tener los amores adecuados, esto es, amor a Dios y amor al prójimo[9].

Al terminar de estudiar el Padrenuestro y de leer comentarios sobre él, quise descomponerlo con el fin de entender más plenamente sus enseñanzas. El caso es que escribí una versión que expresa los conceptos contenidos en la oración. Por supuesto, eso la alargó considerablemente; pero me vino bien escribirlo, para que cuando rece el Padrenuestro sea más consciente de lo que digo. Aquí está, y espero que a alguno le resulte útil:

Querido Padre, nos has salvado por medio de la muerte expiatoria de Tu Hijo y nos has adoptado en Tu familia, de manera que ahora te tenemos a Ti —el que está por encima de todos, el Creador de todas las cosas— como Abba, como Padre. A medida que te vamos conociendo y descubrimos Tu amor, Tu poder y Tu santidad, ansiamos darte la veneración que tan completamente mereces. Eres Dios, santo, presente y justo, digno de nuestra alabanza y adoración. Unimos nuestras voces a las del Cielo que nunca cesan de decir: «¡Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir!»[10]. Y ansiamos hacer como los veinticuatro ancianos, que echan sus coronas delante de Tu trono diciendo: «Señor, digno eres de recibir la gloria, la honra y el poder, porque Tú creaste todas las cosas, y por Tu voluntad existen y fueron creadas»[11].

Reina en nuestra vida y en todo el mundo. Sírvete de todos los que creemos en Ti para dar a conocer la gozosa noticia de la salvación y la alegría de tenerte como nuestro primer amor, y de tener nuestra relación contigo como la más importante. Enséñanos a vivir conforme a los principios de Tu reino; ayúdanos a tenerlos presentes a la hora de escoger y decidir, para que seamos un reflejo de Ti y de Tus caminos. Obra también en la vida de los demás, a fin de que el mayor número posible llegue a conocerte y se conduzca de un modo que refleje la vida en Tu reino.

Haz que se haga Tu voluntad en el mundo y en particular en los que creen en Ti. Somos pecadores, y no lograremos hacer Tu perfecta voluntad hasta que estemos en el más allá; pero en nuestro mundo de ahora, ayúdanos a cumplir lo más posible Tu voluntad. Haznos desear Tu voluntad en vez de la nuestra, buscar asiduamente Tu voluntad y pedir la gracia para ponerla por obra.

Te rogamos que proveas para nuestras necesidades físicas y que nos ayudes a encomendártelas totalmente. Aunque todos trabajamos de alguna manera para conseguir el «pan nuestro de cada día», reconocemos que nuestro sustento depende de Ti. Danos salud, para que podamos encargarnos del mantenimiento de nuestros seres queridos. Haz que te expresemos continuamente nuestro agradecimiento y alabanza por los medios que nos has dado para obtener nuestro sustento y el de las personas a las que amamos.

Te pedimos no solo por nuestras necesidades físicas, sino también por las espirituales. Sabemos que nos has redimido por medio de Tu Hijo y te estaremos eternamente agradecidos por el don de la salvación. Aun así, somos humanos, y por tanto pecadores, y cuando pecamos, nuestra relación contigo se resiente. Te rogamos que nos perdones por hacer eso. A lo largo de nuestra vida pecamos incontables veces; te pedimos que nos perdones cada una de ellas.

Cuando otros pecan contra nosotros, cuando nos hieren, nos mienten, nos engañan, nos roban, nos difaman o cometen otros muchos actos que son ofensivos e hirientes, ayúdanos a ser un reflejo de Ti. Tú eres misericordioso, clemente, lento para la ira, y estás lleno de amor. Perdonas la iniquidad y las transgresiones. Nos has perdonado la gran deuda de una vida llena de pecados. Ayúdanos a perdonar al prójimo así como Tú nos has perdonado.

Abba, no queremos pecar contra Ti, pero somos débiles seres humanos. Aunque te amamos profundamente, cuando obramos mal te causamos dolor. Te pedimos que nos guardes de situaciones en que tengamos la tentación de hacer cosas que te agravien. Te rogamos que nos rescates de los ataques del diablo, así como de nuestra inclinación natural a pecar, que causa una separación entre Tú y nosotros. Te imploramos que nos guardes de todo lo que pueda dañar nuestra comunicación, comunión y relación contigo.

Tuyo es el reino, el poder y la gloria por siempre jamás.

Para terminar, aquí está el Padrenuestro, tal como figura en el libro de Mateo:

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre. Venga Tu Reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. No nos metas en tentación, sino líbranos del mal, porque Tuyo es el Reino, el poder y la gloria, por todos los siglos. Amén[12].


Nota

Todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Mateo 6:13.

[2] Mateo 6:12.

[3] Santiago 1:13.

[4] Morris, The Gospel According to Matthew, 148.

[5] 2 Timoteo 4:18 (NVI).

[6] Mateo 6:13.

[7] Mateo 6:13.

[8] Mateo 6:7,8.

[9] McKnight, Sermon on the Mount, 191.

[10] Apocalipsis 4:8.

[11] Apocalipsis 4:10,11.

[12] Mateo 6:9–13.

 

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