Enviado por Peter Amsterdam
marzo 19, 2019
[Living Christianity: The Ten Commandments (Safeguarding Human Life, Part 2). War]
Como vimos en el artículo anterior, el sexto mandamiento —No matarás— permite a una persona aplicar moralmente la defensa propia para proteger su vida y la de los demás. ¿Qué pasa cuando ese principio se proyecta a una mayor escala? ¿Es moralmente correcto que un gobierno ordene a sus fuerzas militares matar a sus enemigos en tiempo de guerra y es honrado que los soldados obedezcan esas órdenes? ¿Se ajusta a la moral librar una guerra defensiva cuando se es objeto de un ataque de otro país? ¿Es alguna vez moralmente aceptable que un país inicie una guerra?
Antes de abordar las cuestiones éticas y morales de la guerra es importante entender que si bien algunos cristianos de otras épocas se embarcaron en guerras por motivos religiosos, esas acciones bélicas fueron inicuas e inmorales. Los cristianos no están llamados a promover el cristianismo en general, ni alguna confesión en particular, por medio de la guerra. Se insta más bien a los creyentes a batirse en una guerra espiritual contra Satanás y su influencia en nuestra vida.
Vístanse de toda la armadura de Dios, para que puedan hacer frente a las intrigas del diablo; porque nuestra lucha no es contra sangre ni carne, sino contra principados, contra autoridades, contra los gobernantes de estas tinieblas, contra espíritus de maldad en los lugares celestiales. Por esta causa, tomen toda la armadura de Dios para que puedan resistir en el día malo y, después de haberlo logrado todo, quedar firmes[1].
Aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas[2].
La Escritura describe el periodo después de la segunda venida de Cristo como una época de paz.
De Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del SEÑOR. Él juzgará entre las naciones y arbitrará entre muchos pueblos. Y convertirán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación ni se adiestrarán más para la guerra[3].
Aunque podemos aguardar con ilusión esos tiempos idílicos del futuro, desafortunadamente en el mundo actual subsisten los nefastos estragos de la guerra. Un militar lo expresó de esta manera: La guerra es un infierno[4].
Existen opiniones disímiles entre cristianos con respecto a la moralidad y la ética de la guerra. Algunos consideran que los cristianos están obligados a obedecer a su gobierno participando en las guerras que impulsa, habida cuenta de que el gobierno ha sido dispuesto por Dios. A este punto de vista se lo suele calificar de activismo. Otros cristianos sostienen que los creyentes no deberían participar nunca en una guerra, una postura que se llama pacifismo. Otros más creen que los cristianos pueden participar en las guerras justas de su gobierno, pero no en las injustas, lo que a veces se ha denominado selectividad y a lo que se suele referir más como la perspectiva de la guerra justa. Enseguida exponemos una explicación de cada una de estas posturas.
La Escritura nos enseña que el gobierno civil ha sido establecido por Dios con la misión de proteger a sus ciudadanos. Se estima que un concepto expresado en el libro del Génesis después del diluvio constituye el sustento jurídico para quitar la vida de los que matan injustamente a otros.
Yo pediré cuentas a cada uno por la vida del hombre. El que derrame sangre de hombre, su sangre será derramada por hombre; porque a imagen de Dios Él hizo al hombre[5].
En Romanos, capítulo 13, el cual repasamos ya anteriormente en esta serie, leemos que la autoridad gubernamental está instituida por Dios y que el gobierno es un servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no lleva en vano la espada pues es un servidor de Dios, un vengador para castigo del que hace lo malo[6]. El apóstol Pedro escribió:
Estén sujetos a toda institución humana por causa del Señor; ya sea al rey como quien ejerce soberanía, o a los gobernantes[7].
En otros pasajes del Nuevo Testamento encontramos que Dios ha dispuesto el gobierno civil y que le debemos obediencia[8].
El activismo sostiene desde su perspectiva que como el gobierno es establecido por Dios, desobedecerle equivale a desobedecer a Dios. Por tanto, uno debe responder cuando el gobierno llama a sus ciudadanos a participar en la defensa de su país, pese a que ello quizá exija matar a otros seres humanos.
El pacifismo cristiano asume la postura de que matar está mal y que por ende nunca está bien que un cristiano participe en la guerra. Esta creencia tiene su raíz en el sexto mandamiento, no matarás[9], como también en la instrucción de Jesús: No resistan al que es malo[10]. El pacifismo cristiano se asienta sobre la base de que quitar intencionalmente la vida a una persona es homicidio y el homicidio siempre está mal. Dado que la naturaleza de la guerra es matar a otros seres humanos, es inherentemente injusta e inmoral; de ahí que los cristianos nunca deben tomar parte en ella.
Los cristianos pacifistas afrontan el desafío de los textos del Antiguo Testamento que a veces ordenan que se haga guerra. Algunos pacifistas argumentan que Dios decretó las guerras en el mismo sentido en que Moisés permitió el divorcio: por la dureza de corazón del pueblo. Jesús dijo:
Ante su dureza de corazón, Moisés les permitió divorciarse de sus mujeres; pero desde el principio no fue así[11].
Su postura es que Dios no desea ni ordena ninguna guerra, así como tampoco se complace en el divorcio. Las guerras acaecidas en el Antiguo Testamento no coincidían con Su perfecta voluntad, sino únicamente con Su voluntad permisiva.
Un autor escribió:
Una premisa esencial del pacifismo es que no existe una verdadera distinción entre lo que uno debe hacer como ciudadano particular y lo que debe hacer como funcionario público. Lo que una persona no debe hacer en su comarca tampoco lo debe hacer en ninguna otra comarca del mundo. Endosarse un uniforme militar no invalida la responsabilidad moral que uno tiene. […] Ninguna persona está exonerada del mandamiento divino de no matar simplemente porque se haya cambiado de uniforme. El mandato de no cometer homicidio no queda invalidado por una obligación que tenga uno con el Estado. El poder de la vida y la muerte está exclusivamente en manos de Dios[12].
En contraste, tanto con el activismo —la postura de que siempre es moralmente correcto combatir en guerras a las órdenes de tu gobierno— como con el pacifismo —la postura de que nunca es moralmente correcto pelear en guerras—, la selectividad abraza el concepto de que algunas guerras son moralmente justificables y por lo tanto es aceptable librarlas. A menudo se la califica de «Teoría de la Guerra Justa».
Si algunas guerras son justas y otras injustas, la postura selectivista considera que es justificable que un cristiano combata en las guerras justas, mas no en las injustas. A lo largo de la Escritura hay ocasiones en que el pueblo de Dios desobedeció con toda razón a su gobierno cuando las leyes de este contradecían la ley moral de Dios[13]. No obstante, la Escritura también enseña que los gobiernos tienen la obligación de refrenar el mal y castigar a los que lo cometen. El apóstol Pablo escribió que los gobiernos no en vano llevan la espada para castigar a los malhechores[14]. Los gobiernos civiles tienen el deber de proteger a sus ciudadanos de los delincuentes y por lógica se deduce que también tienen la obligación de proteger a sus ciudadanos de países agresores que ataquen al suyo.
San Agustín (354-430 d.C.) está generalmente considerado como el primer cristiano en presentar una teoría sobre la guerra y la justicia cimentada en las enseñanzas de algunos filósofos griegos y romanos. Expuso el argumento de que algunas guerras son necesarias para rectificar algún mal. Posteriormente Santo Tomas de Aquino revisó la enseñanza de Agustín y planteó tres criterios para que una guerra sea justa. Con el tiempo ello derivó en la Teoría de la Guerra Justa, que constituye una justificación para ir a la guerra y a la vez una definición de la conducta moral que se debe tener durante una guerra.
La Teoría de la Guerra Justa intenta abordar tres verdades, que parecieran ser incompatibles:
La Teoría de la Guerra Justa procura definir las condiciones que deben cumplirse para determinar si es moralmente justificable ir a la guerra, y en caso de que esta se emprenda, el modo moral y ético en que debe combatirse. El propósito de la teoría no es justificar que se entable una guerra, sino frenar o por lo menos minimizar el alcance de la misma demostrando que solo es legítima bajo determinadas circunstancias, vetando lo que resulta inmoral. La premisa clave es que la guerra siempre es mala, pero que una guerra justa puede llegar a ser el menor de los dos males.
Más abajo puntualizamos los criterios que según la Teoría de la Guerra Justa se deben cumplir para que una guerra lo sea. Estos puntos abordan tanto los requisitos morales para entablar una guerra, como también la manera en que esta se debe llevar a cabo. (Los ejemplos expuestos expresan una idea general de lo que entrañan los criterios que se aplican para una guerra justa, aunque son más complejos y detallados de lo que se manifiesta aquí. También cabe mencionar que esos criterios pueden ser objeto de manipulación por parte de gobiernos que pretenden justificar una guerra injusta.)
Una causa justa
Cuando un país sufre un ataque de parte de otro es justo que el país agredido entable una guerra en defensa propia. Otra situación hipotética en que sería aceptable ir a la guerra es cuando un país está masacrando masivamente a su propio pueblo. En ese caso otro país puede intervenir militarmente para detener las masacres.
Autoridad justa
La Escritura enseña que Dios entregó «la espada» a los gobiernos, no a los individuos; por ende, la única guerra que se puede considerar legítima es la declarada por las debidas autoridades de gobierno. Son las autoridades gubernamentales debidamente constituidas las encargadas de juzgar si se reúnen los criterios para lanzarse a una guerra.
Último recurso
Antes de declarar una guerra deben agotarse todos los medios de prevención no militares, como son la diplomacia, la negociación, la resolución de conflictos y otros. Lo único que puede justificar la matanza brutal que provoca la guerra es que hayan fracasado todos los medios legítimos de prevención.
Intención justa
Solo es justa una guerra si se pelea con buena intención. Guerras que se libran por la gloria nacional, por venganza, para apropiarse de tierras, esclavizar a la gente, amasar poder, por odio hacia los enemigos, para cometer genocidio o conservar el poder colonialista son inmorales, dado que las intenciones de esas guerras eran inmorales. Se consideran guerras justas las que se entablan con buenos móviles, como por ejemplo crear, restablecer o mantener una paz justa, enmendar un mal o asistir a los inocentes. El objetivo primordial de una guerra justa debe ser el restablecimiento de la paz, y la paz que surge después de la guerra debería ser mayor que la que se podría haber alcanzado de no haberse librado la guerra.
Probabilidad de éxito
Por muy justa que sea la causa es inmoral librar una guerra que inevitablemente causará gran número de víctimas y una enorme destrucción sin ninguna esperanza fundada de éxito. La guerra que Estados Unidos peleó contra Vietnam es un ejemplo. Los «Pentagon Papers» revelaron que el Pentágono había calculado por anticipado que no existía posibilidad racional de triunfar en la guerra de Vietnam, y razón tenían[15].
Proporcionalidad del costo
El objetivo de la guerra debiera ser proporcional al agravio. Por ejemplo, si el país A invade al país B y se anexa una parte de ese país, el país B tiene derecho a recobrar la tierra que le expropiaron. Sin embargo, no es ético que el país B prosiga con la guerra hasta conquistar completamente al país A. Otro modo de entender esto es que los beneficios de librar una guerra deben ser proporcionales al costo: una guerra debe prevenir más males de los que provoca y evitar más sufrimiento que el costo que representa.
Declaración oficial
Cuando el gobierno de un país decide pelear una guerra tiene la responsabilidad de anunciar su intención de hacerlo, así como también las condiciones que la evitarían. Informar al otro país de las condiciones para evitar la guerra hace saber a los dirigentes del mismo lo que deben hacer para prevenirla. Esa declaración oficial también pone en conocimiento de los ciudadanos del país que declara la guerra las razones por las que su gobierno está entrando en combate a favor de ellos, lo que permite a la población sopesar la justicia de la guerra en comparación con la destrucción que ocasionará. Aporta transparencia, de modo que la ciudadanía sepa lo que el gobierno está haciendo a nombre de ella.
Que se realice con justicia
Por muy justa que sea una guerra no todos los actos de combate que tienen lugar son necesariamente justos. El empleo de sustancias químicas, por ejemplo, es inhumano. Matar intencionalmente a mujeres y niños y otros civiles no combatientes es injustificado. En la guerra siempre mueren algunos no combatientes, pero es inmoral elegirlos como blanco.
El terrorismo —el método de atentar contra cualquiera que casualmente esté en un sitio en el que se efectúa un ataque, digamos una tienda, un edificio, etc.— no es un medio recto y probo de llevar a cabo una guerra, puesto que elige específicamente como blanco a civiles y a instalaciones no militares. Cuando un país ataca adrede hogares, pueblos o vecindarios de civiles se considera terrorismo de estado.
En resumen, la postura selectivista consiste en que si una guerra es evidentemente injusta, es censurable desde el punto de vista moral que un cristiano la apoye o pelee en ella. Si bien a los cristianos se los exhorta a obedecer al gobierno civil, en casos en que dicho gobierno les ordena cometer actos inmorales no tienen la obligación de obedecer. En circunstancias así se aplica el principio bíblico de que es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres[16]. Negarse a tomar parte en la guerra que hace un país cuando el servicio militar es obligatorio seguramente tendrá sus consecuencias.
Pero que sufran y aguanten aun habiendo hecho el bien, es cosa que agrada a Dios[17].
La guerra es una empresa pavorosa. Los gobiernos la ejecutan por diversas razones, algunas justas y otras injustas, algunas acorde a la moral y otras no. Todo gobierno que empeña a su país en una guerra muy probablemente aducirá razones para hacerlo y las presentará como justas y rectas. En algunos casos estas son auténticamente justas; en otros se fraguarán explicaciones que hagan creer que la guerra se está librando por razones justas cuando la verdad es que no lo son. En tu condición de cristiano es prudente examinar con actitud de oración si tu gobierno tiene justificación moral en la guerra que está lanzando; de lo contrario, debes protestar y hacer lo que puedas por medios legales para elegir a otras personas al gobierno.
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.
[1] Efesios 6:11–13.
[2] 2 Corintios 10:3,4.
[3] Isaías 2:2–4.
[4] Atribuido al general William Tecumseh Sherman, que combatió en la guerra de Secesión de los EE.UU.
[5] Génesis 9:5,6.
[6] Romanos 13:4.
[7] 1 Pedro 2:13,14.
[8] Para profundizar más en el tema del gobierno civil prescrito por Dios, véase Los Diez Mandamientos: Autoridad, 2ª y 3ª partes.
[9] Éxodo 20:13.
[10] Mateo 5:39 (RVC).
[11] Mateo 19:8.
[12] Geisler, Norman L., Christian Ethics (Grand Rapids: Baker Academic, 2010), 227.
[13] V. Daniel, capítulos 3 y 6; Hechos, capítulos 4 y 5, y Éxodo 1:17,20,21.
[14] Los gobernantes no están para infundir el terror al que hace lo bueno sino al que hace lo malo. ¿Quieres no temer a la autoridad? Haz lo bueno y tendrás su alabanza, porque es un servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no lleva en vano la espada, pues es un servidor de Dios, un vengador para castigo del que hace lo malo. (Romanos 13:3,4.)
[15] Stassen, Glen H., & Gushee, David P., Kingdom Ethics (Downers Grove: IVP Academic, 2003), 161.
[16] Hechos 5:29.
[17] 1 Pedro 2:20 (NVI).
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