Jesús, Su vida y mensaje: Elías, Juan y Jesús

Enviado por Peter Amsterdam

mayo 28, 2019

[Jesus—His Life and Message: Elijah, John, and Jesus]

En el artículo anterior vimos que, cuando Jesús se transfiguró en un monte, Él y los discípulos que lo acompañaban fueron cubiertos por una nube brillante. El rostro de Jesús se volvió resplandeciente; Sus vestiduras, blancas; y Moisés y Elías estuvieron conversando con Él. Después de Su transfiguración, Jesús mandó a Pedro, Jacobo y Juan que no le contaran a nadie lo sucedido hasta después de Su resurrección[1].

Cuando bajaban del monte, los discípulos le preguntaron:

«¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?» Respondiendo Jesús, les dijo: «A la verdad, Elías viene primero y restaurará todas las cosas. Pero os digo que Elías ya vino, y no lo conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del hombre padecerá a manos de ellos». Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista[2].

Tras ver a Elías en el monte, a los discípulos les habían venido a la memoria las últimas palabras del libro de Malaquías:

Yo os envío al profeta Elías antes que venga el día del Señor, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y castigue la tierra con maldición[3].

Los escribas de la época de Jesús esperaban que Elías desempeñara un papel importante antes de la llegada del «día del Señor». (Por supuesto, como los líderes religiosos de aquel entonces no creían que Jesús fuera el Mesías prometido, consideraban que Elías todavía tenía que venir.)

La expectativa de que Elías regresaría queda de manifiesto en distintos pasajes de los evangelios. En el de Marcos dice que algunos pensaron que Jesús era Juan el Bautista resucitado. «Otros decían: “Es Elías”. Y otros: “Es un profeta, como los profetas antiguos”»[4]. En el Evangelio de Lucas, Jesús pregunta a Sus discípulos: «“¿Quién dice la gente que soy Yo?” Ellos respondieron: “Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado”»[5]. Justo antes de morir en la cruz, «Jesús clamó a gran voz, diciendo: “¡Eloi, Eloi!, ¿lama sabactani?” (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”). Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: “Mirad, llama a Elías”. Corrió uno y, empapando una esponja en vinagre, la puso en una caña y le dio a beber, diciendo: “Dejad, veamos si viene Elías a bajarlo”»[6]. En muchos textos judíos de la Antigüedad se menciona la creencia de que Elías vendría al fin de los tiempos.

Jesús confirmó la creencia de los escribas. «A la verdad, Elías viene primero y restaurará todas las cosas». Pero a continuación explicó qué era lo que los escribas no habían discernido. «Pero os digo que Elías ya vino, y no lo conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron». Los escribas esperaban un tiempo futuro en que todo sería restaurado. Según ellos, era necesario que Elías precediera al Mesías. Jesús señaló que la profecía sobre Elías ya se había cumplido, pero ellos —muy probablemente refiriéndose a los escribas y otros líderes judíos— no lo habían reconocido; y lo que es más, lo rechazaron. «Hicieron con él todo lo que quisieron».

Cuando dijo que Elías ya había venido, Jesús se refería a Juan el Bautista. En un pasaje anterior de este mismo evangelio dice:

Todos los profetas y la Ley profetizaron hasta Juan. Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir. El que tiene oídos para oír, oiga[7].

En el Evangelio de Lucas, el ángel que habló con el sacerdote Zacarías, cuya esposa, Elisabet, era estéril, dijo:

Tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán por su nacimiento, porque será grande delante de Dios. […] Hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor, su Dios. E irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto[8].

Hay varias similitudes entre Elías y Juan el Bautista.

Ambos vivieron un tiempo en el desierto. A Elías se le mandó: «Apártate de aquí, vuelve al oriente y escóndete en el arroyo Querit, que está frente al Jordán»[9]. Esa región era desértica. «Se presentó Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”, pues este es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo: “Voz del que clama en el desierto: ‘¡Preparad el camino del Señor, enderezad Sus sendas!’”»[10]

Ambos tenían un aspecto tosco. Elías «tenía un vestido de pelo y un cinturón de cuero ceñido a su cintura»[11]. «Juan estaba vestido de pelo de camello, tenía un cinto de cuero alrededor de su cintura»[12].

Ambos comían alimentos sencillos que Dios les proporcionaba. El Señor le dijo a Elías: «“Beberás del arroyo; Yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer”. […] Los cuervos le traían pan y carne por la mañana y por la tarde, y bebía del arroyo»[13]. Dice que Juan se alimentaba de «langostas y miel silvestre»[14].

Dieron mensajes proféticos para advertir a Israel. «Elías, acercándose a todo el pueblo, dijo: “¿Hasta cuándo vacilaréis vosotros entre dos pensamientos? Si el Señor es Dios, seguidle; si Baal, id en pos de él”. Y el pueblo no respondió palabra»[15].

[Juan] decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: «¡Generación de víboras!, ¿quién os enseñó a huir de la ira venidera?[16] El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa al fuego»[17].

Ambos fueron amenazados por mujeres poderosas. Después que Elías mandó al pueblo que agarrara a los profetas de Baal y los matara, la protectora de estos, la reina Jezabel, «envió […] a Elías un mensajero para decirle: “Traigan los dioses sobre mí el peor de los castigos, si mañana a estas horas no he puesto tu persona como la de uno de ellos”»[18]. En el caso de Elías, él consiguió escapar: «Se levantó y se fue para salvar su vida»[19].

Juan el Bautista fue encarcelado y decapitado por causa de la esposa del rey Herodes. «Herodes había prendido a Juan, lo había encadenado y metido en la cárcel, por causa de Herodías, mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: “No te está permitido tenerla”»[20]. La hija de Herodías, siguiendo instrucciones de su madre, le pidió al rey la cabeza de Juan en un plato; y después que lo decapitaron, le entregó a ella el plato[21].

Aunque hay similitudes entre Elías y Juan, también hay varios paralelos entre el ministerio de Jesús y el de Juan: ambos fueron considerados profetas, se enfrentaron a la oposición de las autoridades religiosas de Jerusalén, a la larga fueron rechazados y ejecutados, y ambos fueron sepultados por sus discípulos. También hay paralelos entre las enseñanzas de Jesús y las de Juan.

Juan decía a los fariseos y saduceos: «¡Generación de víboras!, ¿quién os enseñó a huir de la ira venidera?»[22] Jesús dijo cosas similares a los escribas y fariseos cuando los fustigó.

¡Serpientes, generación de víboras!, ¿cómo escaparéis de la condenación del infierno?[23]

En otra ocasión les dijo:

¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos?, porque de la abundancia del corazón habla la boca[24].

Juan desafió a los líderes religiosos.

No penséis decir dentro de vosotros mismos: «A Abraham tenemos por padre», porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras[25].

Jesús dio a entender algo parecido cuando dijo que personas ajenas al judaísmo «vendrán […] del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes»[26].

Juan empleó la imagen de los árboles sin fruto para advertirles a los fariseos y saduceos del castigo que sufrirían por enseñar falsamente que, por ser descendientes de Abraham, se librarían de los juicios de Dios.

El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego.

También Jesús habló de los falsos maestros religiosos, diciendo:

Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que por sus frutos los conoceréis[27]. Si el árbol es bueno, su fruto es bueno; si el árbol es malo, su fruto es malo, porque por el fruto se conoce el árbol[28].

Jesús comparó la acogida que había tenido el ministerio de Juan con la que había tenido el Suyo.

¿A qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas y gritan a sus compañeros, diciendo: «Os tocamos flauta y no bailasteis; os entonamos canciones de duelo y no llorasteis», porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: «Demonio tiene». Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: «Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores». Pero la sabiduría es justificada por sus hijos[29].

Juan predicó que era necesario arrepentirse y anunció que los castigos de Dios vendrían en forma de fuego.

Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento, pero el que viene tras mí […] es más poderoso que yo. […] Su aventador está en Su mano para limpiar Su era. Recogerá Su trigo en el granero y quemará la paja en fuego que nunca se apagará[30].

Jesús predicó un mensaje similar:

Así como se arranca la cizaña y se quema en el fuego, así será en el fin de este mundo. Enviará el Hijo del hombre a Sus ángeles, y recogerán de Su Reino a todos los que sirven de tropiezo y a los que hacen maldad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes[31]. Así será al fin del mundo: saldrán los ángeles y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes[32].

Es interesante observar que, aunque las experiencias que vivió Juan están relacionadas con las de Elías, también hay similitudes entre algunos milagros de Jesús y los de Elías.

Elías multiplicó el aceite y la harina para que una viuda y su hijo no se murieran de hambre durante una sequía que duró tres años[33]. Jesús multiplicó panes y peces para cinco mil personas, y otra vez para cuatro mil[34]. Más tarde, cuando el hijo de la viuda se enfermó y murió, Elías se acostó sobre él y clamó al Señor, y Dios le devolvió la vida al muchacho[35]. Jesús también resucitó muertos: a Lázaro cuando ya llevaba cuatro días muerto[36]; a la hija de Jairo, que tenía doce años[37], y al hijo de una viuda del pueblo de Naín cuando lo llevaban para enterrarlo[38].

Las Escrituras narran que Elías no murió, sino que fue llevado directamente al Cielo.

Mientras [Elías y Eliseo] iban caminando y hablando, un carro de fuego, con caballos de fuego, los apartó a los dos, y Elías subió al cielo en un torbellino[39].

Jesús, por supuesto, sí que murió, pero tres días después resucitó. Luego permaneció cuarenta días más en la Tierra, en los que se apareció a Sus discípulos y a otros, y en una ocasión ante 500 personas[40]. Por último, ascendió al Cielo.

Después los sacó fuera hasta Betania y, alzando Sus manos, los bendijo. Aconteció que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado arriba al cielo[41].

Jesús declaró que Juan el Bautista era el profeta Elías, que había de ser enviado «antes que venga el día del Señor, grande y terrible»[42]. Juan fue el precursor de Jesús, y su ejecución fue un presagio de cuál habría de ser el destino del Mesías, para el cual Jesús también preparó a Sus discípulos.

Desde entonces comenzó Jesús a declarar a Sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho a manos de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día[43].


Nota

Todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Mateo 17:9.

[2] Mateo 17:10–13.

[3] Malaquías 4:5,6.

[4] Marcos 6:14,15.

[5] Lucas 9:18,19.

[6] Marcos 15:34–36.

[7] Mateo 11:13–15.

[8] Lucas 1:14–17.

[9] 1 Reyes 17:3.

[10] Mateo 3:1–3.

[11] 2 Reyes 1:8.

[12] Mateo 3:4.

[13] 1 Reyes 17:4,6.

[14] Mateo 3:4.

[15] 1 Reyes 18:21.

[16] Lucas 3:7.

[17] Lucas 3:9.

[18] 1 Reyes 19:2.

[19] 1 Reyes 19:3.

[20] Mateo 14:3,4.

[21] Mateo 14:11.

[22] Mateo 3:7.

[23] Mateo 23:33.

[24] Mateo 12:34.

[25] Mateo 3:9.

[26] Mateo 8:11,12.

[27] Mateo 7:16–20.

[28] Mateo 12:33.

[29] Mateo 11:16–19.

[30] Mateo 3:11,12.

[31] Mateo 13:40–42.

[32] Mateo 13:49,50.

[33] 1 Reyes 17:1–16.

[34] Mateo 14:14–21, 15:32–38; Marcos 6:34–44, 8:1–9; Lucas 9:12–17; Juan 6:4–13.

[35] 1 Reyes 17:17–24.

[36] Juan 11:17–44. V. también Jesús, Su vida y mensaje: Milagros (17ª parte). Resucitaciones (3ª parte).

[37] Lucas 8:40–56. V. también Jesús, Su vida y mensaje: Milagros (16ª parte). Resucitaciones (2ª parte).

[38] Lucas 7:11–17. V. también Jesús, Su vida y mensaje: Milagros (15ª parte). Resucitaciones (1ª parte).

[39] 2 Reyes 2:11.

[40] 1 Corintios 15:3–6.

[41] Lucas 24:50,51.

[42] Malaquías 4:5.

[43] Mateo 16:21.

 

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