Enviado por Peter Amsterdam
abril 14, 2020
[The Creed (Part 3)]
(Los puntos presentados en este artículo se han tomado del libro The Creed, de Luke Timothy Johnson[1].)
En el artículo anterior examinamos la primera proposición del credo niceno-constantinopolitano: «Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso». Ahora estudiaremos la siguiente: «Creador de cielo y tierra, de todo lo visible e invisible». Estas palabras expresan el concepto de que Dios Padre es todopoderoso: puede hacer todo lo que quiera que sea compatible con Su naturaleza esencial.
Afirmar que Dios es el Creador del Cielo y de la Tierra es repetir lo que enseñan las Escrituras en las primeras palabras del Antiguo Testamento:
En el principio creó Dios los cielos y la tierra[2].
Lo mismo se declara en numerosos pasajes de las Escrituras:
¡Benditos vosotros del Señor, que hizo los cielos y la tierra![3]
Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en el Señor su Dios, el cual hizo los cielos y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay; que guarda la verdad para siempre[4].
Es importante comprender que el poder creativo de Dios no solo se manifestó en la creación original de los Cielos y la Tierra. Su obra creativa continúa por medio de Su actividad presente y constante de sostenimiento de Su creación. El Salmo 104 se refiere a cómo Dios está a diario sustentando la creación:
Todos ellos esperan en Ti, para que les des la comida a su tiempo. Tú les das y ellos recogen; abres Tu mano y se sacian de bien. Escondes Tu rostro, se turban; les quitas el hálito, dejan de ser y vuelven al polvo. Envías Tu Espíritu, son creados y renuevas la faz de la tierra. ¡Sea la gloria del Señor para siempre! ¡Alégrese el Señor en Sus obras![5]
La obra creadora de Dios no debe entenderse únicamente como un hecho que ocurrió en el pasado lejano, sino como una actividad presente y constante, ya que Él sostiene toda la creación. También podemos ampliar nuestro concepto de la creación divina al reconocer Su poder a nuestro alrededor en todo momento. Se aprecia en la naturaleza, las estaciones, el nacimiento de un niño, la belleza del cielo nocturno, las flores, el amanecer y un sinnúmero de maravillas de este mundo.
Las Escrituras presentan a Dios como el aliento que se extiende por todo el mundo y le comunica vida en todo momento. Dios está a cada instante haciendo que el mundo sea. Dios es el «origen» del mundo, no porque lo fuera una vez hace tiempo, sino porque lo es en todo momento[6].
El libro del Génesis narra los orígenes del mundo, aunque no desde una perspectiva científica. Cuenta que todo lo que existe procede de Dios, el cual no forma parte de nuestro universo, pero es quien hace que todo exista por Su amor y Su poder. Explica que todo lo que Él creó es bueno. Dice que los seres humanos representamos a Dios, el Creador, entre todos los demás seres creados de la Tierra, porque somos portadores de la imagen y semejanza de Dios.
Tras declarar que Dios es el Creador del Cielo y de la Tierra, el Credo añade: «De todo lo visible e invisible». Uno podría pensar que con llamar a Dios Creador del Cielo y de la Tierra debería ser suficiente; pero en el siglo II estaban muy extendidas las enseñanzas de Marción (v. artículo anterior), que sostenía que el Dios del Antiguo Testamento era un Dios inferior a cargo de la creación visible (los Cielos y la Tierra). Esa doctrina también afirmaba que el Dios verdadero, Jesús, es invisible, puro espíritu, completamente separado de la dimensión maligna del mundo material visible. Por consiguiente, los seguidores de esa falsa doctrina eran incapaces de confesar que Dios era, por una parte, el Creador del Cielo y de la Tierra y, por otra, el Padre espiritual de Jesucristo; de ahí que no se los tuviera por auténticos cristianos. El Credo presentaba la doctrina cristiana considerada correcta: que Dios era el Creador de todas las cosas, tanto de lo material como de lo invisible.
La expresión «de todo lo visible e invisible» del Credo reproduce las palabras del apóstol Pablo, que escribió:
En Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de Él y para Él[7].
Lo anterior está relacionado con las primeras palabras del libro del Génesis, que dicen que Dios creó absolutamente todo lo que existe. Al decir que Dios lo hizo todo, tanto lo material como lo inmaterial, el Credo hace hincapié en que el mundo material procede de Dios y es bueno, y en que ninguna parte de la creación debe considerarse mala. El apóstol Pablo escribió:
Todo lo que Dios creó es bueno y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias, ya que por la palabra de Dios y por la oración es santificado[8].
Esta frase muestra también que Dios es el Creador de todo lo que existe y es invisible. Aparte del mundo espiritual invisible —el Cielo y los seres espirituales—, aun en nuestro mundo hay cosas invisibles que existen. Hay fuerzas invisibles de la naturaleza, como por ejemplo la gravedad, la electricidad y las ondas de radio. Además, las personas piensan, tienen ideas y emociones, y se comunican con palabras. Todo eso es invisible, pero existe. También hay conceptos como la verdad, la justicia, la misericordia, la paz, la libertad y el amor, todo lo cual existe, pero es invisible.
Los cristianos creemos lo que enseñan las Escrituras sobre Dios y que el Credo resume de la siguiente manera:
Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador de cielo y tierra, de todo lo visible e invisible.
Habiendo condensado la doctrina cristiana sobre Dios Padre, el Credo se centra en Dios Hijo, Jesucristo.
La parte más extensa del Credo presenta las creencias fundamentales sobre Jesús, el Hijo de Dios. Esta porción del Credo se divide en dos secciones: la primera describe la relación de Jesús con Dios Padre; la segunda habla de Su vínculo con la humanidad, desde Su encarnación hasta Su segunda venida.
Tras haber comenzado con: «Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso», el Credo ahora dice: «Creo en un solo Señor, Jesucristo». El nombre Jesús es la traducción al arameo del nombre hebreo Josué, derivado de la palabra Yehoshua, que significa «El Señor salva». Cuando el ángel Gabriel le anunció a María, la madre de Jesús, que tendría un hijo por obra del Espíritu Santo, le dijo que Su nombre sería Jesús, e interpretó así el nombre: «Porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados»[9]. El nombre de Jesús ya indicaba cuál sería Su misión.
El apelativo Cristo significa «ungido» (mesías). Se trata de un término usado a lo largo del Antiguo Testamento para referirse a los reyes de Israel[10]. En el Nuevo Testamento, Jesús es el Mesías, el ungido, el Cristo. Fue ungido por el Espíritu de Dios.
El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos[11].
Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él[12].
A lo largo de los textos de Nuevo Testamento, el concepto de que Jesús es el Mesías es evidente, ya que se usa el apelativo Christos (Cristo) para referirse a Él sin ninguna aclaración adicional. Por ejemplo:
Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, pero el espíritu vive a causa de la justicia[13].
A ellos también pertenecen los patriarcas, de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén[14].
Cristo, en cambio, es fiel como Hijo al frente de la casa de Dios[15].
En los evangelios y en el libro de los Hechos, a Jesús se le llama Cristo (Mesías).
Respondiendo Simón Pedro, dijo: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente». [Marta] le dijo: «Sí, Señor; yo he creído que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo»[16].
La vida que vivimos los cristianos por el don del Espíritu Santo se considera una vida «en Cristo».
Vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús[17].
Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús[18].
La primera línea del Credo sobre Jesús es una contundente declaración de que Él es Señor, lo cual da a entender Su divinidad. El nombre de Jesús indica que Él es quien salva a Su pueblo de sus pecados, y el título de Cristo subraya Su papel como Mesías, como ungido enviado por el Padre. En el siguiente artículo seguiremos estudiando cómo aborda el Credo la divinidad de Cristo.
(Continuará en la cuarta parte.)
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.
[1] The Creed—What Christians Believe and Why It Matters (Nueva York: Doubleday, 2003).
[2] Génesis 1:1.
[3] Salmo 115:15.
[4] Salmo 146:5,6. V. también Éxodo 31:17, 20:11; 2 Reyes 19:15; Isaías 37:16; Jonás 1:9; Hechos 4:24, 14:15, 17:24; Apocalipsis 14:7.
[5] Salmo 104:27–31.
[6] Johnson, The Creed, 96.
[7] Colosenses 1:16.
[8] 1 Timoteo 4:4,5.
[9] Mateo 1:21, y también Lucas 1:30,31.
[10] 1 Samuel 2:10, 26:16, 2 Samuel 19:21, Salmo 2:2, 18:50; 20:6; 28:8; 84:9; 89:38.
[11] Lucas 4:18.
[12] Hechos 10:37,38.
[13] Romanos 8:9,10.
[14] Romanos 9:5.
[15] Hebreos 3:6 (NVI).
[16] Mateo 16:16. Juan 11:27.
[17] Romanos 6:11.
[18] Romanos 8:1.
Copyright © 2024 The Family International. Política de privacidad Normas de cookies